?Anastasis! ?Al tractor, tras la cabina! ?Vigilad, listos para hacer fuego! ?Mas rapido! ?Pareceis cerdos moribundos! ?Vasilenko! ?Por la izquierda! Al suelo, con… ?A la izquierda, asno eslavo! ?Al suelo, vigila bien! ?Palotti! ?Adonde vas, spaghetti? — Agarro por el cuello de la camisa al italiano, que corria sin ton ni son, le dio una feroz patada en el trasero y lo empujo hacia el tractor —. ?Tras la cabina, so bestia! ?Anastasis, ilumina la calle a todo lo largo!

Andrei recibia empujones por la espalda, por los costados… Apretando los dientes, intentaba no perder el equilibrio sin lograr entender nada, acallando el deseo insoportable de gritar algo sin sentido. Se recosto en la pared con la pistola delante de si y miro a su alrededor con ojos de animal acosado. ?Por que todos corren en esa direccion? ?Y si de repente nos agreden por la retaguardia? ?O desde las azoteas? ?O desde el edificio de enfrente?

— ?Choferes! — grito Fogel —. ?Choferes, a los tractores! ?Quien esta disparando, imbeciles? ?Alto el fuego!

La cabeza de Andrei se iba aclarando poco a poco. La situacion no era tan mala como habia pensado. Los soldados se tendieron donde les ordenaron, la agitacion sin sentido ceso y finalmente alguien en el tractor hizo girar el reflector e ilumino la calle.

— ?Ahi esta! — grito alguien, conteniendo la voz.

Los fusiles automaticos dispararon una rafaga corta y callaron al momento. Andrei logro divisar algo enorme, casi mas alto que los edificios, monstruoso, con munones y puas que apuntaban en varias direcciones. Su sombra interminable cubrio un momento la calle y a continuacion desaparecio por una esquina a dos manzanas de distancia. Se perdio de vista y los pesados golpes del mazo sobre la piedra se hicieron mas y mas quedos, y al poco tiempo cesaron del todo.

— ?Que ha ocurrido, sargento? — pronuncio la voz serena del coronel por encima de la cabeza de Andrei.

El coronel, con la chaqueta correctamente abotonada, apoyaba las manos en el marco de la ventana y se inclinaba levemente hacia fuera.

— El centinela ha dado la senal de alarma, senor coronel — respondio el sargento Fogel —. El soldado Terman.

— Soldado Terman. Aqui — ordeno el coronel.

Los soldados giraron las cabezas.

— ?Soldado Tennan! — rugio el sargento —. ?Presentese ante el coronel!

A la luz difusa del reflector se pudo ver al soldado Terman, que salia de debajo del tractor, arrastrandose con precipitacion. De nuevo algo se le atasco al pobre hombre. Dio un tiron con todas sus fuerzas y se puso de pie.

— ?El soldado Temian se presenta por orden del senor coronel! — grito, como un gallo.

— ?Que aspecto! — dijo el coronel con gesto de asco —. ?Abotonese!

En ese momento, el sol se encendio. Fue tan inesperado que sobre el campamento se elevo un mugido procedente de muchas gargantas. Muchos se cubrieron el rostro con las manos. Andrei entrecerro los ojos.

— ?Por que ha dado la alarma, soldado Terman? — pregunto el coronel.

— ?Un intruso, senor coronel! — solto Terman con desesperacion en la voz —. No respondia. Venia directamente hacia mi. ?El suelo temblaba! Segun el reglamento, le di el alto en dos ocasiones y despues dispare.

— Correcto — dijo el coronel —. Ha actuado bien.

Bajo la brillante luz todo parecia bien diferente a como era cinco minutos antes. El campamento parecia un campamento: los malditos remolques, sucios bidones metalicos con combustible, los tractores cubiertos de polvo… Sobre este paisaje tan conocido y detestado, aquellas personas semidesnudas, armadas, yacentes o agachadas con sus ametralladoras y fusiles automaticos, de rostros arrugados y barbas erizadas, parecian absurdas y ridiculas. Andrei recordo que el mismo no llevaba pantalones y que los cordones de sus botas se arrastraban por el suelo. Se sintio violento. Retrocedio con cautela hacia la puerta, pero alli se amontonaban los choferes, los geologos y los cartografos.

— Permiso para informar, senor coronel — dijo Terman, algo mas animado —. No se trataba de una persona.

— ?Y que era?

Terman vacilo un momento.

— Mas bien parecia un elefante, senor coronel — dijo Fogel, con autoridad —. O un monstruo prehistorico.

— A lo que mas se parecia era a un estegosauro — intervino Tevosian.

El coronel lo miro atentamente y se dedico a contemplarlo varios segundos con curiosidad.

— Sargento — dijo por fin —. ?Por que sus hombres abren la boca sin permiso?

Alguien solto una risita malevola.

— ?Silencio! — solto el sargento con un susurro amenazador —. Permiso para ponerle un correctivo, senor coronel.

— Supongo… — comenzo a decir el coronel, pero en ese momento lo interrumpieron.

— Aaah… — comenzo a aullar alguien, primero en voz baja y despues cada vez mas alto, y la mirada de Andrei recorrio el campamento, buscando al que aullaba y por que lo hacia.

Todos se agitaron, asustados: todos movieron la cabeza de un lado a otro, y entonces Andrei vio al soldado Anastasis, de pie tras la cabina del tractor, que con el brazo extendido apuntaba hacia delante, tan palido que parecia verde, incapaz de pronunciar una palabra inteligible. Andrei, tenso en espera de lo que pudiera ser, miro en la direccion que senalaba el soldado, pero no vio nada. La calle estaba vacia, y en la lejania se movia ya el aire recalentado. De repente, el sargento se limpio la garganta haciendo ruido y empujo su gorra hacia delante. Alguien solto un taco en voz baja, con ferocidad.

— Dios todopoderoso… — balbuceo una voz desconocida, junto a su oido.

Y Andrei entendio, se le erizaron los pelos en la nuca y sintio que las piernas se le volvian de mantequilla.

La estatua de la esquina habia desaparecido. El enorme hombre de hierro con rostro de sapo y brazos abiertos en gesto patetico habia desaparecido. En el cruce quedaban solamente las cagadas secas que los soldados habian dejado el dia anterior en torno a la estatua.

TRES

— Entonces me marcho, coronel — dijo Andrei, poniendose de pie.

El coronel se levanto tambien y al instante se apoyo pesadamente en el baston. Ese dia estaba aun mas palido, con el rostro demacrado y aspecto de anciano decrepito. Se podia decir que no conservaba casi nada de su porte.

— Buen viaje, senor consejero — dijo. Sus ojillos incoloros miraban a Andrei con aire de culpa —. Demonios, basicamente la exploracion del alto mando es un asunto mio…

— No se, no se — dijo Andrei, recogio el fusil automatico de la mesa y se lo colgo del hombro —. Yo, por ejemplo, tengo la sensacion de que me doy a la fuga, dejandolo todo en sus manos… Y usted esta enfermo, coronel.

— Si, imaginese, hoy yo… — el coronel callo a mitad de la frase —. Supongo que regresara antes de que oscurezca.

— Regresare mucho antes — dijo Andrei —. Esta salida no la considero ni siquiera como una exploracion. Solo quiero mostrarles a esos abortos cobardes que mas adelante no hay nada terrible. ?Estatuas que caminan, lo unico que me faltaba! — De repente, cayo en cuenta —. No tenia la intencion de ofender a sus soldados, coronel.

— Tonterias. — El coronel hizo un ademan con su mano huesuda —. Usted tiene toda la razon. Los soldados siempre son miedosos. Nunca en mi vida he visto soldados valientes. ?Y a santo de que deben ser

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