preocupaba excesivamente el hecho de que a el sus cuadros y dibujos le parecieran sosos (meticulosas y bien ejecutadas naturalezas muertas, asi como paisajes urbanos que, en su opinion, carecian de estilo y originalidad). Lo que contaba era que parecia disfrutar oyendole hablar y que nunca le decia que no cuando la llamaba. Algo en el reaccionaba a la sensacion de soledad que parecia envolverla, le conmovia su callada bondad y la vulnerabilidad que habia en sus ojos, y sin embargo cuanto mas se afianzaba su amistad, menos sabia que pensar de ella. Ellen no era una mujer carente de atractivo. De figura esbelta, tenia un rostro agradable, pero proyectaba un aura de inquietud y derrota, y con aquella piel suya demasiado palida y su pelo liso y sin lustre habia que preguntarse si no estaria sumida en cierta depresion, viviendo en alguna habitacion del sotano del hotel Melancolia. Siempre que la veia hacia lo imposible por arrancarle una sonrisa, con resultado desigual.

A principios de verano, el mismo dia sofocante en que Pilar Sanchez se fue a vivir con Miles Heller en el sur de Florida, estallo una crisis en el norte. El contrato de arrendamiento del local a pie de calle que albergaba el Hospital de Objetos Rotos estaba a punto de expirar y el dueno le pedia un incremento del veinte por ciento en el alquiler. El le explico que no podia permitirselo, que el cargo mensual adicional lo obligaria a cerrar el negocio, pero el muy cabron se nego a ceder. La unica solucion consistia en dejar su apartamento y encontrar otro mas barato en otro sitio. Ellen, que en la inmobiliaria de la Septima Avenida trabajaba en la seccion de alquileres, le hablo de Sunset Park. Era un barrio mas deprimente, observo ella, pero no estaba lejos de donde el vivia ahora y los alquileres andaban por la mitad o la tercera parte de los de Park Slope. Aquel domingo, fueron a explorar juntos el territorio entre las calles Quince y Sesenta y cinco de la parte occidental de Brooklyn, una zona extensa y variopinta que va desde Upper New York Bay a la Novena Avenida, habitada por mas de cien mil personas, incluidos mexicanos, dominicanos, polacos, chinos, jordanos, vietnamitas, norteamericanos blancos y negros, y una colonia de cristianos de Gujarat, India. Almacenes, fabricas, instalaciones abandonadas en los muelles, una vista de la Estatua de la Libertad, la terminal del ejercito, ya cerrada, donde antes trabajaban diez mil personas, una basilica llamada Nuestra Senora del Perpetuo Socorro, bares de moteros, entidades donde cobrar cheques, restaurantes latinoamericanos, el tercer barrio chino mas grande de Nueva York y las doscientas quince hectareas del cementerio de Green-Wood, donde estan enterrados seiscientos mil cadaveres, entre ellos los de Boss Tweed, Lola Montez, Currier e Ives, Henry Ward Beecher, R A. O. Schwarz, Lorenzo Da Ponte, Horace Greeley, Louis Comfort Tiffany, Samuel F. B. Morse, Albert Anastasia, Joey Gallo y Frank Morgan, el mago de El mago de Oz.

Ellen le enseno seis o siete apartamentos ese dia, ninguno de los cuales le gusto, y entonces, mientras caminaban junto al cementerio, torcieron al azar por una manzana desierta entre las avenidas Cuarta y Quinta y vieron la casa, una pequena y absurda construccion de madera con un porche techado en la parte delantera, que daba toda la impresion de haber sido arrancada de las llanuras de Minnesota para soltarla por error en pleno Nueva York. Se levantaba entre un solar lleno de basura que albergaba un coche desmantelado y la osamenta metalica de un edificio de pequenos apartamentos cuya construccion se habia interrumpido hacia mas de un ano. El cementerio estaba justo enfrente, lo que significaba que no habia edificios al otro lado de la calle y que ademas la casa abandonada apenas llamaba la atencion, pues se encontraba en una manzana donde no vivia casi nadie. Le pregunto si sabia algo de ella. Los duenos habian muerto, contesto Ellen, y como los hijos habian dejado de pagar los impuestos sobre la propiedad durante varios anos consecutivos, la casa pertenecia ahora al Ayuntamiento.

Un mes despues, cuando se decidio a hacer lo imposible, a arriesgarlo todo a la oportunidad de vivir en una casa sin pagar alquiler durante el tiempo que el Ayuntamiento tardara en localizarlo y darle la patada, se quedo asombrado cuando Ellen acepto su proposicion. Intento convencerla de que desistiera, explicandole lo dificil que seria y la cantidad de problemas en que iban a meterse, pero ella se mantuvo firme y dijo que no habia vuelta de hoja; ?y para que iba a molestarse en pedirselo si queria que le contestase que no?

Una noche allanaron la casa y descubrieron que habia cuatro habitaciones, tres pequenas en el piso de arriba y otra mas grande en la planta baja, que formaba parte de una ampliacion construida en la parte de atras. El lugar se hallaba en un estado lamentable, todas las superficies con una capa de polvo y hollin, manchas de humedad en la pared de detras de la pila de la cocina, el linoleo cuarteado, las tablas del piso astilladas, una cuadrilla de ratones y ardillas haciendo carreras de relevos bajo el tejado, una mesa desmoronada, sillas sin patas, telas de arana que colgaban de los rincones del techo; pero por raro que pareciese, no habia ni una ventana rota, y aunque por los grifos salian chorros parduscos, mas parecidos al te del desayuno ingles que al agua, las canerias estaban intactas. Una buena limpieza, dijo Ellen. Eso es todo lo que hace falta. Un par de semanas fregando y pintando, y ya podrian instalarse.

Paso varios dias buscando gente que ocupara las dos habitaciones restantes, pero ninguno de la banda estaba interesado y a medida que avanzaba por su lista de amigos y conocidos, descubrio que la idea de vivir como ocupante ilegal en una casa abandonada no tenia tanto atractivo como el habia supuesto en principio. Entonces Ellen hablo por casualidad con Alice Bergstrom, su companera de cuarto en la universidad, y se entero de que iban a echarla del subarriendo de renta limitada que tenia en Morningside Heights. Alice estudiaba un doctorado en Columbia, ya tenia bastante avanzada la tesis, que no esperaba concluir hasta dentro de un ano, y marcharse a vivir con su novio era totalmente impensable. Aunque hubiesen querido, no habria sido posible. El vivia en un estudio mas pequeno que un sello de correos y sencillamente no habia sitio para que dos personas pudieran trabajar alli al mismo tiempo. Y ambos tenian que trabajar en casa. Jake Baum era un escritor de ficcion que hasta el momento solo habia producido relatos breves (algunos publicados, la mayor parte no) y apenas lograba ir tirando con el salario que ganaba en su trabajo de profesor a tiempo parcial en un colegio universitario de Queens. No tenia dinero para prestarle, no podia ofrecerle ayuda para buscar otro apartamento y, como Alice estaba casi sin blanca, no sabia a quien recurrir. Su beca incluia cierto estipendio, pero no daba lo suficiente para vivir e incluso con su trabajo a tiempo parcial en la seccion norteamericana del PEN American Center, donde colaboraba en el programa Libertad para Escribir, subsistia a base de tallarines, arroz y judias, mas algun sandwich de huevo de cuando en cuando. Tras escuchar la historia de la apurada situacion de su amiga, Ellen le sugirio que hablara con Bing.

A la noche siguiente se vieron los tres en un bar de Brooklyn y al cabo de diez minutos de conversacion Bing estaba convencido de que Alice seria una valiosa contribucion al grupo. Era una chica alta y corpulenta de Wisconsin, de origen escandinavo, cara redonda y brazos musculosos, una persona seria y responsable que ademas tenia mucho ingenio y un agudo sentido del humor; rara combinacion, penso el, que la convertia en segura candidata desde el principio. Y le gustaba que fuera amiga de Ellen; tambien eso era importante. Por razones que nunca entenderia Ellen habia asumido aquella desquiciada y quijotesca aventura, resultando ser una admirable companera, pero seguia preocupado por ella, aun le inquietaba esa sempiterna y retraida tristeza que parecia acompanarla adondequiera que fuese y se alegro al ver lo a gusto que parecia en presencia de Alice, lo animada y contenta que estaba mientras charlaban los tres en el bar, y esperaba que el hecho de vivir con su amiga en la casa fuera un buen remedio para ella.

Antes de hablar con Alice Bergstrom ya habia conocido a Millie Grant, pero tardo varias semanas despues de aquella noche en el bar en armarse de valor y preguntarle si le interesaba quedarse con la cuarta y ultima habitacion. Para entonces ya estaba enamorado de ella, de una forma en que nunca lo habia estado en la vida, y le daba mucho miedo proponerselo porque la idea de que rechazase el ofrecimiento era mas de lo podia soportar. El tenia veintinueve anos y, hasta que se encontro con Millie despues de una sesion de Mob Rule en Barbes el ultimo dia de primavera, su historial con las mujeres habia sido un continuo y absoluto fracaso. Era ese chico gordo que nunca tuvo novia en el instituto, el torpe naif que no perdio la virginidad hasta cumplidos los veinte, el bateria de jazz que nunca se habia ligado a una extranjera en algun club, el payaso que pagaba a las putas para que se la mamasen cuando se sentia desesperado, el hambriento sexual que se masturbaba como un idiota con peliculas pornograficas en la oscuridad de su habitacion. No sabia nada de mujeres. Tenia menos experiencia que muchos adolescentes. Habia sonado con chicas, habia ido detras de ellas, les habia declarado su amor, pero una y otra vez lo habian rechazado. Ahora, cuando estaba a punto de acometer la mayor empresa de su vida, cuando se disponia a ocupar ilegalmente una casa en Sunset Park y tal vez acabar en la carcel, iba a hacerlo con un grupo integramente formado por mujeres. Por fin le habia llegado la hora del triunfo.

?Por que se enamoro Millie de el? No se lo explica, no esta seguro de nada en lo que se refiere a los tenebrosos dominios de la atraccion y el deseo, pero sospecha que el motivo podria estar relacionado con la casa de Sunset Park. No con la casa en si misma, sino con el plan de vivir en ella, que ya le rondaba por la cabeza en la epoca en que la conocio; estaba pasando del capricho y la vaga especulacion a una decision concreta de actuar, y aquella noche debia estar consumido por su idea, despidiendo una lluvia de chispas mentales que lo envolvian como un campo magnetico y cargaban el ambiente de una energia nueva y vital, de una

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