contaba los minutos, ademas del retraso de su sustituta, que tardaba en conducir a traves de la playa por la carretera elevada, pasar por el centro y subir por la autopista, bordeando Liberty City hasta que, finalmente, llegaba a su casita en una polvorienta parte del condado, ni ciudad ni suburbio, un enclave de clase media-baja que ofrecia una modesta seguridad y ligeramente menos sobresaltos que el mundo situado a escasos tres kilometros de distancia. Tardaba menos de una hora en realizar el recorrido en su Chevy de ocho anos de antiguedad.
A su derecha e izquierda, las operadoras 11 y 14 ya se habian instalado en su rutina nocturna. La 11 estaba enviando un camion de bomberos a un edificio de apartamentos de tres plantas incendiado en las afueras de Collins Avenue, y la 14 estaba conectada con un policia estatal que solicitaba una orden de busqueda y captura mientras perseguia a un BMW por el paso elevado de Julia Tuttle. Habia sido una noche agotadora. Un robo en una tienda de horario nocturno, una denuncia de violacion, una pelea en la entrada de un
– Emergencias de Miami Beach.
Tan pronto oyo las primeras palabras supo que era una persona mayor:
– ?Oh, Dios mio, por favor, envie a la policia enseguida! ?Alguien la ha asesinado! ?Oh, pobre senora Millstein! ?Envie una ambulancia! ?Ayuda! ?Por favor!
Su trabajo incluia manejar los ataques de histeria.
– De acuerdo, senora. Enseguida. Deme una direccion.
– Si, si, oh, The Sunshine Arms, 1290. Thirteenth Court. Por favor, dense prisa…
– Senora, ?que clase de asistencia necesita? ?Que ha sucedido? -prosiguio la operadora 3 con tono perfectamente monocorde.
– ?Mi Henry y yo oimos ruidos y el bajo a investigar y el senor Finkel tambien bajo y ella estaba muerta! ?Oh, Dios mio, como esta el mundo! Envie a la policia, por favor. Alguien la ha matado. ?Oh, senor, adonde iremos a parar!
– No cuelgue, por favor. -Dejo la linea en espera y pulso otro boton-: Atencion. Posible diez-treinta en 1290 Thirteenth Court. Codigo Tres. Personas en el escenario del crimen. Oficial, por favor, responda… -Pulso otro boton y se conecto con la central de ambulancias-. Tenemos un diez-treinta en el 1290 de Thirteenth Court, y hay ancianos implicados. Probablemente alguien necesite asistencia. -Este no era precisamente el protocolo, pero hacia mas de diez anos que era operadora del 911 y sabia que, en mas de una ocasion, las sirenas y la excitacion causaban alteraciones cardiacas en los ancianos.
Despues, con calma, volvio a la mujer frenetica:
– Senora, la ayuda ya va de camino. Policia y ambulancia llegaran enseguida.
– Mi Henry lo vio en la parte trasera. Era un negro y Henry lo atrapo en el callejon, seguro, pero luego escapo y yo corri a telefonear. ?Oh, pobre senora Millstein!
– Senora, ?el autor del crimen aun sigue ahi?
– ?Que? ?Quien? No; escapo por el callejon.
– Senora, no cuelgue. Necesito su nombre y direccion.
De nuevo dejo la linea en espera mientras marcaba otro numero.
– Miami Beach, Homicidios, soy el detective Robinson -contesto una voz.
– Detective, soy la operadora 3 del 911. Creo que ya no tendra una noche tranquila. Acabo de recibir un posible diez-treinta en el complejo de apartamentos The Sunshine Arms, South Beach. Un coche patrulla ya va en camino, pero tal vez querra enviar a alguien alli antes de que lo revuelvan todo.
Walter Robinson reconocio la voz.
– Lucy, mi noche no habria sido completa sin una llamada tuya.
Ella sonrio, deseando por un instante ser mas joven, mas atractiva y que su marido no estuviese en casa roncando en la gran cama de matrimonio, y luego repuso:
– Bien, detective, pues ya esta completa. Tengo a una anciana histerica en linea, diciendo que el asesino ha escapado del escenario del crimen. Tal vez tenga suerte si se da prisa.
– ?Suerte? -repuso Robinson-. Ultimamente esta palabra escasea.
La operadora asintio. Alzo la mirada y vio que la numero 17 entraba en la sala; parecia avergonzada por llegar tarde.
– Bien, detective, si no necesita suerte…
– No digo que no la necesite, Lucy. Solo digo que no hay mucha disponible. Especialmente por la noche en
– Amen -dijo ella mientras volvia a conectarse a la mujer y por el auricular oia una sirena distante que se acercaba, su aullido insistente alzandose por encima de los sollozos de la anciana.
Walter Robinson colgo y anoto la direccion en un papel, pensando que fuera hacia calor, un calor pegajoso como el aceite, asqueroso y espeso, que dificultaba la respiracion. Ya sabia lo
Inspiro hondo y metio en un cajon los manuales de derecho que estaba estudiando; luego cogio su radiotelefono del cargador electrico. «Es una noche horrible para morir», penso vagamente.
A Robinson, envejecido menos por los anos que por el permanente cinismo callejero, le faltaba muy poco para conseguir licenciarse en derecho, un titulo que pensaba seria su pasaporte para dejar el trabajo de policia. Condujo a toda velocidad a traves de las amarillentas luces de sodio que conferian a la ciudad un resplandor sobrenatural. Aunque no se consideraba nativo de Miami, ya que esta era una categoria reservada a los chiflados que hablaban arrastrando las silabas y los surenos de clase baja del condado de Dade, el habia nacido y crecido en Coconut Grove, hijo de una maestra de escuela primaria.
Su segundo nombre de pila era Birmingham, aunque nunca lo usaba. Era demasiado dificil explicar a los policias de Miami Beach, sobre todo blancos e hispanos, por que le habian puesto el nombre, al menos en parte, de una ciudad. Su madre era prima lejana de uno de los ninos muertos en el atentado con bomba en una iglesia de Birmingham en 1963, de manera que cuando el nacio, poco tiempo despues, ella habia aliviado parte de su frustracion poniendole el nombre de aquella ciudad de Alabama, algo que haria que, como a menudo le recordaba, nunca olvidase sus origenes.
No obstante, olvidar sus origenes no le parecia nada terrible. Walter Robinson nunca habia estado en su homonimo de Alabama, y no le apetecia regresar a la parte de la ciudad donde habia crecido. El Grove es una curiosa zona de Miami. Por un accidente del tiempo y el desarrollo, uno de los peores barrios bajos quedo ensamblado directamente en una de sus areas mas prosperas, creando un constante flujo y reflujo de miedo, furia y envidia. Robinson habia vivido con todo ello y no disfrutaba especialmente al recordarlo.
Por otra parte, a pesar de llevar ocho anos en el departamento de policia de Miami Beach, primero de uniforme y luego tres como detective, tampoco lo consideraba su hogar. Pensaba que su desarraigo no era normal y eso le preocupaba, aunque generalmente trataba de ignorarlo.
Bajo por Thirteenth Court y vio los coches patrulla aparcados delante del Sunshine Arms. Se alegro de que los uniformados ya hubiesen extendido la omnipresente cinta amarilla por gran parte de
– Bien, ?que tenemos?
– Una victima anciana, en el dormitorio. La puerta trasera parece forzada; da a un patio y es una de esas correderas que mi hijo de seis anos podria abrir.
– Ya. ?Signos de lucha?
– No demasiados. Al parecer, el sujeto arramblo con todo lo que pudo antes de que los vecinos llegaran. Debio de echar a correr cuando los oyo acercarse. Uno de ellos, un tal Henry Kadosh, del piso de arriba, lo alcanzo en el callejon y le vio bastante bien. Su mujer llamo al 911.
– ?Y bien?
– Hombre de raza negra. Joven, de veintitantos. De uno sesenta a uno ochenta. Complexion delgada, tal vez