gran Reich siguen avanzando hacia su tienda de verduras… Yo mismo me confundo, y creo que he acabado por enloquecerlo del todo. Pero me siento culpable por seguir comiendole el coco a un viejo chalado. Ahora me ha preguntado que pueden significar esos babuinos. Y yo, sin pensar, le suelto que se trata de un desembarco, de un desembarco de los arios, de una estratagema. No me creeras, pero se puso muy contento y me abrazo.

— ?Y que hay de Elsa? — pregunto Andrei con curiosidad —. ?Tambien esta loca?

— Elsa… — El rostro de Otto se volvio de color purpura y las orejas se le movieron. Tosio un par de veces —. Tambien ahi tengo que trabajar como un caballo. A ella le da lo mismo, Fritz, Otto, Ivan, Abraham… La chica tiene treinta anos y Hofstatter solo deja que Fritz y yo nos acerquemos a ella.

— Menudo par de canallas, tu y Fritz — dijo Andrei con sinceridad.

— ?De los peores! — asintio Otto con tristeza —. Y lo mas horrible es que no tengo la menor idea de como vamos a salir de este lio. Soy debil, no tengo caracter.

Guardaron silencio hasta llegar a la casa. Otto resoplaba y se cambiaba el cesto de mano. No quiso subir.

— Lleva esto tu, y pon a hervir agua en la olla grande — indico —. Dame dinero; pasare por la tienda, quiza encuentre algunas conservas. — Vacilo y bajo los ojos —. Tu… no le digas nada a Fritz de todo esto. O me dara un buen repaso. Ya sabes como es, le gusta que todo este en su sitio. ?Y a quien no le gusta eso?

Se separaron, y Andrei subio la bolsa de malla y el cesto por la escalera de atras. El cesto pesaba muchisimo, como si Hofstatter lo hubiera llenado de balas de canon.

«Si, hermanito — pensaba Andrei con rabia —. ?De que Experimento se puede hablar si ocurren cosas asi? ?Como experimentar con gente como Otto y Fritz? Que cabritos, no tienen honor ni conciencia. Pues, claro — penso con amargura —. Vienen de la Wehrmacht, de la Hitlerjugend2. Escoria. ?Hablare con Fritz! Esto no puede quedar asi, se trata de una persona que se corrompe moralmente ante nuestros ojos. ?Pero podria convertirse en un ser humano autentico! ?Debe! A fin de cuentas, se puede decir que en aquella ocasion me salvo la vida. Me hubieran clavado una navaja entre las costillas y todo hubiera terminado. Pero se cagaron, todos manos arriba, y fue solo por Fritz. ?Eso es un ser humano! ?Hay que luchar por el!»

Resbalo en uno de los residuos de la actividad biologica de los babuinos, solto un taco y se dedico a mirar donde pisaba.

Tan pronto llego a la cocina, se dio cuenta de que en el piso habia ocurrido un cambio. En el comedor, el gramofono chirriaba y zumbaba. Se oia el ruido de platos. Los pies de los que bailaban se arrastraban por el suelo. Y por encima de todos aquellos sonidos, retumbaba la conocida voz de baritono de Yuri Konstantinovich.

— Tu, hermanito, deja fuera todo lo que tenga que ver con la economia y la sociologia. Nos las arreglaremos sin eso. Pero la libertad, hermanito, eso es harina de otro costal. Por la libertad se puede hasta matar…

En la olla grande, puesta al fuego, hervia ya el agua: sobre la mesa de la cocina descansaba un cuchillo recien afilado, y del horno salia un delicioso olor a carne asada. En un rincon de la cocina, recostados uno contra otro, habia dos robustos sacos de arpillera, y sobre ellos yacia una chaqueta enguatada, grasienta y quemada, un latigo conocido y unos arreos. Alli mismo estaba la ametralladora, lista para ser usada, con un cargador plano y pavonado que sobresalia de la recamara. Bajo la mesa se veia el destello de una garrafa que tenia pegadas pajitas y pelusa de maiz.

Andrei dejo caer el cesto y la bolsa de malla.

— ?Eh, haraganes! — grito —. El agua esta hirviendo.

La voz de Davidov dejo de retumbar y en la puerta aparecio Selma, con la cara roja y los ojos brillantes. Detras de ella se veia a Fritz. Al parecer, estaban bailando y al ario aun no se le habia ocurrido retirar sus manazas rojizas del talle de Selma.

— ?Hofstatter te manda saludos! — dijo Andrei —. Elsa esta preocupada porque no vas a verla… ?El nino tiene casi un mes ya!

— Que broma mas estupida — dijo Fritz, con gesto de asco, pero retiro sus manos de Selma —. ?Donde esta Otto?

— Es verdad, el agua esta hirviendo — dijo Selma, asombrada —. ?Que hay que hacer ahora?

— Agarra el cuchillo — dijo Andrei —, y ponte a pelar patatas. A ti, Fritz, creo que te encanta la ensalada de patatas. Asi que ocupate de eso, yo voy a hacer de anfitrion. Andrei dio un paso hacia el comedor, pero Izya Katzman lo retuvo en la puerta. Su cara brillaba, y parecia encantado.

— Oye — susurro, riendose y salpicando saliva —, ?de donde has sacado a este tio tan estupendo? Resulta que alla, en las granjas, lo que tienen es un verdadero oeste salvaje. ?Una locura americana!

— La locura rusa no es peor que la americana — dijo Andrei con desagrado.

— Si, como no — grito Izya —. «?Cuando los cosacos judios se rebelaron, hubo una insurreccion en Birobidzhan, y a quien quiera atrapar a nuestro Berdichev, un forunculo en el culo le saldra…!»

— Basta de tonterias — dijo Andrei, serio —. No me gustan esas cosas… Fritz, te dejo a Selma y a Katzman para que te ayuden, preparadlo todo, y rapido, tengo hambre pero estoy cansado… Y no griteis aqui. Otto debe llamar a la puerta, ha ido a buscar conservas.

Despues de ponerlo todo en su sitio. Andrei fue al comedor y alli, antes que nada, le dio un fuerte apreton de manos a Yuri Konstantinovich. Este, tan rubicundo y oloroso como por la manana, estaba en el centro de la habitacion, con las piernas muy separadas, enfundadas en botas de fieltro, y las manos metidas debajo del cinturon de soldado. Sus ojos mostraban alegria y algo de locura. Andrei habia visto aquella mirada en personas desinhibidas, a quienes gustaba trabajar bastante, beber mas y no temian a nada en el mundo.

— ?Aqui estoy! — dijo Davidov —. He venido, como te prometi. ?Has visto la garrafa? Para ti. Las patatas, para ti, dos sacos. Me daban algo por ellos. Pero pense que no me hacia ninguna falta. Es mejor que se las lleve a una buena persona, pense. Viven aqui, en sus casas de piedra, se pudren sin ver la luz del sol… Oyeme, Andrei, le estoy diciendo aqui a Kensi que deje todo esto. ?Hay algo aqui que no hayais visto? Recoged a vuestros ninos, vuestras mujeres, vuestras novias, y venid con nosotros.

Kensi, que despues de terminar su turno aun llevaba el uniforme, pero con la guerrera abierta, distribuia torpemente por la mesa, con una mano, platos de distintos tamanos. Llevaba vendada la mano izquierda. Sonrio y senalo a Davidov con la cabeza.

— Todo terminara asi, Yura — dijo —. Vendra una invasion de calamares y entonces huiremos todos a una a las cienagas, con vosotros.

— No se por que tienen que esperar a esos… como se llaman… Mandad a esos calamares al infierno. Manana regreso, el carro ira vacio, puedo llevar a tres familias con comodidad. Tu no tienes familia, ?verdad? — se dirigio a Andrei.

— Dios me libre — dijo Andrei.

— Y esa chica, ?es algo tuyo? ?O no tiene nada que ver contigo?

— Es nueva. Llego de madrugada.

— ?Y no es mejor asi? Es una senorita agradable, muy atenta. Recogela y nos vamos, ?si? Alli tenemos aire limpio. Y leche. Seguro que hace por lo menos un ano que no tomas leche fresca. Siempre pregunto por que no tienen leche fresca en las tiendas. Yo solo tengo tres vacas, y dispongo de leche suficiente para cumplir con las entregas al estado, bebo toda la que quiero, alimento a los cerdos con ella y tiro una parte. Puedes vivir alli, ?entiendes? Te levantas por la manana para ir al campo a trabajar, y ella te da una jarra de leche fresca, recien ordenada, ?que tal? — Hizo un guino, cerrando con fuerza primero un ojo y despues el otro, se echo a reir, le dio una palmada a Andrei en el hombro y se puso a dar paseitos por la habitacion, haciendo rechinar las tablas del piso, apago el gramofono y volvio junto a Andrei —. Y el aire que se respira alli. Aqui casi no queda, huele a jaula de fieras, eso es lo que respirais… Kensi, no te esfuerces mas. Llama a la chica, que ponga la mesa.

— Esta en la cocina, pelando patatas — dijo Andrei con una sonrisa; despues se dio cuenta y se puso a ayudar a Kensi.

Davidov era muy simpatico. Muy entranable. Como si lo conociera desde hacia anos. ?Y acaso seria mala idea largarse a las cienagas? Con leche o sin ella, seguro que alli la vida era mas saludable. ?Miralo, si parece una escultura!

— Alguien llama — le dijo Davidov —. ?Abro yo o vas tu?

— Ahora voy — dijo Andrei y fue hacia la puerta principal.

Al otro lado estaba Van, sin su chaqueta enguatada, con una camisa azul de seda sintetica que le llegaba a

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