Penso en la maldad: ?la hubo en su hijo? Malicia tal vez, una travesura, un error de juventud, quiza, pero no maldad. Posiblemente juegos y trucos. Penso en el despacho del medium, en lo amenazadora que le parecio aquella estancia aun sin la presencia de Ford; ?era aquella una de las sedes de la maldad diabolica? ?Se celebraban alli tras las cortinas cerradas reuniones satanicas, con los asistentes sentados en circulo mientras los gatos ronroneaban en un extrano aquelarre? Se estremecio. Era como si alli se encerraran los misterios de la vida, muchas de las cosas que ocurrian en el mundo que ella nunca podria llegar a saber, que la mayoria de los seres humanos nunca llegarian a saber: sociedades secretas, practicas misteriosas, comuniones con dioses y diablos, con los difuntos y su mundo. ?Habia alguien entre ellos que conociera el secreto? ?La verdad? ?Era Morgan Ford, con su traje serio y su gran salon, una de las pocas personas en la Tierra capaces de saber el sentido de la vida? ?Era el uno de los elegidos para conocer los grandes secretos? Y si era asi, ?como utilizaba sus poderes? Sentado en su estudio para contarle toda una sarta de mentiras a pobres mujeres apesadumbradas.

Oyo que alguien, enfadado, tocaba el claxon detras de ella. Levanto la cabeza; el semaforo estaba en verde. Miro por el retrovisor y alzo la mano excusandose con el impaciente taxista detenido detras de ella, y entro en Hyde Park. Torcio a la izquierda, conduciendo lentamente, y puso el intermitente. ?Adonde ir? Eran las once de la manana de un lunes y tenia cosas importantes que realizar en su oficina, pero no estaba en condiciones de enfrentarse a su trabajo, al menos en aquellos momentos. Todo le parecia carente de importancia en comparacion con su estado de animo y su desilusion. Pero, realmente, ?que era lo que habia esperado?, se pregunto a si misma con un estremecimiento en lo mas intimo de su ser.

Parecia cierto, se dijo con tristeza, que todo indicaba que Fabian habia tratado de comunicarle algo, que todas aquellas cosas extranas que le habian sucedido, que los retorcidos trucos que su mente le habia jugado tenian un significado. Estaba convencida, lo sabia, que Fabian le habia estado pidiendo que fuera a visitar a un medium. Alex sonrio y se dio cuenta de que los ojos se le humedecian. Habia confiado, asi lo pensaba, que iba a descubrir algo relacionado con la muerte de su hijo, que este se lo explicaria; pero ahora todo se habia derrumbado, como si se tratara solamente de una ilusion, de otro de los sucios trucos de la vida.

Si, Main tenia razon. El y los que eran como el estaban mas cerca de la verdad, sentados en sus laboratorios, con sus probetas, sus alambiques, sus quemadores Bunsen y sus ordenadores, en busca ininterrumpida de nuevas ecuaciones hasta llegar a encontrar por fin la gran ecuacion, la ultima y definitiva.

?Habia un misterioso palimpsesto oculto tranquilamente bajo el codigo del ADN en espera de ser hallado y descifrado por un cientifico, mas paciente o simplemente mas afortunado que los demas, que acabaria por hacer superflua toda parafernalia religiosa?

Aparco el coche y paseo un rato por la orilla de la Serpentine, sintiendo sobre sus hombros la enormidad del mundo que la rodeaba. Miro la linea del horizonte londinense detras de los arboles, los edificios encorvados y enlazados estrechamente entre si, codo a codo, como los pasajeros en un atestado vagon de Metro. Un anciano se sentaba con la vista puesta en la otra orilla del agua, moviendo los brazos arriba y abajo, como si hiciera unos ademanes extranos ante la futilidad de todo. Tuvo un escalofrio y apreto sus brazos en torno al cuerpo sintiendo, repentinamente, miedo a envejecer, a convertirse en una anciana y acabar, como aquel viejo, que contemplaba el agua haciendo gestos tan raros como inutiles.

Las rosas en la habitacion; las rosas en el cristal del parabrisas. ?Cuantas eran las posibilidades de que esa suma de circunstancias hubieran acontecido de modo casual? ?De que el numero de rosas en el salon del medium fuera el mismo que el de las que se marchitaban en el cuenco de su casa? ?Y de que fuesen del mismo color?

?Que posibilidades tenia con Morgan Ford? ?Supo desde el primer momento quien era ella realmente? ?Como? ?La relaciono acertadamente con el choque de automoviles cuyos comentarios habia leido en los periodicos, por pura deduccion, o fue ella misma quien con su conversacion, sin saberlo, le ofrecio algun indicio, alguna clave? ?Lo capto por medios telepaticos? Esa era la unica otra explicacion racional posible, pero en ese caso ?como habia cometido el error de referirse al camion? ?Y como explicar la equivocacion de creer que Carrie estaba muerta?

Habia muchas cosas que se contradecian entre si. ?Donde estaba la verdad? ?Era una especie de mensaje secreto personal dejado expresamente por Fabian? ?Estaba cometiendo el error de mirar solo lo que habia escrito en la superficie sin pararse a descubrir que se escondia por debajo de ella? Movio la cabeza, miro la caseta de alquiler de botes al borde del estanque, se distrajo un momento contemplando el paso de un caballo por la Rotten Row montado por una chica bonita que se tocaba con uno de aquellos nuevos cascos protectores de ultima moda. «Cambio, evolucion, progreso», penso. Para ella todo parecia converger en un punto que se perdia en la distancia. Habia una creciente tendencia a la igualdad de las cosas, hasta el punto de que todos los jinetes que paseaban por el parque parecian agentes de la policia montada. ?Dios mio!, ella nunca estuvo especialmente dotada para descifrar enigmas ni puzzles. Y aquel con el que ahora se enfrentaba, ?permaneceria irresoluble para siempre, como lineas paralelas que nunca cambian, que nunca se cruzan, o habria un punto de reunion en algun lugar, lejos de alli, donde estaba la respuesta?

Otto entro en su mente de repente, sin saber como, con calma y tranquilidad, sin obstaculos, como quien cruza una puerta abierta y se queda en la sombra esperando que ella advirtiera su presencia. Observo a una nina, acompanada de su ninera, que arrojaba pan a los patos, y sintio la presencia de Otto, sonriente como un cazador al acecho. ?Por que? ?Que estaba haciendo en medio de sus pensamientos?, penso irritada. Trato de ignorar su presencia psiquica, de sacarlo fuera de su mente, pero lo unico que consiguio fue que su imagen ganara en claridad. Pudo ver de nuevo su habitacion, las botellas de champan vacias, oir el sonido del molinillo de cafe, la forma arrogante y descuidada como sirvio las tazas, y sintio el desprecio en sus ojos, que parecian esconder los secretos de su hijo, y la mirada que decia: «Podria tenerte siempre que lo deseara, pero para mi no vale la pena.»

?Que sabia Otto?

Sin saber como se vio andando de regreso al coche, pensando cual seria el mejor camino para llegar a la autopista, preguntandose si el estaria alli o tendria que esperarlo en el pasillo de la residencia. No era bueno resistir, no podia hacer nada para detenerse. En lo unico que podia pensar en aquellos momentos era en la oscura puerta de roble de la habitacion de Otto.

Llego a Cambridge poco antes de las dos; aparco fuera de Magdalene y cruzo corriendo el porton de entrada. Subio a toda prisa la escalera y cruzo el pasillo que en esos momentos le parecio familiar. Se detuvo delante de su puerta, vacilando y jadeante, y escucho por si oia el crujir del parquet de madera, el sonido de una taza, musica, voces, un ruido de papeles. Pero no oyo nada. Llamo timidamente con los nudillos sabiendo de antemano la inutilidad del gesto. Solo oyo el propio eco de sus golpes que resonaron al otro lado, en el vacio de la habitacion.

La puerta se abrio y Alex dio un salto hacia atras. Otto estaba alli, con una mano en el bolsillo de su grueso jersey abierto y la saludo con una inclinacion de cabeza, con la sonrisa de enterado en su rostro herido y la misma falta de expresion en sus ojos.

– Ha llegado antes de lo que esperaba.

Alex fruncio el ceno, molesta por la observacion, y le devolvio la mirada tratando de comprender que queria decir; despues aparto la mirada, incomoda, para fijarla en el dintel, sobre la puerta.

– Lo siento, no te entiendo… No te deje ningun recado.

Otto dio la vuelta y entro en la habitacion.

– He hecho cafe, ?quiere usted una taza?

Vio que el agua hervia en la cafetera y las dos tazas a su lado.

– Gracias.

– Sabia que iba a venir -dijo como si la visita fuera lo mas natural del mundo.

– ?Como?

Otto se encogio de hombros.

– Yo se muchas cosas.

– ?Que cosas?

El joven solto una risa breve y desdenosa y por un momento Alex sintio que le gustaria abofetearlo.

– No sabias lo suficiente como para evitar que mi hijo se matara -dijo de pronto, agresiva y con acritud, incapaz de evitar que se le escaparan las palabras.

Otto se inclino y alzo la cafetera.

– Solo y sin azucar.

– Gracias.

Alex espero su comentario, pero no lo hubo; Otto se quedo inclinado, sirviendo el cafe, mientras ella lo

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