costara, tenian que establecer contacto con los exploradores, no podian despreciar, aunque fuese poco creible, la posible hipotesis de «hostilidad». Era necesario prestarle atencion y la tenian en cuenta.
La nave fue equipada con todos los medios de defensa, que se pudieron prever, ante cualquier peligro.
Y la expedicion comenzo el dia senalado, dia que quedaria grabado en la memoria de todos los hombres de la Tierra.
Pasaron cuarenta y dos horas. La astronave «Guerman Titov», laboratorio volante del Institulo de cosmonautica, se encontraba en una orbita paralela al satelite explorador mas proximo a la Tierra, manteniendo una distancia poco considerable.
Los observatorios terrestres habian transmitido unas quince veces que coincidian las coordenadas de la nave con las del satelite, que ambas habian sido registradas por los radares en un mismo punto y que como consecuencia se encontraban en una misma linea, segun el «rayo visual» de las instalaciones de radar.
Pero no habia forma de encontrar el satelite.
Numerosos aparatos, instalados en un enorme bastidor que ocupaba una gran parte de la sala de trabajo de la nave, no percibian nada. Solo el determinador gravitacional, o gravimetro, como le llamaban frecuentemente, mostraba la existencia de una masa considerable en el espacio proximo, que a simple vista parecia completamente vacio.
El satelite, sin duda alguna, se encontraba muy cerca.
Por desgracia, eran insuficientes las indicaciones solo de un gravimetro para acercarse a un cuerpo invisible. Era necesario sondearlo con otros aparatos, que indicaran no solo la masa, sino la direccion exacta hacia ella y tambien la distancia.
Estos datos todavia no existian.
El satelite manifestaba claramente el deseo de no «entregarse en las manos» facilmente…
Al principio todo marcho como sobre ruedas. El comandante de la «Titov», Yuri Veresov, experimentado astronauta, puso su nave con mucha seguridad en la trayectoria necesaria y, observando las indicaciones de la Tierra, «se coloco» pegado al satelite. Entonces llego el primer comunicado sobre la coincidencia de las coordenadas. Parecia que el objetivo habia sido conseguido y que lo restante era sencillo: pegarse bordo con bordo y comenzar a observar al «huesped».
Pero esto era solo en apariencia.
La «Titov» se acercaba despacio y con precaucion al objetivo. Nadie sabia que esperaba a las personas en la aproximacion al «extranjero», como recibiria la astronave terrestre, que medios de «defensa» habian establecido en el los desconocidos amos.
Podria ser posible que hubieran decidido que las personas de la Tierra no debian conocer, bajo ningun pretexto, a sus exploradores, pues no en balde fueron adoptadas tan numerosas medidas de precaucion.
En una sola cosa habia completa seguridad: ?los satelites no eran de antisubstancia!
— Puede explotar si nos acercamos demasiado, — supuso Stone —. ?No es hora ya de enviar un robot?
— Creo que es pronto — contesto Sinitsin —. Es necesario acercarse mas.
— ?Y quien puede decir si estamos cerca o lejos? — pregunto Veresov.
— En primer lugar, esto nos indica el gravimetro. Sus indicaciones todavia no han llegado a los calculos realizados por nosotros sobre la masa del satelite. Esto significa que por ahora esta lejos. En segundo lugar, deben ya ponerse en funcionamiento otros aparatos. Los radares terrestres penetraran en el satelite cualquiera que sea su defensa.
Lo cual quiere decir que nosotros podemos sondearlo aunque sea lo invisible que sea.
Los rayos infrarrojos… — Sinitsin se quedo con la palabra en la boca…
La aguja del gravimetro se inclino fuertemente hacia la izquierda. Y casi en este mismo momento varios observatorios terrestres informaron inmediatamente que el satelite se habia escapado de las pantallas de los radares, yendo hacia adelante y aumentando la velocidad.
Involuntariamente se preguntaron: «?Es esto casual?»
— Como si nos hubiera olfateado — dijo Muratov.
Veresov conecto el acelerador.
La situacion era de nuevo la misma aproximadamente al cabo de una hora. La aguja del gravimetro se desvio hacia la derecha.
Muratov no apartaba los ojos del ocular del telescopio. Le fue encargada la observacion visual pero hasta ahora no habia podido ver nada. Y de repente le parecio que una mancha opaca oscurecio el refulgente campo de estrellas que rodeaba la astronave. Algo parecido un espectro, grande y oscuro, eclipso los puntos no centelleantes de los astros formando un abismo negro en la inmensidad del cosmos.
Pero la vision aparecio por un instante y desaparecio. ?Por fin se habia conseguido ver el satelite misterioso, o fue un engano de la vista cansada?
Muratov no dijo nada de lo que habia visto a sus camaradas. De nada les hubiera servido.
Veresov comenzo de nuevo a aproximarse con precaucion, dirigiendose solo por la aguja del gravimetro que se deslizaba suavemente hacia la derecha.
Se acercaba la masa desconocida.
Stone ya habia extendido la mano hacia el boton. Una ligera presion y del cuerpo de la «Titov» se separaria un robot-explorador cosmico en forma de cohete pequeno, pero potente. Dirigido por el gravimetro portatil
Algo habia centelleado en la pantalla infrarroja.
Y… de nuevo un fuerte salto de la aguja hacia la izquierda. Un minuto de espera y la voz de la Tierra informo: ?el satelite de nuevo se ha apartado, ha frenado, se ha rezagado!
Esto ya se parecia a una accion consciente.
Veresov pone en funcionamiento los motores de freno.
— Asi podemos continuar hasta la eternidad — dijo para si, pero lo suficientemente fuerte.
Sinitsin pudo notar esta vez una senal entrecortada del radiolocalizador. En ondas superex-tracortas tenia lugar una transmision. No podia proceder de la Tierra ya que todas las estaciones de onda corta no funcionaban a esta hora cumpliendo una peticion del Instituto de cosmonautica. No cabia duda de que las senales debian proceder del satelite.
Quedo sin saber si esto habia sido radiacion de su propio transmisor o, al contrario, si su receptor habia captado un comunicado ajeno.
— ?Puede ser que sea un eco de la transmision que acabamos de recibir? — conjeturo Stone —, por ejemplo de la Luna.
— Tienen un diapason completamente distinto — contesto Sinitsin —. El eco podia llegar de la Luna mucho antes, pero no en este momento. Esta demasiado cerca.
Esta vez pasaron mas de dos horas hasta que consiguieron aproximarse al satelite.
Por tercera vez todo se repitio como al principio.
Y lo mismo sucedio despues con la cuarta… con la quinta… con la sexta…
El satelite «jugaba». Aumentaba o disminuia la velocidad en cuanto la «Titov» se acercaba a una distancia, por lo visto, completamente determinada. Era imposible predecir estas maniobras, no habia en ellas ninguna sucesion. Con frecuencia el satelite se marchaba varias veces seguidas, despues frenaba inesperadamente, y de nuevo marchaba hacia adelante. Era dificil dejar de pensar en que esto no fuera un mecanismo, sino un ser vivo que aspiraba a ocultarse, a escaparse de la persecucion que no le dejaba tranquilo.
Todo esto se repitio durante cuarenta y dos horas.
Ni a los participantes de la expedicion, ni a los cientificos que observaban la marcha de las operaciones desde la Tierra, les cabia la menor duda de que al satelite lo dirigia alguna voluntad consciente. Era evidente, que habia «alguien» o «algo» captado por la «Titov» que habia adivinado sus intenciones y queria impedir el encuentro.
?Quien lo dirigia? ?Y de donde se realizaba esta direccion? Desde el mismo satelite o… Pero era demasiado fantastica la idea de que se podria dirigir desde otro planeta fuera del Sistema solar.
— Es un cerebro electronico y se encuentra en el satelite — afirmo Stone.
— De ninguna forma puede encontrarse en el satelite — replico Muratov —. En tal caso no eran necesarias