palomas desde su lecho y el ladrido seco de un perro calle abajo. La puerta de un coche se abrio de golpe y se cerro, y espero oir el ruido del motor, pero no llego, y luego volvio a oir el sonido del tamtam regular y mas seguro.
Miro el despertador de la mesilla de noche: las once de la manana.
La ultima vez que habia dormido hasta tan tarde fue cuando… De hecho, ni siquiera recordaba la ultima vez que habia dormido tanto. Hacia de ello anos. Tal vez una decada. Recordo el cansancio de aquellos ultimos dias, la sensacion que tuvo de que el ataud de Katie se elevaba y caia sobre su cuerpo como una caja de ascensor. Despues, simplemente Ray Harris y Dave Boyle habian ido a visitarle la noche anterior, cuando estaba tumbado y borracho en el sofa de la sala de estar, pistola en mano, y contemplo como lo saludaban desde la parte trasera del coche que olia a manzanas. La nuca de Katie aparecia entre ellos mientras bajaban por la calle Gannon, aunque Katie nunca miro hacia atras; simplemente Ray y Dave saludaban como locos, con una sonrisa burlona, al tiempo que Jimmy sentia que la pistola le escocia en la palma de la mano. Habia olido el aceite y habia contemplado la posibilidad de llevarse el canon a la boca.
El velatorio habia sido una pesadilla: Celeste se habia presentado a las ocho de la tarde cuando estaba lleno de gente; habia atacado a Jimmy, le habia golpeado con los punos y le habia llamado asesino. «Tu, como minimo, tienes su cuerpo -le habia gritado-. ?Y yo, que tengo? ?Donde esta, Jimmy? ?Donde?» Bruce Reed y sus hijos se la habian quitado de encima y la sacaron de alli a rastras, pero Celeste no cesaba de gritar: «Asesino. Es un asesino. Ha matado a mi marido. Asesino».
«Asesino.»
Despues habian celebrado el funeral, y el oficio religioso junto a la tumba. Jimmy habia permanecido alli de pie mientras metian a su nina dentro del agujero y cubrian el ataud con montones de barro y de piedras sueltas, y Katie desaparecia de su vista bajo toda aquella tierra como si nunca hubiera existido.
El peso de todos ellos le habia penetrado hasta los mismisimos huesos la noche anterior, y le habia calado muy hondo. El ataud de Katie se elevaba y caia, se elevaba y caia, asi que para cuando metio la pistola de nuevo en el cajon y se dejo caer pesadamente en la cama, se sentia inmovilizado, como si le hubieran rellenado la medula osea de sus muertos y la sangre se estuviera coagulando.
«?Dios mio! ?Nunca me habia sentido tan cansado! -penso-. Tan cansado, tan triste, tan inutil y solo. Estoy exhausto a causa de mis errores, de mi rabia y de mi amarga tristeza. Agotado como consecuencia de mis pecados. ?Dios, dejame solo y dejame morir para que no haga maldades, para no encontrarme cansado, y para no tener que seguir soportando la carga de mi naturaleza y de mi amor. Librame de todo eso, porque estoy demasiado cansado para hacerlo yo solo.»
Annabeth habia intentado comprender su culpa, el horror que sentia por si mismo, pero no lo habia conseguido. Ella no habia apretado ningun gatillo.
Y, el en cambio, habia dormido hasta las once. Doce horas seguidas, y ademas fue un sueno profundo, ya que no oyo a Annabeth levantarse.
Jimmy habia leido en alguna parte que uno de los sintomas de la depresion era un cansancio permanente, una necesidad compulsiva de dormir, pero a,medida que se incorporaba sobre la cama y escuchaba el ruido de los tambores, acompanado entonces por los toques de aquellos instrumentos metalicos de viento, casi en armonia, se encontro como nuevo. Se sentia como si tuviera veinte anos; muy despierto, como si no necesitara volver a dormir nunca mas.
Penso en el desfile. Los tambores y las trompetas procedian de la banda que se preparaba para desfilar por la avenida Buckingham al mediodia. Se levanto, se acerco a la ventana y corrio las cortinas. Aquel coche no habia puesto en marcha el motor porque habian cerrado la calle desde la avenida Buckingham hasta Rome Basin. Treinta y seis manzanas. Observo la avenida a traves de la ventana. Era una linea definida de asfalto azul grisaceo bajo un ardiente sol, y tan limpio que Jimmy no recordaba haberlo visto nunca asi. Caballetes azules bloqueaban el acceso a cualquier calle que cruzara y se extendian de un extremo a otro del bordillo hasta donde Jimmy alcanzaba a ver en ambas direcciones.
La gente habia empezado a salir de sus casas para coger sitio en la acera. Jimmy observo como se instalaban con sus neveras portatiles, sus radios y sus cestas de comida, y saludo a Dan y Maureen Guden mientras estos desplegaban sus tumbonas delante de la lavanderia Hennessey. Cuando le devolvieron el saludo, se sintio conmovido por la preocupacion que vio en sus rostros. Maureen ahueco las manos alrededor de su boca y le llamo. Jimmy abrio la ventana y se apoyo en la mosquitera, y le llego un soplo del sol de la manana, del aire diafano, y los restos del polvo primaveral que estaban pegados a la tela metalica.
– ?Que has dicho, Maureen?
– Te he preguntado como estas, carino. ?Estas bien?
– Si -respondio Jimmy, sorprendiendose al comprobar que, en realidad, se encontraba bien.
Todavia llevaba a Katie en su interior, como un segundo corazon herido y enfadado, estaba convencido de ello, cuyos latidos airados nunca cesarian. No se hacia ilusiones al respecto. El dolor que sentia se habia convertido en algo constante, en algo mas real que cualquiera de sus miembros. Pero, en cierto modo, durante su largo sueno, habia conseguido aceptarlo. Alli estaba, formaba parte de el, y de ese modo podia manejarlo. Por lo tanto, dadas las circunstancias, se sentia mucho mejor de lo que podria haber esperado.
– Estoy… bien -les dijo a Maureen y a Dan-. Teniendo en cuenta la situacion.
Maureen asintio con la cabeza, y Dan le pregunto:
– ?Necesitas algo, Jim?
– Cualquier cosa que necesites, nos la pides -insistio Maureen.
Jimmy sintio una oleada satisfactoria y eterna de amor hacia ellos y hacia el lugar en general, al contestar:
– Muchas gracias, de verdad, pero no me hace falta nada. Os lo agradezco de todo corazon.
– ?Vas a bajar? -le pregunto Maureen.
– Si, creo que si -respondio Jimmy, sin estar seguro hasta que las palabras le brotaron de la boca-. Nos vemos ahi abajo dentro de un rato.
– Te guardaremos un sitio -tercio Dan.
Le saludaron con la mano; Jimmy les devolvio el saludo y se aparto de la ventana, con el pecho aun repleto de aquella arrolladora mezcla de orgullo y de amor. Esa era su gente. Y aquel era su barrio. Su hogar. Le guardarian un sitio. Lo harian. A Jimmy el de las marismas.»
Asi le llamaban los grandullones en los viejos tiempos, antes de que le mandaran a Deer Island. Solian llevarle a los clubes sociales de la calle Prince en la zona del North End, y decian: «Hola, Carla, este es el amigo del que te hable. Jimmy. Jimmy el de las marismas».
Carla, Gino o cualquiera de los demas irlandeses abrian los ojos de par en par, y decian: «?De verdad? Jimmy de las marismas. Encantado de conocerte, Jimmy. Hace mucho tiempo que admiro tu trabajo».
A continuacion, contaban chistes sobre su edad: «?Forzaste tu primera caja fuerte cuando todavia llevabas panales?», aunque Jimmy notaba el respeto, cuando no algo de temor, que aquellos tipos duros sentian en su presencia.
El era Jimmy el de las marismas. Habia dirigido su primera banda cuando tenia diecisiete anos. ?Solo diecisiete! ?No parece imposible? Un tipo serio, con el que nadie se metia. Un hombre que mantenia la boca cerrada, que conocia las reglas del juego y que sabia respetar a los demas. Un hombre que ganaba dinero para sus amigos.
Por aquel entonces era Jimmy de las marismas, y todavia seguia siendolo, y toda esa gente que empezaba a agruparse a lo largo de las calles por las que iba a pasar el desfile… le querian. Se preocupaban por el y compartian un poco de su dolor de la mejor forma que sabian. Y a cambio de su amor, ?que les daba el? Tuvo que preguntarselo. ?Que les daba el en realidad?
Lo mas parecido a una presencia dominante en el barrio desde la epoca en que los federales y el Grupo Anticorrupcion arrestaron a la banda de Louie Jello habia sido… ?que? ?Bobby O'Donnell? Bobby O'Donnell y Roman Fallow. Un par de traficantes de pacotilla, que se habian dedicado a cobrar por proteger establecimientos, a la usura y a la extorsion. Jimmy habia oido rumores de que habian hecho un trato con las bandas vietnamitas de Rome Basin para evitar que los amarillos se introdujeran en el negocio, y, de ese modo, no tener que compartir su territorio. Despues habian celebrado la alianza reduciendo la floristeria de Connie a cenizas, como advertencia a cualquiera que se negara a pagar las primas de proteccion.
Las cosas no se hacian asi. Uno hacia sus negocios fuera del barrio, y no convertia al barrio en un negocio.