aparatos. El disco del localizador delantero seguia siendo un pozo negro sin fondo, lo que no preocupaba, sino, por el contrario, tenia muy contento al astronauta. Los calculos, que habian robado seis anos de trabajo a poderosos cerebros y maquinas investigadoras de la Tierra, resultaron exactos.
El Telurio, primera astronave pulsacional de la Tierra, habia sido lanzado a un ancho pasillo del espacio, donde no existian acumulaciones estelares ni nubes oscuras. Ese tipo de astronaves, que circulaban por el espacio-cero debia llegar a profundidades mucho mayores de la Galaxia que las alcanzadas por las astronaves anteriores, las anamesonicas, las de propulsion nuclear, que volaban a velocidades iguales a cinco sextas o seis septimas de la velocidad de la luz. Funcionando segun el principio de la compresion del tiempo, las naves pulsacionales eran miles de veces mas veloces. Pero, lo peligroso de ellas consistia en que, en el momento de la « pulsacion », la astronave no podia ser dirigida. Los seres humanos eran capaces de resistir la pulsacion tan solo hallandose en un estado de perdida del conocimiento, hundidos en un potente campo magnetico. El Telurio avanzaba a saltos, por asi decirlo, estudiando meticulosamente el camino, con objeto de comprobar si estaba libre para la pulsacion subsiguiente.
La nave debia atravesar el espacio casi vacio de las altas latitudes de la Galaxia, junto a la Serpiente, para llegar a la constelacion de Hercules, donde se hallaba una estrella de carbono.
El vehiculo cosmico realizaba este extraordinario vuelo para que su tripulacion estudiase, en la propia estrella de carbono, los enigmaticos procesos de transformacion de la materia, muy importantes para la energetica terrestre. Se sospechaba que dicha estrella estaba ligada a una nube oscura en forma de un disco electromagnetico giratorio, vuelto de canto hacia la Tierra.
Los sabios esperaban ver, a una distancia relativamente corta del Sol, la repeticion de la historia de la formacion de nuestro sistema planetario. La « corta distancia » equivalia a ciento diez parsecs o trescientos cincuenta anos de camino de un rayo de luz...
Kari Ram controlo los aparatos protectores. Indicaban que todas las instalaciones automaticas de la nave se hallaban en perfecto estado. Hecho esto, el joven astronauta se puso a cavilar.
Lejos, muy lejos de alli, a una distancia de setenta y ocho anos de luz, habia quedado la Tierra, tan hermosa y tan bien acondicionada por los hombres para una vida esplendida y una inspirada labor de creacion. En aquella sociedad sin clases, cada persona conocia todo el planeta. No solo sus fabricas y minas, sus plantaciones e industrias pesqueras, sus centros de ensenanza y de investigacion, sus museos y cotos, sino tambien sus gratos rinconcitos de descanso, soledad o aislamiento con el ser querido.
El hombre, insaciable de saber, habia dejado aquel mundo de maravilla, para internarse mas y mas en los gelidos abismos del Universo, adquirir nuevos conocimientos y descifrar los enigmas de la naturaleza, cada vez mas sumisa a el. El hombre iba alejandose, alejandose de la Luna, banada por los mortiferos rayos X y ultravioleta del Sol; tambien se alejaba de Venus, torrido y sin vida, con sus oceanos de petroleo, su suelo pegajoso de alquitran y su eterna niebla, y del frio Marte, cubierto de arenales, con una vida apenas latente en sus entranas. Habiase empezado a estudiar a Jupiter cuando nuevos aparatos volantes llegaron a las estrellas mas cercanas. Las astronaves terrenas visitaron Alfa y Proxima de Centauro, la estrella de Barnard, Sirio, Eta de Eridano y hasta Tau de la Ballena. Se entiende que no eran las propias estrellas sino sus planetas o los mas proximos alrededores cuando se trataba de estrellas binarias, como Sirio, exentas de sistemas planetarios...
Pero las naves cosmicas de la Tierra no habian estado aun en planetas donde la vida hubiese llegado ya a su fase superior de desarrollo, donde habitaran seres racionales.
Ondas ultracortas de radio traian desde los lejanos abismos del Cosmos senales de mundos poblados; a veces llegaban a la Tierra miles de anos despues de ser emitidas. La humanidad, que no hacia sino aprender a leer esos mensajes, empezo a formarse una idea del vasto oceano de conocimientos, la tecnica y el arte que fluia entre los mundos poblados de nuestra Galaxia... Mundos aun inaccesibles. ?Que decir, pues, de otras galaxias o archipielagos estelares, separados por distancias de millones de anos de luz...! Pero eso no hacia sino avivar el deseo de llegar a planetas habitados por hombres que, aunque no se pareciesen a los terrenales, hubieran creado una sociedad sabia, bien desarrollada, donde cada cual tuviese su parte de felicidad, la mayor felicidad que puede corresponder al nivel alcanzado de dominio de la naturaleza. Por lo demas, se tenia noticia de que existia gente muy parecida a la nuestra, y, probablemente, en numero mayor que la no parecida. ?Las leyes de desarrollo de los sistemas planetarios y de la vida en ellos eran homogeneas, no solo en nuestra Galaxia, sino tambien en la parte del Universo conocida por nosotros!
La astronave pulsacional, ultimo triunfo del genio humano, brindaba la posibilidad de acudir a las llamadas de mundos lejanos. Si el vuelo del Telurio daba buen resultado, entonces... Pero este nuevo invento, como todo en la vida, tenia dos lados.
— Y aqui tienes el lado opuesto... — Kari Ram, en su ensimismamiento, no se dio cuenta de que habia pronunciado en voz alta estas ultimas palabras.
Inesperadamente, resono a sus espaldas la agradable y potente voz de Mut Ang:
Kari Ram se estremecio.
— Yo no sabia que a usted tambien le gusta la musica antigua — comento, sonriente, el capitan de la astronave—. ?Esta romanza tiene no menos de cinco siglos!
— ?No me interesan ahora las canciones! — replico el piloto—. Estaba pensando en esta astronave... y en que siglo habriamos de volver...
El capitan se puso serio.
— No hemos efectuado mas que la primera pulsacion, y usted esta pensando ya en la vuelta.
— ?Oh, no! ?Para que hubiera pedido, si no, que me incluyesen en la tripulacion? Me ha parecido que... En fin, como volveremos a la Tierra al cabo de setecientos anos, y a pesar de la redoblada longevidad de los hombres, hasta los biznietos de nuestros hermanos habran dejado ya de existir...
— ?No lo sabia usted acaso?
— Si, naturalmente — continuo, obstinado, Ram—. Pero se me ha ocurrido otra cosa.
— Comprendo. ?La aparente inutilidad de nuestro vuelo?
— ?Si! Antes de haber sido inventado y construido el Telurio, salieron astronaves de cohetes corrientes en direccion a Fomalhaut, a Capella y Arcturo. La expedicion de Fomalhaut ha de retornar dentro de dos anos. Han pasado ya cincuenta. Pero las de Arcturo y Capella tardaran aun no menos de cuarenta o cincuenta anos, pues estas estrellas se encuentran a distancias de doce y catorce parsecs. En cambio, ahora se construyen ya las naves pulsacionales que, en una pulsacion, pueden llegar a Arcturo. Y esa distancia no es nada en comparacion con la que hemos de cubrir nosotros. Mientras realicemos el vuelo, la gente habra vencido definitivamente el tiempo, o el espacio, llamelo como quiera. Y entonces las astronaves terrenas iran mucho mas lejos que la nuestra, y nosotros regresaremos con un bagaje de conocimientos anticuados e inservibles...
— Nos hemos ido de la Tierra como se van de la vida los muertos — dijo lentamente Mut Ang— , y volveremos retrasados en nuestro desarrollo y con reminiscencias del pasado.
— ?Eso era lo que estaba pensando yo!
— Usted tiene razon, y al propio tiempo esta profundamente equivocado. El acopio de conocimientos y experiencias, la exploracion del insondable Universo deben ser constantes. De lo contrario, se atentaria a las leyes del desarrollo, el cual es siempre desigual y contradictorio. ?Imaginese que los antiguos investigadores de la naturaleza, tan ingenuos a nuestro parecer, esperasen, digamos, la invencion de los microscopios cuanticos modernos! O que los labriegos y albaniles del lejano pasado, que regaron profusamente la tierra con el sudor de su frente, se pusiesen a esperar las maquinas automaticas... ?sin salir ellos de sus humedas casuchas de barro y alimentandose de las migajas que les daba la naturaleza!
Kari Ram solto la carcajada. Pero Mut Ang prosiguio sin esbozar siquiera una sonrisa: