Nastia escruto las caras de los jovenes reunidos en el aula. Los quince estudiantes de la academia de Moscu, vestidos de uniforme, con el pelo cortado casi al rape e impecablemente afeitados, le parecian todos iguales. El dia anterior habia dado una clase practica para otro grupo del mismo curso y no encontro a nadie cuyo modo de pensar estuviese a la altura del problema numero 60.
Dedico los primeros diez minutos a un rapido resumen del material teorico, despues de que trazo sobre la pizarra el croquis de un accidente de trafico.
– Tomen nota: la declaracion del conductor… las declaraciones de los testigos A… B… C… D… Su cometido: explicar las causas de las discrepancias entre las declaraciones de los testigos y determinar cuales se acercan mas a la realidad de los hechos. Tienen hasta el descanso. Durante la segunda hora analizaremos las respuestas.
Cuando sono el timbre anunciando el recreo, Nastia salio al rellano de la escalera, donde estaba permitido fumar. Se le acercaron algunos estudiantes de su grupo.
– ?Trabaja en Petrovka? -pregunto un chico muy bajito al que Nastia le sacaba la cabeza.
– Si, en Petrovka.
– ?Donde ha estudiado?
– En la universidad.
– ?Que graduacion tiene? -seguia indagando el renacuajo.
– Comandante.
Por unos instantes se instalo el silencio. Luego otro estudiante, un rubio corpulento con una cicatriz apenas visible que le cruzaba una ceja, se unio a la conversacion.
– ?Se viste asi adrede, para que nadie lo adivine?
La pregunta desconcerto a Nastia. Sabia que, tal como solia vestirse, aparentaba muchos menos anos que sus treinta y tres. Aunque ese dia, en lugar de los tejanos de rigor, llevaba una falda recta y formal, y habia sustituido la camisa de franela y el grueso jersey por un cisne de lana blanco y una chaqueta de cuero, seguia pareciendo una chiquilla, con la cara sin maquillar y la larga melena rubia recogida en una coleta. Nada mas lejos de su intencion que esforzarse por parecer mas joven, se vestia simplemente de manera que le permitiera sentirse mas comoda. Maquillarse le daba pereza y ordenar su cabello largo en un complicado peinado hubiera sido un disparate, ya que siempre andaba luciendo tejanos y bambas. Por otra parte, Nastia no se pondria por nada del mundo otra clase de ropa, mas «seria». Primero, porque hacia la noche casi siempre tenia las piernas hinchadas, debido a que, por lo general, llevaba una vida sedentaria y tomaba demasiado cafe. Segundo, padecia de mala circulacion y, como consecuencia, era muy friolera; los tejanos, camisas y jerseys le permitian estar comoda y calentita, y para Nastia era lo unico que contaba. Pero seria cuando menos ridiculo ponerse a explicarle todo esto al rubio.
– ?Que adivine que? -contesto con otra pregunta.
– Que… que es… -El estudiante rubio penso un segundo y se echo a reir-. ?Vaya planchazo, que idiota soy!
«Bien por el muchacho -aprobo Nastia para sus adentros-. Este discurre. Es cierto, seria absurdo empenarse en vestirse de modo que todo el mundo supiera a primera vista cual es tu oficio. Teniendo en cuenta que en el nuestro convendria aprender a ser un camaleon: hoy tienes treinta y cinco, y manana, veintisiete. Si en este grupo no hay nadie mejor, pedire que para el periodo de practicas nos manden a este. Por lo menos, es capaz de reconocer sus errores y de echarse atras a tiempo, que ya es algo.»
Al terminar el descanso, Nastia entro en el aula y noto que el corazon le latia aceleradamente. De ano en ano, cuando le tocaba escoger al estudiante que iria a pasar las practicas con ellos, la esperanza de encontrar la perla escondida en medio de un pajar y el temor de pasarla por alto la ponian nerviosa. Echo una ojeada a la lista del grupo y procedio a escuchar respuestas. Eran las de siempre, moderadamente correctas pero las mas de las veces superficiales, que no se apartaban del resumen del suceso que Nastia habia expuesto a los estudiantes al inicio de la primera hora. Daban la impresion de no haber prestado atencion a la clase teorica y de no haber leido el libro de texto. «Ni que estuvieran cumpliendo una condena en el presidio -penso Nastia, molesta de tanto escuchar respuestas desganadas y aburridas-. Ni que esto fuera un trabajo de esclavos. ?Acaso alguien les ha forzado a ingresar en la academia? Han venido a estudiar aqui por su propia voluntad, han superado las pruebas de selectividad, han ido cumpliendo con la educacion fisica, han ido aprobando los examenes. Y ahora, de repente, parece que todos esos estudios no les han servido de nada. Y pensar que dentro de seis meses, ese 'reten' se incorporara a la policia de Moscu. El favor que nos hacen…»
– Mescherinov, su respuesta, por favor.
Faltaban ocho minutos para el final de la clase. Nastia ya habia decidido que no encontraria a nadie mejor que el rubio de la cicatriz, el de la autocritica. Iba a escuchar su respuesta y, siempre que demostrara ser capaz de ligar cuatro palabras, daria la eleccion por consumada. No era nada del otro mundo, desde luego que no, pero se le podria entrenar y ensenar algunas cosas.
– Lo mas probable es que aqui las particularidades psicologicas no tengan nada que ver -hablo Mescherinov-. Los testimonios de los testigos difieren entre si porque se les ha sobornado y dicen lo que les han ordenado.
A Nastia le subieron los colores a la cara. ?Seria posible? ?Seria posible que hubiese encontrado su perla, al muchacho que habia sabido salirse del estrecho marco del preambulo teorico y buscar la solucion del problema en un plano completamente diferente? ?Ay, que suerte! Luchando por controlar su voz, para que no delatase su alegria y ansiedad, le pregunto:
– ?Para que cree usted que lo habran hecho?
– Por ejemplo, para enredar y alargar la investigacion. El conductor podia representar un estorbo para alguien, y se ha querido limitar la libertad de sus movimientos por todos los medios. El planteamiento del problema nos dice que la victima ha fallecido, ?verdad? Entonces, es casi seguro que el encausado ha firmado un documento que le obliga a no abandonar la ciudad. Unas declaraciones testimoniales tan contradictorias provocarian que la investigacion se prolongase hasta el dia del juicio final, y esto seria una garantia de que el conductor culpable no saliese de la ciudad. Y mucho menos del pais.
«?Magnifico! Has hecho algo mas que resolver el problema numero sesenta. Has demostrado que tienes buena imaginacion, no hay mas que ver esta tremenda historia que te has inventado sobre la marcha. Y encima te acuerdas de las clases de criminologia y de que existe el codigo penal. ?Muy inteligente!»
– Gracias, Mescherinov, puede sentarse. La clase ha terminado. Faltan dos minutos para el recreo y, a modo de despedida, voy a decirles algo. Los conocimientos de su grupo producen una impresion penosa. Para la graduacion faltan seis meses, de los cuales uno estara dedicado a las practicas y otro a la tesina. Dificilmente podran mejorar, no les queda apenas tiempo. No dudo de que se prepararan bien para los examenes del Estado, de que lo aprenderan todo y aprobaran. Pero la pereza mental es un vicio peligroso. Por desgracia, en su mayoria, ustedes incurren en este vicio. Tal vez no todos aspiren a convertirse en buenos inspectores o jueces de instruccion y lo unico que pretenden es conseguir el diploma de jurista y las estrellas de teniente. No me refiero a estos estudiantes. Pero los demas deben tener en cuenta que si pensar les da pereza, no conseguiran nunca nada y no podran resolver los crimenes. Buenos dias.
Una vez en el pasillo, Nastia alcanzo a Mescherinov, que se dirigia a la cantina, y le cogio del codo.
– Espere un momento, Mescherinov. ?Tiene ya el destino para las practicas?
– Distrito Norte, la comisaria Timiriazev. ?Por que?
– ?Que le pareceria hacer las practicas en la PCM, en el Departamento de la Lucha Contra los Crimenes Violentos Graves?
Mescherinov se quedo inmovil, los ojos levemente entornados clavados en Nastia. Daba la impresion de estar reflexionando intensamente, sopesando todos los pros y los contras. Luego asintio brevemente con la cabeza.
– Me pareceria muy bien si eso es posible. Pero en el Departamento de Alumnado ya han formalizado todos los destinos.
– Yo me encargare de esto. Lo unico que necesito es su conformidad.
– Estoy de acuerdo. Pero ?por que lo hace?
Por segunda vez en dos horas, este chico ponia a Nastia en un aprieto. «Ya veo que no eres un chaval corriente, amigo -penso turbada-. Cualquier otro en tu lugar no cabria en si de contento, diria que si sin pensarlo ni un segundo. Tu, en cambio, tienes que hacer cabalas, echar no se que cuentas, plantear preguntas. Creo que seras un buen detective. Ha sido una suerte dar contigo.»