tuvieran que marchar a otras galaxias, volverian a su planeta al cabo de millones de anos. Y ese era el lado opuesto de los largos viajes extraterrenos, el perfido obstaculo que la naturaleza habia puesto ante sus insosegables hijos. Las nuevas astronaves iban tripuladas tan solo por ocho personas. A estos exploradores de las infinitas profundidades del Universo y del futuro les estaba prohibido tener hijos durante los viajes.

Y aunque el Telurio era de menores dimensiones que sus predecesores, no por eso dejaba de ser una nave enorme en la que la tripulacion, poco numerosa, habiase acomodado a sus anchas.

El despertar al cabo de un sueno prolongado provoco, como siempre, un aumento de las energias vitales. La tripulacion de la astronave, formada en su mayoria por gente joven, pasaba sus ratos de ocio en el gimnasio.

Ideaban ejercicios dificilisimos, danzas fantasticas o, poniendose cinturones estrafalarios y aros en los brazos y las piernas, realizaban trucos inauditos en el rincon antigravitacional de la sala. A los astronautas les gustaba nadar en una gran piscina con agua luminosa ionizada, que conservaba el admirable color azul del Mediterraneo, la cuna de los pueblos de la Tierra...

Kari Ram habiase desembarazado de su indumentaria de trabajo y corria ya hacia la piscina cuando una voz jovial le detuvo;

— Kari, ayudeme. Sin usted, no me sale bien esta vuelta.

La quimica Taina Dan, muchacha de alta estatura vestida con una tunica corta de brillosa tela verde, que armonizaba con sus ojos, era la persona mas joven y mas alegre de la expedicion. Al calmoso Kari le indignaba siempre el caracter impulsivo y brusco de la muchacha; pero, como amaba el baile no menos que Taina, bailarina innata, se acerco a ella con cara risuena.

A la izquierda, desde lo alto de un trampolin situado encima de la piscina, le saludaba Afra Devi, la biologa de la astronave. Estaba recogiendo con todo cuidado en el gorro su abundante cabellera negra, antes de saltar al agua. Tey Eron se le acerco, pisando suavemente el suelo de plastico. Pusose detras de la muchacha y estiro su brazo fuerte y musculoso. Afra, balanceandose al compas de la tabla, se dejo caer sobre ese firme apoyo. Ambos, morenos, con la tez brillante como si fuera de metal, curtidos por el aire y el sol, quedaron inmoviles un segundo. Con un movimiento imperceptible, la joven flexiono aun mas el cuerpo hacia atras, dio una vuelta completa alrededor del brazo del hombre y ambos, enlazados como en un vals, saltaron al agua.

— ?El no se acuerda ya de nada! — canto Taina Dan, tapando con las puntitas de sus calientes dedos los ojos del mecanico.

— ?Acaso aquello no fue hermoso? — replico Kari, y atrajo hacia si a la muchacha para efectuar el primer paso de la danza y entrar con ella en la zona de los sonidos musicales.

Kari y Taina eran los mejores bailarines de la nave. Solo ellos sabian entregarse tan de lleno a la melodia y al ritmo, olvidandose de todo lo demas. Cuando bailaba, Kari percibia unicamente el placer de los movimientos ligeros coordinados. Sobre su hombro descansaba la mano segura y delicada de la muchacha. Los ojos verdes de Taina habian adquirido una tonalidad mas profunda.

— Usted y su nombre son una y la misma cosa — le susurro Kari—. Recuerdo que en una lengua antigua, « Taina » significaba algo misterioso y desconocido.

— Me alegra mucho — repuso muy seria la muchacha—. Siempre me ha parecido que los misterios han quedado unicamente en el Cosmos y que en nuestra Tierra no existen ya. La gente esta exenta de ellos; todos somos sencillos y no tenemos nada de enigmatico ni de reprobable.

— ?Lo lamenta usted?

— A veces. Quisiera encontrarme con alguna persona como las que existieron en el remoto pasado; que tuviese que ocultar sus anhelos y sentimientos ante el medio ambiente hostil, defenderlos y hacerlos firmes, darles un temple inquebrantable.

— ?Oh, comprendo! Pero yo no me he referido a las personas, sino que he lamentado solamente que no existen enigmas indescifrables... En las novelas antiguas aparecian siempre ruinas misteriosas, profundidades ignotas, alturas inaccesibles, y antes aun, arboledas, fuentes, trochas y casas encantadas, malditas, dotadas de fuerzas magicas.

— ?Si, Kari! ?Que bien hubiera estado encontrar aqui, en la astronave, lugarcitos recoletos, pasos vedados!

— Que condujesen a recintos desconocidos donde se ocultara...

— ?Que?

— No se — confeso el mecanico tras de una pausa y se detuvo.

Pero Taina, que se habia dejado entusiasmar, fruncio el ceno y le tiro de la manga. Kari siguio a la muchacha. Salieron de la sala de deportes a un pasillo lateral, sumergido en la penumbra. Unas lucecitas tenues se encendian y apagaban ritmicamente en los indicadores de las vibraciones, produciendo la impresion de que las paredes de la nave luchaban contra el sueno que queria apoderarse de ellas. La muchacha dio unos pasos rapidos en silencio y quedo inmovil. Una sombra de tristeza deslizose tan furtiva por su semblante, que Kari no hubiera podido asegurar que habia notado en ella algun sintoma de desmayo espiritual. Un sentimiento jamas experimentado le embargo dolorosamente. El mecanico asio de nuevo la mano de Taina.

— Vamos a la biblioteca. Dispongo de un par de horas libres hasta el relevo.

Ella se dirigio docilmente hacia el centro de la nave.

La biblioteca se hallaba situada, como en todas las astronaves, detras del puesto de mando. Kari y Taina abrieron la puerta hermetica del tercer pasillo transversal y se acercaron a la escotilla eliptica de dos hojas que comunicaba con el pasillo central. En cuanto Kari hubo puesto el pie sobre una placa de bronce y las pesadas hojas de la escotilla se hubieron separado en silencio, los jovenes oyeron un fuerte sonido vibrante. Taina oprimio con alegria los dedos de. Kari.

— ?Es Mut Ang!

Ambos se deslizaron al interior de la biblioteca. Bajo el opaco cielorraso parecia flotar el vaho de una luz difusa. Dos personas descansaban comodamente en unos profundos sillones entre las columnas de las filmotecas ocultas a la sombra de unos nichos. Taina diviso al medico Svet Sim y la cuadrada figura de Yas Tin, el ingeniero de los mecanismos pulsacionales, que permanecia con los ojos cerrados, sumido en sus ilusiones. A la izquierda, bajo la lisa y concava superficie de las instalaciones acusticas, se hallaba inclinado sobre el estuche plateado de un PVEM el propio capitan del Telurio.

Hacia tiempo que el PVEM, o piano-violin electromagnetico, habia suplido al piano templado de aspera resonancia, conservando su riqueza polifonica y con toda la diversidad de matices del violin por anadidura. Cuando era preciso, los amplificadores podian comunicar a ese instrumento una fuerza impresionante.

Mut Ang — algo avanzado el torso, la cara levantada hacia los paneles rombicos del techo— no advirtio la presencia de los recien llegados. Sus dedos rozaban suavemente las teclas. Lo mismo que en el antiguo piano de cola, los dedos del musico imprimian todos los matices del sonido, aunque no lo producian el macillo y la cuerda, sino mediante finisimos impulsos electronicos de sutileza casi cerebral.

Los temas armonicamente entrelazados de la unidad de la Tierra y el Cosmos empezaron a desdoblarse y alejarse. El contraste de una apacible melancolia y el lejano retumbar de un trueno iba cobrando cada vez mayor relieve e intensidad, interrumpido por notas sonoras que parecian gritos de desesperacion. De pronto, ceso el desarrollo ritmico y melodico del tema. El choque fue demoledor: todo desmoronose en un caos disonante y fue a deslizarse, como a un lago oscuro, en los desgarrados lamentos de una perdida irreparable.

De subito, bajo los dedos de Mut Ang nacieron los claros y puros sonidos de una alegria cristalina, fundiendose con la tenue melancolia del acompanamiento.

Afra Devi, vestida con una bata blanca, se deslizo silenciosa al interior de la biblioteca. Svet Sim, el medico de la nave, hizo unas senas al capitan. Mut Ang aparto las manos del teclado, se levanto, y el silencio deshizo al instante el poder de los sonidos, como la rapida noche tropical hace desvanecerse al lucero vespertino.

El medico y el capitan salieron del recinto, acompanados por las inquietas miradas de los oyentes. Cuando estaba de guardia, le habia ocurrido al segundo piloto una desgracia muy rara: un ataque de apendicitis purulenta. Seguramente no habia cumplido con la exactitud debida todo el programa de preparacion medica para el viaje por el Cosmos. Y ahora Svet Sim pedia autorizacion al capitan para realizar una intervencion urgente.

Mut Ang expreso sus dudas. La medicina moderna, que dominaba ya los metodos de regulacion nerviosa impulsiva del organismo humano, lo mismo que en los aparatos electronicos, podia acabar con muchas enfermedades.

Pero el medico de la astronave se mantuvo inflexible. Al enfermo le quedaria un foco latente, que debido a

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