– Por supuesto -dijo-. Ciertas lineas, claro.

El subdirector parecio a la vez triste y enfadado. Se inclino hacia delante.

– ?De verdad cree que el Holocausto no sucedio?

Ashley parpadeo.

– ?Que?

– ?Que el asesinato de seis millones de judios fue simple propaganda y nunca ocurrio?

– No entiendo…

– ?Son los negros una raza inferior? ?Poco mas que animales salvajes?

Ella no respondio, muda de sorpresa.

– ?Que los judios controlan el FBI y la CIA? ?Y que la pureza de raza es el asunto mas importante al que se enfrenta hoy nuestra nacion?

– No se que preten…

El alzo una mano, la cara enrojecida. Senalo su ordenador.

– Venga aqui y entre con su contrasena -ordeno con aspereza.

– No entiendo…

– No me tome por tonto -la corto el.

Ashley se acerco a la mesa e hizo lo que le pedian. El ordenador emitio un sonido familiar, y una imagen del museo lleno la pantalla, seguida de una pantalla que rezaba: «Bienvenida, Ashley. Tienes mensajes no leidos en tu buzon.»

– Muy bien -dijo Ashley, incorporandose.

El subdirector se apodero del teclado.

– Aqui -dijo-. Busquedas recientes.

Pulso una serie de teclas. La imagen del museo fue sustituida por una pantalla negra y roja y una musica marcial lleno los altavoces. Una gran esvastica aparecio de repente, seguida por otra musica. Ashley no reconocio la cancion Horst Wessel, pero capto su naturaleza. Abrio la boca asombrada y trato de hablar, pero sus ojos estaban clavados en el ordenador, que mostraba antiguas fotografias en blanco y negro de un grupo de personas alzando el brazo con el saludo nazi mientras Sieg Heil! se repetia media docena de veces. Reconocio imagenes de El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, que fueron sustituidas por un «Bienvenido a la pagina web de la Nacion Aria». Al instante aparecio una segunda pantalla, que proclamaba: «Bienvenida, soldado de asalto Ashley Freeman. Por favor, introduzca su clave de acceso.»

– ?Tenemos que continuar? -pregunto el subdirector.

– Esto es una locura -dijo Ashley-. No es mio. No se como…

– ?No es suyo?

– No. No se como, pero…

El subdirector senalo la pantalla.

– Bien -dijo-. Teclee su clave del museo.

– Pero…

– Hagalo -dijo el friamente.

Ella se inclino y tecleo. Sono otra fanfarria musical, algo de Wagner.

– No comprendo…

– Ya.

– Alguien lo ha manipulado -dijo Ashley-. Un ex novio. No se como, pero es muy bueno con los ordenadores y debe de…

El subdirector alzo una mano.

– Pero acaba de decirme que no hay nada raro en su vida. «Nada fuera de lo normal.» Un ex novio que la inscribe en una pagina web de neonazis, bueno, yo lo consideraria fuera de lo normal.

– Es que el…

El subdirector sacudio la cabeza.

– Por favor, no me ofenda con mas excusas tontas. Este es su ultimo dia aqui, Ashley. Aunque su excusa sea verdad, bueno, no podemos tolerar esto. Novio despechado o creencia autentica, da igual. Ambas cosas resultan inaceptables en la atmosfera de tolerancia que promovemos aqui. Esto es pornografia del odio. No lo permitire. Y, para ser sincero, no estoy seguro de creerla. Le enviaremos por correo su ultima nomina. Buenas noches, senorita Freeman. Por favor, no vuelva. Y por favor -anadio mientras senalaba la puerta-, no solicite referencias.

De regreso a su apartamento, Ashley pasaba de las lagrimas de frustracion a la furia absoluta. A cada paso se enfurecia mas, tanto que apenas veia las sombras y la oscuridad que la rodeaban. Marchaba con precision militar por las calles, tratando de saber que hacer, pero cegada por la colera. Nadie en su sano juicio permitiria que alguien le fastidiara la vida de esa manera, asi que decidio que aquello iba a acabarse esa misma noche.

Una vez llego a casa, arrojo la chaqueta y la mochila sobre la cama y fue directa al telefono. Marco el numero de Michael O'Connell.

La voz de el sono sonolienta.

– ?Si? ?Quien es?

– Sabes jodidamente bien quien es -le espeto Ashley.

– ?Ashley! Sabia que llamarias…

– ?Hijo de puta! ?Has arruinado mis estudios y mi trabajo! ??Que clase de gusano eres?!

El guardo silencio.

– ?Dejame en paz de una vez! ??Me has oido, asqueroso bastardo?!

El continuo en silencio.

Ella se embalo.

– ?Te odio con toda mi alma! ?Maldito seas mil veces, Michael O'Connell! ?Te dije que se habia acabado y se acabo! No quiero verte ni en pesadillas. No puedo creer que me hayas hecho esto. ?Y dices que me amas? Eres una persona enferma y malvada. ?Desaparece de mi vida! ?Para siempre! ?Lo entiendes, cabron de mierda?

El siguio sin responder.

– ?Me oyes, cabronazo? ?Se acabo! Alejate de mi o te arrepentiras. ?Has comprendido?

Espero una respuesta, pero no obtuvo ninguna. El silencio la envolvio como una enredadera.

– ?Sigues ahi? -pregunto. De repente penso que habia colgado y que sus palabras desaparecian en el vacio electronico-. ?Lo entiendes? Se acabo…

Mas silencio.

Le parecio oir su respiracion.

– Por favor -dijo, serenandose-, esto tiene que acabar.

Cuando el hablo por fin, la desconcerto.

– Ashley -respondio casi con alegria-, es maravilloso oir tu voz. Cuento los dias que faltan para que volvamos a estar juntos. -Hizo una pausa y luego anadio-: Para siempre.

Y colgo.

– ?Pero sucedio algo? -pregunte.

– Si -respondio ella-. Muchas cosas, en realidad.

La mire a la cara y vi que se debatia con los detalles de lo que queria decir. Se vestia de reluctancia igual que algunos se ponen un jersey grueso en invierno, en prevision del frio y un empeoramiento del clima.

– Bueno -dije, un poco molesto por sus reticencias-, ?cual es aqui el contexto? Me metes en esta historia diciendo que yo debia encontrarle sentido. De momento no estoy seguro de haberlo hecho. Puedo ver los juegos que preparaba Michael O'Connell. Pero ?con que fin? Puedo ver que el crimen va tomando forma… pero ?de que crimen estamos hablando?

Ella levanto una mano.

– Quieres que las cosas sean simples, ?no? Pero el crimen no es tan simple. Cuando lo examinas, intervienen muchos elementos. A veces creo que todos ayudamos a crear la atmosfera psicologica y emocional necesaria para que las cosas malas y terribles echen raices y luego florezcan. Nosotros mismos somos una especie de invernadero para el mal. ?No te parece a veces?

No respondi. Me limite a observarla contemplar su taza de cafe, como si esta pudiera decirle algo.

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