C. J. Sansom
El gallo negro
Titulo original:
Traduccion: Jose Antonio Soriano Marco
Abad Fabian, superior del monasterio, elegido por la comunidad con caracter vitalicio.
Hermano Edwig, tesorero. Responsable de todo lo relacionado con la economia.
Hermano Gabriel, sacristan y chantre. Responsable del cuidado y la decoracion de la iglesia, y director del coro.
Hermano Guy, enfermero. Encargado de velar por la salud de los monjes, con licencia para prescribir medicamentos.
Hermano Hugh, mayordomo. Responsable de la administracion.
Hermano Jude, despensero. Responsable del pago de facturas, la remuneracion de monjes y sirvientes, y la distribucion de limosnas.
Hermano Mortimus, prior, segundo director, tras el abad Fabian. Responsable de la disciplina y el bienestar de los monjes, y maestro de novicios.
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Cuando me llamaron, me encontraba en Surrey realizando una comision para el gabinete de lord Cromwell. Un miembro del Parlamento cuyo apoyo necesitaba Su Senoria habia obtenido las tierras de un monasterio disuelto, y los titulos de propiedad de una zona de bosques habian desaparecido. Tras dar con su rastro sin excesivas dificultades, acepte la invitacion del parlamentario a pasar unos dias en compania de su familia antes de volver a mi trabajo en Londres. Sir Stephen tenia una hermosa casa de ladrillos, nueva y agradablemente proporcionada, y yo me habia ofrecido a dibujarla. Apenas habia hecho un par de esbozos preliminares cuando llego un mensajero a caballo.
Habia cabalgado durante toda la noche desde Whitehall. Lo reconoci como uno de los mensajeros particulares de lord Cromwell y rompi el sello con aprension. La carta era del secretario Grey y decia que lord Cromwell deseaba verme de inmediato en Westminster.
En otros tiempos, la perspectiva de encontrarme con mi protector y entrevistarme con el, viendolo encumbrado en la posicion de poder que ocupaba, me habria entusiasmado; pero, durante el ultimo ano, yo habia empezado a acusar cierto cansancio; cansancio de la politica y de la justicia, de la astucia de los hombres y de la inextricable marana de su naturaleza. Y me apenaba que el nombre de lord Cromwell, mas aun que el del rey, hubiera acabado despertando miedo alli donde era pronunciado. En Londres, se decia, las bandas de mendigos se dispersaban tan pronto tenian noticia de su presencia. Aquel no era el mundo con el que nosotros, jovenes reformistas, sonabamos durante las interminables sobremesas que celebrabamos en casa de algunos. Creiamos, con Erasmo, que la fe y la caridad bastarian para acabar con las disputas religiosas entre los hombres; sin embargo, a principios de aquel invierno de 1537, la situacion habia degenerado en rebelion, entre un numero creciente de ejecuciones y codiciosas luchas por las tierras de los monjes.
Aquel otono apenas habia llovido y los caminos estaban en buen estado, de modo que, aunque mi deformidad me impide cabalgar deprisa, todavia era media tarde cuando llegue a Southwark. Tras un mes en el campo, mi viejo caballo,
El enorme puente estaba tan abarrotado como de costumbre; muchos comerciantes vestian luto por la reina Juana, que habia muerto de fiebre puerperal hacia dos semanas. Los tenderos anunciaban sus mercancias desde las puertas de sus comercios, situados en las plantas bajas de unos edificios construidos cerca de la orilla, y tan inclinados que parecia que fueran a caerse al agua. En los pisos superiores, las mujeres recogian aprisa la colada, en vista de las amenazadoras nubes que se acercaban desde poniente. Al oirlas parlotear y llamarse a voces, no pude evitar compararlas, dado mi melancolico humor, con una bandada de cuervos que graznara en las ramas de un gran arbol.
Suspire y me recorde a mi mismo que tenia obligaciones que cumplir. Si a mis treinta y cinco anos poseia una hermosa casa nueva y un prospero despacho de abogado, se lo debia en gran medida a la proteccion de lord Cromwell. Y trabajar para el era trabajar para la Reforma, hacer algo digno a los ojos de Dios. Al menos, eso creia entonces. Ademas, debia de tratarse de algo importante, puesto que habia enviado a Grey. No habia visto al primer secretario y vicario general -en esos momentos, lord (Iromwell tenia ambos cargos- desde hacia dos anos. Sacudi las riendas y conduje a
En Ludgate Hill me entro hambre al ver un tenderete rebosante de manzanas y peras y desmonte para comprar unas pocas. Mientras le daba una manzana a
Entre las personas que estaban en la parte exterior del grupo, habia varias mejor vestidas que el resto. Una de ellas era William Pepper, abogado del Tribunal de Desamortizacion, al que acompanaba un joven que iba embutido en un estridente jubon acuchillado de colores vivos. Incitado por la curiosidad, tire de la rienda de
– ?Hombre, Shardlake! Este ultimo trimestre os he echado de menos en los tribunales. ?Donde os habiais metido? -Mi colega se volvio hacia su acompanante-. Permitidme que os presente a Jonathan Mintling, recien salido de los Inns of Court, la escuela de leyes, y afortunado nuevo miembro de nuestra familia del Tribunal de Desamortizacion. Jonathan, os presento al doctor Matthew Shardlake, el jorobado mas astuto de los tribunales ingleses.
Me incline ante el joven, haciendo oidos sordos al grosero comentario de Pepper. Recientemente lo habia derrotado en los tribunales, y las lenguas de los picapleitos siempre estan bien afiladas para la venganza.
– ?Que ocurre? -pregunte.