hemos organizado una parada larga. Entonces no es necesario seguir adelante, muchachos, se han molestado por gusto. Y de repente, le dan a uno gachas con ciruelas pasas, dos tazas de te y chocolate… ?Ahi lo tiene, senor Chnoupek! Ya te atrapare, solo necesito tiempo… Ay, que ganas de dormir. Y de tomar un poco de agua. Pero, digamos, senor consejero, olvidate del agua. Duerme, eso es lo que necesitas. Manana, tan pronto amanezca… Fritz, tirate por un barranco con tus ansias de expansion. Ahi lo tienes, el emperador de la gran mierda…»
— Vamos — le dijo al Mudo.
Sentado tras el escritorio, Izya seguia revisando sus papeles. Habia adquirido otro mal habito: morderse la barba. Agarraba un punado de pelos, se los metia en la boca y comenzaba a roer. Que espantapajaros… Andrei camino hasta el catre y se dedico a tender la sabana, que se le pegaba a las manos como un mantel de hule.
— Esto es lo que tenemos — dijo Izya de repente, volviendose hacia el —. Aqui vivian bajo el gobierno de El Mas Querido y Sencillo. Fijate, todo con mayusculas. Vivian bien, no carecian de nada. Mas tarde, el clima comenzo a cambiar, hubo un gran enfriamiento. Y despues ocurrio algo y todos perecieron. Encontre un diario. Su dueno se atrinchero en el piso y murio de hambre. Mas exactamente, no murio, se colgo, pero lo hizo a causa del hambre, se volvio loco. Todo comenzo cuando aparecieron unos rizos en la calle…
— ?Que fue lo que aparecio? — pregunto Andrei y dejo de quitarse los zapatos.
— Unos rizos. ?Aparecieron unos rizos, como sobre el agua! Todo el que caia en esos rizos, desaparecia. A veces le daba tiempo de gritar, a veces ni siquiera eso, se disolvia en el aire y eso era todo.
— Que locura — gruno Andrei —. ?Y que mas?
— Todos los que salian de la casa morian en aquellos rizos. Pero los que se asustaron o se dieron cuenta de que aquello pintaba mal, al principio lograron sobrevivir. Los primeros dias hablaban entre ellos por telefono, iban pereciendo lentamente. No habia nada de comer, en la calle el frio era glacial, no tenian reservas de lena, la calefaccion no funcionaba.
— ?Y que paso con los rizos?
— No escribio nada al respecto. Te he dicho que, hacia el final, se volvio loco. La ultima anotacion que hizo fue… — Izya paso varias hojas de papel —. Aqui la tengo, escucha: «Ya no puedo mas. ?Y para que? Es hora. Hoy por la manana. El Mas Querido y Sencillo ha pasado por la calle y ha mirado por mi ventana. Sonrio. Es hora». Y eso es todo. Fijate que su piso esta en la quinta planta. El pobre ato la cuerda a la lampara del techo. Por cierto, todavia cuelga ahi mismo.
— Si, parece que se volvio totalmente loco — dijo Andrei, metiendose en la cama —. De hambre, sin duda. Escucha, ?y no has averiguado nada relativo al agua?
— Por ahora, nada. Supongo que manana tendremos que ir hasta el final del acueducto. ?Que, ya vas a dormir? — Si. Y te aconsejo que hagas lo mismo. Apaga la lampara y pierdete.
— Oye — dijo Izya, implorante —. Yo queria seguir leyendo. Tu tienes una buena lampara.
— ?Y la tuya, donde esta? Tu tenias una igual.
— Se me rompio accidentalmente. En el remolque. Le puse una caja encima. Sin darme cuenta.
— Cretino — dijo Andrei —. Esta bien, coge la lampara y vete.
Presuroso, Izya recogio sus papeles y aparto la silla.
— ?Si! — dijo, de repente —. Dagan ha traido tu pistola. Y me ha dado un recado del coronel para ti, pero se me ha olvidado…
— Esta bien, dame la pistola. — Andrei la guardo bajo la almohada y se volvio de espaldas a Izya.
— ?Y no quieres que te lea una carta? — dijo Izya, insinuante —. Parece que aqui practicaban algo parecido a la poligamia.
— Largate — dijo Andrei, sin levantar la voz.
Izya solto una risita. Con los ojos cerrados, Andrei lo oia moverse, caminar, hacer crujir el parque reseco. Despues se oyo el chirrido de una puerta, y cuando abrio los ojos, todo estaba oscuro.
«Unos rizos… — penso —. Que cosa. Que mala suerte tienen algunos. Y no podemos hacer nada al respecto. Solo hay que pensar en aquellas cosas que dependen de nosotros… Digamos, en Leningrado no hubo rizos de ningun tipo. Hubo un frio salvaje, horrible, los que se congelaban gritaban en los portales cubiertos de hielo, cada vez con menos fuerza, durante muchas, muchas horas… Uno se quedaba dormido, oyendo como alguien gritaba, se despertaba sumido aun en aquel grito desesperado, sin que le pareciera algo horrible, mas bien se trataba de algo que daba nauseas, y cuando por la manana, envuelto en la manta hasta la barbilla, bajaba a buscar agua por las escaleras cubiertas de excrementos congelados, agarrando la mano de su madre que a su vez tiraba del trineo donde habian atado el cubo, el que gritaba yacia abajo, junto al pozo del ascensor, seguramente en el mismo lugar donde cayera la noche anterior, en el mismo sitio, si, porque no habia sido capaz de incorporarse, ni siquiera de arrastrarse, y nadie habia salido a prestarle ayuda. Y no hizo falta rizo alguno. Sobrevivimos solo porque mama tenia la costumbre de comprar la lena al comienzo de la primavera y no en verano. La lena nos salvo. Y los gatos. Doce gatos adultos y un pequeno gatito, tan hambriento que cuando intente acariciarlo se lanzo sobre mi mano y se puso a roer y morder mis dedos con ansiedad. Os mandaria alli, canallas — penso Andrei con rabia repentina, acordandose de los soldados —. Aquello no era el Experimento. Y la ciudad era mucho mas terrible que esta. En aquel sitio me hubiera vuelto loco sin remedio. Me salvo el hecho de ser un nino. Los ninos simplemente morian…
«Pero no rendimos la ciudad — siguio pensando —. Los que se quedaron iban muriendo poco a poco. Los amontonaban ordenadamente en los cobertizos para la lena, intentaban evacuar a los vivos, el gobierno seguia funcionando y la vida continuaba su curso, una vida extrana, delirante. Alguien moria en silencio; otro hacia algo heroico y despues tambien moria: un tercero trabajaba en la fabrica hasta el ultimo momento, y cuando le llegaba el dia, tambien moria. Habia quien engordaba a costa de todo eso, comprando oro, plata, perlas, pendientes, joyas, por mendrugos de pan, pero despues tambien moria: lo llevaban a orillas del Neva y lo fusilaban, y despues subian hasta la calle, y sin mirar a nadie se volvian a colgar los fusiles tras las huesudas espaldas. Habia quien, con un hacha en la mano, acechaba en los callejones, comia carne humana, hasta intentaba venderla, pero de todos modos moria tambien. En aquella ciudad no habia nada mas habitual que la muerte. Pero el gobierno seguia alli, y mientras lograra permanecer, la ciudad se sostenia.
«?Sentirian alguna lastima de nosotros? — se pregunto —. ?O no pensaban en nosotros? Simplemente cumplian la orden, y en esa orden se hablaba de la ciudad, pero no se decia nada de nosotros. Bueno, algo habria, pero en el punto X. En la estacion de Finlandia, bajo un cielo limpio y blanco a causa de la helada, estaban los convoyes de vagones de cercanias. Nuestro vagon estaba repleto de ninos, iguales que yo, de unos doce anos, seguro que de algun orfanato. No me acuerdo de casi nada. Me acuerdo del sol en las ventanas, del vaho al respirar, de una vocecita infantil que repetia continuamente una misma frase, con la misma chillona entonacion de rabia e impotencia: «?Largate de aqui a hacer punetas!», y de nuevo, «?Largate de aqui a hacer punetas!», y de nuevo…
«Pero no era eso lo que me interesaba — reflexiono —. Las ordenes y la lastima, de eso se trataba. Por ejemplo, los soldados me dan lastima. Los entiendo muy bien, simpatizo con ellos. Pedimos voluntarios, y en primer lugar acudieron aventureros, buscadores de emociones, hombres que se aburren en nuestra comoda ciudad, que tenian deseos de ver sitios totalmente nuevos, de jugar con sus fusiles automaticos si llegaba el momento, de buscar entre las ruinas y, al regreso, llenarse el pecho de condecoraciones, ponerse galones con grados superiores, pasearse entre las chicas… Pero, en lugar de todo eso, solo han conseguido diarreas, ampollas sangrantes, vaya usted a saber que porquerias… ?Cualquiera se amotinaria!
«?Y yo, que? ?Me resulta mas facil? ?Acaso vine aqui buscando diarreas? Tampoco tengo ganas de seguir, tampoco veo nada bueno adelante, yo tambien, que el diablo os lleve a todos, albergaba ciertas esperanzas, muy mias, digamos, por ejemplo, ese Palacio de Cristal mas alla del horizonte. Posiblemente me encantaria dar ahora mismo la orden de que lo dejaramos, chicos, volvamos a casa… Tambien estoy harto de tanta suciedad, tambien me devora la desilusion, yo tambien tengo miedo de que aparezcan unos puneteros rizos, o gente con la cabeza de hierro. Quiza se me rompio todo por dentro cuando vi a aquellos infelices sin lengua: ahi lo tienes, imbecil, te lo adverti, no sigas adelante, regresa. ?Y los lobos? Cuando marchaba solo en la retaguardia porque todos se habian cagado de miedo, ?creen que me divertia? Sale un lobo corriendo entre la nube de polvo, me arranca de un bocado la mitad del trasero y desaparece… Eso temia, mis queridos canallas, asi que no sois los unicos que lo pasan mal, la sed tambien me ha cuarteado las tripas.
«Esta bien — se dijo —. ?Y por que demonios sigues adelante? Manana mismo puedes dar la orden y volaremos como los pajaros, dentro de un mes estaremos en casa y puedes tirarle a Geiger a la cara todos tus plenos poderes, y decirle: «Hermanito, ve a que te den, si tantas ganas tienes de expandir tu poder, ve tu mismo,