mujeres pudieran vivir en un pais libre de policia secreta, de vigilancia oculta, de persecucion a causa de las ideas politicas.» Hubieran podido comentar todas aquellas cosas, pero Young sujeto la lengua.

– Y le revelare una pequena faceta personal de J. Edgar Hoover que muy pocas personas conocen -estaba diciendo Tynan-. Yo siempre digo que pueden averiguarse muchas cosas acerca de un ser humano a traves de la forma en que este trata a sus padres. Pues bien, Hoover vivio con su madre, Anna Marie, hasta los cuarenta y tres anos. Un hombre asi por fuerza tiene que ser un hombre honrado.

O, por lo menos, un caso para Freud, penso Young.

– Y permitame referirle una anecdota que le dara una idea de por que era respetado El Viejo y, sobre todo, de por que le respetaba yo. Cuando J. Edgar Hoover cumplio los setenta anos, se ejercio mucha presion sobre el presidente Lyndon Johnson para que le ordenara dimitir. El presidente Johnson, y esto le honra, dijo que no, que jamas le diria que se fuera. Alguien le pregunto por que y el presidente contesto: «?Prefiero tenerle dentro de la tienda meando hacia afuera que fuera de la tienda meando hacia adentro!» ?Que le parece? -Tynan se dio una palmada en el muslo y solto una aspera carcajada.- ?No lo encuentra gracioso?

– Desde luego -contesto Young en tono dubitativo.

– No se sin incluir la anecdota en mi libro.

– Oh, si -dijo Young rapidamente-. Es una anecdota muy divertida. Cuantas mas anecdotas se incluyan, mejor.

– Tal vez pueda usted escribir que el presidente Johnson me lo dijo a mi -anadio Tynan haciendo un guino-. Nadie podra saber que no es cierto. Johnson ha muerto. Hoover ha muerto. ?Quien nos iba a contradecir?

– Johnson podria haberselo dicho a usted -dijo Young-. Creo que podriamos escribirlo asi. De este modo, la anecdota adquiere mas fuerza.

– Si, escribalo asi, Young. Ya sabra usted como hacerlo. Y tambien podria poner otra cosa. Es un sueno que tuve hace cosa de una semana. Sone que J. Edgar desde alla arriba me envidiaba de muerte. Me envidiaba porque yo habia conseguido dar con la gran solucion del crimen en Norteamerica: la Enmienda XXXV, y ello iba a ser como una especie de monumento a mi persona y el hubiera deseado tener esa oportunidad. Y entonces yo le decia que en cierto modo el merito de la Enmienda XXXV le correspondia tanto como a mi, puesto que sin el yo no hubiera podido ser director del FBI en estos momentos. -Tynan le dirigio a Young una sonrisa.- Este fue mi sueno. ?Que le parece?

Antes de que Young tuviera ocasion de contestar que le parecia estupendo, o cualquier otra cosa, sono el zumbador del telefono del escritorio.

Sorprendido, Tynan se levanto rapidamente y se dirigio hacia el escritorio.

– ?Quien puede ser? Espero que Beth me diga que es el presidente. -Descolgo el aparato.- ?Si, Beth? - Escucho.- ?Harry Adcock? Bueno, digale que si no puede esperar. ?Que es eso tan importante? -Escucho con atencion.- ?Baxter que? ?El asunto de la Santisima Trinidad…? Ah, si, ya, ya, aquello de Collins. Muy bien, digale a Harry que hablare con el dentro de un minuto.

Colgo de nuevo el aparato y parecio como si reflexionara. Al final, se aparto lentamente del escritorio, y entonces se percato de la presencia de Ishmael Young y se sobresalto.

– Usted… Habia olvidado que estaba usted aqui. ?Ha escuchado la conversacion?

– ?Como? -pregunto Young fingiendo estar despistado y sin dejar de estudiar su lista de preguntas.

– Nada -repuso Tynan tranquilizado-. Me temo que se ha presentado un asunto urgente. Seguimos gobernando el pais, ?sabe? Lamento tener que acortar la entrevista esta vez, Young, pero le concedere media hora de mas la semana que viene. ?De acuerdo?

– No faltaba mas. Lo que usted diga, senor…

Mientras apagaba obedientemente el magnetofono y se guardaba los papeles en la cartera, Young decidio pasar de nuevo la ultima parte de la cinta en cuanto llegara a casa. ?Que era lo que el director no habia querido que el escuchara? Algo relacionado con el deseo de Harry Adcock de hablar inmediatamente con el a proposito de Baxter -es decir, el ex secretario de Justicia que habia sido enterrado el dia anterior- y del asunto de la Santisima Trinidad -aquello tal vez fuera un nombre en clave, a no ser… a no ser que fuera la iglesia de la Santisima Trinidad de Georgetown- y de lo de Collins. Es decir, de Christopher Collins. ?Cual podia ser la importancia de todo aquello? Decidio archivar cuidadosamente las distintas piezas de lo que tal vez resultara ser un interesante rompecabezas. Tal vez estas piezas, junto con algunas otras, le facilitaran una mejor imagen de las actividades de Tynan.

Cuanto le gustaria averiguar algo acerca de Tynan, penso mientras cerraba la cartera, algo que pudiera compensar y posiblemente anular lo que Tynan habia averiguado acerca de el. Algo que le permitiera verse libre de aquel cochino compromiso.

Respirando dificultosamente, se levanto y cruzo la estancia, mientras Tynan abria la segunda de las puertas del despacho. Tynan aguardo con la puerta abierta.

– Creo que no ha sido una mala sesion -dijo Tynan alegremente-. La de la semana que viene sera todavia mejor. Empezaremos con lo que yo aprendi de El Viejo, y charlaremos de algunas de las aportaciones de Vernon T. Tynan al FBI. ?Que le parece?

– Magnifico -repuso Ishmael Young-. Ardo en deseos de empezar.

Pero, ?que demonios tendrian que ver, penso, un difunto secretario de Justicia, una iglesia catolica de Georgetown y un asunto de Collins con el gobierno de una nacion?

Tal vez si se lo dijera a Collins este pudiera decirselo a el. Tal vez Collins le debiera en tal caso un favor.

O tal vez, penso Young, en beneficio de la propia salud le conviniera olvidar por completo lo que habia escuchado.

– No me pase ninguna llamada -ordeno Tynan a traves del telefono interior- a no ser que proceda de la Casa Blanca. -Giro en su asiento y miro a Harry Adcock, que se encontraba sentado en un sillon frente al escritorio.- Bien, Harry, ?de que se trata?

– Hemos realizado una investigacion acerca del sacerdote, del padre Dubinski, de la iglesia de la Santisima Trinidad. No se ha descubierto nada de importancia. Solo una cosa de hace tiempo. Estuvo mezclado en cierta ocasion en un asunto de drogas, en Trenton, pero la policia lo dejo correr. No obstante…

Tynan se irguio en su sillon giratorio.

– Es mas que suficiente. Vaya y echeselo en cara, y entonces ya veremos…

– Ya lo he hecho, jefe -dijo Adcock rapidamente-. He acudido a verle a ultima hora de esta manana. Hace poco que he regresado.

– Bueno, ?que ha dicho, maldita sea? ?Ha escupido la confesion de Noah?

Harry Adcock procedia ordenada y cronologicamente en todos sus relatos. Jamas daba respuestas desordenadas al modo en que los periodistas suelen escribir sus reportajes, porque consideraba que ello conducia a distorsiones, omisiones y malentendidos. Tynan no habia tenido mas remedio que aceptar esa costumbre, y asi lo estaba haciendo ahora. Tamborileo con los dedos de la mano derecha sobre el escritorio y espero.

– He telefoneado al padre Dubinski esta manana a primera hora; me he identificado y le he dicho que tenia que llevar a cabo una investigacion acerca de un asunto relacionado con la seguridad del gobierno -dijo Adcock-. Le he visto en la rectoria exactamente a las once y cinco. Me he identificado, le he mostrado la placa y se ha dado por satisfecho. A peticion mia, hemos hablado a solas.

– ?Que clase de hombre es?

– Cabello oscuro ondulado, rostro enjuto y moreno, tal como usted ya sabe. Mide metro setenta de estatura. Cuarenta y cuatro anos de edad. Lleva en la iglesia de la Santisima Trinidad unos doce anos. Un hombre extremadamente frio y tranquilo.

– Prosiga, Harry.

– No he perdido el tiempo. Le he dicho que habia llegado a nuestro conocimiento que habia sido el confesor del coronel Noah Baxter el dia en que este fallecio. Le he dicho que teniamos entendido que Baxter no habia hablado con nadie mas que con el, es decir, con el padre Dubinski, antes de morir. Le he preguntado si ello era cierto. Ha contestado que si. Adcock rebusco en el bolsillo de su chaqueta y saco un sobre doblado con algunas anotaciones.- He tomado algunas notas acerca de la conversacion mientras volvia hacia aca. -Adcock las reviso.- Ah, si, el padre Dubinski me ha preguntado si habiamos obtenido esta informacion a traves del secretario de Justicia Christopher Collins. Yo he contestado que no.

– Muy bien.

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