El escaparate del quiosco de la estacion de ferrocarril exhibia el surtido habitual de licores, cigarrillos, chicles y preservativos. El dependiente era un chico de unos veinte anos, moreno, de nariz aguilena y, a primera vista, amable.

– ?Conoce a Vasili Kolobov?

– ?A Vasia? Claro. ?Por que?

– ?Sabe que hace un mes, a primeros de noviembre, alguien le dio una buena paliza?

– El no dijo nada pero se notaba. Llevaba el rostro entero marcado.

– ?Tiene alguna idea de por que le pegaron?

– No me lo conto, y yo no se lo pregunte. No es costumbre preguntar nada. Son asuntos de esa gente.

– ?De esa gente? ?De quienes?

– Como si no lo supiera. El quiosco de Vaska esta alli, el mio, aqui. Aquella zona la controla el grupo de Butyri; esta, los marianos, es decir, los del Bosque de Maria. Que nos importa lo que les pasa. No nos metemos donde no nos llaman.

– Entonces, ?cree que se trataba de un ajuste de cuentas?

– ?De que si no?

– Mire esta fotografia. ?Ha visto alguna vez a esta joven?

– No me acuerdo. Que guapa es, ?sera posible que haya mujeres asi!

– Gracias, perdone la molestia.

El quiosco siguiente.

– ?A Vaska? Claro que le conozco. Nosotros aqui nos conocemos todos… ?La paliza? Si que me acuerdo de aquello. Fue justo a principios de noviembre, asi es. No, no se, Vaska no dijo nada. Nunca he visto a esta chica…

Otro quiosco, y otro, y otro… Y asi hasta que cayo la noche. Nadie sabia por que le dieron la paliza a Vasili Kolobov, ni quienes se la dieron. Los vendedores de la zona de Butyri aseguraban que Vasili no habia cometido ninguna falta y que nadie le habia ajustado las cuentas. Por lo demas, aun suponiendo que estuvieran mintiendo y en realidad si le habian pegado a Kolobov por alguna razon comercial, el suceso dificilmente tenia relacion con el asesinato de Vica Yeriomina. Nadie reconocio tampoco a la chica de la foto. Un dia mas que paso en vano.

«Que lastima no poder contar con Lartsev ahora», se lamento Nastia para sus adentros. Con toda seguridad habria «descifrado» a Kolobov, sonsacandole toda la verdad sobre la paliza que por alguna razon este habia preferido callarle a todo el mundo. Psicologo con experiencia, Volodya seria capaz de tirar de la lengua hasta a una esfinge, facultad de la que echaban mano con frecuencia y con cierto descaro no solo los funcionarios del departamento sino muchos jueces de instruccion con los que habia colaborado en alguna ocasion. ?Ojala pudiera aclarar la historia de la pelea y olvidarla! Sin saber por que, Nastia estaba convencida de que la paliza del marido de Olga Kolobova no tenia nada que ver con el asesinato pero acostumbraba a verificar y precisar cada detalle.

Intento mencionarle a Gordeyev su deseo de encomendar a Lartsev el interrogatorio de Vasili pero su superior arrugo la nariz con displicencia:

– Ya sois cuatro, cinco incluso si contamos a Dotsenko. Lartsev ya esta agobiado de trabajo. Teneis que componeroslas solitos.

Pero ?como explicar que Kolobov se pusiera tan tenso cuando se le pregunto si habia visto a Vica en la estacion? ?O solo habia sido una impresion del interrogador? Por supuesto, podia ser solo una impresion. Pero Nastia, que era reacia a dejar las cosas a medias, tuvo que dedicar un dia mas a aclarar la situacion. Junto con Yevgueni Morozov y el estudiante Mescherinov habian hablado con los empleados de las taquillas y otras dependencias de la estacion, con los funcionarios de la policia ferroviaria, con las camareras, con los medicos de la enfermeria, con los obreros de la construccion que llevaban tres meses excavando una zanja junto a la estacion… Nada. Nadie recordaba haber visto a Vica. Otro golpe en falso.

El hombre mayor al que algunos llamaban simplemente Arsen colgo el auricular, reflexiono unos instantes, volvio a descolgar y marco un numero. Al otro lado, nadie contesto la llamada. El hombre se levanto del sillon, entro en la habitacion de al lado, donde habia otro telefono, y marco otra vez el mismo numero. De nuevo, la unica respuesta que obtuvo fue el sonido del timbre. Arsen sonrio con satisfaccion, se puso una gabardina de color verde oscuro con forro de piel de quita y pon, se calzo zapatos de suelas gruesas y salio a la calle. Al dejar atras dos bocacalles entro en una cabina telefonica, volvio a llamar y, al no obtener respuesta, bajo al metro.

Media hora mas tarde estaba sentado en una cafeteria de ambiente acogedor y bebia el agua borzhomi. Frente a el, el tio Kolia sorbia cerveza.

– Habra que darle otro repaso al muchacho aquel -anuncio Arsen calmosamente.

– ?Que pasa? ?No le ha cundido una sola leccion? -dijo el tio Kolia arqueando las cejas.

– Si que ha cundido, no te preocupes -sonrio Arsen con aire de superioridad-. Pero tenemos que andar sobre seguro. Creo que pronto va a recibir presiones. Hay que adelantarse a los acontecimientos, por eso mas vale recordarle quien es y que hace en este mundo de nuestros pecados.

– Se lo recordaremos -prometio el tio Kolia, y sonrio con esa peculiar sonrisa suya que hacia relumbrar opacamente sus dientes de hierro.

El hombre a quien actualmente muchos conocian como Arsen, de pequeno respondia a un nombre tan corriente como Mitia, era un nino serio y reflexivo, que sacaba buenas notas y leia mucho. Desde su infancia mas tierna sentia un terror irracional ante la posibilidad de ver mermada su integridad fisica. Tenia panico al dolor, las inyecciones, las caidas, razon por la que nunca correteaba por la calle, no jugaba a la pelota con otros chicos, ni pretendia revivir con ellos las hazanas de Chapayev (1), o las algaradas de los bandoleros cosacos, sino que preferia quedarse en casa, resolver problemas de ajedrez y pensar sus pequenos pensamientos.

(1) Heroe de la guerra civil. (N. del T.)

Su infancia coincidio con los anos heroicos en que todos los ninos sonaban con seguir los pasos de Papanin, Cheliuskin, Chkalov, Lapidevsky y Gromov (2). Mitia no era una excepcion. Pero le explicaron que, dadas su fragilidad, falta de preparacion deportiva y vista debil, su futuro no se irisaba precisamente con los colores de la gloria. El pronostico no le causo a Mitia un sufrimiento prolongado, ya que su cerebro, al recibir un nuevo empujon, comenzo a plantearle preguntas hasta entonces inexistentes. ?Que gente servia para que trabajos? Un estibador debia ser fuerte. Un maestro, paciente. Un aviador no podia tener miedo a la altura… Esas preguntas resultaron tan apasionantes que Mitia se dedico a leer todos los libros sobre psicologia que pudo encontrar, libros que por aquel entonces no abundaban. Se hizo conocido en la mayoria de las bibliotecas municipales, cuyos empleados miraban con indisimulado respeto a ese chico con gafas, bajito y delgado, que se pasaba horas interminables sentado en un rincon de la sala, absorto en la lectura de un tratado de edicion limitada.

(2) Heroes de la guerra civil y de la segunda guerra mundial. (N. del T.)

Transcurrieron unos anos y, cuando Dmitri entro a trabajar en el Departamento de Personal del KGB, se las daba de experto consumado en orientacion profesional. Su costumbre de hacer las cosas con sensatez y responsabilidad se extendio al ambito de su actividad profesional. Solia mantener largas charlas con los candidatos a un puesto laboral y les aconsejaba incluso sobre la subdivision apropiada para sacar el maximo partido a sus capacidades y dotes innatas. Creia desempenar un trabajo importante y util, al ayudar a situar adecuadamente a los miembros de la plantilla de una organizacion tan seria, y contribuir asi al fortalecimiento de la seguridad de la patria.

Un dia fue a verle un joven funcionario de la Direccion de la Seguridad del Estado de Moscu, que necesitaba cumplir con este tramite antes de incorporarse en un organismo central, a saber, en el directorio que tenia a su cargo los servicios de inteligencia en el extranjero. Como era su costumbre, Dmitri le explico las peculiaridades del trabajo fuera de las fronteras nacionales, le subrayo la necesidad de adaptar el comportamiento de uno a las exigencias de la cultura y de las tradiciones del pais de destino, particularmente en lo referente a la psicologia de la vida cotidiana. Todas las estancias de una embajada tenian microfonos ocultos colocados por los servicios de inteligencia enemigos, siempre al acecho de la posibilidad de captar a algun ciudadano sovietico, por lo que se debia conceder especial atencion a problemas familiares. En otras palabras, no discutir con la esposa y, sobre todo y de ninguna manera, pegarle, ya que, al enterarse de las discordias conyugales, el enemigo no tardaria en ofrecerle al empleado de la embajada una seductora amiguita. El candidato al nuevo empleo escuchaba

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