– Como decirselo…Principalmente de lectores. Ellos no quieren leer otra cosa.
– Creo que tiene razon -indica el Profesor-. Seguramente no vale la pena escribir de otra cosa.
– No tienen razon. En general, no vale la pena escribir. De nada. ?Y usted es quimico?
– Mas bien fisico.
– Tambien debe ser aburrido, ?no?
– Es posible. Sobre todo cuando no se tiene suerte en mucho tiempo…
El tunel queda atras. En las tinieblas del amanecer, iluminada por las chispas del trole, la vagoneta electrica rueda por el terraplen.
– Pues a mi, al reves -dice el Escritor-. Me aburro cuando la suerte me acompana mucho tiempo…
– ?A quien acompana la suerte mucho tiempo? -inquiere el Guia-. Si tu pierdes cada dia en las carreras.
– ?Estimado ojo de lince! -sermonea el Escritor-. El Profesor y yo hablabamos de otras carreras bien distintas. Cabalgamos toda la vida, y eso nosotros no lo llamamos steeplechase sino reflejo de la realidad objetica, o, hablando en lenguaje de los profanos, busqueda de la verdad. Ella se esconde, y nosotros la buscamos. La encontramos, la atrapamos, nos divertimos y seguimos corriendo. ?No es cierto, Profesor?
– Mi verdad, en todo caso, no se esconde -responde el Profesor-. “Dios es astuto, pero no malintencionado”.
– El diablo -corrige el Escritor.
– Enstain decia “Dios” y se referia a la Naturaleza.
– Pero los maniqueos decian “el diablo” y se referian al diablo. Pues bien, su diablo, quiza, no sea malintencionado: escondio la verdad de ustedes al comienzo mismo una vez y no ha vuelto a acordarse de ella. Y ustedes andan cavando tan pronto en un lugar como en otro. Cavan en uno, ah, el nucleo esta formado por protones. Cavan en otro, ?que hermosura!, el triangulo a-b-c es igual al triangulo a-prima, b-prima, c-prima. No se han situado mal. Mi diablo es otra cosa. No permanece cruzado de brazos. Yo extraigo la verdad, pero el mientras tanto hace algo con ella. Y resulta que extrayendo la verdad he sacado una porqueria. Tomen, por ejemplo, el principio de Arquimides…Desde el comienzo mismo era cierto, lo sigue siendo hoy y lo sera siempre. Cualquiera lo puede comprobar, ahi esta. Pero basta tomar cualquier olla del siglo octavo… si, en el siglo octavo tiraban a ella las sobras, pero hoy esta en el museo despertando admiracion por el laconismo del dibujo y la forma sin par, y todos alrededor abren un palmo de boca hasta que se aclara que no es del siglo octavo, que la hizo Gur, el Tuerto y la metio en las excavaciones para causar sensacion… Su forma continuua siendo sin par y el dibujo laconico, pero la admiracion, por raro que parezca, desaparece…
– Vaya, usted no tiene razon -dice el Profesor-. Usted habla de los profanos y los snobs.
– Nada de eso -dice el Escritor-. Hablo de las ollas. Yo mismo llevo veinte anos modelandolas. Y como soy un escritor bastante conocido, admiran a los bibliofilos por el laconismo del dibujo y la forma sin par. Pero dentro de diez anos vendra un chiquillo y con candoroza simpleza se pondra a gritar que el rey esta desnudo… Y dentro de cien anos -?Quien sabe?- se presentara otro chiquillo y empezara a gritar “?Eureka!”, refiriendose a mis obras. Casos asi ya se han dado…
– ?Dios mio! -exclama el Profesor-. ?Y usted piensa en eso continiamente?
– Por primera vez en la vida. En general, pienso muy rara vez. A mi eso me perjudica.
– Quiero decir que no es posible, seguramente, escribir una novela y pensar continuamente como se leera dentro de cien anos…
– Claro que no es posible. Pero, por otro lado, si no la van a leer dentro de cien anos, ?Para que demonios escribirla?
– ?Y el dinero? -intercede malevolo el Guia-. Tu no preocupes por el, Profesor, el no piensa en nada de eso. Piensa en mujeres, en carreras, esas son todas sus meditaciones… ?La pura verdad! Vale mas que le preguntes a cuanto le pagan la linea.
Pausa. Despues el Profesor dice en voz baja:
– Si todo es tan sencillo, ?Para que ha venido con nosotros a la Zona?
– Silencio… -ordena el Guia.
La vagoneta aminora la marcha. Delante, saliendo de las tinieblas, se va acercando un edificio de la estacion medio derruido.
– Hemos llegado. – El Guia salta a los durmientes-. ?Un descanso!
– ?Quita alla! -profiere el Escritor enderezandose-. Bueno, ?al menos se podra tomar un trago?
Encima de un periodico extendido sobre la plataforma hay un termo con cafe, una botella de licor y unos paquetes abiertos de comida. Los tres mastican de buena gana, tomando sorbos de vasitos plegables. Ha clareado del todo, pero no se ha disipado la niebla, es tan densa como antes,, aunque no lechosa, sino verdosa.
– Para mi, ustedes dos son unos novatos -dice el Guia-. No los he visto en la Zona y no espero nada bueno de ustedes. Ustedes me han contratado, y yo me esforzare por que queden vivos el mayor tiempo posible, y por eso no se ofendan. No tengo tiempo para los cumplidos. Les cascare con lo que tenga a mano si no hacen algo bien…
– Por favor, que no sea en el brazo izquierdo -dice el Escritor.
– ?Por que?
– Me lo fracture en la infancia. Lo cuido.
– Ah… -El Guia se sonrie malicioso-. Crei que eras zurdo y escribias con la izquierda. Bueno entonces te zumbare en la cabeza. ?Que tal la tienes desde la infancia?
– Usted es demasiado severo con nosotros -dice el Escritor y alarga la mano hacia la botella.
El Guia agarra la botella, enrosca con fuerza el tapon y se la guarda en el bolsillo del anorac.
– Eje-je-je-je -pronuncia el Escritor y se sirve el cafe.
– Que silencio -dice el Profesor. Fuma pensativo, recostando la espalda en la lateral de la vagoneta.
– Aqui siempre hay silencio -dice el Guia-. Las ametralladoras quedan lejos, a unos quince kilometros, y en la Zona no hay quien haga ruido.
– ?Sera posible que esten a quince kilometros? -se sorprende el Profesor-. Yo no tenia ni idea de que se podia penetrar tanto…
– Se puede. Penetraron. Ahora se disipara la niebla, y veras como penetraron.
De repente se oye en la niebla un ruido prolongado y chirriante. Todos se estremecen, hasta el Guia.
– ?Que es eso? -pregunta solamente con los labios el Escritor, que se ha puesto palido.
El Guia menea la cabeza callado.
– ?Y si, a pesar de todo, es verdad que aqui…viven? -pregunta el Profesor.
– ?Quien? -inquiere despectivo el Guia.
– No se… Pero una leyenda cuenta que quedo gente en la Zona…
– Eso son habladurias y no leyenda -le interrumpe el Guia-. Aqui no hay ni puede haber nadie. Es la Zona, ?entendido? ? la Zona!
Mientras tiene lugar esta conversacion, el Escritor gira la cabeza pasando la mirada de uno a otro. Esta todavia palido, pero se va sosegando poco a poco.
– Yo, claro, comprendo -dice- que la Zona es la Zona y no una mazona, ni una mona ni una comilona… Pero, por si acaso, algo he traido conmigo.
– ?Que has traido? -El Guia fija los ojos en el Escritor.- ?que has traido, espantapajaros?
El Escritor se da significativamente unas palmadas en el trasero.
– Dame tu cacharro -dice el Guia y extiende la mano.
– ?Para que?
– ?Damelo, te digo!
El Escritor titubea. La expresion de significativa superioridad desaparece de su semblante.
– En la Zona no hay que disparar, imbecil -dice el Guia-. Dame tu pistola.
– No se la doy -dice con decision el Escritor, pero anade en seguida, bajando el tono-: La necesito yo, ?comprende?
– Comprendo -dice el Guia en voz inesperadamente suave-. Pero alli no te va a hacer falta para nada. Si te zumban de verdad ni Dios te salva. Pero si te hechan el guante o te ves en un apuro yo te sacare. Muerto, no, muerto te dejare. Pero vivo te sacare. Eso te lo prometo. No tomo el dinero en balde. Dame.
El escritor saca de mala gana del bolsillo trasero una diminuta browning de senora.
– No tiene mas que una bala -balbucea-. En la recamara.
– Entendido… -El Guia expulsa el cartucho y arroja desdenoso el arma a los durmientes-. En la Zona no se