Echo bruscamente la silla hacia atras y se levanto.

– ?Eh! -llamo-. Tios, ?de donde sois? ?CB? ?UB? ?Northeastern?

Los jugadores de beisbol enmudecieron al instante. Cuando una chica guapa le grita a un punado de jovenes, siempre recibe su atencion.

– Northeastern -respondio uno, haciendo una pequena reverencia en su direccion.

– Bueno, ser de los Yankees es como ser de la General Motors, de IBM o el Partido Republicano. Ser fan de los Red Sox es pura poesia. En un momento crucial, todo el mundo debe decidir en la vida. He dicho.

Los deportistas de la mesa estallaron en risas y burlas.

Will se echo hacia atras, sonriendo.

– Eso si que ha sido conciso -dijo.

Ashley sonrio y se dijo que tal vez no era un tonto, despues de todo.

Cuando era mas joven, pensaba que lo mejor seria no llamar la atencion. Las chicas discretas pueden esconderse.

Habia atravesado una dramatica fase de oposicion a todo al principio de su adolescencia: berrinches con su madre, su padre, sus profesores y sus amigas, vestia ropas anchas color arpillera, tenia en su pelo una vibrante veta roja junto a una negra, escuchaba rock-grunge, bebia cafe solo a lo bestia, fumaba y queria hacerse tatuajes y piercings. Esta etapa solo duro unos meses, suficientes para que entrara en conflicto con todas sus actividades en el colegio, tanto en clase como en el campo deportivo. Ademas, le costo algunos amigos e hizo que los restantes se pusieran en guardia.

Para sorpresa de Ashley, la unica persona adulta con la que pudo hablar de manera civilizada durante ese periodo fue la companera de su madre, Hope. Esto la sorprendio, porque en el fondo culpaba a Hope de la separacion de sus padres y a menudo les comentaba a sus amigas que la odiaba por ello. Esta mentira la molestaba, en parte porque creia que se debia a que era lo que sus amigas querian oir. Despues del grunge y la moda gotica, paso por la fase del caqui y los cuadros, luego por los pantalones estrechos, y durante un par de semanas se hizo vegetariana y le dio por comer tofu y hamburguesas vegetales. Se metio en un grupo de teatro y represento a una pasable Marian, la bibliotecaria en The Music Man, escribio montones de apasionadas entradas en su diario, imitando a Emily Dickinson, Eleanor Roosevelt y Carrie Nation, con una pizca de Gloria Steinem y Mia Hamm. Habia trabajado en la construccion de una casa para Habitats para la Humanidad, y una vez acompano al mayor camello del instituto en una aterradora visita a una ciudad cercana para recoger un cargamento de cocaina, hecho que quedo registrado en las camaras de vigilancia de la policia y provoco una llamada de un detective a su madre. Sally Freeman-Richards se puso furiosa, la castigo durante semanas, le espeto que habia tenido una suerte extraordinaria de que no la hubieran arrestado, y que le costaria trabajo recuperar su confianza. Por separado, Hope y su padre llegaron a conclusiones mas benignas, y hablaron de rebeldia adolescente y conceptos similares, y el recordo algunas tonterias que habia hecho en sus tiempos, cosa que a ella la hizo reir, pero sobre todo la tranquilizo. Ashley no creia que tuviera una predisposicion inconsciente a hacer cosas peligrosas en su vida, pero de vez en cuando le gustaba correr un poco de riesgo, y agradecia la suerte de haber evitado las consecuencias hasta el momento. A menudo pensaba que era como la arcilla de un alfarero, girando constantemente, tomando forma, esperando el calor del horno que la terminara de cocer.

Se sentia a la deriva. No le gustaba demasiado su trabajo a tiempo parcial en el museo, ayudando a confeccionar catalogos de exposiciones. Tenia que aislarse en una sala al fondo, delante de un ordenador. No las tenia todas consigo en Historia del Arte, y a veces pensaba que se dedicaba a esa actividad solo porque era diestra con la pluma y el pincel. Esto la preocupaba, porque, como muchos jovenes, creia que solo deberia hacer aquello que la apasionaba, pero aun no tenia claro que era.

Salieron del bar, y Ashley se arrebujo en su abrigo para protegerse del frio nocturno. Se dijo que deberia prestar un poco de atencion a Will. Era guapo, atento, y quizas hasta tuviera sentido del humor. Tenia una peculiar manera de caminar a su lado que la desarmaba y, probablemente, en conjunto, era alguien interesante. Advirtio que llevaban caminando casi dos manzanas y solo faltaban cincuenta metros para llegar a la puerta de su apartamento, y el aun no le habia formulado la pregunta.

Decidio poner en practica un jueguecito. Si el le preguntaba algo interesante, le concederia una segunda cita. Si le preguntaba la previsible «?Puedo subir a tu casa?», entonces no volveria a verlo.

– ?Tu que opinas? -dijo el de repente-. Cuando los tipos de un bar discuten de beisbol, ?lo hacen porque les gusta el juego o porque les gusta discutir? Quiero decir que en el fondo no hay verdades inapelables en sus comentarios, solo se trata de lealtad al equipo. Y la lealtad ciega no se presta realmente al debate, ?no?

Ashley sonrio. Alli estaba su segunda cita.

– Por cierto -anadio el-, el amor a los Red Sox es un buen punto para plantear en mi seminario avanzado de psicologia patologica.

Ella se echo a reir. Decididamente, otra cita.

– Aqui, es mi casa -dijo-. Me lo he pasado muy bien esta noche.

Will la miro.

– ?Tal vez podriamos repetir alguna tarde tranquila? -propuso-. Puede que sea mas facil conocernos si no tenemos que competir con voces a gritos y especulaciones descabelladas sobre las predilecciones de Derek Jeter por los latigos de cuero, los juguetes sexuales tamano gigante y los usos que se puede dar a los diversos orificios del cuerpo…

– Me gustaria -respondio Ashley-. ?Me llamaras?

– Hecho.

Ella dio un paso hacia el primer escalon de su edificio y advirtio que aun iban cogidos de la mano. Se volvio y le dio un beso. Un beso parcialmente casto, con solo una leve sensacion de lengua entre los labios. Un beso de promesa para los dias venideros, aunque no una invitacion para esa noche. El parecio comprenderlo, cosa que la animo, pues retrocedio medio paso, hizo una elaborada reverencia y, como un cortesano dieciochesco, le beso el dorso de la mano.

– Buenas noches -dijo ella-. De verdad que me lo he pasado muy bien.

Ashley subio los escalones. Entre las dos puertas de cristal, miro hacia atras. Un pequeno cono de luz se proyectaba desde el foco de la puerta exterior, y Will estaba al otro lado del debil circulo amarillo, que se disolvia rapidamente en la oscura noche de Nueva Inglaterra. Una sombra arrugo su rostro, como una flecha de oscuridad que lo cruzara. Pero ella no lo advirtio y le dirigio un breve saludo. Luego se encamino hacia su apartamento sintiendo una alegria natural, contenta por no haber pensado en un rollo de una noche, costumbre mas que habitual en los circulos universitarios que estaba a punto de abandonar. Sacudio la cabeza. La ultima vez que habia cedido a esa tentacion habia sido horrible. La habia recordado antes, cuando su padre la llamo de improviso. Pero, con la misma rapidez, mientras buscaba la llave de la puerta, desecho todos los pensamientos acerca de noches pasadas, y dejo que el modesto brillo de esa noche la embargara.

Se pregunto cuanto tiempo tardaria Will primera cita en llamarla y convertirse en Will segunda cita.

Will Goodwin espero un instante en la oscuridad despues de que Ashley desapareciera tras la segunda puerta. Sintio un arrebato de entusiasmo, una punzada de emocion por aquel dia y por los venideros.

Se sentia un poco abrumado. La novia de un amigo, la que le habia pasado el telefono de Ashley, le habia informado de que era bonita, inteligente y un poco enigmatica, pero ella habia superado sus expectativas en todos los aspectos. Y ademas, el habia conseguido escapar de la etiqueta de tio aburrido, o al menos se lo parecia.

Encogido contra la fria brisa, se metio las manos en la cazadora y echo a andar. El aire tenia una cualidad antigua, como si cada escalofrio que provocaba transmitiera exactamente lo mismo, con el mismo frio de octubre, que habia transmitido a las sucesivas generaciones que habian recorrido las calles de Boston. Las mejillas empezaban a ruborizarsele por el frio, y se apresuro hacia la parada del metro. Cubrio rapidamente la distancia con sus largas zancadas. Ella tambien era alta, penso. Casi metro setenta y cinco, supuso, con una figura de modelo que ni siquiera los vaqueros y el jersey ancho de algodon habian logrado ocultar. Mientras esquivaba el trafico al cruzar la calle con el semaforo en rojo, penso como era que no tenia decenas de pretendientes. Probablemente se debia a alguna relacion fallida u otra mala experiencia. Decidio no especular, solo dar gracias a la buena estrella que lo habia puesto en contacto con Ashley. En sus estudios todo trataba de probabilidad y prediccion. No estaba seguro de que las estadisticas que registraban el trabajo clinico con las cobayas pudieran ser utiles para conocer a alguien como Ashley.

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