– Patrick quiere que lo verifique -comento.

– Nadie -objete – anunciaria un servicio para contrabandear.

– ?Por que no lo intentamos?

Le pase un telefono inalambrico.

– Adelante.

Oprimio las teclas de los numeros, espero, arrugo la nariz y a continuacion colgo el auricular.

– Es una maquina contestadora -informo sucintamente-. Era la voz de un hombre. Solicitaba que dejara el nombre y numero de telefono y el contestaria la llamada.

No crei que hubiera nada siniestro en el anuncio, pero repuse:

– Tal vez Patrick Venables pueda hacer valer su influencia en Horse and Hound y averiguar quien mando poner el anuncio.

Ella asintio.

– Va a hacerlo manana.

Impresionado, fui al escritorio y mire el programa de trabajo.

– Pat, una de mis trabajadoras, tiene gripe. Podra hacerse cargo de su camion. Mandare a un hombre llamado Dave para que la acompane por los caballos en este viaje. Despues de que los recojan, traigalo de regreso y siga al otro camion de ahi en adelante.

– Muy bien.

– Sera mejor que no se presente a trabajar en ese auto.

Esbozo una sonrisa radiante.

– Casi no va a reconocerme manana por la manana. ?Como debo llamarlo? ?Senor?

– Freddie esta bien. ?Y a usted?

– Nina.

Se puso de pie. Alta y elegante, era todo lo contrario de lo que yo necesitaba. 'El viaje a Taunton, pense, va a ser el primero y el ultimo que haga, sobre todo cuando llegue el momento de limpiar el camion despues del recorrido'. Nina me estrecho la mano y se dirigio a su auto. La segui hasta la puerta y la mire partir en el Mercedes escarlata.

Llame por telefono a Harvey y le informe que habia contratado a una chofer provisional para tomar el lugar de Pat hasta que ella estuviera bien de salud.

– De acuerdo -contesto sin sospechar nada.

Hasta ahora, la semana que tenia por delante parecia menos atareada que la que apenas habia terminado. Podria ir a las carreras de Cheltenham con la comodidad de un espectador para observar a otros sujetos afortunados despedazarse la clavicula.

Jericho Rich llamo en ese momento por telefono y me saco de mis lamentaciones poco provechosas.

– Entregaste ilesas a mis potrancas en Newmarket -grito-. Quiero que comprendas que verifique todo en tu oficina. Hiciste un buen trabajo, tengo que reconocerlo.

“?Dios mio!”, pense. Los cielos iban a caersenos encima.

– Tengo una hija -prosiguio ruidosamente-. Acaba de comprar un magnifico saltador de exhibicion, que tiene un nombre extravagante. Se encuentra en Francia. Manda un camion por el, ?quieres? Yo pagare -leyo en voz alta el numero de telefono de su hija-. Llamala ahora. Acuerdate de no dejar para manana lo que puedas hacer hoy.

– Gracias, Jericho.

Llame a la hija como me indico y anote los detalles. Despues de colgar, vi la hora y llame a Isobel, quien tomaba las reservaciones los domingos, cuando yo tenia otras cosas que hacer. Entonces me ocupe de fruslerias tales como vestirme, arreglarme y salir al jardin a cortar unos narcisos. Esta pacifica actividad era el resultado de las enfaticas sugerencias que hacia mi hermana ausente, quien consideraba que de vez en cuando deberia haber flores en la tumba de nuestros padres.

En realidad, nunca me molesto cumplir con su encargo. La tumba de nuestros padres estaba en lo alto de una colina, pero valia la pena subir hasta ahi por la vista. Deje las flores como muestra de gratitud por mi infancia feliz, un regalo de ellos. Las flores se marchitarian, pero lo que importaba era ir a dejarlas.

LA COMIDA de Maudie Watermead empezo bajo el Sol primaveral en el jardin. Sus hijos mas pequenos y sus invitados estaban brincando sobre un trampolin, y los mas grandes jugaban tenis. Realmente aun hacia mucho frio para quedarse afuera. El fresco aire de marzo obligo a los medrosos a retirarse del jardin y a entrar en la sala para disfrutar del fuego que ardia vivamente en la chimenea y de los aperitivos de champana de Maudie.

Benyi y Dot Usher jugaban en la cancha dura, vestidos con pantalones largos, y discutian si las pelotas habian salido o no. Nos pusimos a jugar un partido de dobles mixto poco deportivo, ya que Benyi y la hija de los Watermea, la joven llamada Tessa, nos vencieron en la discusion. Ambos disfrutaban tanto de su alianza que Dot silbo con desaprobacion, lo que me divirtio mucho.

Benyi y Tessa, victoriosos, se encargaron de Ed, el hijo de los Watermead, y tambien de la hermana de Maudie, Loma Lipton. Dot estaba furiosa hasta que la persuadi de que lo mejor era que entraramos en la sala, donde habia tal cantidad de personas que el parloteo opacaba las voces individuales.

Maudie me ofrecio una copa y sonrio, mirandome con los amigables ojos azules que, como de costumbre, me hicieron concebir poderosos pensamientos adulteros. Desde siempre ella se habia esforzado por transferir mis sentimientos hacia su hermana, Loma, quien tenia el pelo color platino como ella, cintura bien formada y piernas esbeltas, pero que para mi gusto carecia de todo, excepto de atraccion fisica. Maudie resultaba divertida; Loma, atribulada. Maudie se reia, Loma abogaba por las causas serias. Pense que Loma estaria perfecta para Bruce Farway.

El respetable doctor se encontraba en ese momento cerca del fuego con el esposo de Maudie, Michael. Las burbujas en el vaso de Farway eran incoloras. 'Agua mineral', supuse.

Mi atencion se dirigio hacia una mujer que estaba conversando con Dot. Era mas joven, rubia como Maudie, de ojos azules como Maudie, alegre, zurda, pianista, que tenia treinta y ocho anos.

– ?La conoces? -pregunto Maudie, que siguio mi mirada-. Es Susan Palmerstone. Toda su familia esta por aqui.

Asenti.

– Solia montar los caballos de su padre.

Desde el extremo de la habitacion, Susan Palmerstone miro en direccion a mi y finalmente decidio acercarse.

– Hola -saludo-. Hugo y los ninos estan aqui.

– Vi a los ninos en el trampolin.

– Si.

Maudie camino despacio hacia Dot.

Susan observo:

– No sabia que ibas a venir. Nosotros no conocemos bien a los Watermead. Debi haber dicho que no podiamos asistir.

– Por supuesto que no. No importa.

– No, pero… alguien le dijo a Hugo que como era posible que tuviera una hija de ojos castanos y el ha estado muy molesto con ese asunto desde hace varias semanas. Pense que seria mejor advertirte. Casi podria decirse que esta obsesionado.

Los jugadores de tenis entraron y tambien Hugo Palmerstone, quien habia estado cuidando a los ninos. A traves de la ventana vi a mi hija en el cesped, los brazos en jarra, menospreciando a sus hermanos rubios de cabello lacio que daban saltos en el trampolin. Cinders tenia ojos castanos y cabello oscuro y ondulado como el mio. Habia cumplido ya nueve anos.

Me habria casado gustosamente con Susan. La amaba y me habia sentido desolado cuando eligio a Hugo, pero eso habia sucedido hacia mucho tiempo. No quedaba nada de ese sentimiento.

No deseaba que el pasado largamente enterrado arrojara ni una sombra sobre la vida de esa nina.

Susan se aparto de mi en el momento en que Hugo entro en la habitacion, pero no antes de que el se diera cuenta de que habiamos hablado. Su expresion cuando se encamino directamente hacia mi, no era nada prometedora.

– Sal -ordeno laconico-. Ahora. Deje mi copa y lo segui hasta el prado.

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