Andrei colgo el telefono, se estiro y se froto las mejillas.
— Ramera de mierda — mascullo con amargura —, es incorregible. — Abrio la carpeta.
El caso del Edificio habia sido incoado aun en los tiempos en que Andrei era basurero y no sabia, ni queria saber nada, de los rincones oscuros de la ciudad. Todo habia comenzado cuando en los sectores 16, 18 y 32 comenzo a desaparecer gente de forma sistematica. Desaparecian sin dejar huella, y no se podia descubrir nada sistematico en aquellas desapariciones, ninguna regularidad, ningun sentido. Ole Svensson, cuarenta y tres anos, trabajador de la fabrica de papel, salio por la tarde a comprar pan y no regreso, nunca llego a la panaderia. Stefan Ciwulski, veinticinco anos, policia, desaparecio una madrugada de su puesto en la esquina de la calle Mayor con la calle del Diamante, fue hallado su cinturon, pero nada mas, ninguna huella. Monica Lerier, cincuenta y cinco anos, modista, saco a pasear a su perro antes de dormir, el perro regreso sano y salvo, pero la modista desaparecio. Y etcetera, etcetera, hasta contar mas de cuarenta desapariciones.
Con bastante rapidez aparecieron testigos que aseguraban que las personas desaparecidas habian entrado la vispera en un determinado edificio, que segun las descripciones era el mismo en todos los casos, pero lo extrano era que los diferentes testigos ofrecian una localizacion diferente del edificio. Josif Humboldt, sesenta y tres anos, peluquero, en presencia de su conocido Leo Paltus, entro en un edificio de tres plantas, de ladrillo rojo, situado en la esquina de la Segunda Derecha con el callejon Piedra Gris, y desde ese momento nadie volvio a verlo. Cierto Theodor Buch declaro que Semion Zajodko, treinta y dos anos, granjero, que desaparecio posteriormente, entro en un edificio de las mismas caracteristicas, pero situado en la Tercera Izquierda, no lejos de la catedral catolica. David Mkrtchian narro como se tropezo en el callejon del Adobe con su antiguo companero de trabajo. Ray Dodd, cuarenta y un anos, limpiador de letrinas: estuvieron un rato conversando, hablando de la cosecha, de asuntos familiares y otros temas neutrales, y a continuacion Dodd habia dicho: «Aguarda un momento, tengo que ir a un sitio, salgo enseguida. Si no estoy aqui en cinco minutos, vete, quiere decir que me he liado…». Entro en un edificio de ladrillo rojo con ventanas cubiertas de lechada. Mkrtchian lo espero quince minutos, y despues siguio su camino; Ray Dodd desaparecio para siempre, sin dejar huella.
El edificio de ladrillo rojo aparecia en las declaraciones de todos los testigos. Unos aseguraban que tenia tres plantas, otros que cuatro. Unos prestaban atencion a ventanas cubiertas de lechada, otros a ventanas tapadas por un enrejado. Y no habia dos testigos que coincidieran en la ubicacion del edificio.
Por la ciudad corrian rumores. En las colas de la leche, en las peluquerias, en diferentes locales, corria de boca en boca, en un murmullo siniestro, la leyenda nuevecita, recien estrenada, del Edificio Rojo que vagaba por la ciudad, se acomodaba en alguna parte entre los edificios de siempre y, con las horribles fauces abiertas, al acecho, esperaba la llegada de gente que no estuviera al tanto. Aparecieron amigos de parientes de conocidos que habian logrado salvarse, huyendo de las insaciables entranas de ladrillo. Contaban cosas horrorosas y, como prueba, ensenaban cicatrices y fracturas acontecidas al saltar del segundo, del tercero y hasta del cuarto piso. Segun todos aquellos rumores y leyendas, el edificio por dentro estaba vacio, alli no acechaban asaltantes, psicopatas sadicos ni enormes sanguijuelas velludas. Pero las tripas de piedra de los pasillos se cerraban de repente y aplastaban a su presa: bajo los pies surgian negros abismos que lanzaban un gelido hedor a cementerio: fuerzas desconocidas empujaban a las personas por pasos y tuneles oscuros, cada vez mas estrechos, hasta que quedaban atrapadas, empotradas en la ultima grieta entre las piedras, mientras en recintos vacios con paredes descascaradas, entre pedazos de revoque caidos del techo, se pudrian huesos destrozados que asomaban de trapos endurecidos por la sangre seca…
Al principio, el caso llego a despertar el interes de Andrei. Senalo en el mapa de la ciudad los lugares donde habian visto el Edificio, intentando hallar alguna regularidad en la ubicacion de las cruces, reviso los sitios indicados en multiples ocasiones, y cada vez, en el lugar donde habian visto el Edificio, encontro un jardin abandonado, un solar yermo entre dos edificaciones, o un edificio de vivienda comun y corriente que no guardaba relacion alguna con misterios ni enigmas.
Preocupaba el hecho de que el Edificio nunca habia sido visto a la luz del dia: tambien era preocupante que mas de la mitad de los testigos, al ver el Edificio, se encontraban en estado de embriaguez mas o menos pronunciado: en cada declaracion aparecian contradicciones menores, pero al parecer indispensables: y lo mas preocupante de todo era lo absurdo de todo aquello y su total falta de sentido.
Con respecto a esto, Izya Katzman llego a la conclusion de que una ciudad de un millon de habitantes, carente de una ideologia sistematica, debia crear sin falta unos mitos propios. Eso parecia convincente, pero la gente desaparecia de veras. Por supuesto, no era dificil perderse en la ciudad. Bastaba con tirar a una persona por el precipicio y en ese caso nadie volveria a saber de ella. Sin embargo, ?por que razon tendria alguien que tirar por el precipicio a peluqueros, modistas y tenderos? Gente sin dinero, sin reputacion, practicamente sin enemigos. En cierta ocasion, Kensi expreso la suposicion logica de que el Edificio Rojo, si existia de veras, seria con toda seguridad un elemento del Experimento, por lo que no tenia sentido buscarle una explicacion: el Experimento era el Experimento. A fin de cuentas, Andrei se agarro a ese punto de vista. Habia muchisimo trabajo que hacer, el expediente del Edificio tenia ya mas de mil cuartillas, y Andrei lo escondio en el fondo de la caja fuerte. Lo sacaba solo de vez en cuando, para graparle una nueva declaracion de algun testigo.
La reciente conversacion con el jefe abria, sin embargo, perspectivas totalmente nuevas. Si era verdad que en la ciudad habia personas que se habian planteado (o alguien les habia encomendado) la mision de crear un estado de panico y terror entre la poblacion, entonces se esclarecian muchas facetas del caso del Edificio. Las faltas de coincidencia entre los presuntos testigos se explicaban con facilidad por la distorsion de los rumores durante su propagacion. Las desapariciones de las personas se convertian en asesinatos comunes y corrientes, con el fin de reforzar la atmosfera de terror. Entonces habria que buscar dentro del caos de charlataneria, rumores alarmistas y mentiras, a las fuentes permanentes de esas habladurias, los centros de difusion de aquella neblina venenosa…
Andrei tomo una cuartilla en blanco y comenzo a esbozar, palabra por palabra, punto por punto, un borrador de plan de accion. Al rato, tenia un proyecto bastante sencillo.
Tarea principal: detectar las fuentes de los rumores, arrestar a esas fuentes y descubrir el centro que las dirige. Medios fundamentales: repetir interrogatorios de todos los testigos que hubieran declarado antes estando sobrios: deteccion, mediante cadena de informantes, de las personas que aseguraban haber estado dentro del Edificio, y su interrogatorio: esclarecimiento de posibles vinculos entre esas personas y los testigos. Tomar en consideracion: a) informes de los agentes; b) faltas de coincidencia en las declaraciones…
Andrei mordio el lapiz, miro la lampara con ojos entornados y recordo otra cosa: ponerse en contacto con Petrov. El tal Petrov le habia agotado la paciencia a Andrei en cierto momento. Su mujer habia desaparecido, y por alguna razon el habia decidido que el Edificio Rojo se la habia tragado. Desde aquel momento habia abandonado su trabajo y se habia dedicado a la busqueda del Edificio Rojo: habia enviado innumerables notas a la fiscalia, que eran remitidas indefectiblemente al departamento de instruccion e iban a parar a manos de Andrei; trotaba de noche por toda la ciudad; habia sido detenido en varias ocasiones por sospechas de comportamiento indecoroso; se resistia a la autoridad, por lo que habia sido condenado a diez dias de arresto, salia y de nuevo se dedicaba a su pesquisa.
Andrei le mando una citacion, asi como a otros dos testigos, se las entrego al agente de guardia con la orden de entregarlas de inmediato, y fue en busca de Chachua. Se trataba de un caucasiano enorme y muy gordo, casi sin frente pero con una nariz gigantesca. Estaba en su despacho, durmiendo en un divan, rodeado de gruesas carpetas de casos. Andrei lo desperto empujandolo levemente.
— ?Eh! — dijo Chachua, despertandose —. ?Que pasa?
— No pasa nada — dijo Andrei, molesto; ya no soportaba aquel relajamiento de la disciplina —. Dame el caso de las Estrellas Fugaces.
Chachua se sento, su rostro se ilumino de alegria.
— ?Lo vas a asumir? — pregunto, moviendo su nariz fenomenal como una fiera.
— No te alegres tanto — dijo Andrei —. Solo quiero echarle un vistazo.
— Dime, ?para que quieres echarle un vistazo? — comenzo a decir Chachua con ardor —. ?Hazte cargo totalmente de ese caso! Eres joven, guapo y energico, el jefe siempre te pone de ejemplo ante los demas. Seguro que lo esclareceras enseguida. ?Trepas a la Pared Amarilla y lo aclaras de inmediato! ?Que te cuesta? Andrei clavo