hermanas en el quinto pino. Pero ella era preciosa entonces, nunca ha estado mas guapa que aquel verano, con una figura mas llena y redondeada que la que ahora tiene la escualida criatura en que se ha convertido, ?y por que iba a quejarse un chico de dieciseis anos de tener que dar clase con una atractiva mujer en camiseta corta y sin mangas y pantaloncitos elasticos de color negro? Al comienzo de la segunda semana ya eran amigos, y cuando empezo la tercera pasaban juntos la mayor parte de la tarde en el pabellon, un pequeno edificio situado a unos cincuenta metros de la casa, donde veian peliculas que ella cogia en Al's Video Store cuando iba a comprar a Brattleboro. Las ninas y los padres siempre estaban acostados para entonces. Tanto el profesor Samuels como su mujer estaban escribiendo un libro aquel verano y seguian un horario rigido: en pie a las cinco y media todos los dias y a la cama a las nueve y media o las diez. No les preocupaba lo mas minimo que su hijo y ella pasaran tanto tiempo juntos en el pabellon. Se trataba de Ellen Brice, al fin y al cabo, la chica modosita y cumplidora que tan bien se habia portado en la clase de Historia del Arte del profesor Samuels, y podian contar con ella para comportarse de forma responsable en toda circunstancia.

Acostarse con Ben no fue idea suya; al menos al principio. Le encantaba mirarlo, la fuerza y la esbeltez de su cuerpo de jugador de futbol solia excitarla, pero no era mas que un muchacho, no hacia ni seis meses que habia cumplido los dieciseis y, por muy atractivo que pudiera parecerle, no tenia deseo alguno de intentar nada. Pero al cabo del primer mes de los dos y medio que estuvo alli, en una calurosa noche de julio llena de un rumor de ranas arboreas y de un millon de chicharras, el muchacho dio el primer paso. Sentados en su posicion habitual, cada uno a un extremo del pequeno sofa, mientras las polillas se daban contra las mosquiteras, como de costumbre, y la noche olia a pinos y a tierra humeda, como siempre, estaban viendo una bobada de comedia o una del Oeste, igual que todos los dias (la seleccion de Al's era limitada) y ella empezaba a tener sueno, lo bastante para reclinar la cabeza y cerrar los ojos durante unos momentos, quiza diez, puede que veinte segundos, y antes de que los abriera de nuevo, el joven senor Samuels se habia puesto a su lado en el sofa y la estaba besando en la boca. Deberia haberle dado un empujon o haber vuelto la cabeza, o haberse puesto en pie para marcharse, pero no pudo pensar lo bastante rapido para hacer ninguna de esas cosas y permanecio donde estaba, sentada en el sofa con los ojos cerrados, y dejo que la siguiera besando.

Nunca los pillaron. Durante mes y medio siguieron con su pequena aventura sexual (ella nunca llego a considerarlo un asunto amoroso) y luego el verano toco a su fin. Puede que no estuviera enamorada de Ben, pero si lo estaba de su cuerpo, e incluso ahora, ocho anos y medio despues, sigue pensando en la increible suavidad de su piel, la sensacion de sus brazos en torno a su cuerpo, la dulzura de su boca, su sabor. Deberia haber seguido viendolo en Northampton despues del verano, pero su deprimente rendimiento academico del ano anterior habia alarmado tanto a sus padres que lo enviaron a un internado de New Hampshire y de pronto desaparecio de su vida. Lo echo de menos bastante mas de lo que esperaba, pero antes de que llegara a comprender cuanto tiempo tardaria en olvidarlo, cuantas semanas, meses o anos, se encontro en un apuro diferente. No le habia venido el periodo. Se lo conto a Alice y su amiga la arrastro rapidamente a la farmacia mas proxima para comprar un test de embarazo. Los resultados fueron positivos, es decir, negativos, desastrosa e irrevocablemente negativos. Pensaba que habian sido muy prudentes, habian tenido mucho cuidado precisamente para evitar que eso sucediera, pero estaba claro que se habian descuidado en algun momento, ?y que iba a hacer ahora? No podia decir a nadie quien era el padre. Ni siquiera a Alice, que la instaba a ello una y otra vez, ni tampoco al propio padre, que no era mas que un muchacho de dieciseis anos; ?por que castigarlo con la noticia cuando no estaba en condiciones de ayudarla, cuando ella era la unica culpable de todo aquel sordido asunto? No podia hablar con Alice, no podia explicarselo a Ben y no podia confiarse a sus padres: no solo no podia decirles quien era el chico, sino tampoco quien era ella. Una chica embarazada, una estupida universitaria con un nino que se gestaba en sus entranas. Su padre y su madre no podian enterarse de lo que habia pasado. La sola idea de tener que contarselo bastaba para que le dieran ganas de morirse.

De haber sido una persona mas valiente, habria tenido el nino. Pese a toda la conmocion que habria causado un embarazo llevado a su termino, queria seguir adelante y dejar que naciera el nino, pero la atemorizaban las preguntas que le harian, le daba mucha verguenza encararse con su familia, era demasiado debil para afirmar su postura, dejar la universidad y engrosar las filas de las madres solteras. Alice la llevo en coche a la clinica. Se suponia que era una intervencion rapida y sin complicaciones, y desde el punto de vista medico todo salio segun lo esperado, pero ella lo vivio como algo espantoso y humillante, y sintio odio hacia si misma por haber obrado en contra de sus impulsos mas intimos, de sus convicciones mas profundas. Cuatro dias despues, se trago media botella de vodka y veinte pastillas para dormir. Alice tenia que haberse ido el fin de semana y si en el ultimo momento no hubiera cambiado de planes y vuelto a la residencia a las cuatro de la tarde, su companera de cuarto, que en ese momento dormia, seguiria durmiendo ahora. La llevaron al hospital Cooley Dickinson, le hicieron un lavado de estomago y alli se acabo Smith, aquel fue el fin de Ellen Brice como persona supuestamente normal. La trasladaron al pabellon de psiquiatria del hospital y alli la tuvieron veinte dias, y luego volvio a Nueva York, donde paso una larga temporada, infinitamente deprimente, viviendo en casa de sus padres, durmiendo en la habitacion de su infancia, viendo al doctor Burnham tres veces por semana, asistiendo a sesiones de terapia de grupo y tomando diariamente una cantidad de pastillas con las que debia sentirse mejor pero que no surtian efecto. Finalmente, se le ocurrio matricularse en unas clases de dibujo en la escuela de Bellas Artes, que al ano siguiente se convirtieron en un curso de pintura, y poco a poco empezo a sentir que casi vivia de nuevo en el mundo, que en el fondo podia haber algo semejante a un futuro para ella. Cuando el cunado del marido de su hermana le ofrecio trabajo en su inmobiliaria de Brooklyn, dejo finalmente la casa de sus padres y se fue a vivir sola. Sabia que no era una ocupacion adecuada para ella, que tener que hablar con tanta gente todos los dias podria convertirse en un implacable sufrimiento para sus nervios, pero lo acepto de todos modos. Necesitaba salir, librarse de la inquieta mirada de sus padres, y esa era su unica oportunidad.

Eso fue hace cinco anos. Ahora, mientras sigue en el porche de la casa con el abrigo puesto y bebiendo el cafe de la manana, comprende que debe empezar de nuevo. Por doloroso que resultara escuchar hace dos meses el comentario de Millie, la brutal y desdenosa condena de sus lienzos y dibujos era completamente merecida. Su trabajo no le dice nada a nadie. Es consciente de que no le faltan dotes, ni tampoco talento, pero se ha encerrado en un rincon persiguiendo una sola idea y esa idea no es lo bastante solida para soportar el peso de lo que trata de lograr. Habia pensado que la delicadeza de su toque la conduciria a la sublime y austera region habitada en otro tiempo por Morandi. Queria pintar cuadros que evocaran la callada maravilla de la objetualidad pura, el eter sagrado que respira en los espacios entre las cosas, expresar la existencia humana en una plasmacion minuciosa de todo lo que esta por ahi, mas alla de nosotros, a nuestro alrededor, igual que el invisible cementerio se encuentra justo delante de ella, aunque no pueda verlo. Pero se equivocaba al depositar su fe en los objetos, al confiar unicamente en cosas, al malgastar el tiempo en los innumerables edificios que ha dibujado y pintado, las calles vacias, sin un alma, los garajes, gasolineras y fabricas, los puentes, las autopistas elevadas, los viejos almacenes de ladrillo rojo destellando a la tenue luz de Nueva York. Todo ello causa un efecto de timida evasion, de hueco ejercicio de estilo, mientras que lo que siempre ha querido ella ha sido dibujar y pintar representaciones de sus propios sentimientos. No habra esperanza alguna a menos que empiece otra vez desde el principio. Se acabaron los objetos inanimados, dice para si, se terminaron las naturalezas muertas. Volvera a la figura humana y hara que sus pinceladas sean audaces y expresivas, mas gestuales, mas desenfrenadas, tanto como el pensamiento mas disparatado que pueda albergar en su interior.

Pedira a Alice que pose para ella. Es domingo, un dia tranquilo sin muchas cosas que hacer, y aun cuando Alice trabajara hoy en su tesis quiza pueda dedicarle un par de horas de aqui a la noche. Vuelve a entrar en la casa y sube las escaleras hasta su habitacion. Bing y Alice siguen durmiendo y se mueve con cuidado para no despertarlos, quitandose el abrigo y el camison de franela para luego ponerse unos vaqueros viejos y un grueso jersey de algodon, sin preocuparse de bragas ni sosten, solo la piel bajo los suaves tejidos; esta manana quiere sentirse lo mas suelta y ligera posible, sin trabas para la jornada que le espera. Coge su cuaderno de dibujo y un lapicero Faber-Castell de la parte superior del buro, se sienta luego en la cama y abre el cuaderno por la primera hoja en blanco. Coge el lapiz con la mano derecha, alza la izquierda en el aire, la inclina en un angulo de unos cuarenta y cinco grados, la mantiene suspendida a unos treinta centimetros de la cara y se pone a estudiarla hasta que ya no parece parte de su cuerpo. Ahora es una mano ajena, de alguien que no es ella, de nadie, de una mujer con dedos esbeltos y unas redondeadas, las medias lunas sobre las cuticulas, la estrecha muneca con su pequeno abultamiento huesudo que sobresale por la parte izquierda, los nudillos y articulaciones de matiz marfileno, la blanca piel casi traslucida que cubre arroyuelos de venas, venas azules transportando la roja sangre que serpentea por su organismo mientras su corazon late y el aire entra y sale por sus pulmones. Dedos,

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