cualquier otra persona, el gesto me habria parecido de lo mas improcedente, pero Eva Maria era de esas personas que podian hacer lo que se les antojara.

Mientras la azafata nos servia otra copa de champan, mi nueva amiga siguio hablandome de Siena.

– …asi que no te metas en lios. -Me guino un ojo-. Los turistas siempre se meten en lios. No se dan cuenta de que Siena no es solo Siena, sino que la ciudad contiene diecisiete distritos diferentes (las contradas), con su propio territorio, sus magistrados y su escudo. -Eva Maria brindo conmigo, conspiradora-. Si dudas, echa un vistazo a las esquinas de las casas. Los pequenos letreros de porcelana te diran en que contrada estas. Tu familia, los Tolomei, pertenece a la de la Lechuza y vuestros aliados son la del Aguila, la del Erizo y… las otras se me olvidan. Para la gente de Siena, todo gira en torno a esas contradas, a esos barrios; son tus amigos, tus vecinos, tus aliados y tambien tus rivales. Todos los dias del ano.

– Entonces, mi contrada es la de la Lechuza -dije, divertida, porque Umberto alguna vez me habia llamado «lechuza grunona» cuando estaba de mal humor-. ?Cual es la suya?

Por primera vez desde el comienzo de nuestra conversacion, Eva Maria miro hacia otro lado, incomodada por mi pregunta.

– Yo no tengo -contesto con desden-. Mi familia fue desterrada de Siena hace cientos de anos.

Mucho antes de que aterrizasemos en Florencia, Eva Maria empezo a insistir en llevarme en coche a Siena. Le pillaba de camino a su casa en Val d'Orcia, me explico, y no le suponia ningun trastorno. Le dije que no me importaba coger el autobus, pero obviamente ella no era de las que confian en el transporte publico.

– Dio santo! -exclamo al ver que me obstinaba en rechazar su amable oferta-. ?Por que te empenas en esperar un autobus que aparece cuando quiere si puedes venir conmigo y disfrutar de un agradable viaje en el coche nuevo de mi ahijado? -Consciente de que ya casi me habia convencido, sonrio de un modo encantador y remato la faena-. Giulietta, me entristeceria mucho que no pudiesemos seguir hablando un poco mas.

Asi que pasamos la aduana cogidas del brazo. El agente, que apenas miro mi pasaporte, le echo el ojo un par de veces al escote de Eva Maria. Luego, mientras yo rellenaba un punado de formularios de colores para reclamar mi equipaje extraviado, Eva Maria, de pie a mi lado, estuvo golpeteando el suelo con sus Gucci de salon hasta que el encargado del equipaje le juro que el mismo recuperaria mis dos maletas de cualquier parte del mundo adonde hubieran ido a parar y, a la hora que fuese, las llevaria a Siena para dejarlas en el hotel Chiusarelli. Solo le falto anotarle la direccion con su lapiz de labios y metersela en el bolsillo.

– ?Ves, Giulietta? -me dijo mientras saliamos juntas del aeropuerto, tirando unicamente de su minusculotrolley-, un cincuenta por ciento es lo que ven y otro cincuenta lo que creen ver. ?Ah…! -Saludo emocionada al conductor de un sedan negro estacionado en doble fila-. ?Alli esta! Bonito coche, ?verdad? -Me dio un codazo al tiempo que me guinaba un ojo-. Es un modelo nuevo.

– ?Ah, si? -comente por cortesia.

Los coches nunca me habian apasionado, mas que nada porque siempre venian con un tio dentro. Janice, en cambio, podria haberme dicho la marca y el modelo del vehiculo en cuestion, y seguro que habria anadido que tenia pendiente hacerselo con el dueno de uno, aparcados en un paraje inolvidable de la costa de Amalfi. Huelga decir que su lista de tareas pendientes nada tenia que ver con la mia.

Sin ofenderse mucho por mi falta de entusiasmo, Eva Maria se arrimo aun mas a mi para susurrarme al oido:

– No digas nada, ?quiero darle una sorpresa! Mira…, ?a que es guapisimo? -Rio encantada y se dirigio, conmigo del brazo, hacia el hombre que salia del coche-.Ciao, Sandro!

El rodeo el vehiculo para saludarnos.

– Ciao, madrina! -La beso en ambas mejillas y no le importo que ella le pasara orgullosa la zarpa por el pelo oscuro-. Bentornata.

Eva Maria tenia razon. Su ahijado no solo era pecaminosamente agradable de ver, sino que ademas iba vestido para matar y, aunque yo no era experta en el comportamiento femenino, sospechaba que no le faltaban victimas bien dispuestas.

– Alessandro, quiero presentarte a alguien. -A Eva Maria le costaba ocultar su entusiasmo-. Esta es mi nueva amiga, nos hemos conocido en el avion. Se llama Giulietta Tolomei. ?Te lo puedes creer?

Alessandro se volvio para mirarme con sus ojos del color del romero seco, unos ojos que habrian hecho a Janice bailotear por la casa en ropa interior, canturreandole a un cepillo reconvertido en microfono.

– Ciao! -dije, al tiempo que me preguntaba si me besaria a mi tambien.

Pero no. Alessandro me miro las trenzas, los bermudas sueltos y las chanclas, luego forzo una sonrisa y dijo algo en italiano que no entendi.

– Lo siento -me disculpe-, pero no…

Tan pronto como se percato de que, ademas de mi descuidado aspecto, ni siquiera hablaba italiano, el ahijado de Eva Maria perdio todo interes en mi persona. En vez de traducir lo que habia dicho, se limito a preguntar:

– ?No hay equipaje?

– Un monton, pero, por lo visto, se lo han llevado a Verona.

Al poco iba sentada en el asiento trasero de su coche, al lado de Eva Maria, visualizando a toda velocidad el esplendor florentino. En cuanto me convenci de que el lugubre silencio de Alessandro no era mas que una consecuencia de su escaso conocimiento de mi idioma -?por que me preocupaba?-, note que bullia en mi un renovado entusiasmo. Alli andaba yo, de vuelta en el pais que me habia vomitado dos veces, infiltrandome con exito en la clase mas chic. Estaba deseando llamar a Umberto para contarselo todo.

– Entonces, Giulietta -dijo Eva Maria, recostandose al fin en el asiento-, tendre cuidado de no decirle a muchas personas quien eres.

– ?Yo? -Casi me eche a reir-. ?Si yo no soy nadie!

– ?Nadie? ?Eres una Tolomei!

– Si acaba de decirme que los Tolomei vivieron hace mucho tiempo.

Eva Maria me puso el dedo indice en la nariz.

– No subestimes el poder de lo sucedido hace mucho tiempo. Esa es la tragedia del hombre moderno. Te aconsejo que, dado que procedes del Nuevo Mundo, escuches mas y hables menos. Aqui es donde nacio tu alma. Creeme, Giulietta, habra personas para las que si seras alguien.

Mire al espejo retrovisor y descubri que Alessandro me observaba con los ojos fruncidos. Por el idioma o lo que fuera, obviamente no compartia la fascinacion de su madrina hacia mi, pero era demasiado educado para manifestar su opinion, de modo que toleraba mi presencia en su coche siempre y cuando no sobrepasara los limites de la humildad y la gratitud.

– Tus antepasados, los Tolomei -prosiguio Eva Maria, ajena a las malas vibraciones-, fueron una de las familias mas ricas y poderosas de la historia de Siena. Eran banqueros, ?sabes?, y siempre estaban en guerra con nosotros, los Salimbeni, por demostrar quien tenia mayor influencia en la ciudad. Su enemistad era tal que, en la Edad Media, se quemaron las casas unos a otros, y se mataron a los hijos mientras los pequenos dormian.

– ?Eran enemigos? -pregunte como una estupida.

– ?Ah, si! ?De la peor clase! ?Crees en el destino? -Eva Maria me cubrio una mano con la suya y me la apreto-. Yo si. Entre nuestras casas, la de los Tolomei y la de los Salimbeni, hubo una rivalidad ancestral, sangrienta… Si estuviesemos en la Edad Media, no nos soportariamos. Como los Capuleto y los Montesco deRomeo y Julieta. -Me miro de forma significativa-. Dos casas de igual dignidad, en la hermosa Siena, donde se situa la accion… ?Conoces la obra? -Me limite a asentir con la cabeza, demasiado aturdida para mas. Ella me dio una palmadita tranquilizadora en la mano-. No te preocupes, estoy convencida de que tu y yo, con nuestra nueva amistad, enterraremos por fin esa rivalidad. Por eso… -Se volvio bruscamente en el asiento-. ?Sandro!, cuento contigo para que te asegures de que Giulietta esta a salvo en Siena. ?Me oyes?

– La senorita Tolomei jamas estara a salvo en ninguna parte -respondio Alessandro sin apartar la vista de la carretera-. De nadie.

– ?Que forma de hablar es esa? -lo reprendio Eva Maria-. Es una Tolomei, y es nuestro deber protegerla.

Alessandro me miro por el retrovisor y me dio la impresion de que veia mas de mi que yo de el.

– Tal vez no quiere que la protejamos. -Por el modo en que lo dijo, supe que era un desafio, y supe tambien que, a pesar de su acento, se defendia muy bien en mi idioma, con lo que debia de tener otros motivos para dedicarme unicamente monosilabos.

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