les dijo, haciendo un corte de manga —. ?Y quien los recuerda? Algunos idiotas, de los que no queda ni huella, los erigieron… Arquimedes, ?que cosa! Existio uno con ese nombre, lo se, corria desnudo por las calles sin el menor reparo… ?Y que? En una civilizacion del nivel adecuado le hubieran cortado los huevos. Para que no corriera. Asi que eureka, ?no? O ese mismo Pedro el Grande. Si, era el zar, el emperador de todas las Rusias… Conocemos a gente asi. ?Y cual era su apellido? ?Eh? ?No lo saben? ?Y cuantos monumentos le han erigido! ?Cuantos libros le han escrito! Pero preguntenle a un estudiante en un examen y quiera Dios que uno de cada diez pueda adivinar cual era su apellido. ?Ahi tiene a ese grande! ?Y eso es lo que pasa con todos ustedes! O nadie los recuerda, y solo abren mucho los ojos, o, digamos, los recuerdan, pero no saben su apellido. Y, por el contrario: recuerdan el apellido, digamos, de los ganadores de tal o cual premio, pero el nombre… ?que van a acordarse del nombre! ?Quien era? Era escritor, o vendia lana de contrabando… ?Y que falta le hace eso a nadie? Juzguen ustedes mismos. Pues si se acuerdan de todos ustedes, olvidaran cuanto cuesta la vodka.
En aquel momento veia frente a el mas de diez nucas. Eso resultaba ofensivo. Y Katzman, al otro extremo de la mesa, seguia mugiendo, cada vez mas alto, cada vez con mayor insistencia, pero tan ininteligible como antes.
— ?Una carnada! — grito Andrei con todas sus fuerzas —. ?Eso es la alabada grandeza de ustedes! ?Una carnada! Un Chnoupek los mira y piensa: ?oh, ha existido gente asi! Ahora mismo dejo el alcohol, dejo el tabaco. Dejo de revolearme por los matorrales con mi Lagarta, ire a la biblioteca, me inscribire y tambien lograre llegar a su altura… ?Se presupone que debe pensar de esa manera! Pero cuando los mira a ustedes, piensa de un modo totalmente diferente. Y si no hubiera un custodio junto a ustedes, si no hubiera una valla, el tiraria ahi toda su basura, los llenaria de letreros escritos con tiza y se largaria satisfecho a buscar a su Lagarta. ?Ahi tienen ustedes la funcion pedagogica! ?Ahi tienen la memoria de la humanidad! ?Y, en realidad, para que punetas necesita Chnoupek la memoria? Tengan la bondad de decirme por que punetera razon deberia el recordarlos a ustedes. Por supuesto, hubo una epoca en la que se consideraba de buen gusto recordarlos a todos ustedes. Y los recordaban, era imposible hacer otra cosa. Digamos, Alejandro Magno nacio en tal fecha, murio en tal otra;
Andrei callo. Toda aquella explicacion no venia a cuento. Nadie lo escuchaba. Delante de el solo habia nucas: de hierro, de piedra, de acero, de jade… afeitadas, calvas, rizadas, con trenzas, con cicatrices, y algunas de ellas totalmente ocultas bajo yelmos, gorros, triangulos…
«No me gusta — penso con amargura —. La verdad hace doler los ojos. Estan acostumbrados a las odas, a que les canten alabanzas.
Pero tras la niebla amarilla la voz seguia zumbando, y ya lograba distinguir algunas palabras: «…inaudito, nunca visto… de una situacion catastrofica… unicamente ustedes… ha merecido la gloria y el reconocimiento eternos…».
«En particular, eso es lo que no soporto — penso Andrei —. No soporto cuando hablan de la eternidad para todo. Hermandad eterna. Amistad eterna. Eternamente juntos… ?De donde sacan todo eso? ?Que cosa eterna es la que ven?»
— ?Basta de mentir! — grito —. ?Hay que tener conciencia!
Nadie le presto atencion. Se volvio y regreso por donde habia venido, sintiendo una corriente de aire que lo atravesaba hasta los huesos, una corriente hedionda que arrastraba olores de criptas, oxidos, cardenillo…
«Pero no es Izya el charlatan que habla al otro extremo — penso sin mucha conviccion —. Izya nunca ha pronunciado semejantes palabras. No tiene sentido que me enoje con el… Ni que haya venido aqui. ?Con que objetivo he llegado hasta este sitio? Seguramente me parecio que habia entendido algo. De cualquier manera, ya he cumplido los treinta, es tiempo de entender como funcionan las cosas. Que idea mas absurda: convencer a los monumentos de que no le hacen la menor falta a nadie. Es como convencer a la gente de que no son necesarios. Y puede que eso sea de esa forma, pero ?quien va a creerlo?
«En los ultimos anos me ha ocurrido algo. He perdido algo… Los objetivos, eso es lo que he perdido. Hace apenas cinco anos sabia con exactitud para que hacia una u otra cosa. Pero ahora no lo se. Se que habria que fusilar a Chnoupek. Pero, con que objetivo, no lo tengo claro. Entiendo, por supuesto, que mi trabajo resultaria mas facil, pero que falta hace que yo trabaje con mas facilidad. Unicamente me hace falta a mi. Para mi. Cuantos anos llevo viviendo solo para mi. Seguramente eso es correcto: nadie va a vivir por mi para mi, yo mismo debo ocuparme de eso. Pero es aburrido, angustioso, me harta… Y tampoco puedo elegir — penso —. Eso es lo que he entendido. El hombre no puede nada, no es capaz de nada. Lo unico que puede, lo unico de que es capaz es de vivir para si.» Aquella idea le resulto tan definida, tan desesperadamente nitida, que le hizo chirriar los dientes.
Salio de la cripta a la sombra de las columnas y entrecerro los ojos. La plaza, amarilla y caldeada, pespunteada por pedestales vacios, se extendia frente a el. De alli brotaba el calor en olas, como de un horno. Calor, sed, agotamiento… Ese era el mundo en el que habia que vivir, y por lo tanto que actuar.
Izya dormia, con la frente recostada en un libro abierto, extendido sobre las losas de granito, a la sombra. El trasero de su pantalon mostraba un corte, calzaba unas botas muy gastadas y sus piernas habian adoptado una pose antinatural. Apestaba a un kilometro. Alli tambien estaba el Mudo, agachado con los ojos cerrados y la espalda apoyada en una columna, con el fusil automatico sobre las rodillas.
— Arriba — dijo Andrei con cansancio.
El Mudo abrio los ojos y se puso de pie. Izya levanto la cabeza y miro a Andrei a traves de parpados hinchados.
— ?Donde esta Pak? — pregunto Andrei, mirando a su alrededor.
Izya se sento, metio los dedos retorcidos en su cabellera llena de polvo y comenzo a rascarse con encarnizamiento.
— Demonios — mascullo —. Oye, tengo un hambre insoportable… ?Cuando vamos a comer?
— Ahora nos largamos — le dijo Andrei, que seguia examinando los alrededores —. ?Donde esta Pak?
— Fueaaioteca — respondio Izya mientras bostezaba —. Ay, que sueno…
— ?Adonde fue?
— A la biblioteca. — Izya se levanto de un salto, recogio su libro y lo guardo en la mochila —. Acordamos que, mientras tanto, el revisaria los libros… ?Que hora es? Mi reloj parece que se ha detenido.
— Las tres — respondio Andrei, mirando su reloj de muneca —. Vamonos.
— ?No seria mejor comer algo antes? — propuso Izya, indeciso.
— Por el camino.
Sentia una agitacion indefinida. Habia algo que no le gustaba. Algo estaba fuera de lugar. Le quito el fusil automatico al Mudo, arrugo el gesto y bajo los peldanos recalentados.
— Vaya, ahora tenemos que comer por el camino — se quejaba Izya a su espalda —. Lo he esperado, como una persona decente, y no nos deja comer con tranquilidad… Mudo, dame la mochila…
Andrei, sin mirar atras, avanzaba a paso rapido entre los pedestales. Tambien tenia hambre, sentia el estomago vacio, pero algo lo impulsaba a seguir adelante lo mas rapido posible. Se acomodo la correa del fusil en el hombro y echo de nuevo un vistazo al reloj. Seguia marcando las tres menos un minuto. Se llevo la muneca al oido. El reloj se habia detenido.
— ?Eh, senor consejero! — lo llamo Izya —. ?Ahi tienes!
Andrei se detuvo y tomo dos galletas con carne de cerdo enlatada. Izya masticaba y hacia sonidos con la boca.