de cada purificacion. Y asi, el ultimo dia del rito, al ponerse el sol, nosotros y la casa por fin estuvimos limpios.
Esto fue necesario por la impureza que habiamos contraido a causa de la muerte de tia Maria bajo nuestro techo. Y fue algo solemne para todos, en especial para Cleofas, quien habia recitado el pasaje del Libro de los Numeros que hablaba de la purificacion y de como debia realizarse.
Aquella ceremonia me dejo cautivado; decidi que un dia me gustaria ver con mis propios ojos el sacrificio de la vaquilla en Jerusalen. No ahora, habiendo disturbios no, pero si algun dia, cuando no hubiese ningun peligro.
«El sacrificio e incineracion de la vaquilla, junto con su pellejo, carne, sangre y excrementos, para conseguir las cenizas de la purificacion, tiene que ser digno de verse», pense. Habia muchas cosas que ver en el Templo. Mas el Templo estaba ahora en plena revuelta.
Yo no lo recordaba de otra manera, solo lleno de cadaveres y de gente gritando, y aquel hombre muriendo delante de mis ojos y aquel soldado a caballo que en mi memoria habia quedado como una unidad caballo- hombre, y su larga lanza manchada de sangre. Y despues la cruenta batalla que habia visto en suenos, en aquel sueno extrano. ?Como podia mi mente haber producido semejante cosa?
Pero todo eso ya era historia.
En casa, durante la purificacion, solo se respiraba paz.
Yo no recordaba haber visto en Alejandria algo parecido a este ritual. Solo me acordaba vagamente de la muerte de un nino de meses, hijo de tio Alfeo.
Pero en Tierra Santa era costumbre hacer estas cosas, y todo el mundo se alegraba de hacerlas.
Sin embargo, mis tios no habian esperado a la purificacion para ir a Seforis.
No debieron hacerlo. Algunos habian estado trabajando alli todo el tiempo que duro la enfermedad. Y las mujeres habian salido al huerto. No hice preguntas al respecto. Yo confiaba en lo que mis tios y Jose decian que habia que hacer.
Todo el mundo hacia lo que podia.
Ahora, no mucho despues de lo que he relatado y antes de que yo empezara a salir de la casa, mis tios se enzarzaron en una encendida discusion. Habia tanto trabajo en Seforis que podian elegir las faenas que mas les gustaban y las que requerian lo que mejor sabia hacer nuestra familia. Pero Jose, en quien todos confiaban, no queria cobrar mas por los trabajos dificiles.
A mis tios no les parecia bien, como tampoco a algunos carpinteros de Seforis.
Mis tios y los carpinteros querian cobrar doble jornal por los trabajos especializados, pero Jose se negaba.
Finalmente acudieron al rabino Berejaiah, pese a que en realidad querian ver al rabino Jacimus, el fariseo mas estricto. «Esto solo puede arreglarlo un fariseo», habia dicho mi tio Cleofas. Y todos estuvieron de acuerdo, incluso Jose. Nadie queria consultar un rabino joven, sino al mas anciano. Pero Berejaiah les dijo que fueran a ver a Jacimus y que hicieran lo que el les dijese.
Los ninos no pudimos entrar, y como hacia mucho calor volvimos a casa.
Los mayores estuvieron fuera mucho rato y al fin volvieron todos de buen humor. Al parecer, el rabino Jacimus los habia convencido de que si cobraban el doble por los trabajos especializados podrian enviarnos a la escuela medio dia entero. ?Y Jose habia estado de acuerdo!
Brincamos de contento. Era una gran noticia. Santiago y yo nos miramos.
Incluso los primos Silas y Levi se alegraron. Y tambien el pequeno Simeon, que apenas entendia nada. Como resultado de todo aquello, nosotros recibiriamos mas educacion y la familia ingresaria mas beneficios.
Mi madre se alegro mucho.
Aquella noche bebimos un buen vino en la cena, y luego Jose nos leyo una de las historias griegas que tanto nos gustaban, de los pergaminos traidos de Alejandria. Era la historia de Tobit.
Todo el mundo se congrego para escucharla, incluso las mujeres, porque todos disfrutabamos con la historia del angel que se aparecio a Tobias, el hijo de Tobit, y cuando el angel, «disfrazado», le hablaba a Tobias de ciertas curas que podia hacer con las entranas del pez que habia intentado comerle el pie, y que debia casarse con la joven Sara, hija de Raguel, y como luego Tobias objetaba que Sara habia tenido siete maridos ya y que todos habian sido abatidos por un demonio la noche de bodas.
Nos partimos de risa cuando Jose leyo este fragmento parodiando la voz del inocente Tobias. Luego adopto de nuevo el papel del arcangel Rafael: «?Haz el favor de escucharme y no te preocupes por ese demonio!» Con la voz del angel, Jose siguio leyendo: Tobias desposaria a Sara aquella misma noche, y lo unico que tenia que hacer era echar el higado y el corazon del pez en la lumbre de la camara nupcial, ?y el olor ahuyentaria para siempre al demonio!
– ?Y a quien no iba a ahuyentar ese olor! -exclamo Cleofas.
Hasta mi madre se reia a carcajadas.
Jose prosiguio el relato encarnando al solicito Rafael:
– Bien, antes de acostarte, reza para pedir que te sea concedida la seguridad y la misericordia. No temas, esa chica ha sido reservada para ti desde los inicios del mundo, tu la salvaras, ella ira contigo y supongo que tendreis hijos que seran hermanos y hermanas. Y no hay mas que hablar.
De nuevo nos desternillamos, al borde de las lagrimas.
– Asi son las cosas -dijo mi tia Esther, y todos rieron otra vez, mirandose los unos a los otros.
– ?Y no hay mas que hablar! -exclamo mi tia Salome, y vuelta a reir todos como si las madres entendieran mas que nosotros lo gracioso que era eso.
– ?Y quien lo va a saber mejor que un angel! -anadio tia Esther.
Todos callaron en seco y las risas cesaron. Miraron a mi madre fugazmente. Ella tenia la mirada abstraida, pero de pronto sonrio y solto una carcajada. Meneo la cabeza y las carcajadas volvieron a brotar.
Habia muchos fragmentos graciosos en esa historia y los conociamos todos. El demonio huyo al oler el pescado, el angel lo amordazo, Tobias amo a Sara, el suegro de el no le dejaba partir de tanto que lo queria, y el banquete nupcial duro mas de catorce dias, y cuando por fin volvio a casa si curo la ceguera de su padre con la medicina del pez que habia intentado comerle el pie, y hubo un nuevo festejo nupcial que duro dias y dias y todo el mundo fue feliz. Luego venia una parte mas seria, las largas y hermosas oraciones de Tobit, que todos nos sabiamos en griego y recitamos en esa lengua.
Cuando llegamos al final de la oracion, Jose, que dirigia la plegaria, pronuncio las palabras mas despacio, como si ahora tuvieran un significado especial que no habian tenido cuando estabamos en Egipto.
– «Jerusalen, ciudad santa, Dios te ha castigado por tus obras, pero tendra piedad con los hijos de los justos. Alaba al Senor pues el es bueno y bendice al rey de los siglos, para que vuelva a montar su tienda en tus dominios…»
Nos entristecimos al pensar en las reyertas que no cesaban. Y yo, mientras la oracion continuaba, aparte de mi memoria aquella violencia; vi el Templo como habia sido antes de saber que los hombres iban a enzarzarse alli unos contra otros.
Vi los muros enormes y los centenares de personas que se congregaban para orar, que llenaban los banos y los tuneles hasta el Patio de los Gentiles.
Oi a la gente entonar salmos.
Seguimos rezando con Jose:
– «Una gran luz brillara hasta los confines de la tierra y muchas naciones acudiran a ti de muy lejos, los pueblos de la tierra, para morar cerca del nombre del Senor, trayendo en sus manos presentes para el rey de los cielos…»
Vi mentalmente la luz y experimente una especie de sueno hermoso y suave mientras oia la oracion tumbado en mi estera, con el brazo bajo la cabeza.
– «Y te llamaran la Elegida eternamente y por los siglos de los siglos.»
Y parecio que la pestilencia habia abandonado nuestra casa. La muerte se habia ido. La suciedad. Las lagrimas. Y aunque mi sueno del extrano ser alado de hermosos ojos me inquietaba mucho, pronto lo deseche como habia desechado la imagen del Templo de Jerusalen anegado en sangre. Y la vida empezo de nuevo. Fui feliz de saberlo, pues ya habia conocido la desdicha, el miedo, la enfermedad y la congoja, y todas esas cosas habian desaparecido por fin.
