Sonrio para si y bajo a saltos las escaleras del metro.
El metro de Boston, como el de muchas ciudades, provoca una extrana sensacion, como de otra dimension, cuando uno atraviesa los torniquetes y baja al mundo del trafico subterraneo. Las luces se reflejan en muros de azulejos blancos, las sombras encuentran espacio entre columnas de acero. Hay un ruido constante de trenes que vienen y van. El mundo cotidiano es sustituido por una especie de universo desmembrado, donde el viento, la lluvia, la nieve e incluso la calida luz del sol parecen pertenecer a otro lugar y otro tiempo.
El convoy freno rechinando agudamente, y Will subio junto con docenas de personas mas. Las luces del tren le daban a todo el mundo un aspecto onirico y enfermizo. Especulo sobre los otros pasajeros, todos enfrascados en un periodico, o un libro, o con la mirada perdida. Echo atras la cabeza y cerro los ojos un momento, dejando que la velocidad y el traqueteo del tren lo mecieran como a un nino en brazos de su madre. La llamaria manana, decidio. Le pediria salir y trataria de entretenerla un rato al telefono. Repaso temas de conversacion y trato de encontrar alguno original. Se pregunto adonde iba a llevarla. ?A cenar y al cine? Predecible. Ashley era el tipo de mujer que quiere ver algo especial. ?Una obra de teatro, tal vez? ?Un club de comedia? Seguido de una cena tardia en un sitio algo mejor que el habitual garito donde tomar hamburguesas y cerveza. Pero no demasiado esnob, penso. Y tranquilo. Bien, risas y luego algo romantico. Tal vez no era el mejor de los planes, pero resultaba estimulante.
En su parada, bajo al anden, moviendose con rapidez pero un poco errante mientras salia a la calle. La luz de Porter Square acuchillaba la oscuridad, dando una sensacion de actividad donde habia poca. Se encogio para protegerse de una rafaga glacial y salio de la plaza por una calle lateral. Su apartamento quedaba a cuatro manzanas de distancia. Mientras andaba, trato de decidir el restaurante adecuado adonde llevarla.
Aminoro el paso al oir ladrar un perro con subita alarma. En la distancia, la sirena de una ambulancia rompia la noche. Algunos apartamentos de la manzana tenian las ventanas iluminadas por el resplandor de los televisores, pero la mayoria estaba a oscuras.
A su derecha, en un callejon entre dos edificios, le parecio oir un roce y se volvio. De repente vio una figura negra abalanzarse hacia el. Sorprendido, retrocedio un paso y alzo el brazo para protegerse. Alcanzo a pensar que debia gritar pidiendo ayuda, pero las cosas sucedieron muy rapido. Solo tuvo un instante de lucidez y miedo, porque intuyo que algo se le venia encima inexorablemente. Era una tuberia de plomo que, cortando el aire con un siseo de espada, cayo de lleno sobre su frente.
Tarde casi siete horas de un dia largo y agotador en encontrar el nombre de Will Goodwin en el
Eso era todo.
Ningun otro articulo al dia siguiente, ni en semanas posteriores. Solo otro episodio de violencia urbana, adecuadamente anotado y registrado y luego ignorado, engullido por la constante aparicion de nuevas noticias.
Tarde dos dias al telefono en encontrar la direccion de Will. El registro de la Universidad de Boston dijo que nunca habia terminado el programa en que estaba matriculado y dio una direccion en el barrio de Concord. El numero de telefono no estaba incluido.
Concord es un lugar bonito de las afueras, lleno de casas que rezuman historia. Tiene un parque central con una biblioteca publica impresionante, y un centro coqueto lleno de tiendas de moda. Cuando yo era mas joven, llevaba a mis hijos a pasear por los escenarios de batallas cercanos y recitaba el famoso poema de Longfellow. Por desgracia, la ciudad ha dejado, como tantas otras partes de Massachusetts, que la historia sea menos importante que el desarrollo urbanistico. Pero la casa del joven que yo habia llegado a conocer como Will Goodwin era un edificio de arquitectura colonial, menos ostentoso que las casas mas nuevas, apartado unos cincuenta metros tras un camino de grava. En la parte delantera, alguien se dedicaba a plantar flores en el jardin. Vi una placa pequena, fechada en 1789, en la impoluta pared blanca. Habia una puerta lateral con una rampa de madera para sillas de ruedas. Me acerque y pude oler los hibiscos. Llame torpemente.
Una mujer delgada y canosa abrio la puerta.
– Si, ?en que puedo ayudarle? -pregunto.
Me presente y pedi disculpas por aparecer sin anunciarme previamente, ya que el numero no aparecia en la guia. Le dije que era escritor y estaba investigando algunos crimenes cometidos hacia unos anos en las zonas de Cambridge, Newton y Somerville, y pregunte si podria hablar un momento con Will.
Ella se sorprendio, pero no me cerro la puerta en la cara.
– No creo que sea posible -dijo amablemente.
– Lamento molestarlos, pero solo seran unas pocas preguntas.
Ella nego con la cabeza.
– El no… -empezo, pero se detuvo y me miro. Pude ver que su labio inferior empezaba a temblar, y un atisbo de lagrimas asomo a sus ojos-. Ha sido… -Entonces una voz desde atras la interrumpio.
– ?Mama? ?Quien es?
La mujer vacilo, como si no supiera que decir. Detras de ella, un joven en una silla de ruedas salio de una habitacion lateral. Tenia un aspecto palido y abotargado, y su cabello castano era una masa descuidada que le caia hasta los hombros. Tenia una cicatriz rojiza en forma de Z en un lado de la frente; le llegaba casi hasta la ceja. Sus brazos parecian musculosos, pero su pecho estaba hundido, casi consumido. Sus manos grandes y elegantes permitian percibir reminiscencias de quien habia sido una vez. Avanzo con la silla de ruedas.
La madre me miro.
– Ha sido muy duro -dijo en voz baja, con repentina intimidad.
La silla chirrio al detenerse.
– Hola -saludo con gesto amable.
Le dije mi nombre y explique concisamente que estaba investigando el crimen que lo habia dejado lisiado.
– ?Mi crimen? -repuso el, y anadio-: Nada del otro mundo. Un asalto corriente. De todos modos, no puedo contarle gran cosa. Pase dos meses en coma. Y luego esto… -Senalo la silla de ruedas.
– ?Hizo la policia alguna detencion?
– No. Cuando desperte, me temo que no fui de mucha ayuda. No recuerdo nada de aquella noche. Absolutamente nada. Es como pulsar una tecla de tu ordenador y ver como todas las palabras de un trabajo escrito desaparecen. Sabes que probablemente estan en algun lugar del disco duro, pero no puedes encontrarlas. Las han borrado.
– ?Regresabas a casa despues de una cita?
– Si. Nunca volvimos a contactar. No me extrana. Estaba hecho una piltrafa. Todavia lo estoy. -Solto una risita y sonrio amargamente.
Asenti.
– La policia nunca encontro nada, ?verdad?
– Bueno, un par de cosas curiosas.
– ?Cuales?
– Encontraron a unos chicos de Roxbury tratando de usar mi tarjeta Visa. Pensaron que eran mis agresores, pero resulto que no. Al parecer los chicos encontraron la tarjeta en un cubo de basura.
– De acuerdo, pero ?por que…?
– Pues porque al final encontraron mis demas documentos intactos en Dorchester… ya sabe, carnet de conducir, carnet del comedor de la facultad, seguridad social, seguro medico, todas esas cosas. A kilometros de distancia del vertedero donde los chicos encontraron la tarjeta de credito. Y las demas tarjetas fueron encontradas por todo Boston.
– ?Que estas haciendo ahora? -pregunte.
– ?Ahora? -Will miro a su madre-. Ahora estoy esperando.
– Esperando que.
– No lo se. Sesiones de rehabilitacion en el Centro de Traumatismos Craneales. El dia que pueda levantarme