– ?Humedad? ?Que humedad?

– El papel de la pared esta empapado; se esta desprendiendo.

Philip vio la ansiedad que se reflejaba en su rostro.

– No puede ser. Esta casa es muy seca, nunca hubo humedad.

– Tal vez se ha roto una caneria.

– Llamare al fontanero por la manana.

– Echare un vistazo. Es posible que se trate de algo facil de arreglar.

Se quito la chaqueta y la colgo sobre el respaldo de una silla.

– Hare un poco de cafe -dijo Alex mientras Philip salia de la habitacion.

Oyo a Philip que inspeccionaba las tuberias y llevo el cafe al salon. Black estaba sentado junto a la puerta principal.

– ?Hola, chico! -le dijo-. ?Quieres salir a la calle? -El perro no le hizo el menor caso.

Dejo la bandeja sobre la mesita del salon, saco la casete de Don Giovanni y puso en su lugar una cinta con un popurri de las obras de Mozart. Vio un monton de cartas sin abrir sobre su escritorio, se dirigio alli y las examino. Reconocio la letra en algunos de los sobres, pero le falto el valor para abrirlos. «No, ahora no», penso. Abriria las cartas mas tarde, un dia, cuando de nuevo se sintiera mas fuerte. Lleno su taza, se sento en el sofa y se pregunto si eso llegaria a ocurrir.

Main entro en la habitacion secandose las manos en su pantalon de pana.

– ?Solo o con leche?

– Solo, por favor.

– ?Encontraste la averia?

– No.

– Gracias de todos modos.

Philip se sento a su lado y comenzo a mover el azucar en su taza de cafe con aire pensativo.

– Volvere manana con algunas herramientas. Levantare unos ladrillos. Es posible que gotee alguna junta.

– No sabia que eras un manitas.

– Bien, todos tenemos nuestros talentos secretos.

– Podrias escribir un manual, Hagalo usted mismo.

– Estaria muy ocupado. Un manual de bricolaje y un ensayo sobre los origenes de la vida.

– Sin mencionar la poesia.

Alex advirtio que su invitado se ponia tenso y que de repente se giraba para mirar por encima del hombro.

– ?Pasa algo? -pregunto Alex, que sin saber por que tambien miro en aquella direccion con una punzada de ansiedad.

Philip parecia incomodo, con gesto adusto, preocupado.

Alex escucho la musica sin decir nada. Se dio cuenta de que Philip volvia a relajarse poco a poco; vio como dejaba su taza sobre la mesa y sintio que su brazo tocaba carinosamente sus hombros. Ella se apoyo en el ligeramente, con carino, pero en el fondo no se encontraba comoda. Se estremecio.

– ?Figaro? -pregunto Philip.

– Si. Son diversos trozos de piezas de Mozart.

Alex queria hablar, conversar, oir su voz, librar su mente de aquel terror que la estaba invadiendo. Su terror de los sabados por la tarde, hoy le habia llegado con retraso, penso.

– Estas muy callado.

Philip levanto las cejas.

– Un penique por tus pensamientos.

– No te harias rica con ellos; espero que un dia seras mi agente literaria.

Ella se rio. De nuevo se hizo el silencio mientras escuchaban la musica. Sono el cuerno frances, un galope, Mozart en toda la plenitud de su alegria y entusiasmo. Alex se dio cuenta de que sus pies seguian el compas de la melodia y noto como el brazo de Philip apoyado en su hombro tambien seguia el ritmo. Alex dejo escapar un suspiro.

– Oh, Dios mio -dijo-, ?por que ha tenido que suceder esto? ?Por que…?

– Ehr…

– ?Es esa tu explicacion del origen de la vida?

– ?Que?

– Ehr… -Lo imito burlonamente.

Sintio como el se echaba hacia atras y oyo el tintinear de la taza, seguidamente el suave sorber y, de nuevo, el sonido de la taza al ser dejada en el plato.

– Lo superaras, muchacha; se necesita tiempo, mucho tiempo. Me hubiera gustado haber conocido a tu hijo.

De pronto Alex sintio el irresistible impulso de gritarle «?lo conoceras!» que le llego acompanado de una extrana excitacion, de un hormigueo de optimismo. Bebio un poco mas de cafe.

– ?Sabes lo que me pasa? Es algo muy raro. Cambio de estado de animo continuamente. Mi humor asciende y desciende con gran frecuencia, varias veces en una sola hora.

– Eso seguira ocurriendote durante algun tiempo.

Alex lo miro.

– ?Eres un experto en todo? -le pregunto.

– No, claro que no. Te doy mi palabra. Un poco de conocimiento es algo peligroso.

– Asi que tu lo tienes en abundancia. ?Es eso?

– No, Dios mio, claro que no. -Siguio sentado y guardo silencio durante un momento-. En mi escuela habia un maestro, un don nadie, un tipo engreido, que acostumbraba a decirnos, lleno del mayor orgullo y satisfaccion, que jamas habia conducido un automovil y que no sabia hacerlo. Sin embargo estaba cualificado y autorizado para conducir locomotoras de vapor.

Alex sonrio.

– Condujo una en mil novecientos veintiseis, durante la gran huelga general; desde St. Paneras hasta Edimburgo, sin paradas. Se jactaba de estar en posesion del record no oficial de velocidad en ese recorrido.

– La vida esta llena de gente rara sin importancia que hacen pequenas cosas raras.

Alex vio el rostro de Philip muy cerca del suyo, las marcas de viruela en su huesuda cara de piel blanca, los pelos de su amarillento bigote; se echo hacia atras, sorprendida; sintio el bigote rozando su nariz, cepillando en torno a la parte superior de su boca, y vio sus ojos azules que se salian de su foco visual… «Como se ven los ojos del dentista que examina tu dentadura», penso por un momento.

De repente el rostro se transformo y fue el de Fabian.

– ?No! -grito al mismo tiempo que lo empujaba hacia atras con violencia-, ?No!

El rostro de Fabian se disolvio y Alex pudo ver la expresion de sorpresa y temor en el rostro de Main, de nuevo alli, inmovil, helado, y que poco a poco adquiria una expresion de humilde desconcierto.

– Lo siento -dijo vacilante, sin conviccion-. Yo… yo…

Alex siguio mirandolo, vacilante, con los ojos muy abiertos. ?Lo habia visto con tanta claridad! Habia algo entranable y al mismo tiempo repulsivo, obsceno; Jesus, que trucos tan retorcidos le estaba jugando su mente.

– Yo tambien lo lamento, Philip -se excuso-. Realmente, no estoy… en disposicion… en condiciones…

Alex sintio que el brazo de Philip abandonaba sus hombros, vio como se sentaba erguido, con los codos apoyados en sus muslos.

– No, ha sido culpa mia, enteramente mia -la tranquilizo-. Es que te encuentro tan atractiva, tan inmensamente atractiva… Yo… yo… -Se irguio y le dedico una sonrisa benigna y perdida.

– Creo que sera mejor que ahora me vaya a la cama -dijo Alex.

Philip miro su reloj.

– Si, Dios mio, se ha hecho tarde.

Se levanto lentamente, miro a su alrededor, y Alex vio la repentina expresion de miedo en su rostro.

– ?Estaras bien? -le pregunto Philip.

Ella afirmo con la cabeza e hizo una mueca.

– Que remedio me queda, ?no te parece?

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