capitalistas! ?Si los negros continuan peleando contra los blancos! ?Nos aplastaran! ?Nos aniquilaran! ?Pero si nosotros marchamos hombro con hombro! ?Con las armas en la mano! ?O con las herramientas! ?O los arados! ?Entonces no habra fuerza alguna que pueda aplastarnos! ?Nuestra arma es la unidad! ?Nuestra arma es la verdad! ?Por dura que sea! ?Si, nos han metido en una trampa! ?Pero juro por Dios que la fiera es demasiado grande para esa trampa!

— ?Aaa! — estuvo a punto de gritar la multitud, pero la sorpresa la hizo callar.

El sol se encendio.

El sol se encendio por primera vez en doce dias. Su disco dorado comenzo a arder en el lugar acostumbrado, cegando y quemando los rostros grises y descoloridos, lanzando destellos insoportables por los cristales de las ventanas, dando vida y calcinando millones de colores, desde las columnas de humo negro en las azoteas mas lejanas hasta el verde marchito de los arboles y el rojo ladrillo de las paredes sin revoque.

La multitud solto un rugido impresionante, y Andrei rugio junto con los demas. Ocurria algo inaudito. Lanzaban los gorros al aire, la gente se abrazaba, lloraban unos, otros disparaban al aire; alguien, presa de una loca alegria, comenzo a lanzar ladrillos contra los proyectores, mientras Fritz Geiger se erguia sobre todo aquello como si fuera Dios despues de decir «Hagase la luz», senalando con su largo brazo negro hacia el sol, con los ojos muy abiertos y la barbilla, orgullosa, apuntando hacia arriba. Al momento, su voz volvio a reinar sobre la multitud.

— ?Lo veis? ?Ya se han asustado! ?Ya tiemblan ante vosotros! ?Ante nosotros! ?Pero es tarde, senores! ?Es tarde! ?Quieren volver a cerrar la trampa? ?Pero la gente ha escapado de ella! ?No habra clemencia para los enemigos de la humanidad! ?Para los especuladores! ?Para los holgazanes y parasitos! ?Para los que malversan los bienes del pueblo! ?El sol esta de nuevo con nosotros! ?Lo hemos arrancado de sus garras siniestras! ?De los enemigos de la humanidad! ?Y nunca mas! ?Lo entregaremos! ?Nunca mas! ?A nadie…!

— ?Aaaa!

Andrei volvio en si, Stas no estaba en el carreton. El tio Yura, con las piernas separadas, estaba de pie en el pescante sacudiendo la ametralladora, y gritando ferozmente, a juzgar por su nuca enrojecida, Selma lloraba, mientras le daba punetazos a Andrei en la espalda.

«Muy habil — penso Andrei, friamente —. Sera peor para nosotros. ?Y que hago aqui sentado? Deberia huir, y sigo aqui» Sobreponiendose al dolor en el costado, se levanto y de un salto bajo del carreton. A su alrededor, la multitud rugia y se agitaba. Andrei echo a andar, acortando camino. En un primer momento intento protegerse con los codos, pero en aquel desorden era imposible. Cubierto de sudor frio a causa del dolor y la nausea incipiente, empujo, pisoteo, avanzo, embistio incluso y finalmente logro llegar al callejon de la Letrina. Pero la voz de Geiger lo acompano, atronadora, durante todo el recorrido.

— ?El odio! ?El odio nos guiara! ?Basta de falso amor! ?Basta de besos de Judas! ?Basta de traidores a la humanidad! ?Yo mismo dare ejemplo de odio sagrado! ?Hice estallar un blindado de los sanguinarios gendarmes! ?Delante de vuestros ojos! ?Di la orden de colgar a ladrones y gangsteres! ?Delante de vuestros ojos! ?Con escobas de hierro barrere de nuestra ciudad la basura y las sabandijas no humanas! ?Delante de vuestros ojos! ?No tuve lastima de mi mismo! ?Y me gane el derecho sagrado a no tener lastima de otros!

Andrei llego a la entrada del periodico. La puerta estaba cerrada. Rabioso, la pateo y los cristales se estremecieron. Comenzo a golpearla con todas sus fuerzas, soltando tacos con rabia. La puerta se abrio. En el umbral estaba el Preceptor.

— Entra — dijo, echandose a un lado.

Andrei entro. El Preceptor cerro la puerta detras de el, paso el cerrojo y se volvio. Su rostro era blanco, como la harina, con enormes ojeras negras, y se humedecia los labios con la lengua con frecuencia. A Andrei se le encogio el corazon: nunca antes habia visto al Preceptor en tal estado de abatimiento.

— ?Es posible que todo ande tan mal? — pregunto Andrei, con desanimo en la voz.

— Pues si — el Preceptor sonrio debilmente —. No hay nada bueno.

— ?Y el sol? — pregunto Andrei —. ?Por que lo apagaron?

— ?No lo apagamos! — mascullo, angustiado, el Preceptor, apretando los punos y dando paseitos de un lado al otro del vestibulo —. Fue una averia. Eso no figuraba en ningun plan. Nadie se lo esperaba.

— Nadie se lo esperaba — repitio Andrei, con amargura. Se quito el impermeable y lo dejo sobre un sofa polvoriento —. Si no se hubiera apagado el sol, nada de esto habria ocurrido.

— El Experimento se descontrolo — mascullo el Preceptor, dandole la espalda.

— Se descontrolo… — volvio a repetir Andrei —. Nunca pense que el Experimento pudiera descontrolarse.

— Pues… — dijo el Preceptor mirandolo de reojo — en cierto sentido, tienes razon. Pero tambien puedes considerar lo siguiente: el Experimento, descontrolado, es tambien un Experimento. Es posible que sea necesario hacer cambios… introducir correcciones. Asi que, en retrospectiva, ?en retrospectiva! esas tinieblas egipcias se consideraran como parte inseparable y programada del Experimento.

— En retrospectiva… — repitio Andrei una vez mas. Una rabia sorda se apodero de el —. ?Y que tendran la gentileza de ordenarnos? ?Que nos salvemos?

— Si. Que os salveis. Y que salveis.

— ?A quien?

— A todos los que puedan ser salvados. Todo lo que pueda ser salvado. No puede ser que no quede nadie ni nada que salvar.

— ?Nosotros vamos a salvarnos y Fritz Geiger llevara a cabo el Experimento?

— El Experimento sigue siendo el Experimento — objeto el Preceptor.

— Si — dijo Andrei —. Desde los babuinos hasta Fritz Geiger.

— Pues si. Hasta Fritz Geiger, mas alla de Fritz Geiger y a pesar de Fritz Geiger. A causa de Fritz Geiger no nos vamos a pegar un tiro en la sien. El Experimento debe continuar. La vida sigue, a pesar de cualquier Fritz Geiger. Si estas desencantado del Experimento, piensa en la lucha por la vida.

— En la lucha por la existencia — mascullo Andrei, con una sonrisa torcida —. ?Ahora no podemos hablar de vida!

— Eso va a depender de vosotros.

— ?Y de ustedes?

— De nosotros depende muy poco. Vosotros sois muchos, aqui sois los que deciden, no nosotros.

— Antes, usted hablaba de otra manera — repuso Andrei.

— ?Antes tu eras otra persona! — objeto el Preceptor —. ?Y tambien hablabas de otra manera!

— Temo haber hecho el tonto — mascullo Andrei, lentamente —. Me temo que no he sido mas que un idiota.

— No temes solo eso — apunto el Preceptor con cierta picardia en la voz.

A Andrei el corazon le dio un salto, como siempre ocurre cuando se cae en un sueno.

— Si, tengo miedo. Tengo miedo a todo — dijo, grosero —. Soy un gorrion asustado. ?Alguna vez le han pateado los testiculos? — De repente, le vino a la cabeza una idea nueva —. Pero usted tambien tiene miedo, ?no es verdad?

— ?Por supuesto! Ya te he dicho que el Experimento se descontrolo…

— ?No me diga! El Experimento, el Experimento… El problema no esta en el Experimento. Primero, a por los babuinos, despues a por nosotros, y por ultimo, a por ustedes, ?verdad?

El Preceptor no respondio nada. Lo mas horrible era que, ante aquella pregunta, el Preceptor no habia dicho ni una palabra. Andrei seguia esperando, pero el Preceptor se limitaba a seguir dando paseitos por el vestibulo, moviendo sin sentido los sillones de un lugar a otro, frotando el polvo de las mesitas con la manga y sin atreverse a mirar a Andrei.

Tocaron a la puerta, primero con los punos y despues comenzaron a darle patadas. Andrei retiro el cerrojo y vio a Selma delante de el.

— ?Me abandonaste! — dijo ella con indignacion —. ?Apenas he logrado llegar aqui!

Andrei, avergonzado, miro hacia atras. El Preceptor habia desaparecido.

— Perdoname — mascullo —. No podia ocuparme de ti.

Le resultaba dificil hablar. Intentaba acallar dentro de si el horror que le causaba la soledad y la sensacion de indefension. Cerro la puerta de un golpe violento y se apresuro a poner el cerrojo.

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