– Deberia saber que colaboro con el Globe y el Times.

Scott trago con dificultad.

– Me alegro -dijo, afectando todo el entusiasmo que le fue posible-. Hay muchas historias en este campus que podrian interesar a esos periodicos. Bien, nos vemos el viernes, pues -concluyo, rogando que el estudiante esperara al viernes antes de llamar al redactor jefe de esos periodicos para dinamitar toda su carrera.

Colgo. Nunca habia creido que estaria tan asustado, no, tan aterrado, por la voz de un estudiante. Se dedico a estudiar rapidamente el material enviado por el profesor Burris, mas ansioso a cada frase que leia.

Hope entro en el servicio contiguo a la oficina de admisiones, sabiendo que probablemente era el unico sitio del colegio donde podria estar a solas unos momentos. Apenas la puerta se cerro tras ella, estallo en un sollozo profundo y desesperado.

La acusacion habia llegado al decano a traves de un e-mail anonimo. Decia que Hope habia acosado a una estudiante de quince anos en las duchas del vestuario femenino, cuando la chica estaba sola despues de una sesion de entrenamiento. Describia como Hope le habia acariciado los pechos y tocado la entrepierna, mientras le susurraba las ventajas de probar el sexo con una mujer. Como la adolescente se resistio, continuaba la acusacion, Hope la amenazo con manipular sus notas si alguna vez comentaba el episodio a las autoridades o a sus padres. El e-mail terminaba instando a los administradores a tomar «las medidas que fueran necesarias» para evitar un pleito y tal vez una acusacion penal. Usaba palabras como «depredadora» y «violacion de la confianza» junto con «reclutamiento homosexual» para describir la supuesta conducta de Hope.

Ni una sola palabra era cierta. Nada de aquello, descrito con detalle casi pornografico, habia sucedido jamas. Pero Hope dudaba que la verdad la ayudara a salir bien parada de aquella encerrona.

Aquel catalogo de mentiras concluia con una serie de suposiciones disparatadas, pintando a Hope poco menos que como un monstruo corruptor de menores.

Que los hechos nunca hubieran sucedido, que ella no supiera quien era aquella joven, que nunca hubiera entrado en el vestuario femenino sin otro miembro del claustro presente para evitar precisamente ningun malentendido, que se comportara con recato de monja cada vez que algo de naturaleza vagamente sexual se producia en el colegio, y que hubiera tenido cuidado de no exhibir nunca su relacion con Sally… de repente nada de eso valia para nada.

Que la denuncia fuera anonima tampoco significaba nada. Las habladurias correrian por todo el colegio, y los rumores se centrarian en adivinar a quien le habia ocurrido, no si habia ocurrido de verdad. En un instituto o una escuela privada, nada es tan explosivo como una acusacion de conducta sexual ilicita. Nunca habria una valoracion razonada y fundada de los cargos contra ella, Hope lo sabia. Tambien le preocupaba la reaccion en la comunidad que Sally y ella consideraban su hogar. Otras mujeres en su misma situacion probablemente saldrian en su defensa. Imagino sentadas y proclamas, articulos en la prensa y manifestaciones delante del colegio. Muchas mujeres como Hope odiaban ser estigmatizadas y clamarian por justicia. Esto era inevitable. Y eso mismo desvirtuaria cualquier posibilidad de librarse del asunto sin llamar la atencion. O sea, estaba condenada.

Se acerco al lavabo y se mojo la cara una y otra vez, como si de esa manera pudiera librarse de lo que se le venia encima. No queria ser adalid de ninguna causa y tampoco perder la confianza de las estudiantes, que tanto le habia costado conseguir.

– Nada de eso ha sucedido nunca -le habia dicho al decano-. Nada. Pero ?como puedo demostrar mi inocencia sin nombres, fechas, horas, etcetera?

El estuvo de acuerdo y accedio, por el momento, a no dar curso a la denuncia, aunque tendria que discutirlo con la direccion del colegio y tal vez incluso informar al presidente del consejo. Hope sabia que los rumores eran inevitables. El decano le sugirio que continuara con su actividad normal hasta que hubiera mas informacion.

– Siga entrenando a las chicas, Hope -dijo Wilson-. Gane el campeonato. Mantenga todas sus citas de tutoria con las estudiantes, pero… -Vacilo.

– ?Pero que? -pregunto Hope.

– No haga nada equivoco.

Mientras se miraba a los ojos enrojecidos en el espejo del lavabo, Hope nunca se habia sentido mas vulnerable. Salio del cuarto de bano, comprendiendo que el mundo donde se habia creido relativamente a salvo se habia vuelto muy peligroso.

Sally se esforzo por encontrar sentido a aquellos documentos mientras, acalorada, sudaba como en un entrenamiento.

Alguien habia conseguido acceder a su clave electronica y habia creado el caos en la cuenta de su cliente. Estaba furiosa por no haber creado una clave mas dificil de descifrar. Como el caso en cuestion era un divorcio, habia elaborado la clave «Divley». Tras contactar con los encargados de seguridad de los diferentes bancos que habian recibido los depositos de la supuestamente inviolable cuenta de su cliente, habia podido devolver gran parte del dinero, o al menos congelarlo para que nadie pudiera tocarlo. Los bancos habian accedido a colocar trampas electronicas en algunos de esos fondos, de modo que todo aquel que intentara retirar cualquiera cantidad, bien a traves del ordenador o en persona, seria localizado. Pero no tuvo un exito completo al manipular el dinero. Varias transacciones habian sido colocadas a traves de una mareante serie de depositos y extracciones, hasta desaparecer finalmente en una cuenta extranjera en la que Sally no pudo entrar, y cuando llamo a los bancos, no mostraron tanta comprension hacia su historia del robo de identidad como habria esperado.

Su instinto le decia que contratara a su propio abogado, pero lo pospuso por el momento. En cambio, saco todo el dinero del seguro de la casa que compartia con Hope y lo deposito en la cuenta del cliente, compensando el desequilibrio, al precio de cargarse ella misma, junto con su desprevenida companera, con una deuda importante. Tardaria meses en ganar lo suficiente para reparar aquel dano economico, pero esperaba estar a salvo.

Redacto una declaracion jurada para el Colegio de Abogados. Comento algunas de las transacciones, y dijo que habian sido realizadas por alguien desconocido, pero que ella habia restaurado la cuenta de su cliente con sus propios fondos y, de acuerdo con el banco, la habia puesto a salvo de nuevas manipulaciones electronicas. Esperaba que esa declaracion detuviera cualquier accion judicial, al menos hasta que se supiera quien le habia hecho esto. Penso en solicitar informacion sobre quien habia presentado la denuncia ante el colegio de abogados, pero sabia que de momento no iban a revelarle nada. Asi que estaba destinada a permanecer a oscuras durante algun tiempo.

Sally nunca se habia considerado una abogada particularmente dura. Su punto fuerte era la mediacion, o conseguir acuerdos entre partes contrarias. Odiaba los casos en que el compromiso ya no era posible.

Pero cuando se giro en el sillon de su despacho y contemplo las hojas impresas de transacciones bancarias que cubrian su mesa, solo sintio desesperacion. «Quienquiera que haya hecho esto -penso- debe de odiarme con toda su alma.»

Eso la obligaba a una pregunta incomoda, porque ningun abogado consigue labrarse una carrera, sobre todo encargandose de divorcios, casos de custodia y pequenas acciones penales, sin ganarse algunos enemigos. La mayoria de estos simplemente se enfadaba y se quejaba. Algunos daban un paso mas.

«Pero ?quienes?», se pregunto.

Habian pasado meses desde la ultima vez que alguien airado la habia amenazado. La idea de que pudiera haber alguien con paciencia y habilidad para planear una venganza contra ella la hizo morderse el labio inferior.

Sally penso que iba a tener que contarle a Hope lo sucedido. Habia bastante tension entre ellas y ahora, de repente, se encontraban en apuros economicos.

Se le ocurrio llamar a la policia. Al fin y al cabo, se habia cometido un robo. Pero esto iba contra su norma, como es el caso de tantos abogados. Mientras no se supiera mas, o lograse dilucidar quien y por que lo habia hecho, no queria a ningun detective hurgando en sus casos.

«Resuelvelo -se dijo-. Resuelvelo tu sola.»

Cogio su maletin, guardo en el tantos papeles como pudo y recogio el abrigo. Las oficinas estaban ya vacias y cerro con llave. Bajo rapidamente las escaleras y salio a la calle.

El aire frio parecio confundirla y se llevo la mano a la frente, como si de repente se sintiera mareada. No pudo recordar siquiera donde habia aparcado el coche. Todo daba vueltas a su alrededor y tuvo que inhalar hondo una vez, como si estuviera sufriendo un ataque de panico. Apreto los punos y noto una subita punzada de dolor. El corazon le palpitaba y las sienes latian. Tuvo que apoyarse en una pared para no caerse.

Вы читаете El Hombre Equivocado
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату