– Para de llorar de una vez -le dijo Ema-. Siempre es lo mismo, todos los tipos despues de los cuarenta se mueren por las de veintipico.

Esa noche nos emborrachamos las cuatro y terminamos cantando en una de las fuentes de la avenida Nueve de Julio. Ema se cayo dentro de la fuente y Patricia, Olga y yo nos tiramos para acompanarla. Algunas personas que pasaban caminando se pararon a mirarnos y unos tipos nos gritaron desde un auto. Nos reiamos a carcajadas y creo que las cuatro pareciamos felices.

O el ano en que Ema tuvo su primer hijo. El bebe habia nacido a principios de diciembre y Ema nos llamo el veintinueve para decirnos que suspendieramos la cena. Las tres nos negamos.

– La posponemos entonces -dijo Ema-. Podemos ir el mes que viene.

– No -contestamos nosotras-. Tiene que ser el treinta.

Ema argumento razones logicas. Que el bebe tenia apenas veinte dias, que lo estaba amamantando, que todavia no se habia repuesto de la cesarea, que el marido no iba a saber que hacer cuando el bebe llorara. Pero nosotras volvimos a negarnos una y otra vez hasta que Ema acepto venir.

La noche de la cena le hizo mil recomendaciones a su marido antes de salir y volvio a entrar cuatro veces a besar a su hijo en el moises. Fuimos a comer comida china y convencimos a Ema de tomar un cafe en el bar de la esquina del restaurante.

Ema no quiso cafe, pidio whisky. La mezcla le cayo pesimo. Habia tomado vino en la comida y habiamos brindado con una copa de sidra -invitacion de los chinos.

Cuando volvimos a su casa Ema estaba borracha. Tenia una de esas borracheras alegres. Sentamos a Ema en un sillon mecedor para que le diera de mamar a su hijo y entre Patricia, Olga y yo logramos embocar la teta de Ema en la boca del bebe. El marido se quedo en la cocina preparandole cafe. Enojadisimo con Ema. A nosotras ni nos hablo. Cuando nos fuimos, Ema seguia en la mecedora, riendo y hablando con su hijo en una lengua indescifrable y el bebe le contestaba con pequenos gorjeos.

O el ano en que el padre de Patricia estaba internado. Ella no se movia del cuarto de hospital. El medico le habia dicho que el estado era muy grave, que tenia pocos dias de vida. Olga habia hablado el dia anterior con la enfermera del turno de la noche. A las diez de la noche del treinta llegamos las tres al hospital y le dimos a la enfermera una buena propina para que lo atendiera mientras Patricia no estuviera. Patricia le hizo jurar a la enfermera que lo cuidaria. Fuimos al unico restaurante cercano al hospital pero Patricia no quiso quedarse. Los empleados de la municipalidad habian reservado mesa para setenta personas. Cuando entramos, los mozos nos dieron guirnaldas, papel picado, maracas y serpentinas creyendo que veniamos con el grupo de los municipales.

– Hay que despedir el ano con alegria -nos decia el que repartia el papel picado en la entrada.

– Nos vamos -dijo Patricia.

Y nos fuimos las cuatro sin animarnos a devolver el cotillon.

Hacia ese calor pesado de diciembre.

Compramos una pizza y algunas latas de cerveza y cenamos en el patio del hospital. Ema y Olga se habian colgado las guirnaldas como collares.

Brindamos con las latas de cerveza sin animamos a decir una palabra. Ema, Olga y yo nos fuimos antes de las doce.

Dice Patricia que la enfermera estaba con el padre como se lo habia prometido cuando ella llego. Que el padre la miro, le sonrio y le pregunto con voz serena: “?Llegaste?” Que murio unas pocas horas despues, antes de que empezara a amanecer.

Hoy es treinta de diciembre otra vez. Habiamos quedado con Patricia en que a las diez pasaba por su casa a buscarla con un remise. A las ocho me meti en la ducha. A las nueve me pinte las unas. Despues me maquille, me vesti y pedi un remise para las diez menos cuarto. La ultima semana habia hecho una dieta para estar deshinchada esa noche. Cambie las cosas de la cartera y me mire por ultima vez en el espejo. Estaba deshinchada.

Maria Fasce

El gato

MARIA FASCE nacio en Buenos Aires en 1969. Es licenciada en Letras, escritora, periodista, traductora y editora. Publico El oficio de mentir, Conversaciones con Abelardo Castillo, el libro de relatos La felicidad de las mujeres (Premio del Fondo Nacional de las Artes 1999), la novela La verdad segun Virginia y la obra de teatro El mar. “El gato” es un relato inedito.

***

Felipe no podia comer pasas. Pero ese grumo morado en medio de la mostaza del panal era una pasa. Lucia cerro el panal con el mismo movimiento con que las vendedoras del shopping habian envuelto los regalos de Navidad. Busco uno limpio debajo del cambiador y sostuvo con la mano izquierda al bebe, que se agitaba como una lombriz patas arriba y repetia “nenenene”.

– Mama. Felipe. Felipe. Mama-dijo senalandose y senalandolo.

– Nenenene -insistio Felipe.

La cabeza despeinada emergio de la remera de Mickey. Lucia le puso la colonia con que lo habian perfumado por primera vez en la nursery de la clinica. El olor le quedaria en las manos hasta la noche. En otra epoca usaba perfumes exoticos, de citricos y maderas. Ahora olia como todos los bebes que nacian en la Clinica Bazterrica.

– Vamos a abrir la persiana que ya es de dia -le dijo a Felipe, que empezo a jugar con el cordon de la cortina hasta que ella le puso un oso de peluche en cada mano. Al salir de la habitacion se clavo la punta de la mesa de luz en el muslo.

– Papa -dijo Felipe senalando el bulto informe que roncaba bajo la sabana. Agito su manito, adios.

– Si -dijo Lucia-, papa.

Hundio la cara en la nuca blanda. Por debajo de la colonia habia un suave olor a azufre.

Dejo a Felipe en el piso del bano y abrio la canilla.

– Ahora mama va a banarse mientras vos jugas aca con Barny y Donald. Despues vamos al jardin.

Felipe se apoyo en el borde de la banadera empunando un ejemplar despedazado de Ali Baba y los cuarenta ladrones que acababa de encontrar en el canasto de la ropa sucia.

– No, ahora mama no puede leer.

El libro cayo al agua. Despues cayeron Barny, Donald, el champu, la jabonera y la crema de enjuague. Como ya no tenia nada mas que tirar, Felipe senalaba las paginas mojadas y lloraba. El chupete. ?Donde habia quedado el chupete? Felipe salio del bano pero no volvio con el chupete sino con un papanoel de felpa y los osos de peluche, que tambien fueron a parar al agua.

– Ahora mama va a lavarse la cabeza -siguio Lucia sin mirar los munecos cubiertos de espuma. Desde que Felipe habia nacido, mucho antes de que pareciera entenderla, se habia convertido en una relatora de si misma-. Ahora mama se seca.

Se miraron por el espejo del bano. Vio la cara sonriente de su hijo y despues un cuerpo desconocido, con una marca roja en el muslo. Salio de la banadera y se envolvio en la toalla.

Se puso los zapatos mientras Felipe le tironeaba la toalla de la cabeza. Llegaban tarde. Busco el bolso y de repente se encorvo husmeando el aire como un gato. Habia dejado el panal sucio en el cuarto. Felipe lloraba y daba golpecitos en la puerta para salir. El chupete tambien estaba sobre el cambiador.

Corrio a la cocina con el panal, lo metio adentro de una bolsa de nailon y lo tiro a la basura. Felipe la siguio con su andar de pato y la mochila en la mano. Lucia anduvo tambien como un pato unos pasos. Sonrio: ahora iba a andar asi todo el dia.

– Orrr -ronco Felipe. Los ronquidos de Carlos se oian incluso desde la cocina.

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