amorosa profunda; pero tambien lo era para el.

La idea de separarse les partia el corazon. Una noche, cuando ella lloraba con la cabeza apoyada en su hombro, el ya no pudo soportar su sufrimiento.

— Si me prometes no contarselo a nadie — dijo, acariciando suavemente la cabellera derramada sobre su pecho —, te dare una buena noticia. Es un secreto, nadie lo sabe. La nave no se va. Nos quedaremos en Thalassa.

La sorpresa casi la hizo caer de la cama.

— ?Es verdad? ?No lo dices para consolarme?

— Es la pura verdad. Pero no se lo cuentes a nadie, hay que mantener el secreto.

— Por supuesto, mi amor.

Pero Marion, su amiga del alma, tambien lloraba la inminente partida de su novio terricola: ?como no decirselo?

Y Marion le dio la buena nueva a Fauline... que no pudo resistir la tentacion de contarsela a Svetlana... quien se la menciono en absoluto secreto a Crystal.

Crystal era la hija del Presidente.

42 — Sobreviviente

Que asunto tan desagradable — penso el capitan Bey. Owen Fletcher es un buen hombre, yo mismo lo recomende. ?Como es posible?

No podia haber una sola razon. Tal vez, si no hubiera sido Sabra y ademas no se hubiera enamorado de la chica, no habria pasado nada. ?Como se decia cuando uno mas uno era mas de dos? Sin... sin... ah, si, sinergia. Pero algo le decia que habia algo mas, algo que se le escaparia siempre.

Kaldor, que siempre encontraba la frase adecuada para cualquier ocasion, le habia dicho, hablando de la psicologia de la tripulacion:

— Nos guste o no nos guste, somos hombres mutilados, capitan. Nadie que haya sufrido la experiencia de los ultimos anos de la Tierra podria salir indemne. Todos compartimos la sensacion de culpa.

— ?Culpa? — habia exclamado el, atonito e indignado.

— Asi es, aunque no somos culpables de nada. Somos sobrevivientes; los unicos sobrevivientes. Los sobrevivientes siempre se sienten culpables de estar vivos.

Esa observacion inquietante tal vez explicaba la actitud de Fletcher... y muchas cosas mas.

Somos hombres mutilados.

Conozco tu dolor y se como lo asumes, Moses Kaldor. Conozco el mio, y he sabido emplearlo en beneficio de mis congeneres. Gracias a el soy lo que soy, y me siento orgulloso de ello.

Quizas en una era anterior hubiera sido un dictador o un caudillo de guerra. Pero en mi epoca he cumplido eficientemente la funcion de jefe de la Policia Continental, general a cargo de Fabricaciones Espaciales y... comandante de una nave estelar. He sabido sublimar mis fantasias de poder.

Fue a la caja fuerte de la comandancia, cuya llave solo el poseia, e inserto la barra metalica en la ranura. La puerta se abrio suavemente. En el interior habia varios fajos de papeles, algunas medallas y trofeos y un estuche de madera con las iniciales S.B. grabadas en una chapa de plata.

El capitan lo puso sobre la mesa y sintio la vieja agitacion en sus entranas. Levanto la tapa y la luz centelleo sobre el instrumento de poder que yacia en su lecho de terciopelo.

Millones de hombres hablan sufrido esa perversion. En general era inocua, y en las sociedades primitivas habia cumplido incluso un papel util. Muchas veces habia alterado el curso de la historia, para bien o para mal.

— Se que eres un simbolo falico — susurro el capitan —. Pero tambien eres una pistola. Te he usado antes; puedo usarte otra vez...

La vision duro apenas una fraccion de segundo, pero en su mente pasaron anos. Se encontraba de pie junto a su escritorio; en ese instante se desbarato la obra de los psicoterapeutas: las puertas de la memoria se abrieron de par en par.

Su mente, horrorizada y fascinada a la vez, volvio a esas decadas turbulentas, durante las cuales se despertaron todos los instintos atavicos del hombre, los buenos y los malos. Recordo cuando era un joven inspector de la Policia de El Cairo y dio la orden de disparar sobre una turba. Se suponia que los proyectiles eran de caucho, pero murieron dos personas.

?A que se debia el tumulto? Nunca lo supo: imposible estar al tanto de los numerosos movimientos politicos y religiosos de los ultimos dias. Tambien fue la era de los supercriminales: hombres que no tenian nada que perder ni futuro al que aspirar, y por ello estaban dispuestos a correr cualquier riesgo. La mayoria de ellos habian sido psicopatas, pero no faltaban los genios. Recordo a Joseph Kidder, quien habia estado a punto de robar una nave estelar. Habia desaparecido, y el capitan Bey solia tener una pesadilla: «Y si uno de los tripulantes en hibernacion fuera...»

La brutal limitacion de la natalidad para disminuir la poblacion, la prohibicion total de tener hijos a partir del 3600, la prioridad absoluta acordada al desarrollo del empuje cuantico y la construccion de naves como el Magallanes: todo eso, unido a la conciencia del fin proximo habian generado tensiones tan enormes, que parecia un milagro que alguien pudiera escapar del sistema solar. El capitan Bey pensaba con admiracion y gratitud en los hombres que habian dedicado sus ultimos anos a una causa cuyo exito o fracaso no podrian comprobar.

Recordo a Elizabeth Windsor, la ultima Presidenta del mundo, cuando se aprestaba, exhausta pero orgullosa, a abandonar la nave despues de su visita de inspeccion para volver al planeta al que apenas le quedaban unos dias de vida. A ella le quedaba menos tiempo; la bomba colocada en su trasbordador espacial habia estallado antes del aterrizaje en Puerto Canaveral.

El capitan se estremecio al recordarlo; esa bomba estaba destinada al Magallanes; la nave se habia salvado gracias a un error de calculo del criminal. Dos sectas religiosas mortalmente enfrentadas entre si se habian adjudicado la autoria del atentado.

Jonathan Cauldwell y sus secuaces — escasos pero siempre entusiastas — proclamaban con desesperacion que todo terminaria bien; que Dios ponia a prueba a la humanidad, como antes habia puesto a prueba a Job. A pesar de todo, el Sol volveria a la normalidad y la humanidad se salvaria. Claro que si los hombres no tenian fe en Su bondad, tal vez provocarian Su ira y entonces El cambiaria de parecer...

La secta Voluntad de Dios sostenia lo contrario. Habia llegado al Juicio Final, nadie debia tratar de evitarlo. Al contrario, bienvenido fuera, ya que despues del Juicio los justos conocerian la dicha eterna.

Los partidarios de Cauldwell y los de la VDD habian llegado, por caminos opuestos, a la misma conclusion: la raza humana no debia tratar de evitar su destino. Habia que destruir las naves estelares.

Afortunadamente las dos sectas estaban mortalmente enemistadas, razon por la cual eran incapaces de colaborar en aras de un objetivo comun. Tras la muerte de la presidenta Windsor su mutua hostilidad se volvio violencia fratricida. Corria el rumor — iniciado seguramente por la Oficina Mundial de Seguridad, aunque los colegas de Bey jamas lo reconocieron — que la VDD habia puesto la bomba y los de Cauldwell habian saboteado el mecanismo de relojeria. Tambien corria la version contraria; tal vez alguna de las dos era veridica.

Solo un punado de hombres, aparte del capitan, conocian ese suceso historico, que no tardaria en pasar al olvido. Pero el hecho era que la amenaza de sabotaje pendia nuevamente sobre el Magallanes.

Claro que los sabras, a diferencia de los seguidores de Cauldwell y la VDD, eran hombres altamente calificados, no trastornados por el fanatismo. El peligro era mas grave, pero el capitan Bey estaba convencido de que sabria manejarlo.

Eres un buen hombre, Owen Fletcher, penso. Pero he matado a mejores hombres que tu. Y cuando no me quedo alternativa, he recurrido a la tortura.

Le enorgullecia pensar que nunca habia gozado con ello; y en esa ocasion, contaba con un recurso mejor.

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