Main recorrio el recibidor. Hacia frio alli, ahora. Se froto los brazos y se dirigio a la cocina. El frio era espantoso. Miro a su alrededor. ?Estaban humedas tambien aquellas paredes o era su imaginacion? De repente se sintio muy incomodo, como un intruso; aquella casa no lo queria y le decia con toda claridad que se marchara. Con premeditada lentitud cogio su chaqueta y se la puso. Se quedo quieto un instante mirando a su alrededor. Sintio como el frio atravesaba su piel. Se acerco a la pared y la toco con el dedo. Cuando lo retiro estaba seco. Miro al techo, sintiendo tanto frio que apenas podia contener sus temblores. Fue a la puerta, se giro antes de salir y miro la cocina de nuevo.
– ?Que te jodan! -exclamo en voz alta, con firmeza. Dio la vuelta y salio al recibidor.
– ?Dijiste algo? -le pregunto Alex, que salio del salon llevando la bandeja.
– ?Yo? ?No!
– Estaba segura de que te oi hablar.
– Era con
– ?Ah!
Saco del bolsillo la correa de su perro y de pronto
– ?A casa, chico!
– ?Buenas noches, Philip!
– ?Gracias por la cena!
– ?Gracias por el vino! -Alex se adelanto y lo beso suavemente en la mejilla-. Conduce con cuidado -le aconsejo.
– Puedes venir a casa y quedarte alli, conmigo… si quieres. Tienes tu propia habitacion, podras entrar y salir… Si no quieres quedarte sola.
Alex movio la cabeza negativamente.
– ?Gracias por el ofrecimiento, pero esta es mi casa! Tengo que volver a acostumbrarme a ella, eso es todo. Al fin y al cabo Fabian no se pasaba demasiado tiempo aqui, ?sabes?
Cerro la puerta, oyo al perro ladrar a la noche alegremente. Alex cerro con llave. De repente se encontro tranquila, inmensamente tranquila y relajada, como si una presencia diabolica hubiese sido repentinamente exorcizada y obligada a abandonar la casa.
CAPITULO XV
Aparco frente a la sombria fila de casas de la Gloucester Road y cruzo los dedos con la esperanza de que no hubiera alguien que aparcara en doble fila y le impidiera salir. Los numeros de las distintas viviendas del edificio habian sido asignados desordenadamente sin la menor logica, y tuvo que recorrer la explanada en toda su longitud y cruzar la calle. Crecia su ansiedad por miedo a llegar tarde a la cita y perder su oportunidad de ser atendida.
Por fin vio el numero: 49. Precisamente en el edificio que estaba directamente frente al lugar donde habia aparcado su automovil, casi mirandola cara a cara, casi desafiandola, penso furiosa. Se acerco a la puerta y vio el panel de nombres en el portero automatico: Goldsworthy, Maguire, Thomas, Kay, Blackstock, Pocock, Azziz. Algunos de los nombres habian sido escritos con boligrafo y solo Azziz estaba subrayado.
Entre todos aquellos nombres descubrio una pequena tarjeta de color amarillo, empalidecido por el tiempo, en la que se habia mecanografiado simplemente la palabra «Ford».
Por un momento se sintio aliviada; despues comenzo a ponerse nerviosa. Insegura, miro en torno suyo, preguntandose si los vecinos conocian las actividades profesionales de Ford y si la gente que pasaba por la acera la senalaba con el dedo. Se pregunto si los mediums ganaban mucho dinero. Si era asi, Ford no se gastaba sus ganancias en arreglar el exterior de su edificio. Las baldosas del porche estaban agrietadas y la escayola se caia de las columnas.
Una voz fria, poco acogedora, sono en el portero automatico.
– ?Si?
– Soy…
?Oh, Dios! ?Cual era el nombre que habia dado? No podia recordarlo. Necesitaba ganar tiempo.
– ?Johnson! -dijo de repente y se sintio aliviada-. La senora Johnson.
Le habia dado tambien su nombre de pila, ?cual? De nuevo estrujo su cerebro febrilmente.
El sombrio zaguan, debilmente iluminado, decia bien poco de la identidad de los inquilinos. Habia varios montones de cartas sobre una estanteria y una vieja bicicleta apoyada en la pared.
El apartamento de Ford estaba en el tercer piso y la puerta se abrio en el momento en que llegaba a ella. La apariencia de Ford la sorprendio y Alex se pregunto que era realmente lo que habia esperado: ?Un viejo extravagante y barbudo, una reminiscencia de los anos sesenta, vestido con caftan, calzado con sandalias y que quemaba barritas de incienso? En vez de eso, tenia ante ella a un hombre pequeno con el cabello gris bien cuidado y un traje igualmente gris y bien cuidado, con poco mas de cincuenta anos, supuso.
– ?Shoona Johnson?
Por un momento Alex estuvo a punto de decir: «No, no, soy Alex Hightower», pero supo contenerse a tiempo. A traves de la puerta, detras del medium, pudo ver un pequeno despacho, en el que sobre un escritorio habia un monton de cartas y periodicos muy bien ordenado.
– Si -respondio Alex.
Ese era el nombre de pila, recordo. Shoona. ?Por que diantre habia elegido ese nombre?, se pregunto. Nunca, en toda su vida, habia conocido a nadie que se llamara Shoona.
El hombre le ofrecio una mano pequena y rosada en la que destacaba un vulgar anillo con una piedra tan falsa como llamativa. La mano era tan pequena que Alex se pregunto si se trataba de una deformidad. Tuvo la impresion de que estrechaba la mano de un nino.
– Pase. Gracias por ser tan puntual -habia un tono acogedor y cantarino que destacaba en su acento gales, y hacia que su voz sonara muy distinta de cuando hablo con el por telefono-. Lo siento, pero hoy esta esto un poco desordenado. Mi secretaria no ha podido venir.
Alex tuvo una sensacion de desencanto cuando entro en el pequeno recibidor. Todo aquello parecia tan vulgar; sin nada que insinuara la magia, la solemnidad de una ceremonia espiritista. Un hombre con traje gris que disponia de un despacho y que se lamentaba de la ausencia de su secretaria. La verdad era que no habia esperado encontrarse con alguien que de modo tan obvio demostraba que ejercia su trabajo como una forma simple de ganarse la vida.
El estudio del medium le hizo cambiar de opinion. Un gran salon con muebles color vino de Borgona, con una fantastica vista sobre los jardines. Estaba amueblado en exceso con bellos muebles y antiguedades caras, casi en una vulgar exhibicion de dinero. En la chimenea ardia un gran fuego de gas que dejaba escapar un silbido suave. Dos gatos se sentaban uno a cada lado del hogar, inmoviles como centinelas; uno de ellos un gato ordinario de color pajizo y el otro un bello ejemplar birmano de color gris-humo. El primero salto a la alfombra y lleno de curiosidad empezo a dar vueltas en torno a la visitante.
En ese momento vio el florero lleno de rosas rojas sobre la mesa que habia en el centro del estudio.
Alex comenzo a temblar e inicio unos pasos hacia atras. Empezo a sonar el telefono.
– Por favor, sientese.
Ford paso junto a ella y descolgo el auricular.
– ?Diga!
Alex lo observo mientras hablaba, en aquel mismo tono frio y lejano:
– Hay una cancelacion el jueves a las once y media. Puedo recibirla a esa hora. Muy bien. Por favor, ?cual es su nombre?
?Le decia lo mismo a todos? ?Habia siempre un cliente que cancelaba su cita oportunamente? Alex se sento en un incomodo sillon Victoriano y volvio a mirar las rosas.
– Espere un momento. Voy a buscar mi diario y confirmare la hora.
El hombre vio como Alex miraba las flores.
– Le gustan las rosas, ?verdad? Estas son muy hermosas, ?no le parece?
Cuando el medium salio de la habitacion, Alex se pregunto si sus palabras habian sido una simple observacion