las senales de radio.

— Puede venir de un satelite a otro ya que son dos.

— No tienen nada de que «hablar» si en ellos no existe un ser racional. La direccion procede de la Luna, o… de la Tierra.

— ?De la Tierra?

— ?Es que esto no es posible? — contesto Viktor a la pregunta con otra.

Esta suposicion que a primera vista parecia tan rara, tenia, en efecto, un fundamento real. Si los habitantes de un mundo vecino (?seria vecino?) conocian hace tiempo la Tierra, lo cual parecia que ya no ofrecia dudas, ?acaso no habrian podido secretamente visitar nuestro planeta y dejar en el, en un lugar bien oculto, su cerebro electronico? En la epoca, cuando todavia no existia el «Servicio del cosmos» y nadie observaba el espacio proximo a la Tierra, una astronave ajena podia aterrizar en el planeta y despegar sin que nadie lo notara. Muratov estaba en lo cierto. Y aun era mucho mas facil ir a la Luna en la que el hombre todavia no habia puesto el pie; mas aun que hasta ahora no estaban descubiertos todos los secretos de la Luna, y su superficie no habia sido explorada por completo.

— Si existe este cerebro electronico — dijo Veresov —, y tiene el programa de no permitir la aproximacion de los objetos terrestres, jamas alcanzaremos al satelite.

— Algo parecido — dijo desalentado Stone.

La persecucion continuo tenazmente, pero ya hacia tiempo que se habian perdido todas las esperanzas de exito.

El satelite no puede «cansarse». Si la energia que posee habia bastado para los cien anos anteriores, e incluso mas, entonces no existe ningun fundamento para esperar que se agote precisamente ahora. Solo los hombres pueden cansarse.

Nadie podia suponer que la expedicion se dilatara tanto. A bordo no habia segundo piloto y el conductor automatico no servia para los cambios repentinos del vuelo, ya que no se le podia dotar de un programa de accion.

La «Titov» volvio a la Tierra despues de dos dias y medio de persecucion.

Salieron de ella Stone, Muratov, Sinitsin y Veresov cansados, excitados por el fracaso completo.

— ?Hay que pensar, pensar y pensar! — dijo Stone —. No existen problemas indisolubles. ?Tiene que haber solucion y la encontraremos!

4

Pasaron varios dias.

Yuri Veresov ocupo de nuevo su puesto en el cuadro de mando. La tripulacion de su astronave estaba formada por las mismas tres personas.

Esta vez el «Guerman Titov» no iba solo. Con el volaban dos naves mas de la escuadrilla tecnica del Instituto de cosmonautica: «Valentina Tereshkova» y «Andrian Nikolaiev». Todas las astronaves de esta escuadrilla llevaban los nombres de los primeros cosmonautas de la Tierra.

La segunda expedicion comenzo con el mismo objetivo pero con metodos distintos, elaborados en gabinetes silenciosos.

Los satelites estaban tranquilos durante estos dias. El mas proximo de ellos «se tranquilizo» en cuanto la «Titov» ceso la persecucion y tomo rumbo hacia la Tierra. Vuelta tras vuelta por su orbita espiral, giraban inmutablemente los dos exploradores alrededor de la Tierra, cambiando de vez en cuando la velocidad en correspondencia con la distancia y las leyes fisicas, y con menos frecuencia por su propia iniciativa.

Sin ningun trabajo los seguian las instalaciones de radar. Las senales en las pantallas eran demasiado debiles pero no se habian perdido, y las observaciones se realizaban durante las veinticuatro horas del dia.

A peticion del Instituto de cosmonautica una de las astronaves que regresaba a la Tierra procedente de Venus, volo cerca del satelite mas lejano, para comprobar como reaccionaba. El explorador numero dos la dejo casi pegarse a la nave y lo mismo que el primero se escapo de ella aumentando la velocidad.

Los dos satelites maniobraban identicamente.

La comparacion de los resultados de este experimento con lo observado durante la primera expedicion de la «Titov», condujo a la aparicion de una nueva teoria casi contraria a la primera. Sinitsin y Stone, independientemente uno del otro, llegaron a la misma conclusion: a los satelites no los dirigia nadie, mejor dicho, no los dirigian personas, seres vivos y racionales. Los aparatos-automatas reaccionan ante la aproximacion de una masa extrana y transmiten la senal a los motores, que tambien se conectan automaticamente, dirigiendo el satelite hacia adelante o hacia atras, resultando la direccion algo casual.

Nada de racional habia en las acciones de los satelites.

— Estos aparatos — senalo Stone — reaccionan lo mismo ante la aproximacion de los satelites a, la Tierra o a la Luna. Esto lo puede explicar su orbita en espiral. Y por esto es completamente natural que ellos sientan la masa de la Tierra o de la Luna a una distancia mucho mas grande que la masa de la «Titov».

Este punto de vista parecia que lo explicaba todo. Tenia el mismo derecho a ser mantenido que cualquier otro, ya que la verdad era desconocida. Pero tuvo lugar un hecho que dio base para dudar de la justeza de esta hipotesis. Fue la senal del radiolocalizador, observada por Sinitsin, en la segunda marcha de la «Titov» hacia el satelite. Es cierto que esta senal fue unica y que no se volvio a repetir. Si el aparato registrador no la hubiera grabado en la cinta, lo que demostraba la irrefutabilidad de la existencia de la senal, se hubiera podido sospechar que Sinitsin se habia equivocado.

— No demuestra nada — dijo Henry Stone no dando su brazo a torcer —. La senal iba de un satelite a otro. Esto sencillamente significaba: «?Atencion!» Los equipos ciberneticos pueden dar senales de advertencia.

Muratov presento una proposicion concreta en la reunion de turno del consejo cientifico.

— Tenemos — dijo — dos puntos de partida para las acciones ulteriores. Primero: los satelites perciben la aproximacion de masas extranas, ademas no es grande la sensibilidad de los aparatos instalados en ellos. Segundo: la presencia de transmisiones de radio. Estas dos circunstancias se pueden utilizar para obtener informacion. ?Como?

Intentare ahora explicarlo, comenzando del segundo punto. Si el camarada Stone esta en lo cierto y los satelites se advierten mutuamente del peligro, entonces lo tendran que hacer por segunda vez, cuando de nuevo nos acerquemos a uno de ellos. Llamo particularmente la atencion de ustedes en que la senal del radiogoniometro aparecio solo en la segunda marcha de la «Titov» y no en la primera lo cual seria completamente logico.

?Por que ocurrio esto? ?Es que es posible que el aparato automatico cibernetico pueda «dejar escapar» nuestra primera aproximacion? ?Es que estaba durmiendo? Solo encuentro una explicacion a este hecho mucho mas que extrano. Esto podia ocurrir unicamente si la senal fuese enviada no por un aparato automatico, sino por un ser vivo.

Pero en este caso la enviaria no desde el satelite sino fuera de el. Veo que alguno de ustedes quiere objetar algo. Esperen un poco a que termine de exponer mis ideas, y entonces… Propongo establecer de una vez y para siempre de donde procedio la senal.

Esto se puede hacer por medio de la radiogoniometria. Claro esta que para localizar un transmisor que esta instalado en el espacio, son insuficientes las dos lineas corrientes, necesitamos tres. Para esto tenemos que enviar tres naves que registren la misma senal.

A proposito, segun mis calculos, la unica linea que ya poseemos no ha pasado por el punto donde en aquel momento se encontraba el segundo satelite. Ahora pasemos al primer punto de partida. Nos hemos convencido de que el satelite permite acercarse mucho a la astronave, y solamente entonces se aleja de ella. Repito otra vez que esto demuestra la escasa sensibilidad de sus aparatos, por lo cual, no debemos alterarlos con una. Nos acercaremos al satelite a una distancia que no ofrezca peligro y lo demas lo realizaran las personas con escafandras. Se puede decir con toda seguridad que los aparatos del satelite no sentiran la aproximacion de una masa tan pequena como el hombre.

— ?Cual es el papel que usted destina a estas personas? — pregunto Matthews.

— El de examinar el satelite, aclarar de que esta hecho, por que es invisible, y, por fin, tratar de penetrar

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