– Es una gran fundacion normanda de hermosos edificios y bien dotada de tierras. Viven solo treinta monjes, con un minimo de sesenta criados. Como buenos benedictinos, saben vivir. Segun el visitador, la iglesia esta escandalosamente recargada y llena de santos de escayola, y tiene, o mas bien tenia, lo que se considera una reliquia del Buen Ladron que fue crucificado con Nuestro Senor: una mano clavada en un trozo de madera perteneciente a su cruz. Al parecer, la gente acudia desde muy lejos para verla. Se suponia que curaba a los tullidos.
– Presumiblemente, la reliquia que menciona Goodhaps.
– Si. Mis visitadores descubrieron un nido de sodomitas en el monasterio, cosa nada infrecuente en esas inmundas covachas. El antiguo prior, que era el principal culpable, fue expulsado. La nueva ley castiga la sodomia con la muerte, lo que supone un buen argumento como medida de presion. Queria que Singleton recavara informacion a ese respecto y que investigara las ventas de tierras de las que Copynger me hablaba en sus cartas.
– Ruedas dentro de ruedas -murmure tras unos instantes de reflexion-. Complicado.
Lord Cromwell asintio.
– Lo es. Por eso necesito a alguien astuto. He ordenado que envien a tu casa tu nombramiento, con las partes mas relevantes de la
– Hasta ahora el otono ha sido seco. Puede que me basten dos dias.
– Bien. No lleves criados. No se lo digas a nadie, excepto a Mark Poer. ?Sigue viviendo contigo?
– Si. Se ha ocupado de mis asuntos durante mi ausencia.
– Quiero que te acompane. He oido que tiene una mente despierta, y podrias necesitar un par de brazos fuertes.
– Pero, milord, puede ser peligroso. Y, para seros franco, Mark no tiene mucho celo religioso. No entendera lo que esta en juego.
– No es necesario. Basta con que sea leal y haga lo que le ordenes. Esto podria ayudar al joven senor Poer a ganarse su vuelta a los tribunales, despues de aquel escandalo.
– Cometio una estupidez. Deberia haber comprendido que alguien de su posicion no puede relacionarse con la hija de un caballero -suspire-. Pero es joven.
Lord Cromwell gruno a modo de asentimiento.
– Si el rey se hubiera enterado de lo que hizo, lo habria hecho azotar. Por otra parte, fue una muestra de ingratitud hacia ti, que le habias conseguido el trabajo.
– Era un compromiso familiar, milord; un compromiso importante.
– Si cumple bien esta mision, tal vez le pida a Rich que le permita volver a su puesto de escribiente, el mismo que le consegui a peticion tuya… -anadio significativamente.
– Gracias, milord.
– Ahora tengo que ir a Hampton Court. Debo intentar convencer al rey de que se ocupe de los asuntos de estado. Matthew, asegurate de que no corra la voz y censura las cartas del monasterio. -Se levanto, dio la vuelta al escritorio y me rodeo el hombro con los brazos mientras me ponia en pie. Era una indudable muestra de favor-. Encuentra al culpable lo antes posible, pero sobre todo actua con discrecion. -Sonrio, se inclino sobre el escritorio y me tendio una cajita dorada. En su interior habia otro diminuto frasquito de forma esferica por cuyas paredes resbalaba un liquido blanquecino-. Cambiando de tema, ?que opinas de esto? Tal vez seas capaz de descubrir como esta hecho. Yo no puedo.
– ?Que es?
– Llevaba cuatrocientos anos en el convento de Bilston. Dicen que es leche de la Virgen Maria. -No pude reprimir una exclamacion de asco, y Cromwell se echo a reir-. Me pregunto como harian para explicar que alguien pudiera conseguir leche de la Virgen Maria… Pero, para que se conserve liquida, deben de haberla reemplazado recientemente; esperaba encontrar un agujerito parecido al otro, pero parece perfectamente sellado. ?Que opinas tu? Mira, usa esto.
Lord Cromwell me tendio una lupa de joyero, con la que examine la cajita en busca de algun diminuto agujero, pero no consegui encontrarlo. Luego, presione y hurgue esperando descubrir un resorte oculto. En vano.
– No lo entiendo. Parece completamente sellado.
– Lastima. Queria ensenarselo al rey, le habria hecho gracia.
Me acompano hasta la puerta y la abrio sin dejar de estrecharme los hombros, para que los escribientes vieran que gozaba de su favor. Al salir del despacho, mis ojos volvieron a posarse en las dos calaveras, en cuyas orbitas vacias jugaba la luz de las velas. Con el brazo de mi senor aun sobre los hombros, no pude reprimir un escalofrio.
2
Por suerte, cuando sali de Westminster habia dejado de llover. Cabalgue despacio hacia mi casa en la creciente penumbra del atardecer. Las palabras de lord Cromwell habian conseguido asustarme. Comprendi que me habia acostumbrado a gozar de su favor, y la idea de perderlo me helaba la sangre; sin embargo, lo que mas me intranquilizaba era su insinuacion sobre mi falta de lealtad. Debia tener cuidado con lo que decia en los tribunales.
Aquel mismo ano habia comprado una espaciosa casa en Chancery Lane, la amplia avenida que lleva el nombre del tribunal del rey y el de mi caballo. Era un hermoso edificio de piedra con las ventanas acristaladas, por el que habia pagado una suma considerable. Joan Woode, mi ama de llaves, me abrio la puerta. La bondadosa y energica viuda, que llevaba conmigo algunos anos, me recibio calurosamente. Le gustaba mimarme, lo que no me molestaba en absoluto, aunque a veces se excediera en sus atribuciones.
Estaba hambriento, de modo que, aunque era temprano, le dije que preparara la cena y entre en la sala. Estaba orgulloso de aquella habitacion, cuyos paneles habia hecho decorar con una clasica escena campestre que me habia costado una fortuna. En la chimenea ardia un buen fuego y, ante ella, sentado en un taburete, estaba Mark, con un aspecto que me sorprendio. Se habia quitado la camisa y, con el blanco y musculoso torso al aire, cosia unos botones de agata adornados con un complicado dibujo. Tenia una docena de agujas con sus respectivos hilos clavadas en la bragueta, tan aparatosa como las que se llevaban entonces. Tuve que hacer un esfuerzo para no echarme a reir.
Como de costumbre, me sonrio de oreja a oreja ensenando los dientes, que tenia sanos aunque algo grandes para el tamano de su boca.
– Senor… Sabia que habiais llegado. Un mensajero de lord Cromwell ha traido un paquete para vos y me ha dicho que habiais vuelto. Perdonad que no me levante, pero no me gustaria clavarme una de estas agujas.
A pesar de la sonrisa, su mirada era cautelosa; sin duda, habia deducido que si yo venia de ver a Cromwell, era muy probable que su situacion hubiera salido a relucir.
Me limite a grunir. Adverti que llevaba el pelo muy corto. El rey Enrique se lo habia cortado al rape para disimular su creciente calvicie y habia ordenado que toda la corte hiciera lo mismo, por lo que se habia convertido en moda. El nuevo estilo favorecia a Mark, pero yo habia decidido seguir llevando melena, porque disimulaba mis facciones angulosas.
– ?No podia coserte eso Joan?
– Ha estado ocupada preparando vuestra llegada.
Cogi el volumen que descansaba sobre la mesa.
– Veo que has estado leyendo mi Maquiavelo…
– Dijisteis que podia hacerlo.
– ?Y te gusta? -le pregunte, dejandome caer en mi mullido sillon con un suspiro.
– No demasiado. Aconseja a su principe que emplee la crueldad y el engano.
– Cree que esas cosas son necesarias para gobernar bien, y que las exhortaciones a la virtud de los escritores