– Lo intentare.
– Confiamos en usted. Le vere antes de que se vaya.
Tras colgar el aparato, Collins permanecio unos instantes mirando a traves de la ventana con expresion sombria. Al final, apartando a un lado la hoja de papel en la que habia anotado su programa, reanudo su trabajo.
Muy pronto se enfrasco en los informes legales. El telefono sonaba constantemente pero nadie le interrumpio. Al parecer, Marion se las estaba apanando sola para hacer frente a las llamadas. La proxima vez que levanto la cabeza para desperezarse y mirar por la ventana, observo que ya habia oscurecido. Consulto el reloj. Estaba a punto de finalizar la jornada laboral de todos los funcionarios del Departamento de Justicia. Si el tambien se marchara, seria la primera vez en muchos meses que llegaria a casa a tiempo para la cena. Decidio darle una sorpresa a Karen y regresar a casa a una hora razonable.
Se levanto, tomo la cartera de documentos y empezo a introducir en ella los papeles que le quedaban por revisar.
Sono el telefono, pero Collins no le hizo caso. Entonces escucho el zumbido del dictafono y la voz de Marion a traves del mismo.
– Senor Collins, se encuentra al aparato un tal padre Dubinski. No reconozco el nombre, pero el dice que es posible que usted si. No me ha querido dejar ningun recado. Dice que es importante que pueda hablar con usted personalmente.
Collins reconocio el apellido al momento, e inmediatamente experimento curiosidad.
– Pasemelo, gracias. Hasta manana, Marion.
Se sento, descolgo el aparato y pulso el boton de la comunicacion.
– ?Padre Dubinski? Aqui Christopher Collins.
– No sabia si accederia a hablar conmigo. -La voz del sacerdote sonaba distante.- No sabia si se acordaria. Nos conocimos la noche en que el coronel Baxter fallecio en Bethesda.
– Desde luego que le recuerdo, padre. Es mas, hasta habia considerado la posibilidad de ponerme en contacto con usted. Queria hablar…
– Por eso precisamente le he llamado dijo el sacerdote-. Me gustaria verle. Cuanto antes mejor. A ser posible, me gustaria verle esta misma tarde. Se trata de un asunto que tal vez pueda ser de interes para usted. Pero no deseo discutirlo por telefono. Si esta tarde no le es posible, tal vez manana por la manana…
A Collins se le habia despertado totalmente la curiosidad.
– Puedo verle esta tarde. Dentro de una media hora.
– Me alegro -dijo el sacerdote aliviado-. ?Le pareceria excesivo que le rogara que acudiera a verme a la iglesia? Me resultaria, no se… un poco embarazoso visitarle yo.
– Pues claro que acudire a verle. La iglesia de la Santisima Trinidad, ?verdad?
– Esta en la calle Treinta y Seis, entre las calles N y O de Georgetown. La entrada principal se encuentra en la calle 36. Preferiria que no la utilizara. Seria mejor que hablaramos en privado en la rectoria. Entrando por la calle Treinta y Cinco, gire a la izquierda a la calle O y es la primera iglesia que se encuentra a la izquierda. -Se detuvo como si deseara decir algo mas. Despues anadio:- Creo que se merece usted una explicacion. La entrada principal esta vigilada. Seria mejor para ambos que su visita no fuera observada. Lo comprendera todo cuando hablemos. Es muy importante lo que tengo que decirle. ?Dentro de media hora entonces?
– O antes -dijo Collins.
Camino de Georgetown, acomodado en el asiento de atras del Cadillac oficial, Chris Collins se dedico a hacer conjeturas acerca de la razon que pudiera tener el padre Dubinski para querer verle cuanto antes. En el transcurso de su encuentro en Bethesda, el sacerdote se habia negado firmemente a revelar el contenido de la ultima confesion del coronel Baxter. No habia razon para suponer que ahora estuviera dispuesto a hacer caso omiso de sus votos sacerdotales. Tal vez hubiera tropezado con alguna otra informacion que considerara su deber facilitar a Collins. ?Pero informacion acerca de que? A Collins le habia preocupado su afirmacion en el sentido de que la entrada principal de la iglesia de la Santisima Trinidad estaba siendo vigilada. Si no se trataba de una mania paranoica sino de un hecho cierto, ?vigilada por quien y por que motivo?
Todo aquello resultaba desconcertante. Collins estuvo tentado de proponerles el acertijo a los dos hombres del asiento frontal. Uno era Pagano, un ex campeon de boxeo de rostro destrozado que se habia traido de California en calidad de chofer. Conocia a Pagano por haberle defendido con exito en cierto proceso seguido contra el en Oakland, y Pagano se lo habia agradecido siempre. Era un hombre de su maxima confianza. Sentado a su lado se encontraba el agente especial Hogan, su guardaespaldas del FBI, cuidadosamente elegido, que tambien gozaba de toda su confianza.
Pero Collins comprendio que de nada le serviria solicitar la opinion de otras personas. Un sacerdote le habia llamado a proposito de un asunto de importancia. No tenia ni idea del asunto en cuestion. Por tanto, estaba claro que no habia nada que discutir, como no fuera aquella inexplicable sensacion de presagio que Collins experimentaba.
Collins observo que se encontraban en la calle Treinta y Cinco, cerca ya de la calle O, y se incorporo en su asiento.
– Pagano, acerquese al bordillo al llegar a la calle O. Dejeme en la esquina. No quiero que nadie vea este automovil.
En cuanto llegaron a la esquina, Collins abrio apresuradamente la portezuela. Al descender, dijo volviendo la cabeza:
– Siga hasta cosa de una manzana mas alla y estacione donde pueda. Ya le encontrare. No tengo ni idea de lo que voy a tardar. Tal vez unos quince o veinte minutos. -Cerro la portezuela y Hogan se planto a su lado. Ambos observaron como el automovil se alejaba calle arriba. Collins se quedo un instante mirando a su guardaespaldas.
– Muy bien, acompaneme a la rectoria de la iglesia. Puede esperar fuera. Pero procure hacerlo con la maxima discrecion.
Cruzaron la calle y recorrieron un trecho de la calle O. Collins senalo a la izquierda.
– Alli esta. -La rectoria era un edificio de ladrillo rojo con molduras blancas.- Quedese usted aqui.
En el momento en que Collins se acercaba, una mano invisible abrio inesperadamente la puerta. Reconocio la voz.
– Pase, senor Collins.
Penetro en un diminuto vestibulo escasamente iluminado y se encontro cara a cara con el sacerdote de cabello oscuro y piel aceitunada, enfundado en sus ropas oscuras. Tras un breve apreton de manos, el padre Dubinski indico a Collins por senas que le siguiera.
Cruzaron una puerta y se encontraron en un pasillo. Hacia la mitad del pasillo habia una puerta. El sacerdote la abrio.
– La sala mas espaciosa de la rectoria -explico-. Es a prueba de ruidos.
Una vez en la sala, Collins empezo a orientarse. Inmediatamente a su derecha habia un escritorio y dos sillones. Al otro lado de la estancia, adosado a la pared de enfrente de la puerta, habia un aparador sobre el cual colgaba una moderna pintura del Descendimiento.
El padre Dubinski habia tomado a Collins por el codo y ahora le estaba acompanando hacia el sofa y la mesita que habia a la izquierda.
– Nadie me ha visto entrar -dijo Collins-. ?Quien esta vigilando la entrada principal?
– El FBI.
– ?El FBI? -repitio incredulo Collins-. ?Vigilandole a usted? ?Por que razon?
– Se lo explicare -repuso el padre Dubinski-. Sientese, por favor. ?Le apetece un te o un cafe?
Collins declino ambas cosas y se acomodo en uno de los extremos del sofa, junto a la pequena mesa iluminada por la lampara.
El padre Dubinski tomo asiento tambien en el sofa a cierta distancia de Collins.
El sacerdote no perdio el tiempo.
– Esta manana a ultima hora he recibido una visita. Un tal Harry Adcock, que segun su tarjeta de identificacion es subdirector, o tal vez director adjunto, del FBI.
– Es el director adjunto del director Tynan, si. ?Que ha venido a hacer aqui?