departamento de quimica, en el que se hervian organos humanos; la sala de espectrografia, en la que se examinaban las particulas de pintura. Le habia fascinado especialmente la llamada «Unidad de Cabellos y Fibras». «Cuando la gente se pelea -le habia explicado Adcock-, es posible que las fibras de sus prendas de vestir se adhieran mutuamente. Nosotros recogemos las fibras adheridas a las prendas, las separamos y las analizamos con el fin de averiguar cuales de ellas pertenecen al asaltante y cuales a la victima. -Despues Adcock habia anadido:- Nuestro laboratorio es nuestra arma secreta. Resulta invencible. Lo creo J. Edgar Hoover en 1932. Tal como el dijo en cierta ocasion, ‘la mas pequena mancha de sangre, el documento falsificado, la caja de cerillas encontrada en el escenario del robo, la huella del tacon o la mancha de polvo suelen proporcionar a menudo el eslabon esencial de las pruebas que son necesarias para relacionar al criminal con su crimen o para establecer la inocencia de una persona’.»
Al acabar la visita, la cabeza de Young rebosaba de ideas. Aquello habia sido como el paraiso de un escritor. Aunque no se lo habia preguntado a Adcock, no habia dejado de pensar como era posible que algun delincuente pudiera esperar jamas escapar al FBI. No se lo habia preguntado porque el pais hervia de crimenes y la mayoria de los criminales lograba seguir en libertad.
Y despues le habian conducido a su primera sesion oficial con el director Vernon T. Tynan.
Se habia imaginado en cierto modo que parte del amor que le inspiraba el FBI revertiria en su director. Pero no fue asi y no se sorprendio. Habia aborrecido a Tynan desde el principio, antes incluso de verle. Tynan deseaba una autobiografia y le habian recomendado a Young. Tynan habia leido dos de los libros escritos por Young por cuenta de terceras personas y los habia aprobado. Young se habia resistido. Conocia de oidas la fama de Tynan, su egolatria, y habia rechazado la oferta de colaboracion. Pero solo muy brevemente. En efecto, Tynan le habia sometido a chantaje y le habia obligado a escribir el libro.
Jamas olvidaria su primer encuentro con Tynan en aquel despacho. Alli estaba el director -ojos de gato en un rostro de bulldog- diciendole: «Por fin, senor Young. Me alegro de conocerle, senor Young.» Y el habia contestado jovialmente: «Llameme Ishmael.» Despues el director habia adoptado una actitud hermetica, y Young habia comprendido que asi iba a ser en adelante. Por cierto, Tynan jamas le habia llamado Ishmael. El director debio de pensar que se trataba de un nombre extranjero y decidio llegar a una especie de solucion de compromiso llamandole «Young» o simplemente «usted».
Ahora habian transcurrido seis meses y una vez mas se hallaban sentados el uno frente al otro, Ishmael Young bebiendo su Pepsi-Cola de dieta y Vernon T. Tynan ingiriendo los ultimos sorbos de su cerveza. Mientras Tynan apartaba la jarra a un lado y empezaba a tomarse la sopa, Young se dispuso a comenzar. Se inclino hacia adelante y pulso simultaneamente los botones de grabacion y puesta en marcha de su magnetofono portatil; probo un poco de ensalada y se puso a revisar las notas que tenia sobre las rodillas. Una semana antes el director le habia anunciado el tema de aquella sesion y Young se habia preparado de antemano. No iba a ser facil. Penso que tendria que procurar mostrarse comedido.
– Ibamos a hablar de J. Edgar Hoover -dijo Tynan tomando una porcion de queso fresco- y de como me adiestro y me convirtio en lo que soy. Le debo muchas cosas. Cuando murio, en 1972, no quise trabajar ni para Gray ni para Ruckelshaus, Kelley o cualquiera otro de los que le siguieron. Eran buenas personas, pero cuando uno habia trabajado para El Viejo… asi es como soliamos llamar a Hoover, El Viejo, bueno, pues cuando uno habia trabajado para el, ya no se podia trabajar para nadie mas. Por eso decidi marcharme cuando murio y organizar mi propia agencia de investigacion. Solo el presidente consiguio que abandonara mi agencia privada con el fin de aceptar el cargo de director. Pero creo que todo eso ya se lo he dicho.
– Si, senor; lo tengo todo transcrito y corregido.
– Puesto que la situacion se estaba deteriorando por momentos, el presidente necesitaba de nuevo a El Viejo. Y dado que no podian recuperarle, ellos… quiero decir, el presidente, decidio buscar a un hombre que se hubiera identificado al maximo con Hoover. Y acudio a mi. Jamas ha tenido que arrepentirse. Muy al contrario. Ya le dije, ?no?, como hace un mes el presidente me llamo aparte y me dijo: «Vernon, ni siquiera J. Edgar Hoover hubiera podido lograr lo que usted ha logrado.» Esas fueron sus palabras textuales.
– Lo recuerdo -dijo Young-. Fue todo un homenaje.
– Bueno, Young, no deseo que esta parte del libro sea un homenaje a mi persona. Quiero que sea un homenaje a El Viejo, para que los lectores comprendan por que le respetaba y que es lo que aprendi de el.
– Si, esta semana he estado leyendo muchas cosas acerca de Hoover.
– Olvidelo. Esos malditos periodistas jamas se mostraron justos con el, sobre todo al final. Preste atencion a lo que yo le diga y entonces averiguara la verdad.
– Asi lo hare, senor.
– Anote cuidadosamente lo que ahora voy a decirle para que no haya errores.
– Tengo el magnetofono en marcha, senor. No hace falta escribirlo…
– Ah, si, lo habia olvidado. Bueno, pues escucheme con atencion. Fue J. Edgar Hoover quien introdujo el profesionalismo en el obligado cumplimiento de la ley. Se libro de la imagen del policia Keystone, que por otro lado no es que fuera mala, quede claro, y consiguio que el publico nos respetara. El FBI fue creado bajo Teddy Roosevelt por el secretario de Justicia Charles Bonaparte. Este habia nacido en los Estados Unidos pero era nieto del hermano menor de Napoleon. Le sucedieron un punado de directores que o bien fueron mediocres o bien pesimos. El ultimo antes de que El Viejo accediera al cargo fue William J. Burns, un tipo espantoso. Segun Harlan Fiske Stone, bajo Burns el FBI se convirtio en un servicio secreto privado por cuenta de las corrompidas fuerzas que dominaban el gobierno. De ahi que Stone, un ano antes de que accediera al cargo de presidente del Tribunal Supremo, eligiera a un muchacho de veintinueve anos llamado J. Edgar Hoover para dirigir la Oficina. Hoover habia ocupado con anterioridad un puesto de bibliotecario en el gobierno. Cuando accedio al cargo de director, el FBI solo disponia de seiscientos cincuenta y siete funcionarios. Al morir, el numero de empleados se habia elevado a veinte mil. Creo el laboratorio criminal, los archivos de huellas dactilares, la academia de adiestramiento de Quantico, el Centro Nacional de Informacion Criminal, con sus computadoras y sus casi tres millones de expedientes. Todo eso lo hizo El Viejo. Y bajo su mandato, al igual que bajo el mio, ningun agente del FBI se vio jamas mezclado en ningun crimen o corrupcion. Ya es algo.
– Desde luego -convino Young.
– Fijese en lo que hizo J. Edgar Hoover -dijo Tynan terminandose el queso-. Consiguio apresar a John Dillinger, a Floyd Nino Bonito, a Alvin Karpis, a Ametralladora Kelly, a Nelson Cara de Nino, a Ma Barker, a Bruno Hauptmann, a los ocho saboteadores nazis que desembarcaron de submarinos, a Julius y Ethel Rosenberg, a Klaus Fuchs, a los ladrones de Brink a James Earl Ray… la lista ocuparia un par de kilometros.
Veinte kilometros, penso Ishmael Young. Penso en los «triunfos» que Tynan habia pasado oportunamente por alto. Durante buena parte de su carrera Hoover habia hecho caso omiso de la Mafia, negandose a creer en su existencia. Hasta 1963, cuando Valachi decidio hablar, no reconocio Hoover la existencia del crimen organizado. Acorralado ante esta prueba de la Mafia, Hoover jamas se refirio a la misma llamandola por su nombre, prefiriendo en su lugar el eufemismo de Cosa Nostra. Sus defensores afirmarian que Hoover habia ignorado la Mafia por temor a que los bajos fondos corrompieran y sobornaran a sus agentes tal como solian hacer con la policia local, estropeandole con ello su historial exento de escandalos. Los cinicos insistirian en que habia evitado hurgar en el sindicato del crimen por temor a que el tiempo invertido en las prolongadas investigaciones a este respecto se tradujera en un descenso en su promedio de estadisticas criminales.
Ishmael Young penso en otros «triunfos» de Hoover que Tynan habia soslayado impecablemente. Hoover habia dicho que el doctor Martin Luther King era «un notorio embustero», y habia intervenido su telefono con el fin de grabar detalles de su vida sexual. Hoover habia llamado «medusa» al ex secretario de Justicia Ramsey Clark. Hoover habia calificado al padre Berrigan y a otros activistas catolicos antibelicistas de secuestradores y conspiradores, antes de que sus casos hubieran sido presentados al gran jurado. Hoover habia despreciado a los puertorriquenos y a los mexicanos insistiendo en que las personas de estas dos nacionalidades «no podian proceder con lealtad». Hoover habia instalado aparatos de escucha en los domicilios de los congresistas y de los defensores no violentos de los derechos civiles y de la paz. Incluso habia realizado investigaciones acerca de un muchacho de catorce anos de Pennsylvania que habia deseado acudir a un campamento de verano de la Alemania del Este y acerca de un jefe de boyscouts de Idaho que habia manifestado el proposito de irse a acampar con sus muchachos a Rusia.
Ishmael Young recordo un articulo de Pete Hamill que habia leido. «En el transcurso de los ultimos treinta anos, no ha habido en este pais un elemento mas subversivo que J. Edgar Hoover. Este hombre destruyo la fe en nosotros mismos, nuestra creencia en una sociedad abierta, nuestras esperanzas de que los hombres y las