treguas, momentos de calma y buenos tiempos tambien, y a los seis o siete anos, lo que significa que Bobby tendria nueve, diez u once, recuerda que empezo a sentir simpatia por su hermano, a quererlo, quizas, y que el le tenia afecto y puede que hasta lo quisiera a su vez. Pero nunca llegaron a intimar, no estuvieron unidos en el sentido en que algunos hermanos lo estan, incluso peleandose, como hermanos antagonicos, y sin duda eso tenia algo que ver con que fueran miembros de una familia artificial, sintetica, pues en el fondo cada uno de los chicos guardaba lealtad a su propio progenitor. No es que Willa no hubiese sido buena madre para el ni que su padre no hubiera sido un buen padre para Bobby. Muy al contrario. Los dos adultos eran aliados incondicionales, formaban un matrimonio solido y sin verdaderos problemas, y cada uno de ellos hacia lo imposible para dar al hijo del otro todo el beneficio de la duda. Pero habia, sin embargo, invisibles lineas de falla, fisuras microscopicas para recordarles que constituian una entidad hecha de retales, algo que no era enteramente de una pieza. La cuestion del nombre de Bobby, por ejemplo. Willa se apellidaba Parks, pero su primer marido, que fallecio de cancer a los treinta y seis anos, se llamaba Nordstrom, apellido que tambien llevaba Bobby, y como habia sido Nordstrom durante los primeros cuatro anos y medio de su vida, Willa se mostro reacia a cambiarselo por Heller. Pensaba que Bobby podria sentirse confuso y lo que es mas, no se decidia a borrar los ultimos rastros de su primer marido, que la habia querido y habia muerto sin que pudiera reprocharle nada; privar a su hijo de su nombre significaria matarlo por segunda vez. El pasado, entonces, formaba parte del presente, y el fantasma de Karl Nordstrom era el quinto miembro del hogar, un espiritu ausente que habia dejado su huella en Bobby, que a la vez era y no era su hermano, hijo y no hijo al mismo tiempo, tanto amigo como enemigo.

Vivian bajo el mismo techo, pero aparte de la circunstancia de que sus padres eran marido y mujer, poco tenian en comun. Por temperamento y actitud, por inclinaciones y comportamiento, por todos los parametros utilizados para calibrar quien y como es una persona, eran diferentes, profunda e irremediablemente distintos. A medida que pasaban los anos, cada cual iba derivando hacia su propia esfera particular y para cuando atravesaban a trompicones la primera etapa de la adolescencia, ya rara vez coincidian salvo en la mesa y en excursiones familiares. Bobby, inteligente, avispado y gracioso, pero pesimo estudiante, odiaba el instituto y, como ademas era un temerario y desafiante alborotador, se le consideraba un problema. En cambio, su joven hermanastro lograba sistematicamente las mas altas calificaciones de su clase. Heller era callado y reservado, Nordstrom, extrovertido y bullicioso, y cada uno pensaba que el otro se equivocaba en su forma de encarar la vida. Para empeorar las cosas, la madre de Bobby era profesora de ingles en la Universidad de Nueva York, una mujer apasionada por los libros y las ideas, y que dificiles debian de ser para su hijo las alabanzas que dedicaba a Heller por sus logros academicos, su regocijo cuando lo admitieron en Stuyvesant y sus explicaciones en la cena sobre esa punetera mierda del existencialismo. A los quince anos, Bobby se habia convertido en un serio drogata, uno de esos fumetas adolescentes de ojos vidriosos que sueltan vomitonas en fiestas de fin de semana y trapichean con hierba para que no les falte dinero para gastos. Con Heller chapado a la antigua y Nordstrom instalado en su rebeldia, no habia acercamiento posible entre ambos. De cuando en cuando se producian agresiones verbales por ambas partes, pero los enfrentamientos fisicos habian cesado, gracias en buena medida a los misterios de la genetica. Cuando doce anos atras se encontraban ambos en aquella carretera de las Berkshires, Heller media a sus dieciseis anos algo mas de un metro ochenta y pesaba setenta y seis kilos. Nordstrom, procedente de una estirpe mas escualida, alcanzaba una estatura de un metro setenta y tres con un peso de sesenta y seis kilos. La desproporcion habia eliminado toda posible contienda; ya llevaban un tiempo encuadrados en diferente division.

?De que estaban discutiendo aquel dia? ?Que palabra o frase, que serie de palabras o frases le habia enfurecido tanto como para perder el dominio de si mismo y tirar a Bobby al suelo de un empellon? No lo recuerda con claridad. Tantas cosas se dijeron en aquella discusion, tantas acusaciones se cruzaron entre ellos, tanta animosidad oculta emergio agriamente en rafagas de acaloramiento y afan de desquite, que no consigue localizar la que le hizo estallar. Al principio, todo parecia por entero infantil, irritacion por su parte ante la negligencia de Bobby, pero se trataba de una pifia mas en una larga serie de torpezas; y como podia ser tan estupido y descuidado, mira el lio en que nos has metido ahora. Por parte de Bobby, rabia por la mojigata reaccion de su hermano ante el menor inconveniente, su rectitud de santurron, la superioridad de sabelotodo con que le ha estado tocando los cojones durante anos. Cosas de muchachos, cosas de adolescentes impulsivos, nada excesivamente preocupante. Pero entonces, mientras seguian acometiendose el uno al otro y Bobby se animaba a presentar batalla, la disputa llego a un grado de acritud mas hondo, mas vibrante, al nivel mas bajo del resentimiento. Se convirtio en asunto de familia, entonces, y no solo de ellos dos. Se trataba de como le molestaba a Bobby ser el marginado de los cuatro magnificos, de como no podia soportar el carino de su madre hacia Miles, lo harto que estaba de los castigos y sermones que le administraban adultos despiadados y vengativos, de como no podia aguantar ni una palabra mas sobre conferencias eruditas y contratos editoriales y por que ese libro era mejor que el otro: estaba harto de todo, harto de Miles, harto de su madre y su padrastro, harto de todos los miembros de aquella asquerosa familia, estaba deseoso de marcharse de alli el mes proximo para ir a la universidad, y aun en el caso de que lo echaran por suspender, ya habia terminado con ellos y no volveria nunca mas. Adios, gilipollas. A tomar por culo Morris Heller y su punetero hijo. A la mierda todo el puto mundo.

Es incapaz de recordar la palabra o palabras que le hicieron perder los estribos. Tal vez no sea importante saberlo, quiza nunca sea posible recordar que insulto de aquel rencoroso vomito de improperios fue el causante del empujon, pero lo que si importa, lo que cuenta por encima de todo, es saber si oyo o no que venia el coche, el vehiculo que aparecio de pronto al doblar en una cerrada curva a setenta y cinco kilometros por hora, solo visible cuando ya era demasiado tarde para evitar que atropellara a su hermano. Lo seguro es que Bobby le estaba chillando y el le contestaba a grito pelado, diciendole que lo dejara, que se callase de una vez, y mientras se desarrollaba aquella demencial competicion de gritos seguian andando por la carretera, ajenos a todo lo que les rodeaba, el bosque a la izquierda, el prado a la derecha, el brumoso cielo sobre sus cabezas, los pajaros cantando en cada rincon del aire, pinzones, tordos, zorzales; todas esas cosas habian desaparecido para entonces, y lo unico que permanecia era la furia de sus voces. Parece seguro que Bobby no oyo venir el coche, o en caso contrario no se preocupo, porque siguio caminando por el arcen sin sentir que corria peligro. Pero ?y tu?, se pregunta Miles. ?Lo sabias o no?

Fue un empujon fuerte, decisivo. Hizo perder el equilibrio a Bobby y lo mando dando traspies al centro de la carretera, donde cayo y se golpeo la cabeza contra el asfalto. Se incorporo casi de inmediato, frotandose la cabeza y soltando tacos, y antes de que pudiera ponerse del todo en pie, el coche paso sobre el como una guadana, segandole la vida, cambiandoles a todos la existencia para siempre.

Eso es lo primero que se niega a confiar a Pilar. Lo segundo es la carta que escribio a sus padres cinco anos despues de la muerte de Bobby. Acababa de terminar su tercer ano en Brown y pensaba pasar el verano en Providence, trabajando de investigador a tiempo parcial con uno de sus profesores de Historia (noches y fines de semana en la biblioteca) y a jornada completa de repartidor en una tienda de electrodomesticos (instalando aparatos de aire acondicionado, cargando con televisores y frigorificos por estrechos tramos de escaleras). Una chica habia entrado recientemente en escena y, como vivia en Brooklyn, un fin de semana de junio hizo novillos en el trabajo de investigacion y fue en coche a Nueva York para verla. Conservaba las llaves del piso de sus padres en la calle Downing; su antigua habitacion seguia intacta y cuando se marcho a la universidad acordaron que podia ir y venir a su gusto, sin obligacion de anunciar sus visitas. Inicio el viaje a ultima hora del viernes, al concluir su turno en la tienda, y no entro en el piso hasta pasada la medianoche. Sus padres dormian. A la manana siguiente, temprano, lo desperto un rumor de voces procedente de la cocina. Se levanto de un salto de la cama, abrio la puerta de su cuarto y entonces vacilo. Hablaban en voz mas alta y apremiante que de costumbre, Willa con una nota de angustia subyacente, y aunque no estaban rinendo exactamente (rara vez discutian), algo importante estaba sucediendo, algun asunto crucial se estaba zanjando o debatiendo o analizando de nuevo, y el no queria interrumpirlos.

La reaccion adecuada habria sido volver a entrar en su cuarto y cerrar la puerta. No podia quedarse en el pasillo escuchandolos, sabia que no tenia derecho a estar alli, que debia retirarse, pero era incapaz de resistirse, sentia demasiada curiosidad, estaba demasiado ansioso por enterarse de lo que pasaba, de modo que no se movio y por primera vez en su vida escucho a escondidas una conversacion de sus padres, y como en ella se hablaba en buena parte de el, era la primera vez que los oia, que oia a alguien, hablar de el a sus espaldas.

El es diferente, decia Willa. Hay en el una ira y una frialdad que me asusta, y lo odio por lo que te ha hecho.

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