Jamas. No saben vulnerarse. Y no cofie en los platillos volantes de ninguna especie: eso seria demasiado interesante…

– Pero el triangulo de las Bermudas…No va a discutir usted que…

– Si. Lo discuto. No existe ningun triangulo de las Bermudas. Existe el triangulo a-b-c que es igual al triangulo a-prima, b- prima, c-prima…?Usted siente que fastidioso aburrimiento encierra esta afirmacion? En la edad media si que era interesante. Habia brujas, fantasmas, gnomos…Cada casa tenia su duende, en cada iglesia estaba Dios…La gente era joven, ?comprende usted? Pero ahora de cada cuatro uno es un viejo. Que aburrimiento, angel mio. ? Ay, que aburrimiento!

– Pero usted no va a discutir que la Zona…es una creacion de una supercivilizacion que…

– Pero si la Zona no tiene nada que ver con ninguna supercivilizacion. Simplemente se ha manifestado otra picara y aburrida ley que antes no conociamos… Y aunque sea de una supercivilizacion…tamben es seguramente un aburrimiento… Tambien tendran sus leyes, sus triangulos y nada de duende, ningun dios…

Zumido del auto. El Escritor se vuelve.

– Vienen por mi.- dice-. Adios amigo del alma…

Le quita la botella al visitante y se encamina hacia el auto.

Al resplandor de los faros junto a la portezuela del conductor aparece una cara risuena y humeda que al instante se alarga perpleja.

– Perdon – profiere el Escritor -. Crei que venian por mi.

– Por usted, si. Por usted – dice el Guia -. Sientese atras.

– Ah, esta usted aqui… encantado. Pero ?Quien es ese tipo? Me parece que lleva gafas…

– ?Rapido!

El auto arranca.

El Escritor se desploma en el asiento trasero.

– Debo decirles – pronuncia tartamudeando -. Que me he llevado una pequena sorpresa: ?de donde han salido las gafas? ?Por que mi guia usa gafas?

El Cientifico aprieta los labios.

– ?Las gafas, dela las vueltas que quiera, son un sintoma de intelectualismo! – pontifica el Escritor.

El guia pronuncia por encima del hombro:

– ?Empinaste el codo?

– ?Yo? ?En que sentido… De ninguna manera. No empine el codo. He tomado unas copitas, si. Antes de marchar a pescar. Porque ahora vamos a pescar. ?No?

El puesto de guardia.

El auto para en un camino vecinal. En torno se divisan confusamente humedos matorrales. El Guia se apea silenciosamente del auto y se dirige a donde, al final del camino, rebrilla el asfalto humedo. El Cientifico se apea tambien, le da alcance y anda al lado.

– Para que ha tomado usted a ese intelectual? – pregunta.

– No importa.- reponde el Guia-. Se serenara. Se lo prometo. – Y tras dar una pausa, anade-: Por otra parte, su dinero no es peor que el de usted…

El Cientifico lo mira rapidamente, pero no vuelve a abrir la boca. Se detienen en una encrucijada y desde los matorrales miran al puesto de Guardia que esta en la carretera, a unos cien metros mas adelante. En la casita hay luz en la ventana. Al lado, al resplandor livido de un potente reflector, negrean dos motos con sidecar y un auto patrulla blindado. A la derecha y a la izquierda de la carretera se alejan a traves de las colinas los muros protegidos con alambrada y torrecillas armadas con ametralladoras. Las puertas de la Zona estan abiertas de par en par.

– La patrulla – dice el Guia.

– Estan todos dormidos – musita el Cientifico-. Hay que tomar carrera y pasar a toda velocidad… No tendran tiempo ni para parpadear.

– Eres un estratega – dice el Guia -. Rapidea y embate…

Mira abajo, el edificio del Puesto de Guardia sobre el cual desciende lentamente la niebla ajironada y gris. Dentro de unos minutos la niebla se tragara el edificio del puesto de Guardia, la puerta cochera y el muro. En la niebla gris oscila una mancha palida de luz, como un farol ahogandose.

– Asi es mejor. – dice el Guia.

Regresan rapidamente al auto.

El Escritor, que se habia dormido en el asiento trasero, se incorpora.

– ?Eh? – pronuncia con voz estentorea-. ?Hemos llegado?

El Guia se vuelve y, agarrandole la cara con los cinco dedos, lo empuja con fuerza. El Escritor, estupefacto, abre desmesuradamente los ojos; luego dice en un susurro:

– Entendido… entendido… Me callo.

El auto arranca, sale lentamente a la carretera, vira y despacio, muy despaciom, en plena corresponda con las senales luminosas del baden que limitan la velocidad, rueda frente al Puesto de Guardia. Cuando entra en el haz de luz del reflector arrimolinado en la niebla, en su negra y humeda carroceria se ve una inscripcion en tres idiomas:

ONU Instituto de Culturas Extraterrestres.

Inesperadamente, detras tabletea una rafaga de ametralladora. En la niebla se enciende el reflector violaceo de la guardia. El auto corre en tineblas a toda velocidad por el humedo camino. El Guia, con una colilla apagada en la comisura de la boca, maneja el volante.

El resplandor de los faros arranca destellos a las gafas de su vecino de la derecha. El escritor, adelantando el torso, se sujeta con ambas manos al resplado del asiento delantero y mira fijamente la carretera. Ya se ha serenado bastante.

El Guia quita gas y el auto, con los faros apagados, se desliza cautelosamente por el camino, se hunde en la cuneta, sale de ella y, resoplando el motor, se mete en unos matorrales. Luego se para el motor, se apagan las luces de posicion, y la voz del Guia pronuncia en la tinieblas:

– Rapido. Siganme a rastras. No levanten la cabeza, la mochila llevenla asi, a la izquierda. No teman, no nos ven. Si tocan a alguien, no hay que gritar ni correr: si nos ven nos matan. Hay que arrastrarse atras y salir de la carrtera. Por la manana nos recogeran. ?Esta todo claro?

– Yo tomaria un traguito…-dice en voz baja el Escritor.

– Calma, borrachin…Vamos.

PARTE 2. Antes de la partida

Un tunel oscuro, sin iluminacion. Rebrillan los railes a la luz danzante de la linterna electrica. Los tres se encaraman a la estrecha plataforma de una vagoneta automotriz. Una chispa azul ilumina con estruendo por un instante la humeda boveda. Pasa al lado una bombilla que arde a media luz.

– Que bonito -dice el escritor-. Mas oscuro que la boca de un lobo. No se ve nada. ?Es verdad que usted es profesor?

– Si.

– Yo me llamo… -Comienza el Escritor, pero el Guia lo interrumpe.

– Tu te llamas Escritor.

– Hum…-dice el Profesor-. En ese caso ?Como me llamo yo?

– Tu te llamas Profesor -responde el Guia.

– A mi me llaman Profesor y soy profesor.

– Encantado -dice el Escritor. Pues yo soy escritor y a mi, como es natural, todos me llaman, no se por que, Escritor. ?Se imaginan lo molesto que es?

– ?Es usted un Escritor famoso?

– No. De moda.

– ?Y de que escribe usted?

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