– Deseaba saber que es lo que el coronel Noah Baxter me revelo en su confesion la noche en que murio. Me ha dicho que tal vez ello tuviera relacion con cierta cuestion de seguridad nacional. La investigacion tal vez me hubiera podido parecer bien intencionada, aunque un tanto desacertada, de no ser por una cosa. Al negarme a revelar el contenido de la confesion del coronel Baxter, el senor Adcock me ha amenazado.

– ?Que le ha amenazado? -repitio Collins con incredulidad.

– Exactamente. Pero, antes de que prosigamos, hay una cosa que me desconcierta. ?Como podia saber que el coronel Baxter habia tenido tiempo de hablar… de confesarse conmigo, antes de morir? ?Acaso se lo dijo usted?

Collins guardo silencio tratando de recordar. Entonces lo recordo con exactitud.

– En efecto, hable de ello. Acababamos de asistir al entierro de Baxter, Tynan, Adcock y yo, y estabamos hablando del coronel y de su muerte. Con toda inocencia, simplemente porque se trataba de algo que me habia quedado grabado en la imaginacion, mencione que el coronel me habia mandado llamar la noche en que murio. Dije que habia manifestado el deseo de verme con urgencia pero que cuando llegue al hospital ya era demasiado tarde. El coronel habia muerto. Entonces debi de referirme… si, estoy seguro de que lo hice, hable de mi encuentro con usted. Dije que las ultimas palabras del coronel Baxter habian sido su confesion ante usted, pero que un sacerdote no podia revelar lo que se habia dicho en confesion. -Collins fruncio el ceno.- Se lo mencione a Tynan y a Adcock porque pense que tal vez ellos tuvieran alguna idea de lo que Baxter habia querido decirme. Me constaba que Tynan se relacionaba bastante con Baxter. Por desgracia, no sabian nada que pudiera resultar de utilidad. -Se detuvo.- ?Y Tynan ha enviado a Adcock aqui… a Adcock, que siempre se encarga de hacer los trabajos sucios de Tynan… para averiguar de usted el contenido de la confesion de Baxter? Y, al negarse usted a colaborar, ?Adcock le ha amenazado? Es increible.

– Tal vez no sea tan increible. Solo usted puede emitir un juicio a este respecto.

– ?Como le ha amenazado?

El padre Dubinski fijo la vista en la mesita.

– La amenaza no ha sido ni implicita ni indirecta. Ha sido una amenaza abierta y clara… mejor dicho, un chantaje. Segun parece, el FBI ha realizado una completa investigacion acerca de mi persona… de mi pasado… Supongo que debe tratarse de un procedimiento habitual, ?verdad?

– El procedimiento habitual que sigue el FBI cuando efectua investigaciones acerca de alguna persona.

– ?O tal vez cuando el FBI quiere sacarle algo a alguien, obligarle a hablar? ?Incluso a alguien inocente de cualquier delito?

Collins se removio en su asiento.

– Eso no forma parte del procedimiento. Pero ambos sabemos que son cosas que ocurren. Se han producido abusos.

– Me imagino que esta investigacion acerca de mi pasado la habra ordenado el director Tynan. ?Me ha dicho usted que Adcock no es mas que su… su lacayo?

– Exactamente.

– Muy bien. El FBI ha desenterrado lo que llevaba mucho tiempo bajo tierra, un desafortunado incidente de mi pasado. Cuando yo era un joven sacerdote y desempenaba mi primera mision, teniendo a mi cargo una iglesia de un barrio pobre de Trenton, Nueva Jersey, inicie un programa de control de drogas. Para impedirme que siguiera adelante con mi cruzada, unos jovenes delincuentes introdujeron en mi rectoria una pequena cantidad de droga y despues me denunciaron ante las autoridades, con el proposito de comprometerme. Vino la policia. Localizo la droga. Les habian dicho que yo me dedicaba a vender drogas. Hubiera podido significar el final de mi carrera. Afortunadamente, se evito el escandalo al solicitar mi obispo del jefe de policia que se me permitiera declarar en una vista privada. Sobre la base de mis declaraciones, me dejaron libre. Puesto que los culpables jamas fueron hallados, el caso descansaba unicamente en mi palabra. Pensando ahora en este incidente, comprendo que alguien podria considerar que mi culpabilidad o mi inocencia estan por demostrar. Este desgraciado suceso ha llegado a conocimiento del FBI, y eso es lo que el senor Adcock me ha echado en cara esta manana.

– No… no puedo creerlo -dijo Collins anonadado.

– Pues mejor sera que lo crea. El senor Adcock me ha amenazado con divulgar esa informacion acerca de mi pasado caso de que siga negandome a revelar los detalles de la ultima confesion del coronel Baxter. Asi por las buenas. Yo he llegado a la conclusion de que mis votos eran mas importantes que su amenaza. De todos modos, aunque divulgaran ese hecho, mi carrera no se veria gravemente perjudicada. Me veria en ciertos apuros, pero nada mas. Le he dicho a Adcock que hiciera lo que creyera mas conveniente. Le he dicho que no colaboraria con el y le he echado de patitas en la calle. Despues, esta tarde, me he enfurecido. Lo que mas me desagrada de todo ello, ahora que me ha ocurrido a mi, son los metodos coactivos utilizados por un organismo del gobierno contra los propios ciudadanos a los que se supone que debe proteger.

– Sigue pareciendome increible. ?Que podia haber en la confesion de Baxter de tanta importancia como para que Tynan llegara a tales extremos?

– No lo se -dijo el padre Dubinski-. He pensado que tal vez usted lo supiera. Por eso le he llamado.

– Yo no se lo que le dijo a usted el coronel Baxter. Por consiguiente, no puedo…

– Va usted a saber parte de lo que me dijo el coronel Baxter. Porque yo se lo voy a revelar.

Collins experimento un estremecimiento y espero conteniendo el aliento.

El padre Dubinski siguio hablando con voz pausada.

– La visita del senor Adcock me ha enfurecido tanto que me he pasado varias horas estudiando mi situacion. Sabia que no podia colaborar ni con el senor Adcock ni con el director Tynan, pero he empezado a ver la peticion que usted me hizo en Bethesda bajo otra perspectiva. Es evidente que el coronel Baxter le tenia a usted confianza. Cuando se estaba muriendo, solo a usted mando llamar. Ello significa que estaba dispuesto a decirle algo de lo que me dijo a mi. He empezado a comprender por tanto que buena parte de lo que me dijo debia de estar destinado a usted. He comprendido con mayor claridad que mis deberes eran no solo espirituales sino tambien temporales, y que tal vez yo no fuera en este caso mas que el depositario de una informacion que el coronel Baxter deseaba transmitirle a usted. Por eso he llegado a la decision de repetirle a usted sus ultimas palabras.

– Se lo agradezco muy sinceramente, padre -dijo Collins advirtiendo que el corazon empezaba a latirle con fuerza.

– Al morir, el coronel Baxter estaba preparado para, en palabras de san Pablo, «disolverse y estar con Cristo» -dijo el padre Dubinski-. Se habia reconciliado con Dios. Una vez le hube administrado los Sacramentos y hube escuchado su confesion, el coronel Baxter hizo un ultimo esfuerzo y se refirio a una cuestion de caracter terreno. Sus ultimas palabras, pronunciadas casi en el ultimo momento… -El sacerdote rebusco entre los pliegues de su sotana.- Las he anotado tras la partida del senor Adcock para no cometer ningun error. -Desdoblo una arrugada hoja de papel.- Las ultimas palabras del coronel Baxter, que estoy plenamente convencido de que estaban destinadas a usted, fueron las siguientes: «Si, he pecado, padre… y mi mayor pecado… tengo que revelarlo… ahora ya no pueden controlarme… ahora soy libre… ya no tengo por que sentir miedo… se refiere a la Enmienda XXXV…».

– La Enmienda XXXV -murmuro Collins.

El padre Dubinski le miro de soslayo y siguio leyendo lo que tenia anotado en la hoja del papel.

– «… se refiere a la Enmienda XXXV…» Hablo unos instantes en forma inconexa y despues anadio: «… el Documento R… peligro… peligroso… tiene que darse a conocer inmediatamente… el Documento R es…». Sus palabras se perdieron, y despues volvio a intentar decir algo. Resultaba muy dificil entender lo que estaba diciendo, pero estoy casi seguro de que dijo: «Vi… una trampa… acuda a ver…». A continuacion se escucho un estertor de muerte, se quedo inmovil e instantes despues expiro.

Collins se quedo helado. Acababa de escuchar una voz de ultratumba.

– ?El Documento R? -pregunto confuso y turbado-. ?A eso fue a lo que se refirio?

– Dos veces. Es evidente que deseaba decir algo acerca del mismo. Pero no pudo.

– ?Esta seguro de que no dijo nada mas?

– Esas fueron las unicas palabras inteligibles que pronuncio. Dijo otras, pero no pude entenderlas.

– Padre, ?tiene usted alguna idea de lo que puede ser el Documento R?

– Abrigaba la esperanza de que usted lo supiera.

– Jamas habia oido hablar de ello -dijo Collins. Penso en las ultimas palabras del coronel Baxter, en lo que probablemente habia sido el urgente mensaje transmitido al nuevo secretario de Justicia-. Dijo que habia pecado

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