para dejarlas asi? A ver, si se desdobla y se siguen los pliegues, no, no, asi no es, aqui hay tambien un truco de plancha, de otro modo no se explica que queden asi tan paraditas.

– Buenas tardes. ?En que puedo servirle?

Ni siquiera habia pensado en comer. Entro alli como pudo haber elegido un banco de la plaza. La muchacha le alcanza una lista.

– Tomese su tiempo, no hay apuro.

Claro que no lo hay, apenas son las tres y veinte. Quiza pueda volver a su casa. No. ?Para que? Daniel aviso que volveria tarde y los chicos quien sabe donde andaran. Si vuelve se pondra a limpiar y caera en la depresion de esta manana. ?Ni loca! ?Como estara Daniel con sus ejecutivos? ?Y si lo llama a la agencia? No, tal vez este en lo mejor de la reunion, a punto de dar una estocada triunfal, y ella interrumpiendo; no, jamas se lo perdonaria. Pero ?y si no es asi? ?Y si esta esperando que ella lo llame para preguntar como ha ido todo, para desearle buena suerte? ?Un momento Elena! ?Que te pasa? ?Tus deseos no cuentan? ?Que te hace feliz en este momento?

– Torta de chocolate y cafe con crema, por favor.

Disfruta de la torta y del cafe como una nina que hubiese estado ahorrando por anos para darse este gusto. Mientras tanto, la vida transcurre afuera con normalidad. Cada persona vive su dia especial, con sus conflictos particulares, sus penas y alegrias; pero en el conjunto, en la masa que cruza calles y se mueve, el dia parece desarrollarse casi como un calco del anterior. La moza se acerca a la mesa y pregunta con cortesia:

– ?Esta a su gusto, senora?

– Exquisito. Voy a recomendar este lugar.

– Gracias. ?Le retiro el plato?

La muchacha se inclina y Elena cree ver el vientre abultado debajo del delantal violeta.

– ?Estas esperando?

– Si, de seis meses.

– Pero, si ni se nota, con el delantal…

La muchacha coloca una mano entre los pechos y el comienzo del vientre, y la otra justo por debajo, de manera tal que el delantal queda cenido al cuerpo y delata lo que antes escondia. Se la ve feliz. Elena recuerda como se sentia embarazada y piensa que fueron los mejores meses de su vida. Paga y sale. Ya ha pasado la euforia con la que hace nada mas un rato entro al cafe. Ahora esta mas serena, reconfortada y, sin embargo, otra vez la invade esa tristeza de la manana.

El escaparate de una tienda de lenceria, puesta alli como por encargo, le hace senas con un letrero rosa. Se acerca para mirar las prendas dispuestas con tanta gracia que atraen a mujeres y hombres por igual. Mira divertida como un senor muy circunspecto ha pasado ya tres veces espiando de reojo los calzoncitos con encaje negro. “?Te pesque!”, piensa y de inmediato recuerda, “hace tanto que no uso encaje”. Repasa mentalmente su actual ajuar de ropa intima. Nada especial, mas bien todo parecido, sobrio, tirando a grande. Decide entrar por pura curiosidad y, de paso, hacer tiempo.

Ir de la humedad de la calle al ambiente acondicionado de la tienda, ya la hace sentir diferente. Todo alli ha sido pensado para estar a gusto y estimular las ganas de comprar. Aqui y alla hay copones de cristal repletos de flores secas. El aire huele a melones, a duraznos, a sandias frescas. Es imposible no sentirse deseable estando en ese lugar. Dan ganas de llevarse todo y experimentar el efecto de esas telas satinadas, esos colores calidos o rabiosos, esas espumas irresistibles de los encajes, las transparencias que son el colmo de la sensualidad.

Una mujer se le ha acercado. Parece salida de una foto de la realeza britanica. Lleva el pelo gris recogido en un mono que ha rematado con una cinta de raso negro. Negro tambien es el vestido sin una arruga que la tapa hasta las rodillas y solo tiene el detalle de una puntilla inmaculada bordeando el escote y los punos. Un collar de perlas de dos vueltas, caravanas haciendo juego y un par de anillos que encandilan completan el conjunto. Apenas esta maquillada y sin embargo tiene una distincion en la mirada que la vuelve interesante. Tambien ella huele a frutas.

– ?Que tal? ?Puedo ayudada?

– En realidad, entre para mirar, nada mas. Tiene cosas divinas.

– ?Ah! Es que solamente trabajo con lo mejor de lo mejor. En esto no hay secretos. Si usted lleva una prenda confeccionada con estas telas, durara tres o cuatro veces mas que las que compra por ahi a menor precio. Al final, resulta un ahorro y usted viste la ropa que merece, porque toda mujer merece llevar ropa como esta sobre la piel.

– ?Aja!

– Es mucho mas importante para una mujer la ropa que lleva por debajo que la que se ve.

– ?Usted cree?

– Estoy convencida. Puede vestir un pantalon vaquero gastado, o hasta el menos gracioso de los uniformes, pero si sabe que debajo de eso lleva una prenda adorable, suave, seductora, que le acaricia el cuerpo, se sentira no solamente mas comoda, lo que es obvio, sino mas segura.

– No lo habia pensado.

– Ah, yo si. Hace veinticinco anos que me dedico a esto y se muy bien lo que le digo. La ropa intima, como su nombre lo indica, es casi de lo unico que somos duenos, que compartimos cuando y como queremos y si queremos, que mostramos a quien se nos da la gana y que ocultamos tambien a voluntad. Ademas, le aseguro que un hombre se emocionara mil veces mas frente a una pieza diminuta como esta que ante un costoso vestido, por escotado que sea.

– ?Le parece?

– ?Estoy segura! La ropa exterior se ve de primera, no implica misterio, esta todo ahi. Sin embargo, la otra, la que le lleva en contacto con la piel, guarda su perfume y protege su textura, ?ah!, esa es todo un desafio para la imaginacion.

– Me sorprende.

– Se sorprenderia mas si estuviera aqui un tiempo. Vienen mujeres de todo tipo, con sus problemas y con proyectos, tambien. Mientras las ayudo a elegir su ropa, les pregunto para que ocasion la quieren, y una cosa trae la otra. La mayoria de las senoras vuelve. Ellas saben muy bien que pueden confiar en mi discrecion y en mi experiencia. Muchas vuelven para agradecer. Pero no es la ropa, sino lo positivo que ejerce en ellas.

Elena toma un camison corto de seda azul, tan suave que se desliza entre los dedos. Lo coloca sobre su ropa y se mira al espejo, un gran espejo ovalado.

– ?Que le parece?

– Depende.

– ?De que?

– De para que lo quiera.

– En realidad no se, me gusto.

– Entonces no lo lleve. Estas prendas deben elegirse con un proposito, con gusto y ganas, sabiendo el efecto que se desea producir.

– Si me pongo esto, voy a sentirme mas linda.

– Tomese el tiempo que quiera. Ahi tiene el probador. Vistalo, disfrutelo. No piense solamente en lo que le provocara a otros, piense primero en usted. Eso es fundamental. Si se siente linda, los demas la veran asi.

Suenan los cascabeles de la puerta. La mujer se disculpa y se va a atender a una senora muy gorda que acaba de entrar. Las dos se saludan con un beso, como amigas. Elena decide probarse el camison azul. “Total, no pierdo nada. ?Que mujer mas extrana! Debe de llevar culotes largos. Pero que bien me va esta cosita, parece hecha para mi. El azul siempre me quedo bien.”

Abre un poco la puerta del probador para llamar a la mujer y ve cuando esta le muestra a la senora gorda un camison rojo, muy llamativo, notoriamente mas ancho que largo. De lejos, parece una carpa de circo. La senora aplaude, da unos saltitos, abraza a la otra que ya ha puesto la prenda en una caja. Paga, otro beso y sale hacia un auto negro que ha estado detenido en la puerta esperando, sube al asiento de atras y desaparece haciendo morisquetas por la ventanilla.

– ?Como me queda?

– ?Perfecto! ?Como lo siente?

– Parece que no llevo nada.

– Eso es bueno. Y ?como se siente?

– Comoda.

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