– Hagame un examen. Mandeme un trabajo. Algo que me permita demostrar que he asimilado toda la ensenanza impartida…
– No encargo trabajos especiales ni concedo tratamientos especiales -replico la profesora, hosca-. Si lo hiciera, tendria que hacer lo mismo con cada estudiante perezoso o poco dedicado que se siente donde esta usted sentada, senorita Freeman, para aducir una excusa u otra, incluyendo las tipicas de mi perro se comio mi trabajo o mi abuelita ha muerto. Las abuelas parecen morirse en mis clases con deprimente frecuencia y regularidad, y a menudo mas de una vez. Asi que, senorita Freeman, empiece a asistir a clase y consiga una excelente nota en el ultimo examen. Tal vez asi consiga aprobar… ?Ha considerado dedicarse a otra cosa? Quiero decir, quizas el arte y los estudios de posgrado no son lo suyo.
– El arte ha sido siempre…
La profesora la interrumpio alzando una mano.
– ?De veras? Bien, buena suerte, senorita Freeman. La necesitara.
Ashley salio del despacho a un pasillo que resonaba de vacio. En algun lugar, en una escalera u otra planta, oyo una risa lejana, casi fantasmal. Se quedo inmovil. El estaba alli, vigilandola. Giro lentamente, como si el estuviera a un paso, como una sombra que la siguiera a todas partes. Presto atencion a cualquier sonido, una respiracion, un susurro, cualquier cosa que le confirmara que O'Connell estaba realmente alli, pero no oyo nada.
Los ojos se le empezaron a llenar de lagrimas. No tenia duda de que de algun modo era aquel demente quien habia conseguido borrar su nombre de las listas de asistencia. Se apoyo contra una pared, respirando con dificultad. Todas las clases a las que habia asistido, toda la atencion que habia prestado, las notas tomadas, la informacion, el conocimiento, la apreciacion de las formas, estilos y belleza de los artistas estudiados, en aquel momento no valian nada. Era como si todo aquello existiera en una dimension diferente donde la Ashley que creia ser continuaba con su vida, dispuesta a convertirse en la persona que queria ser.
«Me esta haciendo desaparecer», se dijo con subita lucidez. La furia y la desesperacion la embargaron. Se aparto de la pared. «Esto tiene que acabarse», decidio con inaudita determinacion.
Scott estaba sentado a su mesa, anonadado por lo que acababa de leer. Se sentia como si algo en su interior se hubiera marchitado. Las lineas de las paginas que tenia delante rielaban, como las ondas de calor sobre una carretera, y un ramalazo de panico cruzo su pecho.
El profesor Burris le habia enviado un ejemplar de su articulo publicado en
Pero eso no era lo peor. Resultaba que media docena de parrafos clave aparecian palabra por palabra en ambos. El profesor Burris los habia marcado con amarillo fluorescente.
En un articulo largo para una revista de prestigio y en una tesis doctoral de ciento sesenta paginas, dichos parrafos constituian un minimo porcentaje. Y las observaciones que hacian no eran de una importancia academica capaz de sacudir los cimientos del tema tratado. Pero Scott sabia que esos aspectos no eran lo significativo. Eran identicos, y eso era lo unico que se tendria en cuenta a la hora de juzgarlo como plagiador.
Recordo de pronto a la Reina Roja de
Scott no tenia duda de que en efecto habia escrito aquellas frases. Las pocas esperanzas que hubiera podido tener de que uno de sus dos ayudantes las hubiera escrito en una nota y que el las hubiese utilizado sin comprobarlo a conciencia habian desaparecido.
Se rebullo en el asiento.
El profesor Burris no habia mencionado la fuente de la denuncia. Scott supuso que procedia del estudiante de doctorado, o de algun miembro del claustro de la Universidad de Carolina del Sur. Cabia la posibilidad de que la hubiera hecho algun resentido (de los que habia miles por todo Estados Unidos) con los historiadores.
Hasta mediodia, Scott (sin afeitar, con los ojos hinchados, y por su cuarta taza de cafe) no pudo localizar por fin al decano del departamento de Historia de la UCS. El hombre se mostro amable y dispuesto a ayudar, y no parecia que el trabajo de Scott le hubiera provocado ninguna duda.
– Lo cierto es que recuerdo esa tesis -dijo-. Recibio notas muy altas por parte de todo el tribunal. Era una buena investigacion, bien redactada, y creo que va a publicarse en alguna parte. Su autor era un magnifico estudiante, y muy buena persona, imagino que tiene una carrera excelente por delante. Pero ?dice que hay algunas dudas sobre la tesis? Me cuesta imaginarlo…
– Solo quiero examinar algunas similitudes. Despues de todo, trabajamos en el mismo campo.
– Por supuesto -dijo el decano-. Aunque no me gustaria comprobar que uno de nuestros estudiantes ha hecho algo indecoroso…
Scott vacilo. Le habia dado a su interlocutor la falsa impresion de que el acusado de fraude era el estudiante.
– ?Sabe? Si pudiera hablar con ese joven podria aclarar las cosas -dijo.
– Por supuesto. Dejeme comprobar…
Scott tuvo que esperar varios tensos minutos. Permanecio inmovil en la silla, esperando para continuar con aquella conferencia que podria costarle todo lo que habia tardado anos en construir.
– Bien, profesor Freeman, lamento haberle hecho esperar. Es un poco dificil localizar a Louis. Tras recibir su doctorado se unio a Maestros por America. Desde luego, no es lo habitual en la mayoria de nuestros estudiantes. El numero y la direccion que tengo de el son de un sitio al norte de Lander, Wyoming, en una reserva india. Apunte…
Scott llamo a Wyoming, donde le dijeron que en ese momento Louis Smith estaba impartiendo clase a ninos de octavo curso. Dejo su nombre y explico que era urgente. Cuando por fin sono el telefono, contesto con ansia.
– ?Si?
– ?Profesor Freeman? Soy Louis Smith…
– Gracias por llamar.
El joven parecia excitado.
– Me siento muy honrado por su llamada, profesor Freeman. He leido todo lo que ha publicado, en particular lo referido al inicio de la guerra de Independencia. Esa es tambien mi especialidad. Las maniobras militares, las intrigas politicas, las expectativas. Tantas lecciones que deberiamos tener en cuenta hoy en dia… Quiero decir que puede imaginarse que distinto se ven en una reserva india los conceptos de historia que nosotros damos por sentado… -El joven hablaba rapidamente, sin parar. De pronto se detuvo, tomo aliento y pidio disculpas-. Lo siento. Estoy divagando. Por favor, profesor, ?a que debo el honor de su llamada?
Scott vacilo. La energia del joven maestro no era lo que esperaba.
– He leido su tesis doctoral…
– ?Dios mio! Oh, cuanto me alegra, quiero decir. ?Le gusto? ?Cree que hecho una buena interpretacion?
– Excelente -dijo Scott, un poco aturdido-. Y sus conclusiones son acertadas.
– Gracias, profesor. No se imagina cuanto significan sus palabras para mi. Ya sabe, uno hace un trabajo asi y suena con verlo publicado en una editorial especializada, pero en realidad solo su tribunal y tal vez su novia lo leen. Saber que usted lo ha leido…
– Hay algo que me gustaria preguntarle -dijo Scott, envarado-. Encuentro algunas similitudes entre su tesis y un articulo que escribi meses mas tarde…
– Si -dijo el joven-. En la
Scott tomo aire.
– Me han acusado de plagiar algunos parrafos suyos. No lo he hecho, pero me han acusado…
Se detuvo y espero. Louis Smith tardo un par de segundos en recuperarse.
– Pero eso es una locura -dijo-. ?Quien lo ha acusado?
– No lo se. Pense que podria ser usted.