Cleofas rio.
– No me tomes el pelo -sonrio.
Se incorporo y continuamos andando hacia el pueblo.
21
Habia sido un verano estupendo.
La segunda tanda de higos colmaba nuestro arbol del patio, los aceituneros batian las ramas en los olivares, y yo sentia una dicha como nunca antes, y era consciente de ello. Para mi era el comienzo del tiempo: desde los ultimos dias en Alejandria hasta la venida aqui.
A medida que pasaban los meses fuimos terminando las reparaciones en nuestra casa, y ya casi estaba perfecta para todas las familias, las de mis tios Simon, Alfeo y Cleofas, y para Jose, mi madre y yo.
Riba, la esclava griega que habia venido con Bruria, iba a dar a luz un nino.
Hubo numerosos cuchicheos sobre el particular, incluso entre los ninos. Un dia, la pequena Salome me susurro:
– Parece que Riba no se escondio del todo en ese tunel, ?no?
La noche del parto oi llorar al bebe y como Riba le cantaba en griego, y luego tambien Bruria. Mis tias no cesaban de reir y cantar juntas, con las lamparas encendidas. Fue una noche feliz.
Jose desperto y tomo al bebe en brazos.
– No es un nino arabe -dijo mi tia Salome-. Es un nino judio y tu lo sabes.
– ?Quien ha dicho que sea arabe! -exclamo Riba-. Ya os explique que…
– Muy bien, muy bien -dijo Jose con calma, como siempre-. Lo llamaremos Ismael. ?Le parece bien a todo el mundo?
El bebe me gusto a primera vista. Tenia una bonita barbilla y ojos grandes y negros. No lloraba todo el rato como el nuevo bebe de tia Salome, que alborotaba al menor ruido, y la pequena Salome disfrutaba llevandolo en brazos cuando su madre estaba ocupada en otros quehaceres. Alli estaba, el pequeno Ismael. Juan, el hijo pequeno de tia Salome y Alfeo, era uno de los quince Juanes que habia en el pueblo, junto con los diecisiete Simones y trece Judas; tambien habia mas Marias de las que podian contarse con las dos manos, y eso solo en cuanto a nuestros parientes de este lado de la colina.
Pero me estoy anticipando. Esos bebes no llegarian al invierno.
El verano fue muy caluroso, sin la brisa de la costa, y banarse en el manantial era muy divertido cuando volviamos de Seforis por la noche. Los chicos haciamos batallas de agua, mientras al otro lado del recodo las chicas reian y charlaban. Rio arriba, en la cisterna abierta en la roca donde las mujeres llenaban sus vasijas, se hablaba y reia tambien, y a veces mi madre iba alli al atardecer para ver a las otras mujeres.
A finales del verano hubo varias bodas en el pueblo, con largas celebraciones que duraban la noche entera y donde todo Nazaret parecia congregarse para beber y bailar, hombres con hombres y mujeres con mujeres, e incluso las doncellas, aunque estas se mostraban timidas y se quedaban cerca del entoldado donde estaba la novia, esta con los mas bonitos velos y brazaletes de oro.
En el pueblo habia varios hombres que tocaban la flauta y algunos la lira, y las mujeres la pandereta sosteniendola en alto; por su parte, los viejos tanian los cimbalos para llevar el ritmo del baile. Hasta el viejo Justus fue llevado fuera y acomodado en unos almohadones contra la pared, y se le veia sonreir contento, aunque la saliva le resbalaba por el menton y la vieja Sara tenia que enjugarsela.
El padre de la novia era a veces el que ejecutaba los pasos de baile mas atrevidos, lanzando los brazos al aire y girando como una peonza con su vistosa vestimenta. Algunos se emborracharon y sus hermanos o sus hijos los recogieron y se los llevaron a casa sin suscitar comentarios de nadie.
Habia buena comida, cordero asado y un espeso potaje de carne y lentejas, y tambien hubo lagrimas, y los pequenos jugamos fuera hasta muy tarde, corriendo y chillando y lanzando vitores en la oscuridad, porque a nadie le importaba. Yo fui corriendo hasta el bosque y luego colina arriba, y contemple las estrellas y baile como habia visto bailar a los hombres.
Ese ano ocurrieron mas cosas de las que soy capaz de contar.
Se caso Alejandra, la hija del granjero rico, al decir de todos una belleza.
Estaba muy guapa de novia con sus velos ribeteados de oro. Cuando el entoldado y las antorchas fueron a buscarla a su casa, todo el mundo canto al verla aparecer por la puerta.
Al banquete asistio gente de otros pueblos. Cuando los fariseos se reunieron para desear lo mejor a todos y no quisieron comer nada, la madre de Alejandra se inclino hasta el suelo delante de Sherebiah y le dijo que la comida habia sido preparada de manera perfecta y limpia, y que si no queria compartir la comida de la boda de su hija, ella tampoco comeria ni beberia pese a tratarse de la boda de su unica hija.
El rabino ordeno a su sirviente que le trajera agua para lavarse las manos, pues los fariseos asi lo hacian siempre, lavarse los dedos antes de comer aunque ya los tuvieran limpios, y luego empezo a comer, mostrando a todos el trozo de carne, y la gente lo vitoreo, y todos los fariseos le imitaron, incluso el rabino Jacimus, aunque ellos casi nunca cenaban en compania de otra gente.
Luego Sherebiah bailo a pesar de su pata de palo, y todos los hombres bailaron tambien.
Nuestro estimado rabino Berejaiah ejecuto despues una danza lenta y asombrosa que deleito a sus alumnos. Es mas, despues de eso su suegro tuvo que bailar, para no ser menos, y otro tanto hicieron los demas viejos del pueblo.
La madre de Alejandra fue a sentarse con la novia y las mujeres, y bebieron contentas de que los fariseos hubieran asistido al banquete.
El trabajo continuaba.
En Seforis crecian edificios como plantas silvestres en un prado. Los lugares quemados sanaron como sana una herida. El mercado crecia cada vez mas, y nuevos mercaderes acudian a diario para vender sus mercancias a los que tenian que amueblar sus casas nuevas. Y habia numerosos peones que ayudaban en nuestro trabajo. Todo el mundo nos llamaba la Cuadrilla Egipcia.
Nadie se quejaba de nuestros precios. Alfeo y Simon dirigian la colocacion de cimientos, suelos y paredes; Cleofas y Jose confeccionaban las hermosas mesas de banquete, estanterias y sillas romanas que soliamos hacer en Alejandria.
Aprendi a pintar margenes mejor que antes, e incluso a pintar algunas flores y hojas, aunque por regla general solo rellenaba las perfiladas por los pintores expertos.
Nuestro trabajo de mamposteria era de la mayor calidad; emparejar las losas de marmol requeria paciencia, y habia que cuidar mucho la disposicion.
Fuimos al pueblo de Cana para hacerle un suelo a un hombre que habia vuelto de las islas griegas y queria tener una biblioteca hermosa.
Venian a encargarnos trabajos desde otros lugares. Un mercader de Cafarnaum nos pidio que fuesemos alli, y yo tenia muchas ganas de ir porque estariamos cerca del mar de Galilea, pero Jose dijo que eso tendria que esperar hasta que la construccion en Seforis terminara.
Y tambien nos llevabamos mucha faena a Nazaret para hacer en casa, sobre todo divanes o mesas taraceadas. Preguntamos cuales eran los mejores plateros y esmaltadores de Seforis y acudiamos a ellos para los retoques finales.
Aparte de las noticias sobre constantes escaramuzas entre soldados y rebeldes en Judea, lo unico malo era que la pequena Salome y yo no podiamos estar juntos. Ahora ella estaba siempre ocupada con las mujeres, mucho mas que en Alejandria, y a mi me parecia que pese a todo el trabajo que teniamos y al dinero que entraba en nuestras bolsas, las mujeres llevaban la peor parte.
Habian traido mucha comida de Alejandria, pero aqui plantaban hortalizas y tenian que recogerlas del huerto; y mientras que en Alejandria podian comprar pan caliente en la calle de los Panaderos, aqui se pasaban el dia horneando, y eso despues de moler ellas mismas el trigo cada dia al amanecer.
Cada vez que yo intentaba hablar con la pequena Salome, ella me daba largas, y conmigo empleaba cada vez mas la misma voz que las mujeres empleaban con los ninos. Habia crecido de la noche a la manana y siempre estaba cuidando de algun bebe. Normalmente era la pequena Esther, que por fin ya no era tan llorona, o bien el
