Porque eso si es dogma de fe: ninguna mujer tiene el clitoris en el mismo lugar, y muchas lo tienen cada vez en un pliegue distinto.

Habia dejado de rumiar y toda ella era un lago de paz y desmemoria.

Cuando volvieron a Espana se enamoro como desde siempre de un tal Felipe al que le gusta el mar y la cocina, de un editor que habla ronco como las olas y de la terca pasion por Argentina que tiene en las mejillas el nuevo habitante de su embajada. Luego, de paso por Jaen y sus aceituneros altivos, tomo litros de aceite de oliva, mordio los duraznos mas tersos que habia visto y descubrio sin sorpresa, en un encuentro feminista, que las mujeres enamoradas de mujeres se rien como comadres y por lo mismo se antoja enamorarse de ellas. Lo cual no dice nada mas de lo que dice: ni que al congreso en torno a Maria Zambrano y el exilio interior hayan ido solo mujeres homosexuales ni que no sea una dicha conocerlas. Ella y las hermanas se enamoraron del congreso, del paisaje y de la atolondrada timidez con que se iba perdiendo, en cada esquina, el taxista que las llevo de vuelta hasta Madrid.

El ultimo dia fueron de compras al Corte Ingles: Clemencia se compro ahi dos panuelos italianos y las hermanas se compraron trescientos. Porque con eso de la Europa unida eran ahi mas baratos que en Venecia y aunque nadie lo crea eran mas bonitos.

Siempre se vuelve uno mejor cuando anda fuera. Hasta siendo panuelo de cachemira, penso Clemencia cuando iban en el aire de regreso a la patria y a su marido y a los amores de las dos hermanas.

Eran en Mexico las once de la noche y en Europa el fin de la madrugada. Clemencia entro a su casa como en suenos, sin mas aviso que el ruido de su paso en desorden por las piedras del patio.

– Por fin regresas, dijo su marido. Desde que te fuiste no he dormido bien un solo dia.

– Voy a irme mas seguido -dijo Clemencia metiendose a la cama sin mas conjetura que una camisa de algodon y el clitoris en suspenso. Porque la vida devuelve y todo puede ser.

Claudia Amengual

La rosa de Jerico

(fragmento)

CLAUDIA AMENGUAL nacio en Montevideo, Uruguay, en 1969. Es escritora, traductora publica e investigadora. Es autora de las siguientes novelas: La rosa de Jerico, El vendedor de escobas y Desde las cenizas. El relato que se transcribe es un fragmento de su novela La rosa de Jerico (2000).

***

Mira alrededor y la oficina le parece una cueva. Las computadoras son luces al final de un tunel, luces muy difusas, y el sonido de la impresora se asemeja a un grito prolongado que le eriza la piel. Ya no ve hacia afuera por la unica ventana, solo hay paredes negras, muy negras, y se le estan viniendo encima, y nadie se da cuenta, nadie se da cuenta, siguen en lo suyo como si nada pasara; pero las paredes se vienen encima, cada vez hay menos aire, el pecho se cierra, cuesta respirar. Por ahi se mueven sombras, se arrastran; no son sombras, son seres espeluznantes, informes, oscuros. Parece que estan comodos en ese mundo de horror, se desplazan lentos y no se han dado cuenta de que las paredes siguen cerrandose; cada vez hay menos espacio, mas oscuridad. Ella no puede moverse, tampoco le salen palabras, esta paralizada, con los ojos abiertos y la mirada perdida y el grito aquel que hace rato termino; y la impresora que le hace senas que ella no ve, como tampoco ve que una de las sombras esta justo detras de su espalda.

– ?Pero, caramba! Hoy no pegas una, Elena. Primero llegas tarde, te venis hecha una mascarita, me distraes a los companeros y ahora, lo que faltaba, ?en la mismisima luna! Con todo el trabajo que hay atrasado. No digo yo, que en algo raro andas. ?No puede ser!

– Me distraje un segundo, ya sigo.

– ?Vos crees que yo me chupo el dedo? A mi no me engatusas con ese cuentito del doctor, ?estamos? Te pesque en el aire en cuanto te vi llegar. Estas en la luna porque andaras en cosas raras. A mi me importan tres pitos tus asuntos, si te vas por ahi con uno o con cien, eso es cosa tuya, pero aqui, mientras estes aqui quiero que rindas. ?Que rindas! ?Me estas oyendo?

Elena se ha puesto de pie, con la mirada algo desencajada pero con la voz firme, mucho mas firme que las piernas temblando al compas del corazon que siente latir como si fuera a saltarsele por la boca. Le pone la cara bien cerca de la de el y le dice con los dientes apretados:

– Va-ya-se-a-la-mier-da.

El hombre apenas ha podido recuperarse de la sorpresa y ella ya esta cerca de la puerta. La abre y, antes de salir, estira la mano hasta el reloj, toma su tarjeta y la rompe en tantos pedazos como puede, los tira al aire por detras del hombro y simplemente se va como habia anunciado, antes de hora.

* * *

Apenas traspasa el umbral del edificio, siente como si se le hubieran recargado las energias. Ya esta y no fue tan dificil. Habia que ver la cara del jefe y las expresiones de sus companeros. Si falto que aplaudieran. Y ese detalle final, ese gesto dramatico de romper la tarjeta, ?que maravilla! Distraida busca con la mirada, busca pero no encuentra lo que quiere. Si volviera a toparse con el taximetrista le aceptaria un cafe, es mas, ella misma lo invitaria. Un cafe, nada mas que eso y solamente porque la desborda una extrana alegria. ?Y luego? Nada. No pasaria de una charla para poder contarle a alguien lo que acaba de hacer. ?Ella! ?Elena! Que a gusto se siente, que liberada. No tiene idea de lo que hara en el futuro, pero no quiere pensar en eso. Ahora es momento de disfrutar este desquite que se permitio. Pero ?por que no lo hizo antes? No fue tan terrible, despues de todo. Imagina el alboroto que habra en la oficina; el jefe informando del desacato a “los de arriba”, dorando la cuestion para no salir mal parado, por supuesto, hablando pestes de ella, de como hacia tiempo que tenia ganas de sacarsela de encima. Mientras tanto, los companeros festejaran que alguien, por fin, haya puesto las cosas en su lugar y le haya cantado a la alimana las cuatro frescas que todos tienen pendientes. Esta tan excitada que le parece que la gente puede leerle el pensamiento.

?Como lo tomara Daniel? Probablemente no le de importancia, despues de todo para el eso nunca fue un trabajo, mas bien un pasatiempo para que Elena no estuviera tanto en casa y no se pusiera quisquillosa con la limpieza, los chicos. En cuanto a ellos, ni siquiera esta segura de que esten al tanto de que tiene, tenia, trabajo. Jamas le han hecho preguntas, ni la han ido a visitar, ni se han interesado en lo mas minimo. No notaran la diferencia. ?Su madre? Puede imaginarla sin mover un musculo, sin el menor gesto, nada, decirle algo asi como “es cuestion tuya” o “tu sabras”. Cualquier cosa por el estilo, menos un abrazo comprensivo, eso es seguro. Tampoco querra saber los detalles, ni reira con ella por su locura, ni mucho menos le dira que ha hecho justicia. No, no puede esperar aplausos de nadie. ?Pero, claro! ?Rene! ?Como pudo olvidarlo? Rene si va a disfrutar cuando le cuente, con la rabia que le tiene al gordo.

“Estoy bien”, piensa. “Tendria que retocar un poco el maquillaje, pero estoy bien. Estas linda, Elena. A ver cuantos piropos cosechas en un par de cuadras.” Se lanza a su pasarela imaginaria, sintiendose de verdad mas linda y ni siquiera se amarga cuando camina dos cuadras sin que nadie le diga ni buenos dias, ni voltee para mirarla. “Es igual, Elena, no te habran visto o seran maricas.”

Entra en un pequeno cafe frente a una plaza en cuyo centro una fuente antigua escupe chorritos de agua desiguales. Elige una mesa junto a la ventana, justo como su madre le advirtio desde nina que nunca hiciera, porque “solamente una mujer que busca guerra se coloca sola en exposicion”. El lugar es pequeno pero acogedor; han empleado mucha madera para su decoracion. Madera en el mostrador, madera en el piso, madera en el techo, tanta madera que tiene la calidez de un hogar. Ahi ha metido mano un decorador, no hay duda. Hay incluso un cierto toque de audacia que solo alguien que sabe, un profesional, pudo haber ideado con tal exito. Jamas se le hubiese ocurrido combinar el tapizado rojo de las sillas con el violeta estridente de las cortinas y, sin embargo, queda muy bien. Y las servilletas dobladas en abanico sobre los platos de postre son un encanto. ?Como haran

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