izquierdo del cinturon, fue a su encuentro.

— ?Adonde van, senores? — pregunto con frialdad.

— Soy el redactor jefe del Diario Urbano — dijo Andrei, echando con suavidad a un lado al tio Yura para que dejara de abrazarlo —. Debo reunirme con el asesor politico.

— Muestreme sus documentos, por favor — una mano, forrada en piel de ante, aparecio extendida delante de Andrei.

Andrei saco su identificacion, se la entrego al capitan y miro de reojo al tio Yura. Para su asombro, este permanecio tranquilo, sorbiendo por la nariz y arreglandose de vez en cuando el cinturon de la ametralladora, aunque no fuera necesario en absoluto. Sus ojos, al parecer, estaban sobrios del todo y recorrian lentamente la fila de policias.

— Puede pasar — dijo el capitan con cortesia, mientras devolvia la identificacion —. Aunque debo decirle… — Sin terminar, se volvio hacia el tio Yura —: ?Y usted?

— Viene conmigo — dijo Andrei, presuroso —. En cierto sentido, representa… a una parte de los granjeros.

— ?Los documentos!

— ?Que documentos puede tener un granjero? — dijo Yura, en tono amargo.

— No puedo dejarlo pasar sin documentos.

— ?Y por que no puedo pasar sin documentos? — El tio Yura estaba muy descontento —. Sin un asqueroso papelito, ya no soy persona, ?cierto?

Alguien comenzo a soplar aire caliente tras la nuca de Andrei. Se trataba de Stas Kowalski, que con aire belicoso, trastabillando, cubria la retaguardia. Otras personas comenzaron a agruparse lentamente, como sin muchas ganas, en el espacio iluminado.

— ?Senores, senores, no se amontonen! — dijo el capitan, nervioso —. ?Pase usted, caballero — le grito con rabia a Andrei —. ?Senores, un paso atras! ?Esta prohibido amontonarse!

— O sea, que si no tengo un papelito lleno de garabatos — se lamentaba el tio Yura —, eso quiere decir que no puedo pasar, que no existo…

— ?Rompele el hocico! — propuso Stas, con voz inesperadamente clara.

El capitan agarro a Andrei por la manga del impermeable y le dio un fuerte tiron, de manera que un segundo despues quedo detras de la fila. Los policias volvieron a ocupar su lugar de inmediato, separando de el a los granjeros que se agolpaban frente al capitan, y Andrei, sin esperar el desarrollo ulterior de los acontecimientos, echo a andar con rapidez hacia la entrada debilmente iluminada. A sus espaldas seguia la discusion.

— Quieren carne y trigo, eso si, pero cuando se trata de pasar a alguna parte…

— ?Les ruego que no se amontonen! Tengo orden de arrestar…

— ?Por que no dejas pasar al representante, eh?

— ?El sol! ?El sol, canallas! ?Cuando lo van a encender de nuevo?

— ?Senores, senores! Yo no soy responsable de eso.

Por la escalera de marmol bajaban mas policias al encuentro de Andrei, haciendo sonar los tacones. Iban armados con fusiles y llevaban la bayoneta calada.

— ?Preparen los balones! — ordeno una voz discretamente.

Andrei termino de subir la escalera y miro atras. El espacio iluminado estaba lleno de personas. Los granjeros, unos lentamente y otros a la carrera, se apresuraban hacia la multitud de personas que se habia formado alli.

Andrei tiro con esfuerzo de la pesada puerta, alta, con refuerzos de bronce, y entro en el vestibulo. Tambien estaba oscuro y se percibia un caracteristico olor a cuartel. En lujosos butacones, en sofas y directamente sobre el suelo dormian policias, cubiertos con sus capotes. En el pasillo debilmente iluminado que se extendia a lo largo de tres de las paredes del vestibulo, se veian varias figuras. Andrei no pudo distinguir si llevaban armas o no.

Subio corriendo al segundo piso por la blanda alfombra que cubria la escalera. Alli estaba el departamento de prensa. Echo a andar por el largo pasillo y, de repente, la duda se apodero de el. En aquel enorme edificio reinaba ese dia un silencio excesivo. Por lo general alli habia montones de personas, se oian las teclas de las maquinas de escribir, sonaban los timbres de los telefonos, el ruido de las conversaciones dejaba paso a los gritos de los jefes, pero entonces no habia nada de aquello. Algunas oficinas estaban abiertas de par en par, pero se encontraban a oscuras, y en el pasillo solo estaba encendida una lampara de cada cuatro.

El presentimiento era cierto: el despacho del asesor politico estaba cerrado con llave, y en el cubiculo de sus ayudantes habia dos desconocidos que vestian abrigos grises identicos, abotonados hasta la barbilla, y llevaban sombreros hongo iguales, desplazados hacia los ojos.

— Les ruego me perdonen — dijo Andrei, enojado —. ?Donde puedo encontrar al senor asesor politico o a su sustituto?

Las cabezas enfundadas en sombreros hongo se volvieron lentamente hacia el.

— ?Y para que desea verlo? — pregunto el de menor estatura.

De repente, el rostro de aquel hombre no le parecio totalmente desconocido a Andrei, y lo mismo le ocurrio con la voz. Y por alguna razon le resulto extrano y desagradable que aquel hombre estuviera alli. No tenia nada que hacer en ese sitio. Andrei torcio el gesto y explico con voz entrecortada y decidida quien era el y que necesitaba.

— Entre, por favor — dijo el hombre que le parecia conocido —, no se quede en la puerta.

Andrei entro y miro a su alrededor, pero no veia nada: ante sus ojos solo destacaba aquel rostro liso, afeitado, monacal. «?Donde lo he visto? Es alguien desagradable… y peligroso. No se para que he venido aqui, solo me dedico a perder el tiempo.»

El hombre bajito que llevaba sombrero hongo tambien lo miraba atentamente. Habia silencio. Las altas ventanas estaban tapadas con gruesas cortinas, y el ruido exterior apenas llegaba a la habitacion. De repente, el hombre bajito que llevaba sombrero hongo se levanto de un salto y se detuvo junto a Andrei. Los ojos grises, casi sin pestanas, parpadeaban, y su enorme nuez se desplazo desde el boton superior del abrigo hasta casi tocar la barbilla.

— ?Redactor jefe? — musito el hombre bajito, y en ese momento Andrei lo reconocio por fin, y mientras la congoja lo dejaba sin fuerzas y cesaba de percibir el suelo bajo los pies, se dio cuenta de que tambien a el lo habian reconocido.

El rostro monacal se distendio en una mueca agresiva, mostrando unos escasos dientes podridos, el hombre bajito se agacho y Andrei sintio un fuerte dolor en el vientre, como si sus entranas hubieran reventado, y a traves de la niebla nauseabunda que le cubria los ojos vio de repente el suelo encerado… Huir, huir… En su cabeza estallaron fuegos artificiales: el techo, lejano y oscuro, surcado de grietas, comenzo a temblar y a girar lentamente… De la angustiosa oscuridad que comenzaba a rodearlo salian picas al rojo vivo y se le clavaban en los costados… «Me matara… ?Me matara!» De repente, su cabeza se hincho y, despellejandose las orejas, se introdujo en una estrecha ranura maloliente.

— Tranquilo, Coxis — decia sin prisa una voz atronadora —, tranquilo, todo a la vez, no.

Andrei grito con todas sus fuerzas, una papilla espesa y caliente le afluyo a la boca, comenzo a ahogarse y vomito.

No habia nadie en la habitacion. La enorme cortina estaba recogida y la ventana abierta de par en par, el aire era frio y humedo y se oia un rugido lejano. Andrei logro apoyarse con dificultad sobre las manos y las rodillas, y comenzo a desplazarse a lo largo de la pared. Hacia la puerta. Para salir de alli…

En el pasillo volvio a vomitar. Se quedo tirado alli unos momentos, agotado a mas no poder, y despues intento ponerse de pie.

«Me siento mal — penso —, muy mal. — Se sento y comenzo a palparse la cara. Tenia el rostro humedo y pegajoso, y en ese momento se dio cuenta de que veia solo con un ojo. Le dolian las costillas, le costaba trabajo respirar. Le dolian las quijadas y el bajo vientre irradiaba un dolor torturante —. Canalla, Coxis. Me has destrozado.» Se echo a llorar. Estaba sentado en el suelo, en el pasillo desierto, con la espalda apoyada en las molduras doradas, y lloraba. No podia contenerse. Sin dejar de llorar, levanto torpemente los faldones del impermeable y metio la mano bajo el cinturon. El dolor era terrible, pero no provenia de alli, sino de mas arriba. Le dolia todo el vientre. Tenia empapados los calzoncillos.

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