a la cara —. No se trata de un soldado, de un chofer cualquiera — siguio pensando mientras caminaba por los adoquines ardientes —. Ha sido Fritz — dedujo con rabia —. Proclamo que el Experimento habia dejado de existir, y yo lo crei… bueno, no lo crei, simplemente acepte la nueva ideologia, por lealtad, como un deber… No, chavales, las nuevas ideologias son para los tontos, para la masa. Pero hay que decir que hemos vivido cuatro anos sin mencionar el Experimento, teniamos muchisimas otras cosas de que ocuparnos… De nuestras carreras, por ejemplo — penso con malicia —. De conseguir tapices, de buscar nuevas piezas para las colecciones personales.»
Se detuvo en el cruce y miro de reojo al callejon. La estatua se encontraba alli, amenazando con su dedo indice de medio metro, sonriendo con su desagradable boca de sapo. «?Os dare una leccion, perros sarnosos!»
— ?Era esta? — pregunto Izya, como de pasada.
Andrei asintio y siguio adelante.
Caminaron largo rato, cada vez mas atontados debido al calor y a la luz cegadora, pisando sobre sus cortas sombras deformes: el sudor se les secaba en la frente y las sienes, formando una corteza salada, y hasta Izya habia dejado de hablar sobre la inconsistencia de algunas hermosas hipotesis suyas, y el incansable Pak arrastraba un pie pues habia perdido la suela del zapato. El Mudo abria su negra boca de vez en cuando, sacaba el horrible munon de lengua y respiraba jadeante, como un perro. Y no ocurrio nada mas, salvo que Andrei, incapaz de controlarse, se estremecio en una ocasion cuando, al alzar los ojos por casualidad, vio en la ventana abierta de una cuarta planta un enorme rostro verdoso que lo miraba atentamente con ojos saltones. El espectaculo era de veras impresionante: una cuarta planta y una jeta llena de manchas verdes que ocupaba toda una ventana.
Al rato, salieron a una plaza.
Nunca habian visto una plaza igual. Parecia un extrano bosque talado. Estaba llena de pedestales: redondos, cubicos hexagonales, en forma de estrella, con el contorno de erizos abstractos, de torretas artilleras, de bestias miticas, de piedra caliza, de hierro, de granito, de marmol, de acero inoxidable, incluso, al parecer, de oro… Y todos aquellos pedestales estaban vacios, solo a unos cincuenta metros mas adelante la cabeza de un leon alado servia de apoyo a una pierna quebrada por encima de la rodilla, de la altura de una persona, descalza y con una pantorrilla muy musculosa.
La plaza era gigantesca, no se divisaba el extremo opuesto a causa de la calina, y a la derecha, junto a la Pared Amarilla, las corrientes de aire caliente dejaban ver la silueta temblorosa de una extensa construccion de poca altura, cuya fachada estaba formada por columnas muy proximas unas a otras.
— ?Que espectaculo! — se le escapo a Andrei.
— En bronce, en marmol, con pipa o sin pipa — dijo Izya, sin aclarar nada, y pregunto —: ?Y adonde se han largado todos?
Nadie le respondio. Miraban hacia todas partes y no lograban entender nada, ni siquiera el Mudo.
— Al parecer, debemos ir en esa direccion — dijo Pak al rato.
— ?Este es el Panteon que buscabais? — pregunto Andrei por decir algo.
— ?No lo entiendo! — exclamo Izya con indignacion —. ?Todos ellos se pasean por la ciudad? ?Por que casi no los hemos visto antes? ?Deben ser miles, miles!
— La Ciudad de las Mil Estatuas — dijo Pak.
— ?Que, existe tambien esa leyenda? — le pregunto Izya, volviendose rapidamente hacia el.
— No. Pero yo la llamaria asi.
—
— Creo que debe existir un camino en torno a la plaza — dijo Pak —. Sobre el precipicio. — ?Seguimos? — dijo Izya. La impaciencia lo consumia.
Y siguieron en direccion al panteon, caminando entre los pedestales, sobre los adoquines que alli estaban rotos, convertidos en gravilla muy fina, en polvo blanco que relumbraba al sol. De vez en cuando se detenian, se agachaban, se levantaban de puntillas para leer las inscripciones en los pedestales, unas inscripciones tan extranas que daban miedo.
Izya reia y cloqueaba, se daba punetazos en la mano abierta. Pak, sonriente, negaba con la cabeza, pero Andrei se sentia incomodo, percibia lo inoportuno de aquella alegria indecente hasta cierto punto, pero solo el parecia percibir eso, y se limitaba a apurarlos.
— Vamos, vamos — repetia, impaciente —. Vamos. ?Que demonios os pasa? Llegaremos tarde, que verguenza…
Le indignaba contemplar a aquellos idiotas: vaya sitio para divertirse el que habian encontrado. Pero ellos se quedaban atras, pasaban sus dedos sucios por los renglones tallados, ensenaban los dientes, se reian, y Andrei los abandono con un gesto, sintiendo un gran alivio al darse cuenta de que sus voces habian quedado muy atras y ya no se distinguian las palabras.
«Asi es mejor — penso satisfecho —. Sin esa corte de idiotas. A fin de cuentas, no recuerdo haberlos invitado. Algo se dijo con respecto a ellos, pero ?que fue exactamente? Que si vendrian en traje de gala, o si por el contrario, no querian venir en general. ?Y que importa eso ahora? En ultima instancia, que se queden alla abajo. Todavia con Pak se puede trabajar, pero Izya se enzarza con cualquier cosa que se diga, o peor aun, se pone el mismo a hablar… Es mejor cuando no estan, ?verdad, Mudo? Sigue guardandome la espalda, aqui, por la derecha, y vigila bien. Aqui, hermanito, no te dan tiempo ni de parpadear. No lo olvides: aqui estamos en la guarida de los verdaderos adversarios, no se trata de Quejada ni de Chnoupek, mejor llevame el fusil, necesito libertad de movimientos, y que es eso de subir al estrado con un fusil, gracias a Dios no soy Geiger… Pero, dime, ?donde esta mi disertacion? ?Ahi lo tienes! ?Que hago ahora si no tengo la disertacion?»
El Panteon aparecio, delante y por encima de el, con todas sus columnas, sus peldanos astillados y partidos, su estructura metalica oxidada. A traves de las columnas le llegaba un frio gelido, alli estaba oscuro, olia a espera y corrupcion, y los enormes portones dorados estaban abiertos de par en par, solo quedaba entrar. Subio uno tras otro los escalones, atento a no tropezar. «?Dios me libre!», a no caerse alli ante la vista de todos, palpandose los bolsillos, pero la disertacion no aparecia por ninguna parte, porque se habia quedado, por supuesto, en la caja fuerte… no, en el traje nuevo, «yo queria ponerme el traje nuevo, pero despues pense que asi impresionaria mas…».
«Demonios, ?que hago sin la disertacion? — penso, mientras entraba en el vestibulo en penumbra —. ?De que trataba mi disertacion? — se pregunto mientras caminaba por aquel suelo resbaladizo de marmol negro —. Creo que, en primer lugar, de la grandeza — recordo, poniendo el cerebro en tension, percibiendo el sudor frio que le corria por el cuerpo debajo de la camisa. Alli, en aquel vestibulo, hacia mucho frio, hubieran podido avisar; en el patio era verano, no habian echado ni un poco de serrin en el suelo —. Que holgazanes, cualquiera podia romperse la crisma en aquel suelo.
«Y aqui, ?adonde vamos? ?A la izquierda, a la derecha? Ah, si, perdon… Entonces, es asi. En primer lugar, la grandeza — penso mientras caminaba presuroso por el pasillo totalmente a oscuras —. Ah, esto es otra cosa. Una alfombra. ?Bien pensado! Pero no se les ocurrio colgar unos candiles. Siempre les pasa lo mismo: o cuelgan algunas lamparas, a veces hasta un reflector, o como ahora… Asi funciona la grandeza.
«Y hablando de grandeza, recordamos los denominados grandes nombres. Arquimedes. ?Perfectamente! Siracusa, eureka, el bano… quiero decir, la banera. Desnudo. Que mas. ?Atila! ?El dux veneciano! Quiero decir que pido perdon: Otelo es el dux veneciano, Atila es el rey de los hunos. Ahi cabalga. Mudo y sombrio, como una tumba. No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos. ?Pedro! Grandeza. El grande. Pedro el Grande. Primero.