— Todos estan alli — respondio Van —. ?Que pasa? ?Habra terremoto?

— Un terremoto catastrofico. Puede que toda esta isla salte por los aires. No, hoy la presion es todavia soportable. Quisiera cotejar algunas cifras con los sismologos.

Niels conecto la emisora. Llamo a Dimov y, luego, a los sismologos. Soltaba cifras y formulas con tanta rapidez como si las tuviera dispuestas por capas en su cerebro, atadas cuidadosamente con hilo de palomar, y Pavlysh penso en lo pronto que se desvanecia el miedo. Acababa de decirse, mentalmente: «Niels ha conectado la emisora», pero hacia quince minutos huia a todo correr, para que Niels no se lo tragara.

— Drach se parecia a el. Y Grunin tambien. ?Recuerda que Dimov le hablo de ellos? — dijo en voz baja Ierijonski.

— Al amanecer vendra un flayer con un sismologo — anuncio Niels y desconecto la radio —. Dimov ha pedido que advierta a los submarinistas.

— ?Puedes localizarlos? — pregunto Van a Ierijonski.

— No — Ierijonski parecia preocupado —. Sandra nunca toma consigo la radio. Dice que la estorba.

— ?En donde vive usted, Niels? — pregunto Pavlysh.

— No necesito vivienda — respondio Niels. No duermo. Y apenas si como. Todo el tiempo estoy en movimiento. Trabajo. A veces vengo aqui, cuando me siento muy solo. Manana quizas vaya con ustedes a la Estacion.

Cenaron rapidamente y luego se tendieron en unos colchones en el compartimiento trasero del refugio. Niels se quedo en el delantero, junto a la radio. Leia. Al retirarse para dormir, Pavlysh lo miro. Aquel hemisferio de un metro de altura, cubierto de rasgunos, mordido por el calor y los acidos, golpeado por las piedras, se habia arrimado a la pared, sujetaba contra ella con dos tentaculos un libro y pasaba de vez en cuando la pagina con otro, que aparecia rapido como un rayo de debajo del caparazon y volvia a ocultarse en el.

En el dormitorio reinaba la penumbra. Pflug resoplaba. Ierijonski dormia como un bendito, las manos cruzadas sobre el vientre. Van hizo sitio a Pavlysh.

— Ya es hora de dormir — dijo Niels tras el tabique.

— ?Te preocupas por nuestro regimen de vida? — le pregunto Van.

— No — contesto Niels —. Simplemente me agrada poder decir unas palabras a alguien. No formulas u observaciones, sino algo corriente. Por ejemplo: Masha, pasame la compota. O bien esto otro: Van, duerme, que manana hemos de levantarnos temprano.

Pavlysh lo estuvo pensando unos minutos y, luego, pregunto a Van:

— ?Esta Marina Kim muy lejos de aqui?

Van no respondio. Seguramente habia agarrado el sueno.

Desperto a Pavlysh una sacudida sismica. Los demas se habian levantado ya. Pflug, metiendo ruido con sus latas, se disponia a salir de caza.

— Pavlysh, ?te has despertado ya? — pregunto Ierijonski.

— Voy.

De detras del tabique llegaba el aroma del cafe.

— Lavate en la jofaina — dijo Ierijonski.

La jofaina se hallaba junto a la ventana que daba al mar. El agua de la jofaina estaba fria. La orilla habia cambiado de modo extrano durante la noche. Se hallaba cubierta de nieve, la laguna se habia helado hasta los arrecifes mismos, contra los que rompian las olas, y por la capa de nieve que cubria la coraza de hielo se arrastraba Niels, dejando en pos una huella extrana, como si por nieve virgen pasara un carro.

Despues de desayunarse, Pavlysh se vistio y salio al exterior. El sol habia aparecido de detras de las nubes, y la nieve se iba derritiendo. Sobre la negra ladera, cubierta de barro, flotaba un leve vapor. La nieve crujia bajo las suelas.

Pflug estaba sentado en cuclillas y escarbaba con un cuchillo la nieve.

— Hoy haremos, por lo menos, tres descubrimientos — dijo a Pavlysh. Su voz sonaba entusiasmada en el casco laringofonico.

— ?Por que solo tres? — pregunto Pavlysh.

— Esta la octava vez que vengo aqui, y cada una encuentro tres familias que la ciencia desconoce ?acaso no es maravilloso?

En el cielo aparecio el punto negro de un flayer. El sol achicharraba, y Pavlysh amenguo la calefaccion individual. Una nube blanca bogaba lentamente por el cielo, y el flayer paso por debajo de ella, descendiendo hacia el refugio.

Llegaron Dimov y el sismologo Goguia.

Dimov saludo a Pavlysh y le pregunto:

— ?Donde esta Niels?

— Seguramente habra ido al crater.

— Malas noticias — tercio Goguia. Era joven y flaco y le salian los colores por menos de nada —. Niels tenia razon. La presion sobre la corteza crece mas rapidamente de lo que creiamos. El epicentro se encuentra a unos diez kilometros de aqui. La Estacion no sufrira.

Goguia senalo hacia el sol. El oceano aparecia tranquilo, en la laguna se habia formado una calva de agua, y sobre ella flotaba un leve vaho.

— Procurare enlazar con Niels dijo Goguia y se dirigio al refugio Dimov y Pavlysh lo siguieron.

— ?Quien habria podido figurarse — dijo Ierijonski, al ver a Dimov — que nos organizarias hoy mismo un terremoto?

Tenia en la mano una taza de cafe que despedia vapor, como un geiser.

— Pasame la taza — pidio Dimov —. Seguro que el cafe lo habeis hecho para las visitas, ?no es eso?

Dimov se trago el cafe de golpe, se quemo y por unos segundos se le corto la respiracion. Por fin recobro el aliento y dijo:

— Ahora hubiera podido perecer, y todos habriais sentido alivio.

— No le hubiesemos dejado perecer — objeto Pavlysh —. Soy reanimador. En el peor de los casos, lo habria congelado para llevarlo a la Tierra.

Goguia se dirigio al monte, prometiendo que regresaria al cabo de una hora. Dimov comunico con la Estacion para tomar disposiciones que no habia podido dictar antes porque salieron de alli muy temprano. Ierijonski se enfrasco de nuevo en el estudio de las cintas del diagnosticador. Van desmontaba un aparato. Los hombres que se habian quedado en el refugio hacian un trabajo cotidiano, pero a cada instante alli, bajo la cupula, aumentaba la tension, y aunque nadie decia nada, hasta Pavlysh se daba cuenta. Los submarinistas habrian debido llegar hacia ya una hora, pero no aparecian…

La segunda sacudida se produjo una hora aproximadamente despues de la llegada de Dimov. Van, que estaba de guardia junto a la radio, dijo a Dimov:

— Niels transmite que la emanacion de gases ha aumentado. La escalada es superior a la presupuesta.

— ?Tal vez debamos evacuar el refugio? — dijo Ierijonski —. Podriamos quedarnos Niels y yo.

— ?Tonterias! — protesto Dimov —. Van, pregunta a los sismologos cuales son las perspectivas para la isla.

La tierra retemblaba levemente bajo los pies, y parecia como si alguien intentara salir de debajo de ella.

— Si se produce aqui una erupcion, el torrente de lava debera fluir por la vertiente opuesta. Claro que no se puede garantizar nada.

Regreso Goguia con las peliculas retiradas de los registradores.

— ?Es para volverse loco! — exclamo sin ocultar su entusiasmo —. Somos testigos de un cataclismo de gran envergadura. ?Que erupcion! ?No pueden imaginarse lo que sucede en el oceano!

Dimov arrugo el entrecejo, reprobatorio.

— Perdone — dijo a Pavlysh —, habria que brindarle la posibilidad de retornar a la Estacion. Aqui puede correr peligro. Pero los medios de transporte son limitados.

Pavlysh no tuvo tiempo de molestarse. Por otra parte, Dimov ni siquiera lo miraba.

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