sufre este pobre hombre. Le duele aqui… y tambien aqui… y aqui…
Mientras repetia estas palabras con diferente entonacion, hacia unos movimientos rapidos e incomprensibles con la otra mano, la que quedaba libre del cigarrillo, y los lastimeros gemidos de Coxis se convirtieron de subito en graznidos y exclamaciones de sorpresa, y su rostro palidecio.
— ?De pie, canalla! — grito Fritz de repente, con toda la fuerza de sus pulmones, y retrocedio un paso.
Coxis se levanto de un salto, y en ese momento Fritz le propino un violento gancho al estomago. El detenido se doblo, y Fritz le pego un golpe feroz en la mandibula, con la mano abierta, de abajo hacia arriba. Coxis se balanceo hacia atras, hizo caer el taburete y se desplomo de espaldas.
— ?Levantate! — rugio Fritz de nuevo.
Coxis trataba de levantarse del suelo entre jadeos y sollozos. Fritz llego a su lado de un salto, lo agarro por el cuello de la camisa y de un tiron lo obligo a ponerse de pie. En ese momento, el rostro de Coxis estaba blanco con tonos verdosos, los ojos enloquecidos se le salian de las orbitas y sudaba copiosamente.
Andrei, con un gesto de asco, bajo la vista y se puso a buscar un cigarrillo en el paquete con dedos temblorosos. Tenia que hacer algo, pero no sabia que. Por una parte, los actos de Fritz eran inhumanos y viles, pero por otra parte aquel bandido cinico, aquel salteador que se burlaba descaradamente de la justicia, aquel forunculo en el cuerpo de la sociedad no era menos inhumano y vil…
— Me parece que no estas satisfecho con el trato que recibes — decia en ese momento Fritz, con voz obsequiosa —. Creo que hasta tienes intencion de quejarte. Pues mi nombre es Friedrich Geiger, el juez superior de instruccion Friedrich Geiger…
Andrei se obligo a si mismo a levantar los ojos. Coxis estaba de pie, erguido, con el cuerpo algo echado hacia atras, y Fritz se encontraba a su lado, con las manos en la cintura y levemente inclinado hacia el detenido.
— Puedes quejarte, conoces a mis jefes actuales. ?Y sabes quien era mi jefe anteriormente? Cierto
Sono el telefono. Andrei levanto el auricular.
— Juez de instruccion Voronin al habla — dijo, entre dientes.
— Soy Martinelli — respondio una voz grave con un leve jadeo —. Venga a mi despacho, Voronin. De inmediato.
Andrei colgo el telefono. Se daba cuenta de que le darian un buen repaso en el despacho del jefe, pero se alegraba de salir de su despacho en ese momento, de irse lo mas lejos posible de los ojos dementes de Coxis, de la feroz quijada de Fritz, de la densa atmosfera de la mazmorra. Por que habia tenido que mencionar la Gestapo… a Himmler…
— El jefe me convoca a su despacho — dijo, con una voz extrana y chirriante, abrio maquinalmente el cajon y se guardo la pistola en la cartuchera, segun el reglamento.
— Suerte — replico Fritz, sin volverse —. Yo me quedo aqui.
Andrei camino hacia la puerta acelerando el paso y salio al pasillo como una bala. Bajo los arcos sombrios habia un silencio fresco y perfumado. Sobre un largo banco de madera, custodiados por un alguacil de mirada severa, estaban sentados, inmoviles, varios individuos desastrados de sexo masculino. Andrei paso por delante de una serie de puertas cerradas que daban a las salas de interrogatorio, dejo atras el descansillo de la escalera donde varios jueces de instruccion jovencitos, de la ultima leva, fumaban emboquillados y se contaban mutuamente sus casos, subio al tercer piso y llamo a la puerta del despacho del jefe.
Martinelli tenia una expresion sombria. Sus gruesos cachetes colgaban, sus escasos dientes asomaban amenazantes, respiraba por la boca con dificultad y miraba a Andrei de reojo.
— Sientese — gruno.
Andrei se sento, se puso las manos sobre las rodillas y clavo la vista en la ventana, protegida por una reja. Al otro lado del cristal habia una oscuridad impenetrable. Eran alrededor de las once de la noche, penso. Cuanto tiempo habia perdido con ese canalla…
— ?Cuantos casos lleva? — pregunto el jefe.
— Ocho.
— ?Cuantos tiene la intencion de cerrar al termino del trimestre?
— Uno.
— Muy mal. — Andrei permanecio en silencio —. Trabaja mal, Voronin. ?Muy mal! — dijo el jefe, jadeando. Sufria debido a la falta de aire.
— Lo se — dijo Andrei, sumiso —. No acabo de cogerle el tranquillo.
— ?Ya es hora! — el jefe levanto la voz, hasta llegar casi a un ronco silbido —. Con el tiempo que lleva trabajando aqui y unicamente ha cerrado tres tristes casos. No esta cumpliendo con su deber ante el Experimento, Voronin. Y eso que tiene de quien aprender, a quien preguntar. Fijese, por ejemplo, en como trabaja ese amigo suyo, le hablo de… eh… quiero decir, Friedrich… eh… Tiene sus defectos, claro esta, pero usted no tiene por que copiar sus defectos. Puede aprender de sus virtudes, Voronin. Ambos llegaron juntos aqui, y el ya ha cerrado once casos.
— Yo no puedo trabajar asi — dijo Andrei, con aire lugubre.
— Aprenda. Hay que aprender. Todos aprendemos. Ese… Friedrich tampoco vino aqui despues de terminar los cursos de jurisprudencia, y trabaja, bastante bien, por cierto. Ya es juez superior de instruccion. Existe la opinion de que ha llegado el momento de nombrarlo vicejefe del sector de delitos comunes… Si. Pero no estamos satisfechos con usted, Voronin. Por ejemplo, ?como avanza el caso del Edificio?
— De ninguna manera — dijo Andrei —. Eso no es un caso, es un absurdo, puro misticismo…
— ?Como algo puede ser mistico si hay declaraciones de testigos? Hay victimas. ?Desaparece gente, Voronin!
— No entiendo como se puede instruir un caso que se basa en leyendas y rumores — dijo Andrei con expresion sombria.
El jefe tosio, tenso, con un sonido sibilante.
— Hay que mover las neuronas, Voronin. Rumores, leyendas, es verdad. Un aura de misticismo, es verdad. ?Y para que? ?Quien se beneficia? ?De donde parten los rumores? ?Quien los genera? ?Quien los difunde? ?Con que objetivo? Y, lo fundamental, ?adonde va a parar la gente? ?Me ha entendido, Voronin?
— Lo entiendo, jefe — dijo Andrei, haciendo acopio de valor —. Pero no estoy a la altura de ese caso. Prefiero ocuparme solo de delitos comunes. La ciudad esta llena de delincuentes…
— ?Y yo prefiero cultivar tomates! — dijo el jefe —. Adoro los tomates, pero aqui no se consiguen a ningun precio. Usted esta trabajando, Voronin, y a nadie le importa cuales son sus preferencias: le han asignado el caso del Edificio: tenga la bondad de investigarlo. Ya veo que no sabe hacerlo. En otras circunstancias, no le hubiera asignado ese caso. Pero en las actuales, se lo asigno. ?Por que? Porque usted es uno de los nuestros, Voronin. Porque usted no esta aqui de paso, sino en el combate. Porque no vino aqui por egoismo, sino en aras del Experimento. No hay mucha gente asi, Voronin. Y por eso, ahora voy a contarle algo que un funcionario de su nivel no tiene por que saber.
El jefe se recosto en el asiento y permanecio callado unos momentos, con una mueca en la cara mientras su pecho seguia silbando.
— Combatimos con gangsters, delincuentes y bribones, eso lo sabe todo el mundo, es algo necesario. Pero ellos no constituyen el peligro numero uno, Voronin. En primer lugar, aqui existe un fenomeno de la naturaleza llamado Anticiudad. ?Lo ha oido mentar? No, no lo ha oido. Y eso es correcto. No debia haberlo oido. ?Y que nadie vaya a oirlo de sus labios! Es un secreto oficial con mayusculas. Anticiudad. Hay informes de que hacia el norte existen algunos asentamientos, uno, dos, varios, no se sabe. Pero ellos lo saben todo de nosotros. Es probable que se trate de una invasion. Muy peligroso. El fin de nuestra ciudad. El fin del Experimento. Hay espionaje, intentos de sabotaje, maniobras diversivas, difusion de rumores para desmoralizar y crear el panico. ?Entiende la situacion, Voronin? Veo que si. Otra cosa. Aqui mismo, en la ciudad, junto a nosotros, entre nosotros, viven personas que no han venido en aras del Experimento, sino por otros motivos mas o menos basados en la codicia. Nihilistas, gente que esta en un exilio interior, elementos descreidos, anarquistas… Entre ellos hay pocos elementos activos, pero hasta los pasivos son peligrosos. La subversion moral, la negacion de los ideales, los intentos de azuzar a un estrato de la poblacion contra otro, el escepticismo destructivo. Un ejemplo: alguien a