representamos. ?No? Muy bien, pero mas os valdra vigilar de cerca toda la maquinaria, chicos. No me gustaria nada prenderle fuego a algo tan valioso.»

Tendria que sentarse con Val y Kevin para hablar de su futuro.

La ciudad estaba a la espera de que alguien la pusiera en marcha. ?Y con Bobby O'Donnell? Jimmy decidio que si Bobby seguia empenado en permanecer en East Bucky, no le aguardaria un futuro muy prometedor.

Termino de afeitarse, y observo su reflejo en el espejo por ultima vez. ?Que era malo? Pues muy bien. Podia vivir con ello porque en su corazon albergaba amor y se sentia seguro. ?No le parecia una mala combinacion!

Se vistio. Atraveso la cocina con la sensacion de que el hombre que habia hecho creer que era todos aquellos anos habia bajado por el desague del cuarto de bano. Oia a sus hijas gritando y riendose, porque el gato de Val seguramente las estaba lamiendo sin parar, y penso: «?Que sonido tan bonito!».

Sean y Lauren encontraron aparcamiento delante de la cafeteria Nate amp; Nancy. Nora dormia en su cochecito y lo colocaron a la sombra bajo la marquesina. Se apoyaron en la pared y se comieron los cucuruchos mientras Sean miraba a su mujer y se preguntaba si serian capaces de lograrlo, o si el distanciamiento de ese ano habria causado demasiados estragos, si habria acabado con su amor y con todos los anos buenos que habian pasado juntos antes del desastre de los dos ultimos anos. No obstante, Lauren le cogio de la mano y la apreto, y Sean contemplo a su hija y penso que se parecia a algo que merecia ser adorado, a una pequena diosa tal vez, que le llenaba.

A traves del desfile que avanzaba ante ellos, Sean vio a Jimmy y a Annabeth Marcus al otro lado de la calle; sus dos preciosas hijas estaban sentadas sobre los hombros de Val y Kevin Savage, y saludaban a todas las carrozas y descapotables que desfilaban frente a ellas.

Sean sabia que habian pasado doscientos dieciseis anos desde que construyeran la primera carcel de la zona, a lo largo de las orillas del canal que acabo llevando su nombre. Los primeros habitantes de Buckingham habian sido los vigilantes de prisiones y sus familias, ademas de las mujeres e hijos de los hombres que estaban encarcelados. Nunca habia sido una situacion facil. Cuando liberaban a los prisioneros, estos estaban demasiado cansados o eran demasiado viejos para trasladarse a otro lugar, por lo que Buckingham bien pronto fue conocido como el vertedero de la escoria de la sociedad. Aparecieron miles de bares por toda la avenida y sus sucias calles, y los carceleros se mudaron a las colinas, literalmente, y construyeron sus casas alli arriba para poder seguir controlando a la gente que antes habian vigilado. El siglo XIX trajo consigo una prosperidad repentina del sector ganadero, y empezaron a aparecer corrales de ganado en el lugar en el que por entonces se encontraba la autopista, y se instalo un rail de mercancias a lo largo de la calle Sydney para que los novillos no tuvieran que recorrer el largo camino que los separaba del centro de lo que en ese momento era la ruta del desfile. Generaciones de presos y de trabajadores de matadero, junto con sus descendientes, extendieron las marismas hasta las mismisimas vias del tren de mercancias. La carcel se cerro tras algun movimiento de reforma luego olvidado, la prosperidad del sector ganadero toco a su fin, pero los bares siguieron brotando. Una oleada de inmigrantes irlandeses siguio a la de los italianos, doblandola en numero, y se construyeron las vias elevadas del tren, y aunque se dirigian en tropel al centro de la ciudad para trabajar, siempre regresaban al final del dia. Uno siempre regresaba al barrio porque lo habia construido, conocia sus peligros y sus placeres y, lo mas importante, nunca se sorprendia de nada. Habia cierta logica en la corrupcion y en los banos de sangre, en las peleas de los bares y en los partidos de beisbol callejero, y en las relaciones sexuales de los sabados por la manana. Nadie mas veia aquella logica, y esa era precisamente la gracia. No acogian con agrado a nadie mas.

Lauren se apoyo en el, con la cabeza bajo la barbilla de Sean, y Sean sintio sus dudas, pero tambien su resolucion, su necesidad de volver a confiar en el.

– ?Hasta que punto te asustaste cuando ese nino te apunto con la pistola en la cara?

– ?La verdad?

– Por favor.

– Estuve a punto de perder el control de mi esfinter.

Asomo la cabeza desde debajo de su barbilla y se le quedo mirando.

– ?De verdad?

– Si -respondio el.

– ?Pensaste en mi?

– Si -contesto-. Pense en las dos.

– ?Que te imaginaste?

– Esto mismo -respondio Sean-. Este momento que estamos viviendo ahora mismo.

– ?Con desfile y todo? Sean asintio con la cabeza.

Lauren le beso en el cuello, y anadio:

– No te lo crees ni tu, carino, pero me gusta oirlo.

– No te estoy mintiendo -protesto el-. ?De verdad!

Lauren se quedo mirando a Nora, y exclamo:

– ?Tiene tus ojos!

– ?Y tu nariz!

Miraba al bebe fijamente cuando dijo:

– Espero que esto funcione.

– Yo tambien.

Sean la beso.

Se reclinaron juntos contra la pared, mientras rios de gente pasaban sin parar por la acera; de repente, Celeste se detuvo ante ellos. Tenia la piel palida y el pelo cubierto de pequenas motas de caspa; no paraba de estirarse los dedos, como si deseara arrancarselos de los nudillos. Al ver a Sean parpadeo, y dijo:

– Hola, agente Devine.

Sean alargo la mano, porque Celeste tenia toda la apariencia de irse a la deriva, si no tenia contacto fisico.

– Hola, Celeste. Llamame Sean.

Le estrecho la mano. Celeste tenia la palma de la mano pegajosa, los dedos calientes y se solto tan pronto como le hubo rozado la mano.

– Esta es Lauren, mi mujer -dijo Sean.

– ?Hola! -exclamo Lauren.

– ?Hola!

Durante un momento, nadie supo que decir. Permanecieron alli, incomodos y violentos, y al cabo de un rato Celeste miro al otro lado de la calle. Sean le siguio la mirada y vio a Jimmy; este tenia el brazo alrededor de Annabeth, los dos tan relucientes como el mismisimo sol, rodeados de amigos y familiares. Parecia que nunca jamas fueran a perder nada.

Jimmy miro con rapidez a Celeste y clavo la mirada en Sean. Movio la cabeza en senal de reconocimiento y Sean le devolvio el saludo.

– Ha matado a mi marido -declaro Celeste.

Sean sintio como Lauren se quedaba helada junto a el.

– Ya lo se -respondio-. Todavia no puedo probarlo, pero lo se.

– ?Lo hara?

– ?El que?

– Probarlo.

– Lo intentare, Celeste. ?Lo juro por Dios!

Celeste se volvio hacia la avenida y empezo a rascarse la cabeza con una lenta ferocidad, como si escarbara en busca de piojos.

– Ultimamente soy incapaz de concentrarme -se rio-. No me esta bien decirlo, pero no puedo. De verdad.

Sean alargo la mano y le toco la muneca. Ella le miro, con sus castanos ojos furiosos y envejecidos. Parecia estar segura de que Sean iba a abofetearla.

– Puedo darte el nombre de un doctor, Celeste, que es especialista en tratar a gente que ha perdido a familiares de forma violenta -dijo Sean.

Celeste asintio, aunque las palabras de Sean no parecieron servirle de consuelo. Retiro la muneca de su mano y comenzo a estirarse los dedos de nuevo. Se percato de que Lauren la observaba, y se miro los dedos.

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