rescate increible, como, por ejemplo, la libertad de los cientos de extremistas de izquierda que en aquellos momentos se hallaban encerrados en las penitenciarias federales (que era el sitio que les correspondia). Si, tendria que alertar muy en serio a su madre.

Introdujo la llave en la ranura, abrio la puerta y entro. La encontro en su sitio de siempre: en el sillon acolchado frente al televisor.

– Hola, mama.

Ella levanto una mano surcada por las venas sin mirarle, totalmente enfrascada en las extravagancias que estaban teniendo lugar en la pantalla del aparato. A pesar de verla absorta en su programa preferido, Tynan se le acerco y le dio un beso en la frente. Ella le correspondio con una rapida sonrisa y despues se acerco el indice a los labios.

– El almuerzo esta preparado -dijo-. El programa esta a punto de terminar. Quitate la chaqueta.

Volvio a prestar toda su atencion a la pantalla y al momento, llevandose las manos a los costados, se echaba a reir estrepitosamente.

Tynan dejo sobre la mesa la carpeta que traia consigo, se quito la chaqueta y la colgo cuidadosamente en el respaldo de una silla. Saco un cigarro puro del bolsillo superior, le quito la envoltura, mordisqueo su extremo y le acerco el encendedor a una distancia de un centimetro (tal como hacia siempre el presidente), aspirando y gozando de su aroma.

Permanecio de pie fumando al lado de su madre y contemplando con ella el estupido programa, y despues la miro con orgullo.

Se habia portado bien con su madre. Si J. Edgar Hoover le hubiera podido ver en aquellos momentos, sin duda le hubiera elogiado.

A sus ochenta y cuatro anos, Rose Tynan estaba tan sana como un habitante de Abjasia -no, eso era un sitio comunista-, como un habitante de Vilcabamba -mucho mejor-, como una campesina de Vilcabamba. Era una irlandesa de pies a cabeza, fornida y de anchas espaldas, con las farinaceas facciones de una patata irlandesa. Teniendo en cuenta su edad, se encontraba en muy buen estado, si se exceptuaba un leve encorvamiento, una pierna artritica y algun que otro fallo ocasional de memoria.

Por fin termino el programa. Rose Tynan se levanto con un quejido, apago el televisor, tomo a su hijo del brazo, le acompano al pequeno comedor y le hizo sentarse en la cabecera de la mesa.

Ahora mismo te traigo el almuerzo -dijo.

– Mama, la alarma estaba desconectada cuando he llegado Debes tenerla siempre puesta. Hazlo por mi.

– A veces me olvido. Procurare acordarme la proxima vez. -Asegurate de que lo haces.

– ?Que tal van las cosas en la oficina?

– Como de costumbre. Mucho trabajo.

– No te entretendre demasiado.

– Mama, estoy aqui porque quiero estar aqui. Me gusta verte.

Pues entonces ven a almorzar un par de veces a la semana. La madre desaparecio en la cocina y regreso con una bandeja de carne con berzas. Su almuerzo normal solia ser sopa de crema de pollo y queso fresco, exactamente igual que el de El Viejo.

Pero hoy era sabado.

– Huele muy bien, mama.

– El pan esta en la mesa. Pan moreno. Toma un poco. ?Seguro que no quieres una rebanada mas grande? Ay, he olvidado la cerveza.

Regreso a la cocina y volvio al momento con un espumoso jarro de cerveza. Dejo la cerveza frente a su hijo y se acomodo ruidosamente en su silla.

Bueno, Vern, ?que tal te ha ido la manana?

Pues… no demasiado bien, francamente. He asistido al entierro de Noah Baxter.

– ?Era hoy el entierro? Es cierto, era hoy.

– Ha sido esta manana.

– Pobre Hannah Baxter. Bueno, menos mal que tiene un hijo y tambien un nieto. Tendre que llamar a Hannah.

– Deberias hacerlo.

– La llamare manana. ?Que tal esta la carne? ?Demasiado grasa?

– Esta perfecta, mama.

– Bueno, pues ahora cuentame que novedades hay.

– Cuentame tu las tuyas.

Ambos se entregaron a la inmutable rutina de todos los sabados.

Rose Tynan primero. Refirio los ultimos chismorreos acerca de sus vecinos. A media semana habian proyectado una pelicula acerca de un hombre, un huerfano y un perro. Facilito un prolongado resumen del argumento. Despues hablo de las cartas que habia escrito y de la correspondencia que habia recibido.

Ahora le correspondio el turno a Vernon T. Tynan. Hablo de Harry Adcock.

– ?Como esta Harry?

– Envia recuerdos.

– Es un joven muy simpatico.

Hablo de Christopher Collins, el nuevo secretario de Justicia.

– ?Es simpatico, Vern?

– No lo se, mama. Ya veremos.

Hablo del presidente Wadsworth. Se refirio a dos asesinos de la lista de «fugitivos mas buscados» del FBI que habian sido detenidos en Minneapolis y Kansas City. Y hablo de la Enmienda XXXV justo en el momento en que se estaba terminando el ultimo bocado de la correosa carne.

– No te preocupes, Vern. Ganaras.

– Nos hace falta todavia un estado y solo queda uno.

– Ganaras.

El almuerzo habia finalizado a la hora prevista. Faltaban diez minutos para que regresara el chofer.

– ?Preparada para la carpeta OC, mama?

– Siempre preparada -repuso ella esbozando una ancha sonrisa.

Tynan se levanto de la mesa, se dirigio al salon y regreso con la carpeta del archivo de alta seguridad de asuntos «oficiales y confidenciales».

Aquella carpeta, en el transcurso de los diez minutos siguientes, constituia el regalo habitual que Vernon le hacia a su madre todos los sabados. La carpeta contenia el resultado de la labor semanal del FBI, centrada especialmente en cuestiones sexuales y potencialmente escandalosas, acerca de celebres personajes del teatro, de la pantalla y del deporte, con varios informes adicionales relativos a conocidos politicos, industriales y miembros de la alta sociedad. Rose Tynan, que leia todas las revistas y semanarios de frivolidades, disfrutaba enormemente con todos aquellos chismorreos.

Tynan volvio a pensar que si J. Edgar Hoover hubiera estado alli hubiera aprobado su comportamiento. Al fin y al cabo, habia sido Hoover quien se habia dedicado a recoger material acerca de la vida sexual y la aficion al alcohol de importantes personajes norteamericanos y habia hecho llegar este material secreto hasta el presidente Lyndon B. Johnson, que tenia por costumbre leerlo en la cama antes de dormirse.

Tynan abrio la carpeta y fue extrayendo uno a uno los distintos memorandos.

– Para empezar, un autentico bocado exquisito, mama. Tu actor preferido. -Leyo el nombre del apuesto y liberal actor cinematografico que su madre adoraba y esta se rio anticipandose a los acontecimientos. La semana pasada acudio desnudo a un salon de masaje de Las Vegas e hizo que dos muchachas desnudas le ataran a una mesa de masajes y le azotaran.

– ?Y eso es todo? -pregunto decepcionada Rose Tynan, que era una excelente aficionada y gran conocedora de escandalos y extravagancias.

– Pues hay gente que lo considera algo muy gordo -dijo Tynan-. De todos modos, traigo cosas mejores. ?Sabes la congresista que siempre anda pronunciando discursos contra el Pentagono? -Tynan le facilito el nombre a su madre.- Nadie lo sabe, pero nosotros hemos averiguado que es lesbiana. Su secretaria de prensa, una muchacha de Radcliffe de veintidos anos…

Prosiguio por espacio de diez minutos, mientras Rose Tynan le escuchaba embelesada.

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