2.- No desear para los demas aquello que no se deseen para si mismos.

3.- No despreciar el consejo de los demas.

4.- No temer la desaprobacion, pero observar, en tanto sea aconsejable, las leyes del tacto y la discrecion.

5.- No valorar las posesiones ni ser distraido por la ambicion.

6.- No hacer propaganda de mi mismo ni exigir nada de los demas.

7.- No desear una larga vida.

Estos principios nunca fueron dificiles de seguir, ya que correspondian a mi propia disposicion. Felizmente puedo proclamar haberlos observado todos, incluyendo el ultimo. Aunque he tenido una larga vida, nunca he hecho nada para conseguirlo (debo decir, para dar al lector una correcta perspectiva, que tengo ahora sesenta y un anos), y esta vida, debo anadir tambien, no la explico porque crea que sea ejemplar para nadie. Es solamente para mi; el camino que he seguido y la certidumbre que he hallado no creo que se adecuaran a nadie mas que a mi.

La metafora tradicional para la investigacion espiritual es la del viaje. De esta imagen debo desprenderme. No me considero a mi mismo un viajero, he preferido permanecer quieto. Me describiria a mi mismo como un bloque de marmol, aceptable aunque toscamente labrado en su exterior, en cuyo interior alberga no obstante una hermosa estatua. Cuando se labra el marmol, la estatua liberada puede ser muy pequena. Pero cualquiera que sea su tamano, es mejor no ponerla en peligro moviendo el bloque de marmol con demasiada frecuencia.

Para el esfuerzo de labrar continuamente el marmol que me contenia, ninguna experiencia, ninguna preocupacion era demasiado pequena. No encontre nada despreciable. Tomemos por ejemplo el grupo de personas recogidas por Frau Anders. Hubiese sido facil despreciarlas por vanidosas y frivolas. Pero cada una tenia una perspectiva en la vida de algun interes, y algo que ensenarme -los mas satisfactorios vinculos para la amistad. A veces desee que Frau Anders no estuviera solo preocupada por complacer y ser complacida. Podria haberse constituido en el contrapeso de la busqueda de sus invitados de sus propias individualidades. Entonces, en lugar de envolver a nuestra anfitriona con atenciones y cumplidos, habriamos podido espiarla. Ella nos hubiera podido pedir que actuasemos y que creasemos en su honor, a lo que todos nos hubieramos negado. Nos hubiera podido prohibir hacer cosas como escribir novelas o enamorarnos, y gracias a estas prohibiciones habriamos podido desobedecer sus ordenes. Pero los buenos modales me impedian indagar sobre esta mujer mas alla de lo que ella era capaz de dar. Era suficiente que la sociedad que encontre en su casa me divirtiera, aun sin despertarme grandes esperanzas.

Para demostrar mi amistosa conducta como miembro de esta sociedad, expongo la siguiente anecdota: Un dia, Frau Anders me pregunto si la falta de preocupaciones economicas en mi vida no abria oportunidades al aburrimiento. Le replique, sinceramente, que no. Entonces comprendi que aquella rica y todavia hermosa mujer no me estaba haciendo una pregunta, sino diciendome algo, exactamente que ella estaba aburrida. Pero yo no acepte su discreta queja. Le explique que ella no estaba aburrida; que era, o pretendia ser, infeliz. Este pequeno comentario, levanto instantaneamente su animo, y me complacio observar, durante mis siguientes visitas a su casa, que se habia vuelto bastante alegre. Nunca he comprendido por que la gente encuentra tan dificil decir la verdad a sus conocidos o amigos. Segun mi experiencia, la verdad es siempre apreciada y el temor a ofender es generalmente exagerado. Muchos temen ofender o herir a los demas, no porque sean amables, sino porque no aprecian la verdad.

Quizas seria mas facil para todo el mundo preocuparse por la verdad, si llegara a entender que esta solo existe cuando se dice. Me explicare. La verdad es siempre algo que se dice, no algo conocido previamente. Si no existiera el habla y la escritura, no existiria la verdad acerca de nada. Todo seria solo lo que es. De este modo, para mi, mi vida y mis preocupaciones no son la verdad. Son, simplemente, mi vida y mis preocupaciones. Pero ahora estoy ocupado en escribir y en osar trasponer mi vida en este relato. Asumo la abrumadora responsabilidad de decir la verdad. La narracion que he emprendido me resulta una tarea dificil, no porque me sea dificil decir la verdad sobre mi mismo, en el sentido de una exposicion honesta de «lo que sucedio», «tuvo lugar», sino porque se me hace dificil decir la verdad en el sentido mas pretencioso, la verdad en el sentido de insistir, provocar, convencer, cambiar a otro.

A veces no puedo impedir que me persigan las ideas que tengo acerca del caracter y las preocupaciones de mis lectores. Espero poder vencer esta debilidad. Es cierto que las lecciones de mi vida son lecciones solo para mi, adaptables solo a mi, para ser seguidas solo por mi. Pero la verdad de mi vida no es para mi. Es para cualquiera que este fuera de mi. Advierto al lector que, en adelante, tratare de no imaginar quien es esa persona y si el o ella estan leyendo lo que escribo. Esto no puedo, ni debo, en realidad, saberlo.

Aun asi, decir la verdad es una cosa; escribirla, otra. Cuando hablamos nos dirigimos a alguien. Cuando decimos lo mejor -que es siempre la verdad- todavia es a una persona, con el pensamiento en una persona. Pero si existe alguna posibilidad de escribir algo que sea cierto, solo es posible porque eliminamos el pensamiento de cualquier otra persona.

Cuando escribimos la verdad, deberiamos dirigirnos a nosotros mismos. Cuando al escribir somos didacticos y moralistas, debemos considerar que solo nos instruimos y aconsejamos a nosotros mismos, por nuestras propias faltas. El lector es un divertido accidente. Uno debe permitirle su libertad, su libertad para contradecir lo que esta escrito, su libertad para ser acosado por las alternativas. Por lo tanto, seria impropio que tratara de convencer al lector de todo lo que este libro contiene. Es suficiente que me imagines ahora, tal como soy, con la compania de mis recuerdos, en una relativa tranquilidad, sin desear el consuelo de nadie. Basta con que me imagines, encarnado en la imagen de mi juventud, y aceptes que he cambiado y que antes era diferente.

CAPITULO II

No se cuanto tiempo despues de haber comenzado mis visitas a la casa de los Anders, empece a tener una serie de suenos que me perturbaron. Fue un ano despues, o tal vez mas. Recuerdo que acababa de volver de un breve viaje al extranjero. Y recuerdo tambien como pase la noche que precedio al primero de estos suenos. Con otros miembros de su circulo, yo habia acompanado a Frau Anders a un concierto. A la salida, me reuni con un companero de la universidad en un cafe, donde bebi mas de lo habitual en mi y estuve argumentando sobre la indecorosidad del suicidio. De madrugada, regrese a mi habitacion con animo alegre y, sin desvestirme, me meti en la cama.

Sone que estaba en una estrecha habitacion que no tenia ventanas, solo una pequena puerta de unos treinta centimetros de altura. Queria salir y me agachaba. Cuando vi que no podia escurrirme a traves de la puerta, me avergonce de que alguien pudiera verme comprobando algo tan obvio. Varias cadenas colgaban de las paredes, cada una con una gran abrazadera de metal en su extremo. Trate de enganchar una de estas cadenas a alguna parte de mi cuerpo, pero la abrazadera era demasiado grande, tanto para mi mano como para mi pie, y demasiado pequena para mi cabeza. Estaba en alguna prision, pero aparte de las cadenas, la habitacion no tenia la apariencia de una celda.

Entonces oi un ruido que venia del techo. Una trampilla se abrio en lo alto y un hombre muy grande vestido con un banador de una sola pieza de lana negra aparecio ante mi. El hombre se descolgo con los brazos, por un momento permanecio suspendido, despues salto hasta el suelo. Cuando se puso de pie y comenzo a caminar hacia mi, cojeo y gesticulaba. Supuse que se habria herido al saltar. Pense que posiblemente ya fuera cojo, pero entonces era extrano que hubiera intentado el salto, ya que el techo era alto. Y siendo cojo, sus debiles miembros no reunirian cualidades acrobaticas.

Subitamente tuve miedo de el, porque me di cuenta que no tenia derecho a estar en la habitacion. El no dijo nada, indico meramente, por medio de signos, que yo deberia pasar a traves de la pequena puerta que antes habia explorado. Ahora la puerta era mas grande. Me arrodille y la cruce a rastras. Cuando me puse de pie, vi que me encontraba en otra habitacion exactamente igual a la primera. El hombre del traje de bano estaba detras de mi, sosteniendo un largo instrumento de cobre rojizo que parecia una flauta. Con unos pocos pasos y vueltas sobre si mismo, me indico que bailase. Volvi a asustarme y le pregunte por que debia hacerlo.

– Porque en esta habitacion el baila -dijo el hombre con voz suave y tranquilizadora.

– Pero yo no soy el -proteste, y me alegro poder razonar con aquel extrano-. Yo soy

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