A pasos estruendosos, alguien llego corriendo desde lo profundo del pasillo y se detuvo junto a el. Era un policia rubicundo, sudoroso, sin gorra y con ojos que denotaban confusion. Se detuvo alli varios segundos, como indeciso, y de repente siguio corriendo, mientras que de lo profundo del pasillo llegaba un segundo policia, tambien a la carrera, que se quitaba la guerrera por el camino.

En ese momento Andrei se dio cuenta de que en el lugar desde donde venian corriendo se oia el ruido de muchas voces. Entonces se levanto haciendo un esfuerzo, se recosto a la pared, camino hacia las voces sin dejar de sollozar, palpandose con miedo el rostro y haciendo frecuentes paradas para descansar, doblarse y agarrarse el vientre.

Llego hasta la escalera y se agarro de los resbaladizos pasamanos de marmol. Abajo, en el enorme vestibulo, se movia una gran masa humana. No era posible entender que pasaba alli. Los proyectores colocados a lo largo del pasillo iluminaban con una luz cegadora aquella masa en la que, de vez en cuando, aparecian barbas diversas, gorras de uniforme, cordones dorados arrancados a los policias, bayonetas, manos abiertas, calvas palidas… De todo aquello subia hacia el techo un hedor humedo.

Andrei cerro los ojos para no ver nada de aquello y comenzo a bajar a tientas, agarrandose de los pasamanos, de lado, de espaldas, sin darse cuenta de por que lo hacia. Se detuvo varias veces para tomar aliento y gemir, abriendo los ojos. Miro hacia abajo y aquel espectaculo volvio a provocarle nauseas, cerro de nuevo los ojos y volvio a agarrarse de los pasamanos. Cuando llego abajo, sus manos se quedaron sin fuerzas, se solto y rodo por los ultimos escalones hasta el descansillo de marmol, adornado con enormes escupideras de bronce. Entre el mareo y el ruido, escucho de repente un rugido nasal y ronco.

— ?Pero si es Andriuja! ?Muchachos, aqui estan matando a los nuestros…!

Abrio los ojos y vio al tio Yura a su lado, despeinado, con la guerrera hecha jirones, con los ojos asilvestrados y muy abiertos, la barba erizada, y le vio levantar la ametralladora en sus brazos extendidos y, sin dejar de mugir como un toro, disparar una larga rafaga al pasillo, a los proyectores, a los cristales del salon…

Despues, su percepcion se volvio fragmentaria porque perdia y recobraba el conocimiento junto con el dolor y las nauseas que iban y venian. Al principio, se descubrio en el centro del vestibulo. Se arrastraba con terquedad hacia una lejana puerta abierta, pasando por encima de cuerpos inmoviles mientras sus manos resbalaban en algo mojado y frio.

— Oh, Dios mio. Oh, Dios mio — gemia alguien monotonamente a su lado, mascullando.

La alfombra estaba llena de cristales rotos, cartuchos de bala, trozos de yeso… Unos hombres horribles, con antorchas en las manos, entraron corriendo por la puerta y se dirigieron directamente hacia el. Despues, estaba fuera, en el portal. Sentado, con las piernas abiertas, con las manos apoyadas sobre la piedra fria, y un fusil sin cerrojo sobre las rodillas. Olia a humo, en un lugar al borde de su conciencia retumbaba una ametralladora, los caballos relinchaban asustados…

— Aqui me van a aplastar, seguro que me van a aplastar… — repetia el en voz alta, con monotonia, como si quisiera grabarselo en la cabeza.

Pero no lo aplastaron. Volvio en si sobre el pavimento, a un lado de la escalera. Pegaba la mejilla al granito irregular, encima de el ardia una lampara de mercurio, el fusil habia desaparecido al igual que su cuerpo, le parecia estar suspendido en el vacio con la mejilla pegada al granito, y delante de el, en la plaza, se desarrollaba una extranisima tragedia.

Vio un blindado que se movia con chirridos metalicos a lo largo de las farolas que bordeaban la plaza, a lo largo del anillo de carretas y carretones, mientras su torreta giraba a uno y otro lado salpicandolo todo de balas trazadoras que volaban por toda la plaza, y delante del blindado galopaba un caballo, que arrastraba sus arreos… Y de pronto, del monton de vehiculos, salio un carro cubierto por una lona, cortandole el camino al blindado. El caballo salto bruscamente a un lado y choco contra el poste de una farola, mientras que el blindado freno de repente y derrapo. En ese momento aparecio un hombre alto vestido de negro, levanto una mano y se dejo caer sobre el asfalto. Bajo el blindado hubo una llamarada, se oyo un estallido y el vehiculo metalico se achanto pesadamente sobre la parte trasera. El hombre de negro salio corriendo de nuevo. Dio la vuelta al blindado, metio algo por la tronera de observacion del conductor y salto a un lado. Entonces, Andrei vio que se trataba de Fritz Geiger. La tronera se ilumino por dentro, el blindado se estremecio, y por alli salio una larga lengua de fuego. Fritz, con las piernas dobladas y apoyandose con las manos en el suelo, se movia de lado, como un cangrejo, en torno al vehiculo, y entonces la puerta del blindado se abrio y de alli salio un bulto despeinado, envuelto en llamas, que con un penetrante aullido comenzo a rodar por el asfalto, soltando chispas.

Despues, volvio a desmayarse, como si hubieran bajado el telon. Hubo voces enfurecidas y chillidos sobrehumanos, y el sonido de muchos pies pisando el pavimento. Del blindado que ardia llegaba un hedor a hierro recalentado y a gasolina. Fritz Geiger, rodeado por una multitud de gente con brazaletes blancos, alzandose sobre ellos, gritaba ordenes, hacia gestos bruscos y con sus largos brazos senalaba en diversas direcciones, con el rostro y los desordenados cabellos rubios cubiertos de hollin. Otros hombres con brazaletes blancos rodearon una farola a la entrada de la alcaldia, treparon hasta arriba y desde alli dejaron caer unas largas sogas que se balancearon al viento. Arrastraban a alguien por la escalera, alguien que trataba de soltarse, que intentaba patear, que chillaba con voz de mujer histerica de tal manera que dolian los oidos, y de repente toda la escalera se lleno de gente, de rostros oscuros y barbudos, y se oyo el sonido de los cerrojos de las armas. De repente, el chillido ceso y el cuerpo oscuro se arrastro hacia arriba por la farola, sacudiendose y retorciendose. De la multitud salieron unos disparos, las piernas que se movian quedaron colgando extendidas, y el cuerpo oscuro comenzo a girar lentamente en el aire.

Y despues, unas sacudidas espantosas despertaron a Andrei. Su cabeza saltaba sobre unos bultos que olian a algo, iba a alguna parte, lo llevaban quien sabe adonde.

— ?Arre, arre… andando! — gritaba una voz conocida y airada.

Y frente a el, sobre el fondo del cielo negro, ardia la alcaldia. Por las ventanas salian lenguetas de fuego, lanzando chispas a la oscuridad, y se veia como se balanceaban los cuerpos estirados que colgaban de las farolas.

DOS

Despues de lavarse y cambiarse de ropa, con una venda que le cubria el ojo derecho. Andrei yacia a medias en el sillon y miraba sombrio como el tio Yura y Stas Kowalski, que tambien llevaba la cabeza vendada, comian con ansiedad un guiso humeante directamente de la olla, Selma, llorosa, estaba sentada a su lado, sollozando espasmodicamente y tratando de tomarle la mano. Tenia el cabello despeinado, el rimel le manchaba las mejillas, su rostro estaba hinchado y totalmente cubierto de manchas rojas. Y la bata transparente que vestia, empapada por delante de agua jabonosa, le daba un aspecto extrano.

— Eso significa que queria hacerte pedacitos — decia Stas, sin dejar de comer —. Te torturo asi, lentamente, para prolongar el sufrimiento. Conozco eso, los husares azules me dieron el mismo tratamiento. Pase por todo el procedimiento, ya habian comenzado a pisotearme cuando, gracias a Dios, resulto que no era a mi al que debian ejecutar, sino a otro…

— Te rompieron la nariz, pero eso no es nada — le ratifico el tio Yura —. La nariz no es lo principal, y rota sirve igual… Y la costilla… — Hizo un ademan con la mano en la que tenia la cuchara —. Ya ni se cuantas costillas me he roto. Lo fundamental es que las tripas estan intactas, el higado, el pancreas…

Selma solto un suspiro entrecortado y de nuevo trato de agarrar la mano de Andrei, que la miro.

— Deja de llorar — dijo —. Ve a vestirte.

La chica se levanto, obediente, y se fue a otra habitacion. Andrei se registro la boca con la lengua, encontro algo duro y lo escupio en la palma de la mano.

— Se me ha caido un empaste — dijo.

— ?Si? — se asombro el tio Yura.

Andrei se lo mostro. El tio Yura lo examino y sacudio la cabeza. Stas lo imito.

Вы читаете La Ciudad maldita
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату