me esperaba sentado en su sitio; se habia puesto la camisa y un jubon de lana marron, en el que adverti los mismos botones de agata. Bendije la mesa y me servi una pata de pollo.
– Bueno, tal vez lord Cromwell vuelva a aceptarte en Desamortizacion -empece diciendo-. Pero antes quiere que me ayudes con una tarea que m«ha encomendado. Luego Dios dira.
Hacia seis meses, Mark habia tenido una aventura con una dama de honor de la reina Juana. La joven solo tenia dieciseis anos y era demasiado inmadura y atolondrada para servir en la corte, a la que habia llegado empujada por sus ambiciosos parientes, a los que a la postre solo les causo verguenza, porque empezo a zascandilear por todos los rincones de Whitehall y Westminster hasta que se vio en Westminster Hall, entre escribientes y abogados. Alli, aquella cabeza loca encontro a Mark, con el que acabo retozando en un despacho vacio. Luego se arrepintio y se lo conto a otras damas; como no podia ser de otra manera, a su debido tiempo la historia llego a oidos del chambelan. La muchacha fue devuelta a casa y Mark paso de sus brazos a las garras de los altos funcionarios de la Casa Real, que lo interrogaron. Estaba desconcertado y asustado. Aunque me enfade con el, su miedo acabo ablandandome; despues de todo, era joven. Pedi a lord Cromwell que interviniera, pues sabia de su indulgencia hacia ese tipo de faltas, ya que no hacia otros.
– Gracias, senor -respondio Mark-. Estoy sinceramente arrepentido de lo que ocurrio.
– Tienes suerte. A la gente de nuestra condicion no suelen darle una segunda oportunidad. Y menos despues de algo asi.
– Lo se. Pero… Era muy atrevida, senor. -El chico sonrio debilmente-. Y uno no es de piedra.
– Una atolondrada, eso es lo que era. Pudiste dejarla prenada.
– De haber ocurrido, me habria casado con ella, si nuestra posicion lo hubiera permitido. Soy un hombre de honor, senor.
Me lleve un trozo de pollo a la boca y agite el cuchillo en su direccion. Aquella era una vieja discusion.
– Si, y un cabeza de chorlito. La diferencia de posicion lo es todo. Vamos, Mark, llevas cuatro anos trabajando al servicio del gobierno. Ya sabes como funcionan las cosas. Nosotros somos plebeyos y debemos mantenernos en nuestro sitio. Hay hombres de humilde cuna, como Cromwell y Rich, que han llegado muy alto trabajando al servicio del rey, pero solo porque Su Majestad ha querido tenerlos a su lado. Podria retirarles su favor en cualquier momento. Si el chambelan se lo hubiera contado al rey en vez de a Cromwell, podrias haber acabado en la Torre, con una tanda de azotes que te habria dejado senalado para toda la vida. Es lo que me temia, ?sabes? -De hecho, el asunto me habia costado varias noches sin dormir, aunque nunca se lo habia dicho. Mark parecia apesadumbrado-. Bueno, por esta vez parece que el asunto quedara olvidado -le dije mas suavemente lavandome en el aguamanil-. ?Y el trabajo? ?Has preparado las escrituras para la compraventa de Fetter Lane? -Si, senor.
– Les echare un vistazo cuando acabemos de cenar. Tengo que examinar unos documentos. -Doble la servilleta y lo mire seriamente-. Manana nos pondremos en camino hacia la costa meridional.
Le explique nuestra mision, pero no mencione su trascendencia politica. Cuando le hable del asesinato, Mark me miro con los ojos muy abiertos: el irreflexivo entusiasmo de la juventud volvia a hacer presa en el.
– Puede ser peligroso -le adverti-. No sabemos lo que esta ocurriendo alli. Debemos estar preparados para todo. -Pareceis preocupado, senor.
– Es una gran responsabilidad. Y, francamente, ahora mismo preferiria quedarme aqui en vez de hacer ese viaje a Sussex. Las tierras del otro lado del Weald son mas bien inhospitas. -Solte un suspiro-. Pero, como Isaias, debemos ir alli y luchar por Sion.
– Si teneis exito, lord Cromwell os recompensara con generosidad.
– Si. Y conservare su favor. -Sorprendido por mis palabras, Mark alzo la vista hacia mi. Comprendi que era mas prudente cambiar de tema-. Nunca has estado en un monasterio, ?verdad?
– No.
– No tuviste el dudoso privilegio de asistir a la escuela catedralicia. Los monjes apenas sabian el latin necesario para leer los antiguos volumenes que utilizaban como libros de texto. Si no hubiera tenido cierto ingenio natural, hoy seria tan analfabeto como Joan.
– ?Estan tan corrompidos los monasterios como dicen? -me pregunto Mark.
– Ya has visto el Libro Negro con los extractos de las inspecciones que circula de mano en mano.
– Como casi todo Londres.
– Si, a la gente le encantan las historias de monjes disolutos -respondi bajando la voz al ver que entraba Joan con las natillas-. Pero es cierto, estan corrompidos -segui diciendo cuando volvimos a quedarnos solos-. La regla de san Benito, que he tenido la oportunidad de leer, prescribe una vida dedicada a la oracion y al trabajo, alejada del mundo y sustentada con lo imprescindible. Sin embargo, la mayoria de los benedictinos viven en magnificos edificios, atendidos por criados, disfrutando de las rentas de sus tierras y practicando todos los vicios imaginables.
– Dicen que los cartujos vivian austeramente y que cantaban himnos de alegria cuando los llevaban a Tyburn para destriparlos.
– Bueno, hay alguna orden que vive segun su regla. Pero no olvides que los cartujos murieron por negarse a reconocer al rey como cabeza de la Iglesia. Todos quieren la vuelta del Papa. Y ahora parece que uno de ellos es un asesino -murmure, y solte un suspiro-. Siento que te veas implicado en esto.
– Los hombres de honor no deben temer al peligro.
– Siempre hay que temer al peligro. ?Sigues asistiendo a clases de esgrima?
– Si. El senor Green dice que hago grandes progresos.
– Bien. Los caminos poco transitados estan plagados de asaltantes.
Durante un momento, Mark permanecio en silencio, mirandome pensativamente.
– Senor, agradezco la posibilidad de recuperar mi puesto en Desamortizacion, pero me gustaria que no fuera el lugar inmundo que es. La mitad de las tierras acaban en manos de Richard Rich y sus amigos.
– No exageres. Es una institucion nueva; es logico que quienes la dirigen premien a quienes les han demostrado su lealtad. En eso consiste el buen patronazgo. Mark, tu suenas con un mundo ideal. Y deberias tener cuidado con lo que dices. ?Has vuelto a leer la
–
– Pues, si quieres ser como los utopicos -dije senalando su jubon-, deberias cambiar tu elegante ropa por un sencillo sayo de saco. Por cierto, ?que representa el dibujo de los botones?
Mark se quito el jubon y me lo extendio por encima de la mesa. Todos los botones tenian un minusculo grabado que representaba a un hombre empunando una espada y a una mujer a la que rodeaba por los hombros; junto a ellos habia un jabali. Era un trabajo primoroso.
– Los compre muy baratos en el mercado de San Martin. Las agatas son falsas.
– Ya veo. Pero ?que significa? ?Ah, ya se! Fidelidad, por el jabali -dije devolviendole la prenda-. Esta moda de llevar dibujos simbolicos para que la gente se rompa la cabeza me agota, la verdad. Como si en el mundo no hubiera bastantes misterios reales.
– Pero vos pintais, senor.
– En mis pocos ratos libres, si. Pero, con mis pobres medios, trato de representar ala gente directa y claramente, como el senor Holbein. El arte deberia resolver los misterios de nuestro ser, no complicarlos.
– ?No llevabais simbolos asi en vuestra juventud?
– No, entonces no se llevaban. Alguna vez, quiza. -Me acudio a la mente una frase de la Biblia, que cite con cierta tristeza-: «Cuando era nino, pensaba como un nino; pero, al hacerme hombre, deje a un lado las ninerias», como dijo san Pablo. Bueno, ahora debo subir a mi habitacion, tengo muchas cosas que leer. -Al ver que me costaba levantarme, Mark corrio en mi ayuda-. Puedo yo solo -refunfune gesticulando al sentir una punzada de dolor en la espalda-. Despiertame en cuanto amanezca. Y dile a Joan que tenga preparado un buen desayuno.
Cogi una vela y subi las escaleras. Los proximos dias me depararian incognitas mas complejas que un dibujo en un boton, y necesitaba cualquier ayuda que el estudio de la palabra impresa en liso y llano ingles pudiera proporcionarme.
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